lunes, 18 de abril de 2016

¿SIN SEVILLANOS?

A falta de cualquier iniciativa que pueda contribuir a resolver alguno de los problemas reales que tiene Sevilla, a mejorar en algo la situación penosa de una ciudad que a pesar de sus grandezas no puede sustraerse al hecho de ser la capital de una de las regiones del furgón de cola europeo, el actual equipo de gobierno municipal se afana por conseguir notoriedad y titulares a costa de las fiestas populares. Primero fue la “salvación” de la Semana Santa, cuya celebración a partir de ahora se le deberemos al CECOP y a TUSSAM. ¿Se han fijado en la osadía publicitaria de equiparar el papel de los autobuses al de los costaleros? ¿Qué sería de la Semana Santa sin TUSSAM? ¿Qué sería de la Semana Santa sin el CECOP? Sinceramente no me lo puedo imaginar. No me explico cómo las cofradías han sobrevivido a lo largo de los siglos sin estos tíos tan listos, que se han puesto ahora en el centro de la celebración.
Y ahora le toca el turno a la Feria. Espadas quiere dejar huella, y nada más facilón ni más baratito que cambiar las fechas del festejo. Que conste que esto no es la primera vez que ocurre, pero claro, los sevillanos de hoy la hemos conocido siempre así, lo que lo convierte en tradición inveterada. A mi la Feria me importa un pimiento. Que la ponga Espadas cuando le parezca. Me parece bien además la determinación del alcalde, que teniendo bastante menos de 20 concejales, no le da pereza tomar decisiones, aunque sean de este tipo. Por eso lo que no me resulta de recibo es que para semejante cuestión se gaste el dinero en una consulta popular. Hay muchas más cosas más importantes y trascendentes en la ciudad y a los ciudadanos no se nos pregunta. Así que yo le rogaría que dejase su celo democrático para mejores ocasiones. La fecha se cambia -porque la novelería aquí empuja mucho- y si no sale, se vuelve a cambiar otra vez ¿que más da? La Feria va cambiando constantemente, y aunque las fechas no hayan variado, es muy distinta la de hoy a la que yo conocí de niño aún en el Prado.
Ahora bien, yo no le arriendo las ganancias al invento. En mi opinión, nada valiosa en este caso pues últimamente me dejo caer poco por el real, a la Feria le sobran más que le faltan días. Desde luego lo de la preferia yo no lo entiendo. Pero si esto es lo que hace, a decir de los que saben, que el recinto se quede vacío -el domingo daba pena verlo- en los últimos días de festejo, nada va a solucionar la oficialización de esas jornadas iniciales. Al contrario, más gente aún acudirá al principio, a una Feria ya con todos sus avíos, y menos todavía al final. Porque el problema actual de la Feria me parece a mi que es que no hay ni cuerpo ni bolsillo que la resistan durante tantos días. Claro que aquí es cuando saltan los promotores de la idea y dicen “No, es que la ampliación es para que puedan venir más turistas”. Y entonces yo digo: “oigausté ¿y los turistas qué van a hacer en la Feria si no estamos los sevillanos? ¿Van ellos a cantar y a bailar? ¿Van ellos a lucir sus enganches? ¿Van ellas a pasear sus vestidos? ¿O es que el Ayuntamiento va a contratar figurantes para esos días?”.
Si algo hace singular a la Feria de Sevilla, si algo hay esencial en esta fiesta, no son las bombillas ni las casetas, sino su gente, su manera de festejar, su saber estar, su saber aparentar. Cada uno en su nivel, desde los más humildes a los más pudientes. Una ciudad que es una ruina económicamente hablando sabe sin embargo montar un pollo como este para decir “aquí estamos nosotros y nos ponemos el mundo por montera”...siempre que la cosa no dure mucho. Y el que tiene un caballo lo monta aunque haya tenido que deshacerse de media cuadra por la crisis, y la que tiene un traje y unos abalorios se los pone con mucho arte aunque esté en el paro, y el que pasa fatiguitas uno de cada dos fines de mes se pide un préstamo para ronear unos días en su caseta. Los turistas pueden mirar, pero la fiesta es nuestra, y si nosotros no vamos, mal asunto. Claro que como estos señores munícipes deben ser muy machadianos ellos -de Antonio, no de Manuel- habrán pensado aquello de “¡Oh maravilla/ Sevilla, sin sevillanos/ la gran Sevilla!” Total, ya han empezado a echarnos de la Semana Santa con las vallas y ahora se trataría de asegurarse espacio durante unos días en la Feria para que los turistas con mochila y gorra y guía con banderita vayan, digo yo, a hacerle fotos al alcalde vestido de corto en la caseta municipal. Mientras tanto, los sevillanos de verdad estaremos ya en casa o en la playa, recuperándonos de los excesos.

jueves, 31 de marzo de 2016

LA MUJER DE ROJO

Pobre entrada el martes en el Teatro de la Maestranza (menos de medio aforo, diría yo) para asistir a uno de los dos conciertos (Sevilla y Barcelona) que la georgiana Khatia Bunaitishvili, una de las estrellas emergentes en el firmamento pianístico actual, ha ofrecido en estos días en España. Y aún así sobraban algunos espectadores: los tosedores habituales, los que andan continuamente tonteando con el teléfono o esa señora que salió, nada más dar inicio el recital, levantando a toda la primera fila de sus butacas. Debe ser desalentador para el artista estar allí solo en el escenario, dando lo mejor de sí mismo, escuchando todos esos ruidos en la sala. A pesar de ello,  Khatia encandiló a todos y el concierto resultó fantástico en términos globales. Pocas veces he visto aplaudir en este teatro con tal convicción y entusiasmo.
Salió la intérprete al escenario con un espectacular vestido rojo, aunque más recatado que los que le he visto en otras ocasiones, que realza su espléndida figura. A sus veintiocho añitos -comenzó a tocar a los cinco- ella misma ha defendido que una mujer no necesita ocultar su lado más sensual para ser apreciada intelectualmente. Razón no le falta. La que puede, puede.
En el programa predominaba la obra del húngaro Franz Listz, músico por cierto que no muchos conocen que visitó nuestra ciudad en diciembre de 1844, con la adición de sendas piezas de Ravel y Stravinsky. Composiciones todas ellas destacables por su exigencia virtuosística. Un virtuosismo que según Buniatishvili está en el cerebro del pianista antes que en los dedos. ¡Pues qué cerebro! En él llevaba metido todo el programa. Por supuesto, ni una partitura. ¿Para qué? Esa música o se lleva dentro o no sale. Eso sí, parecía tener prisa en su ejecución, como si no estuviera cómoda o como si temiese perder la concentración entre los aplausos. Porque lo que es interpretando se le veía absolutamente concentrada. Incluso cuando desarrollaba un endiablado pasaje con una sola mano mientras con la otra, en despreocupado gesto deliciosamente femenino, se apartaba de la cara un mechón de su cabello, siempre flotando al son de la música. En una reciente entrevista en una televisión francesa, con motivo de su comparecencia a principios de mes en la Philharmonie parisina, Buniatishvili admitía que el repertorio de este concierto requiere una gran fuerza física y mental, y que cuando ella toca lo hace no sólo con las manos sino con todo su cuerpo, con el objetivo, aparentemente contradictorio, de alcanzar la inmaterialidad. Es una especie de trance, y creo que eso lo transmite al público. Parece increíble que de un sólo instrumento, en manos como las de la georgiana, pueda extraerse tal variedad de sonido, tal cantidad de colores, tal extensión de matices, y todo con una prístina claridad que hace audible cada acorde, cada nota, por más que se sucedan a velocidad de vértigo.
A pesar de que, como hemos dicho, las piezas del programa tenían como denominador común fundamental su virtuosismo, Khatia nos regaló como propina final un “Claro de luna” (Debussy) con el que demostró que también sabe manejarse en un registro más lírico y pausado. Un encanto.


martes, 29 de marzo de 2016

LA CIUDAD VALLADA

Mi generación alcanzó a conocer una Semana Santa sin vallas y con las bullas justitas. Eran unos tiempos, primera juventud, en que los más recalcitrantes, por decirlo de alguna manera, nos movíamos con facilidad para ver no ya todas las cofradías, sino hasta dos veces bastantes de ellas. Se podía asistir incluso a varias entradas o salidas en una jornada. Los cortejos de nazarenos más comedidos también ayudaban. Con la masificación empezó a estropearse todo. Ya era más difícil andar por la calle y comenzaron a hacerse presentes las vallas en salidas y entradas, que para mi eran todavía habituales. Suponían una gran comodidad para la hermandad, pero dificultaban en gran medida la dispersión posterior de la bulla al no retirarse tras su paso. Empezaba ya a experimentarse -no lo olvidemos- con el distanciamiento entre la cofradía y el público que la contempla, aunque eran restricciones muy concretas.
A pesar del paulatino incremento de los inconvenientes -entre ellos también los de le edad- he vivido la Semana Santa, salvo por obligaciones en mis años en el Consejo, siempre a pie de calle, muchas horas cada día. Por lo tanto alguna experiencia tengo. Nunca he visto una cofradía que no pueda andar...si la cofradía quiere. He visto ambulancias atravesar bullas y filas de nazarenos. He presenciado el acceso de una de ellas a la complicada calle Sales y Ferré para asistir a un infartado mientras discurría por allí la cofradía del Cristo de Burgos. Sin mayores problemas que el lógico e inevitable parón de la procesión. Estaba en la calle -no en la Campana, ni en los palcos, ni en la Catedral- con mi mujer embarazada el año de las carreritas, precisamente en la zona del Duque-Museo. Nuestras autoridades fueron incapaces (?) de averiguar el verdadero origen de aquellos movimientos, iniciados en diversos puntos y con una coincidencia sorprendente. En todo caso aquello puso de manifiesto la tremenda fragilidad de nuestra fiesta ante la aparición de elementos extraños a ella y supuso un punto de inflexión en la preocupación por la seguridad. Por otra parte no era de extrañar que determinados comportamientos que eran permitidos con impunidad cada fin de semana en la ciudad(botellonas en Gavidia, Arenal, ahora Setas...) afectasen también a sus días grandes. Sin la magnitud de aquél año 2000, diversos incidentes se repitieron en madrugadas posteriores, el último el pasado año, que aunque fue leve, dio mucho ruido por afectar a una muy señalada hermandad. En cualquier caso, hechos muy aislados dentro del conjunto global de la semana. Lo que sí que se generalizó en los últimos años fue el uso de las sillitas, otro elemento perturbador, precisamente por las trabas que suponen a la movilidad del resto de los usuarios de la via pública en estas fechas. Así que nos encontramos que, aparte del fenómeno de la masificación, con el que llevamos conviviendo hace al menos tres décadas y que es natural conforme al incremento de la población, la Semana Santa actual tiene dos problemas concretos a resolver en materia de seguridad y movilidad: los cafres y las sillitas. Pues bien, aquí han llegado unos señores que no han atacado ni el uno ni el otro, sino que se han limitado a poner nuevas vallas y a impedir la movilidad por muchos puntos del centro y la contemplación de las cofradías en determinadas calles. A mi me gustaría que me explicara alguno de estos cerebros qué es lo que hubieran resuelto las vallas en caso de una estampida como las ya conocidas. No lo quiero ni pensar. Pero claro, ellos están en que su plan ha sido un éxito. Natural, la inmensa mayoría de la gente que vamos a ver cofradías somos civilizados y no nos vamos a liar a pedradas con la policía que nos corta el paso. Pero a la mente y a la boca se nos vienen algunas palabras gruesas. A mi no hace falta que me corte el paso a una calle un policía cuando veo que está abarrotada. Pero el problema es que el policía te lo corta también cuando no lo está, o incluso cuando ni siquiera está pasando una cofradía. El Jueves Santo me impidieron pasar por el Postigo ¡una hora antes de que llegase por allí la Quinta Angustia!
Si por seguridad fuera, probablemente la Semana Santa de Sevilla no se debería celebrar. No hay forma humana de controlar policialmente todos los posibles desmanes que pueden producirse con tal cantidad de gente en la calle. Pero han llegado unos “salvadores” de la fiesta que lo que tenían claro es que tenían que hacer algo, más que nada para que se notara y para que sepamos todos quién manda aquí. Nos venden que ahora es más segura, cuando de lo que únicamente no cabe duda es de que es más incómoda para los que disfrutamos de las cofradías en la calle. Yo no no digo que algunas de las medidas adoptadas no sean válidas (mayor presencia policial, vallado de las Setas, facilitar el tránsito...), pero la filosofía adoptada de “esto se arregla impidiendo el acceso de público” me parece, aparte de facilona y poco imaginativa, perniciosa para una fiesta en la que también la participación de ese público forma parte de la celebración. Vallar la ciudad entera, desde esta perspectiva, sería lo más apropiado, por seguro. Lo siguiente sería que hubiera que pedir “cita previa”, como ocurre para muchos trámites administrativos, y estos señores nos dirían, a su antojo, si podemos o no podemos.
Habrá muchas formas de ver la Semana Santa. Cada uno tendrá la suya. Pero a la mía, que es la de muchos de mis amigos cofrades, le han asestado un golpe de muerte. Tengo la sensación de que, visto lo visto, puede ocurrir como en aquél cuento de Cortázar. Unos intrusos, que aquí son perfectamente conocidos, irán ocupando espacios hasta echarnos definitivamente de nuestra casa. Será poco cristiano decirlo, pero sus responsables, por muchas medallas que ellos mismos se pongan, tienen garantizado mi odio eterno.

miércoles, 23 de marzo de 2016

PODEMOS Y LA SEMANA SANTA

El señorito Sergio Pascual, recién decapitado dirigente de la muy democrática organización Podemos por decisión unipersonal de su Líder Supremo, pero aún diputado en el Cogreso por nuestra provincia, es un pedante, un cursi y un maltratador del lenguaje que se ha permitido escribir un pestiño sobre lo que él y sus achicharradas neuronas entienden que es la Semana Santa de Sevilla, sentándolo como verdad absoluta e incontrovertible. Con la “autoridad” que le da la suerte de, siendo un advenedizo, haber igualado algún año en la cuadrilla de los Estudiantes, se permite explicarnos a los sevillanos que hemos echado los dientes en esto y que le dedicamos mucho de nuestro tiempo y dinero, que la Semana Santa "no es de la jerarquía eclesial, (ni) del Ayuntamiento (ni) de alguna ideología o creencia concreta" (ver aquí)

Es cierto que la Semana Santa es del pueblo, pero no del pueblo-masa, sino del pueblo articulado en torno a sus hermandades. Y esas hermandades son a día de hoy entidades de la Iglesia católica. Lo que quizá quisiera el sr. Pascual es estatalizar a esas corporaciones, no para hacerlas de todos, sino para hacerlas de ellos. ¿Que por qué Podemos puede estar en contra de la Semana Santa si es del pueblo? Pues porque es una fiesta RE-LI-GIO-SA del pueblo, idea que en el atribulado texto del tal Pascual se da ya sin embargo por feliz e indudablemente superada. El tipo no tiene ni idea de lo que habla. Las hermandades no fueron, como parece que piensa, creación de la jerarquía eclesiástica. Siempre, a lo largo de toda su historia y desde sus orígenes, surgieron de la religiosidad popular. No ha habido por tanto ninguna apropiación popular (sic) de la Semana Santa, porque siempre fue así. Las hermandades siempre mantuvieron una celosa defensa de su autonomía respecto de la autoridad tanto civil como eclesiástica, pero igualmente tuvieron muy claro que su fundamento primero era el culto a Dios y a su Santísima Madre, no a la momia de Lenín, ni al espíritu de la colectividad ni a cualquier otra chorrada que se les ocurra a los manipuladores podemitas. ¿Que sobre esto se han añadido muchos más elementos, culturales, sociológicos, identitarios y todo lo demás? Indudablemente. ¿Que todos los que participan en la Semana Santa, desde dentro y desde fuera son católicos? Por supuesto que no. Las hermandades son corporaciones, y mucho más cuando salen a la calle, abiertas a la participación de todos los sevillanos, de cualesquiera ideologías, pero siempre, claro está, que sean respetuosos con su indubitada identidad. No te equivoques: el que yo te invite a mi casa no quiere decir que mi casa sea tuya.

Por otra parte las hermandades han sido siempre entidades democráticas. Aun en periodos en que no había libertades políticas, hemos elegido democráticamente a nuestros dirigentes y hemos adoptado de la misma forma nuestras decisiones. No hace falta que Pascual ni los que son como Pascual vengan a darnos lecciones de democracia. No sé a qué se refiere cuando habla de la necesidad de “democratizar nuestra fiesta popular”, pero a mi me suena a peligroso totalitarismo. A querer apropiarse de algo que él podrá sentirlo como quiera, pero que no es suyo.

¡Claro que Podemos está en contra de la Semana Santa! Algunos de sus dirigentes tienen al menos la honestidad de decirlo sin ambages, y otros, como el sr Pascual, intentan camuflarlo cobardemente. Pero es evidente que allí donde puedan prohibirán las procesiones, y donde no, intentarán en la medida de sus posibilidades desnaturalizarlas convirtiéndolas en una fiesta pagana “de todos” (y de todas, faltaría más). Es decir, intentarán robarnos a los creyentes lo que es nuestro para controlarlo ellos a su conveniencia.

domingo, 20 de marzo de 2016

EL SENTIDO DE LA FIESTA

Sevillanos: una nueva Semana Santa ha llegado. ¡Disfrutadla! Disfrutad de la luz de la primavera, aunque a veces la tape alguna nube. Disfrutad de las tardes radiantes y las noches serenas, que ojalá sean las más. Disfrutad de las mañanas en los templos. Disfrutad incluso cuando el tiempo no acompañe, que siempre habrá maneras de hacerlo. Disfrutad del perfume de azahar que se esparce por nuestras calles y plazas. Disfrutad del recuerdo de las vivencias pasadas, de las que ya no se repetirán y de las que otra vez volverán a revivirse. Disfrutad de la luna de Parasceve, no sea que nos la quiten. Disfrutad del olor del incienso y de la cera, del de la flor fresca que deja un palio cuando pasa. Disfrutad bien de la buena música cuando suene, porque esto es algo que cada vez ocurre menos. Disfrutad con el buen trabajo de los costaleros y la maestría de los capataces que saben mandar. Disfrutad del arte de los priostes, de los vestidores, de los floristas, de todos los que contribuyen al arte efímero de nuestras procesiones. Disfrutad de la belleza sin igual de la ciudad en estos días. Disfrutad del quejido hondo de una saeta y del canto blanco de una escolanía. Disfrutad del encuentro con los amigos que quizá sólo en este momento del año tiene lugar. Disfrutad del rumor de vencejos la mañana en la que Sevilla no habrá dormido. Disfrutad de la palmas y de los ramos que dan la señal que todos esperábamos. Disfrutad del silencio, lo mismo que de los sonidos arcanos que sólo los iniciados saben apreciar. Disfrutad de los atardeceres y de ese amanecer único. Disfrutad del ambiente y de los detalles, que vuestros sentidos sean capaces de absorber el todo y la parte, lo grande y lo pequeño, lo material y lo intangible, lo descriptible y lo inefable.

Pero entre tanto goce estético y sensual, no olvidéis lo fundamental. No os olvidéis de rezar. Las imágenes no salen a la calle para que nos tomemos una copita con ellas, que es lo que parecen entender algunos que las contemplan con el vaso de cerveza o de cubata en la mano. Tampoco para que les hagamos fotos como si de estrellas mediáticas se tratasen. Salen para acercarnos a Dios y recordarnos su obra redentora. Por eso no podemos, los que creemos, encerrarnos una semana en una burbuja de bienestar y sensaciones agradables y olvidarnos de los problemas del mundo. Recemos por la salud de los enfermos, por los que no tienen trabajo, por los que les falta la esperanza. Recemos por el drama de los refugiados. Recemos por las víctimas del terror, por nuestros hermanos perseguidos en tantos lugares del mundo. Recemos por los inocentes que no llegan a ver la luz. Recemos por nuestras familias y por nuestros amigos, por nuestros allegados y por los que nos son lejanos. Recemos por los que están y por los que se fueron.... Nuestras cofradías no son sólo cuestión de estética, tiene que haber también un sustrato ético que es el que nos hace sentirnos solidarios con todos los que sufren. Porque sería hipócrita compadecerse del sufrimiento de Aquellos cuyas imágenes veneramos en estas escenas de la Pasión si no hacemos lo mismo con el de todos los hombres. Sacamos nuestras imágenes a la calle para que les recemos, incluso aunque no vayamos mucho a misa o a la iglesia. La devoción -no los solos de trompetas ni los cambios de costero a costero- es lo que hizo que nuestras hermandades sobrevivieran a las dificultades de la historia. Sin nuestras oraciones -cada uno a su manera- sin nuestra devoción a esas imágenes, la Semana Santa se convertiría en un mero espectáculo teatral sin mayor sentido. Para muchos que la ven desde fuera, o incluso algunos de los que la viven desde dentro, lo es así. Pero no es precisamente eso lo que la hace singular e inigualable para la mayoría, quiero pensar, de los que la hacemos posible cada año. Olvidarnos de lo que representan esas imágenes y para qué salen a nuestro encuentro sería olvidar el sentido más auténtico de esta fiesta y el camino más corto para acabar con ella.

sábado, 19 de marzo de 2016

NAZARENOS

A principios de este mes se estuvo representando en el Teatro de la Maestranza el ballet titulado “Sorolla”, a cargo del Ballet Nacional de España. La obra está inspirada en los cuadros -óleos sobre lienzos de gran tamaño- que el que artista valenciano pintara por encargo de la Sociedad Hispánica de Nueva York y de los que tuvimos la oportunidad de disfrutar en Sevilla en una memorable exposición celebrada en el Museo de Bellas Artes en 2008.

La música de este ballet, estrenado en 2013, fue encargada a Juan José Colomer, con la colaboración también de Paco de Lucía y Enrique Bermúdez. Colomer es un músico también valenciano, como Sorolla, aunque afincado actualmente en Estados Unidos, compositor de numerosas obras para orquesta, piano, bandas sonoras de cine, etc, y colaborador de Plácido Domingo en muchos proyectos.

Entre los catorce lienzos de la colección, conocida conjuntamente como “Visión de España”, hay nada menos que tres dedicados a Sevilla: “Los nazarenos”, “El baile” y “Los toreros”. Esto puede explicarse por la fascinación que Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society, sentía por nuestra ciudad. Hasta el punto que tanto él como su esposa , la escultora Anna Hyatt Huntington, autora de la estatua ecuestre del Cid, fueron declarados hijos adoptivos, en agradecimiento a diversas donaciones efectuadas, entre ellas la propia estatua del héroe castellano que luce en el Prado de San Sebastián.

En este último, datado en 1914, Sorolla representa a varios nazarenos con capirote y un penitente con cruz, con un paso de palio al fondo y una atisbo de la Giralda más allá. A simple vista uno puede decir de la Hermandad de la Carretería, por la cruz de Santiago de los antifaces y las formas del paso. Sin embargo esto es sólo un espejismo. Si nos fijamos bien se observa que el color de las túnicas es negro y más bien de ruan, con cinturón de esparto, que del terciopelo azul de los actuales hábitos carreteros, instaurados en 1886. Tampoco el palio es el de Nuestra Señora del Mayor Dolor en su Soledad, sino el en que por entonces procesionaba la Virgen del Rosario de Montesión. Así que Sorolla cogió algunas ideas de aquí y allá y pintó lo que le pareció, sin sujeción a la realidad de una procesión concreta.

Este cuadro, en cualquier caso, es sin duda de la Semana Santa sevillana, porque aquí fue pintado -en el convento de San Clemente por más señas- y porque de ella recoge sus elementos, incluido el paisanaje que contempla la imaginaria cofradía. Y es el que sugiere la pieza musical de Juan José Colomer, titulada “Nazarenos” y compuesta como parte integrante del citado ballet, que motiva este comentario. Escúchenla los conspicuos capillitas de paladar fino que esto lean y díganme si no se la imaginan acompañando un palio, en el recogimiento de la noche, con toda la candelería encendida, y el susurro de un leve repique de bambalinas a compás. Bien valdría la pena que alguien -¿quizá el propio autor?- adaptase esta pieza para banda de música y poder disfrutar de ella por las calles de Sevilla, cerrándose así el círculo marcado por su proceso creativo: lo que con tanto acierto nació inspirado por nuestra Semana Santa no podía tener mejor destino final, aunque no fuera esta intención directa de su creador, que el de ser interpretado en ella. 
 


martes, 15 de marzo de 2016

EL PALCO

Estoy hasta la punta del pelo de estos individuos y estas individuas que se creen que han inventado la democracia, la dignidad y la ética en la vida pública, cuando no son más que unos manipuladores y demagogos a la caza del incauto. Ya no hablan tanto de la casta, porque ellos han empezado también a serlo, pero quieren marcar distancias aparentemente con la vieja política, “renunciando”-dicen- a algunos de lo que ellos consideran “privilegios”.
Primero fueron las “renuncias” de sueldo. Un ejemplo, el de Teresa Rodríguez, la líder podemita en nuestra comunidad, que presumía durante su corto periplo como eurodiputada de renunciar a parte de su suculento salario bruselense en favor de no sé qué causas, que se iba encargando de publicitar cada mes a bombo y platillo. “Bienvenida al ejercicio de la caridad cristiana -le puse en un tuit- Hay gente que lleva mucho tiempo practicándola y sin tanta propaganda para ganar unos votos”. A mi lo que haga un político con su sueldo es que me importa un pimiento. Cada uno hará lo que le parezca. No soy de los que piensa que haya que pagarle poco a los políticos, si son competentes. El problema es cuando son tan mediocres tirando a malísimos y encima se llevan un pastón que en su vida hubieran podido soñar conseguir en otra actividad donde tuvieran que demostrar verdadera valía, y no sólo palabrería y malas artes. Pero, volviendo a la cuestión que nos ocupa, renunciar al privilegio -que lo es si verdaderamente no se justifica- sería renunciar a percibir el sueldo, no repartirlo entre la clientela.

Ahora, en la misma senda de “ejemplaridad” estomagante, salen los primos hermanos de Podemos en el Ayuntamiento de Sevilla, quienes rechazan utilizar el palco que les corresponde en Semana Santa y lo van a ceder por sorteo a quien lo solicite, o algo así, porque ellos dicen que no quieren este privilegio. Pero ceder un palco a quien a ti te de la gana -se trate de quien se trate, con movilidad reducida o no, pobre o rico, allegado o extraño, sobrino o cuñado, a dedo o por sorteo- no es renunciar a ningún privilegio. Es hacer un uso político interesado de ese privilegio. Renunciar al privilegio sería renunciar a cualquier tipo de disposición sobre el dichoso palco. Teniendo en cuenta además que a los miembros de Participa no se les supone ningún sacrificio por el hecho de no poder presenciar nuestras cofradías en lugar tan señalado como la Plaza de San Francisco (¡por Marx, encima con nombre de santo!) o en cualquier otro. Distinto es el caso de IU, que aunque su portavoz diga llorar con la Macarena (eso he leído) renuncian de verdad al palco, y que el Ayuntamiento haga con él lo que le parezca. Pero lo de Participa es de tomadura de pelo, que es a lo que mayormente han venido estas criaturas.

sábado, 12 de marzo de 2016

ENTRE OCCIDENTE Y ORIENTE

Asistíamos el jueves al concierto de abono, décimo de la temporada, de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en el Teatro de la Maestranza. Concierto programado con el título “Oriente y Occidente” bajo la dirección del austriaco Christian Arming. Las cuatro obras integrantes del programa eran totalmente desconocidas para mi, así que era una especie de cita a ciegas, aunque no tanto, conociendo a los autores.

La primera pieza, de Camille Saint-Saëns, titulada como el concierto en general, no me dijo nada. Resultó para mi gusto perfectamente prescindible. Dicen que Saint-Saëns la compuso inicialmente por un encargo cuando estaba enfrascado en la creación de su “Sansón y Dalila”. Creo que su inspiración se vertió en la ópera y para esta otra partitura no quedó mucha.

Mucho más interesante fue el concierto para dos pianos “Gezi Park 1” del turco Fazil Say que vino a continuación, con la participación de las gemelas Önder (Ferhan y Ferzan), turcas ellas también, aunque residentes en Viena (ante cuyas murallas precisamente se detuvo la expansión del imperio otomano). Conocía a Say como pianista, pero no como compositor. Sin embargo el polifacético músico es compositor residente para esta temporada en la orquesta, de ahí que se hayan programado con acierto algunas de sus obras. Su concierto, de carácter descriptivo, pues es referido a los sucesos del parque Gezi en Estambul hace unos años, es de gran variedad tímbrica y rítmica, abarcando desde momentos de gran agitación hasta otros de evocador lirismo, como el solo final de los dos pianos. Estos sin embargo fueron con frecuencia tapados por el volumen de la orquesta cuando intervenían conjuntamente. Como propina, las gentiles intérpretes ofrecieron una pieza de Astor Piazzola (Libertango, creo) que para algunos resultó lo más brillante de la noche.

La segunda parte del concierto se iniciaba con una nueva obra titulada como el concierto, "Oriente y Occidente" (2000), en esta ocasión del compositor estonio, también contemporáneo, Arvo Pärt, que en estos días está de moda en Sevilla, pues hoy y mañana se interpreta también en nuestra ciudad su "Passio", oratorio narrativo del Evangelio según San Juan. Pärt es fundamentalmente conocido por su música coral, pero en esta ocasión se trataba de una pieza instrumental, para orquesta de cuerda exclusivamente. Para escucharla, como ocurre en general con la música del estonio, hace falta una cierta predisposición espiritual, pues es una música que raya el misticismo. Pero claro, no todo el mundo está por la labor. Así que allí cerca teníamos a una oronda señora, a la que le subían los calores y ella se los quitaba abanicándose (en pleno invierno) sonoramente. Como le parecería pobre la orquestación pues ella la completaba añadiéndole unos golpes de rasss!! (abanico que se abre) raaass!! (abanico que se cierra). Y a otros, pues les parecía que allí faltaban coros, así que venga, coro de toses variadas. Con lo cual es imposible disfrutar de la música.

De Paul Dukas todo el mundo conocerá seguramente “El aprendiz de brujo”, básicamente debido a los dibujos animados de Disney. Hace poco tuve también ocasión de ver su interesante y escasamente representada ópera “Ariana y Barbazul”, representada el año pasado en Estrasburgo, con dirección escénica del incansable Olivier Py (se puede ver todavía aquí). En esta ocasión se trataba de una composición para ballet titulada "La Péri" (o La flor de la inmortalidad),última de las publicadas por el músico francés en 1911. Inicialmente había sido ideada para los famosos Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, pero luego la cosa se truncó y aunque fue estrenada en 1912, no tuvo posteriormente mucho recorrido. Obra de matices impresionistas y románticos, de música suntuosa y sensual, con un inicio de gran lucimiento de los metales, evoca lugares de ensueño a los que Arming y la ROSS consiguen con maestría transportar al oyente. Aunque quizá esos lugares no estén tan lejos. Dice Axelrod, en las notas del programa de mano, que ese Jardín del Eden, o esos soñados jardines de Babilonia bien podríamos identificarlos con los de la Alhambra o los de nuestro Alcázar. Y tiene razón. Andalucía es un lugar idóneo para encontrar esa fusión de lo mejor de Oriente con lo mejor de Occidente.


De vuelta a casa me encuentro con una música muy diferente. El embudo que forma el patio del edificio absorbe el eco no lejano de las trompetas y tambores de la Centuria. Cosas que tiene el vivir junto a la Macarena.     

martes, 9 de febrero de 2016

UN BARBERO MUY DE AQUÍ



Ya contábamos aquí días atrás cómo “El barbero de Sevilla” tiene progenitores  franceses e italianos y nació en Roma hace ahora doscientos años. Sin embargo hay algo que hace que la música que compusiera Rossini para esta comedia de enredos amorosos sea perfectamente indentificable con la ciudad en que se desarrolla la historia. Me refiero a  la gracia. La música de Rossini tiene gracia, no en el sentido  jocoso, que no falta en el libreto, sino en un sentido más elevado y relativo a lo estético.  El de Pesaro tenía ese don, que se tiene o no se tiene. Su música es alegre, chispeante, melódica…grácil. Sevilla, por su parte es, a decir de uno de sus más preclaros hijos como fue José María Izquierdo, la ciudad de la Gracia. Para Izquierdo, la gracia es un no-sé-qué, un quid divimum, algo inefable que constituye, como igualmente apreció Ángel Ganivet, el genio y la figura  de la ciudad sobre la que solía divagar. Y parte de esa gracia que se respira en la ciudad le viene dada por su luz. Sus luces, diría Izquierdo.  Esas luces que artistas del pincel de la sensibilidad de Carmen Laffón se han encargado de escrutar y analizar para plasmarlas en sus obras, y que se ve perfectamente reflejada en esta producción autóctona que ayer volvía a servir de marco a la representación de la obra bicentenaria.
Casi veinte años hemos tardado en tener  de nuevo entre nosotros un “Barbero”, y ha vuelto con el mismo ropaje escenográfico y teatral del que ya disfrutamos en 1998. Habrá barberos mejores y peores, pero este es muy muy de aquí, de Sevilla (de lo mejor de aquí, cabría aclarar en esta tierra de contrastes, capaz de lo mejor y de lo peor), y deberíamos ser capaces de sacarle más partido, porque es una producción que no es en absoluto tópica –aunque evidentemente nadie puede dudar de dónde transcurre la obra- ha resistido muy bien el paso del tiempo y está muy acorde al nivel de muchos buenos teatros europeos, y con un valor añadido que nadie más en el mundo puede ofrecer.
La representación, en conjunto, me gustó. Algo paradójico porque consideradas una a una las voces ninguna fue de un nivel destacable, aunque todos contribuyeron con su gran desenvolvimiento teatral. Angelini  mostró un bonito timbre para su Almaviva, pero escasísima potencia y volumen. Sólo se le oyó con nitidez en la hermosa serenata del primer acto y en las escenas finales, donde desplegó  toda la pirotecnia propia del estilo rossiniano. Tampoco me dijo nada especial el Fígaro de Davide Luciano, en el que ya desde su “Largo al factotum” iniciado desde fuera de la escena, se le apreciaron carencias. Siempre nos quedará la duda sobre qué hubiera dado de sí Eliot Madore, inicialmente anunciado.  Mejor me pareció la Rosina de Marina Comparato, aunque sin exquisiteces. Girolami anduvo con buena voz y legato, pero más endeble en una parte fundamental de su papel, como es el canto silabato. Ulyanov (Don Basilio) sí que interpretó una notable aria de la calumnia, al igual que hizo Susana Cordón (Berta) con la suya. Pero ya digo que el conjunto me gustó. Seguramente tuvo mucho que ver la muy buena dirección de  Guiuseppe Finzi, que con gran cuidado de tiempos y detalles extrajo una nueva gran prestación de la ROSS.  Mención especial también para el coro, con un notable trabajo tanto vocal como escénico en el vigésimo aniversario de creación. El público acogió la representación con largos aplausos a todos los intervinientes y responsables, con Castro, Laffón, Abascal…sobre el escenario.

Al final toda precaución del viejo tutor Bartolo fue inútil y Rosina acabó casándose con Almaviva. Y Fígaro..Ah, Fígaro!..Pero esa es otra también sevillana historia….

viernes, 5 de febrero de 2016

BARBERO BICENTENARIO






Esta es la actual fachada, con su dedicatoria a las musas del teatro, la música y la danza, del Teatro Argentina. Se encuentra en Roma, en la vía de Torre Argentina, llamada así no por el país sudamericano, sino por la ciudad de Argentoratum (Estrasburgo). Prácticamente a su espalda, junto a la huella del Teatro de Pompeyo,   se levanta la iglesia de Sant’Andrea della Valle (ya saben, “Tosca”, primer acto), y a su frente se extiende la llamada Area Sacra, en el que se conservan las ruinas de varios templos del periodo republicano, y donde según recientes estudios, se ubicaba la Curia de Pompeyo, que fue el lugar de reunión entonces del Senado romano donde fue apuñalado Julio César por Bruto, Casio y demás compaña.  En este teatro, levantado en el siglo XVIII por la familia Sforza Cesarini, cuyo palacio renacentista se encuentra siguiendo un poco más abajo hacia el Tiber  por el corso Vittorio Emanuele II,  se estrenó en febrero de 1816, con el título de “Almaviva o la prevención  inútil”, una de las obras que más fama musical ha dado a la ciudad en la que nací y resido como es “El barbero de Sevilla”.
Sobre libreto de Cesare Sterbini, basado en la obra teatral de Beaumarchais, compuso Gioacchino Rossini la partitura de esta ópera en un tiempo récord, algo a lo que estaba habituado, para ser estrenada durante la celebración del Carnaval de aquél año. En aquella primera representación, el mundialmente famoso tenor sevillano Manuel García encarnó al Conde de Almaviva. Pero la obra fue mal recibida por el público, cosechando un sonado fracaso. Tanto que, se dice, el compositor contrariado insultó a uno de los espectadores protestones, quien furioso, lo persiguió incluso por la calle. 
No había transcurrido aún ni un año de aquél estreno cuando el 23 de enero de 1817, el escritor francés Henri Beyle (Stendhal), de turismo por Florencia, donde sufriría su famoso síndrome en la iglesia de la Santa Crocce, asiste a una representación de la ópera y deja plasmadas sus no muy positivas impresiones:
Dio comienzo la sinfonía, me reencontré con mi amable Rossini. Lo reconocí a los tres compases. Bajé al parterre y pregunté; en efecto, el Barbero de Sevilla que nos ofrecen es suyo. Osó, como hombre de verdadero genio, retomar aquello que le reportó tanta gloria a Paisiello. El papel de Rosina es interpretado por la señora Giorgi, cuyo marido era juez en un tribunal bajo el gobierno francés….El barbero de Sevilla de Rosini es una escena del Guido: es la negligencia de un gran maestro; nada deja traslucir fatiga u oficio. Es un hombre infinitamente ingenioso y carente de instrucción. ¿Qué no podría llevar a cabo un Beethoven con tales ideas? Esta obra se me antoja muy parecida a Cimarosa. En El barbero de Sevilla nada me resulta absolutamente nuevo a excepción del trio del segundo acto entre Rosina, Almaviva y Fígaro. Pero este canto, en lugar de dedicarse a la resolución de la intriga, debería dedicarse a palabras de carácter y determinación.
Cuando el peligro es intenso, cuando un minuto puede perderlo o salvarlo todo, es demasiado chocante escuchar diez veces las mismas palabras (para la música son diez ideas diferentes). Este absurdo necesario de la música puede resolverse fácilmente. Desde hace tres o cuatro años Rossini  hace óperas en las que no hay más que un pasaje o dos dignos del autor de Tancredi o L’italiana in Algeri. Proponía yo esta noche reunir, en una solo ópera, todos esos fragmentos brillantes. Preferiría haber compuesto el trío del Barbero…que no toda la ópera de Soliva, que tanto me gustaba en Milán.   
Se refería Stendhal a “La testa de bronzo, o sia, la capanna solitaria” de   Carlo Evesio Soliva. Doscientos años después nadie recuerda esta obra. Tampoco mucho la de Paisiello. Y sin embargo el Barbero rossiniano, a pesar de sus malos comienzos, se ha erigido con el tiempo  en la quizá más afamada y aclamada de las óperas bufas.
En los próximos días, coincidiendo con este bicentenario, podremos disfrutar de su representación aquí, en Sevilla, en la patria imaginaria de Fígaro, de Rosina, de Bartolo, de Lindoro-Almaviva ... que sin embargo "nacieron" en la Ciudad Eterna.

miércoles, 3 de febrero de 2016

OTRO CUALQUIERA

España ya ha sufrido en su historia reciente la calamidad de tener un presidente incompetente en grado superlativo como lo fue José Luis Rodríguez Zapatero, sin duda el peor de los que han ocupado el cargo desde la restauración de la democracia. Este señor llegó a la Moncloa de manera sorpresiva cuando nadie lo esperaba y en circunstancias que todo el mundo conoce y desde allí, bien es cierto que con crisis mundial de por medio, llevó al país con su ineptitud a una de las situaciones más críticas por las que ha atravesado, dejándolo al borde del colapso económico, y gravemente herido en su cohesión social y territorial. Circula por ahí una película más bien malota que entre nosotros se tituló “De incompetente a presidente” en la que un concejal de barrio de Washington DC llega a la Casa Blanca. Como comedia está bien, pero igual podía aplicarse el título al caso de Zapatero, y el precio que hemos tenido que pagar por ello los españoles no es ninguna broma.
Pues a pesar de ello, sólo han pasado cuatro años desde que nos libramos del de la ceja, y ya tenemos a otro incompetente en puertas de acceder a la presidencia del gobierno de la nación. Cuando apenas habíamos empezado a salir, parcialmente, del marasmo provocado por el último gobierno socialista, los herederos de los responsables del mismo se aprestan sin rubor alguno a abanderar un nuevo cambio de rumbo político. ¿Hacia dónde? ¿Otra vez a la catástrofe de dónde venimos?¿Es que los españoles tenemos tan cortita la memoria? ¿Se puede esperar otra cosa de Sánchez, sólo, o, lo que es peor, en compañía de otros? Pues seguramente no, pero ahí lo tenemos, designado por el Rey para que intente formar gobierno.
Para empezar el chico le ha dicho al Su Majestad que el está dispuesto a hacerlo. Y Don Felipe le ha dicho “¡ea, chavalote, pues ahí lo tienes!”. Y ahora resulta que el tío iba de farol, y que necesita nada menos que un mes para intentarlo, porque no sabe ni por dónde empezar. ¡Así también le digo yo al Rey que me proponga!
La única virtud potable de este muchacho es la percha, pero cerebro tiene menos que un mosquito. Eso sí, buenas dosis de ignorante atrevimiento no le faltan. Émulo de su predecesor ZP -creo que perfectamente puede llamársele ZP2, a pesar de que suene algo escatológico- Pedro Sánchez probablemente no tenga la debida conciencia de la insoportable levedad intelectual que exhibe cada vez que abre la boca, sólo para expresar eslóganes, tópicos y lugares comunes (“alianzas para la esperanza” y otras sandeces incluidas). Está tan pagado de su belleza -hay que fijarse en su manera de andar, en sus poses- que no tiene tiempo de percatarse de sus limitaciones en otros campos. Si alguien aludió a Zapatero como el “bobo solemne” a este lo podríamos llamar el “bello bobo”. La única “idea” que se le conoce es la de su aversión enfermiza a la derecha y al partido que en las últimas décadas ha sido hegemónico en ese espacio político que comparten un buen puñado de millones de españoles. Compatriotas a los que Sánchez menosprecia hasta el punto de haberse negado en redondo hasta ahora siquiera a hablar con sus representantes parlamentarios. El bello Sánchez, y toda la pandilla de incompetentes a su medida que lo rodean, podían pararse un momento a pensar -¡uf, qué trabajo!- y ver si a los españoles les interesaría más seguir el ejemplo de Alemania o el de Grecia. Pero eso sería demasiado pedir a estas criaturas, firmes partidarios del modelo heleno, que dicen de “progreso”. O al menos eso quieren intentar con denuedo hasta que todos nos partamos la crisma. Los que saben en su partido le advierten de lo peligroso de su aventura. Pero él los desoye. Quiere ser el capitán de este Titanic a toda costa. Y con sus noventa exiguos diputados quiere hacerse la ilusión de poder gobernar un país sin tener que pagar -ya se lo ha advertido Iglesias- altos costes por ello.

La calamitosa experiencia de ZP no fue al parecer suficiente escarmiento. Se ve que al personal le va la marcha, y ahí tenemos a ZP2 dispuesto a darle gusto. Camino estamos de vivir la reedición corregida y aumentada de aquello. Habida cuenta de la aritmética parlamentaria, no le será fácil, pero en este desquiciado país en el que la sensatez se ha convertido en un bien tan escaso, no hay nada que nos garantice mantenernos a salvo del peligro de que el tal Schz alcance su finalmente objetivo. Al propio Zapatero le parecía tan simple -el simple lo era él- ser presidente del gobierno que pensaba que podía serlo cualquiera. Él fue un buen ejemplo, y ahora ¿quién más “cualquiera” que Sánchez para repetirlo? 

martes, 22 de diciembre de 2015

LA ANORMALIDAD DE ESPAÑA


Tras los resultados electorales del domingo, la mayoría de los medios han coincidido en señalar la situación de ingobernabilidad que estos deparan. Un buen amigo me comenta: “hasta mi hija, de quince años, dice que está muy preocupada porque han estado analizando en clase de sociales las distintas posibilidades de coaliciones y lo difícil que resulta que cuadren las cuentas. “¿Por qué?” le pregunto. “Porque tienen que juntarse muchos para conseguir la mayoría absoluta”. “La mayoría absoluta -le explico-no es necesaria para formar gobierno. Basta con tener mayoría simple -le explico cómo funcionarían una y otra- Pero vamos, que si España fuera un país normal no habría ningún problema insalvable con la situación que se ha presentado” “¿Y España no es un país normal?” Me pregunta intrigada. “No hija, España es un país anormal. En cualquier país normal, en la situación de especial dificultad -económica e institucional- en que se encuentra España, los dos partidos mayoritarios, en los que se ha sustentado el sistema constitucional desde hace más de treinta años, esto es PP y PSOE, se pondrían de acuerdo en alguna fórmula de gran coalición o de lo que fuera, pero que aportase la estabilidad y la seguridad necesarias para salir de este atolladero. Como militante del Partido Popular a mi en principio la idea me repele, porque quiero que mi partido represente una alternativa clara a la propuesta de los socialistas. La solución no deja de implicar la asunción de un fracaso. Pero si la situación y el resultado de las urnas lo requieren habría que aceptar esa fórmula. Mira el ejemplo de lo que pasa en Alemania o de lo que acaba de ocurrir ahora en Francia, en las elecciones regionales -le explico cómo es el sistema de ballotage en el país vecino- Cuando han visto que el Frente Nacional -extrema derecha, antieuropeo, xenófobo...- podía ganar la elecciones en muchas de las regiones, el Partido Socialista ha retirado sus candidaturas en la segunda vuelta para favorecer la elección de los candidatos del partido de Sarkozy, con el que próximamente sin embargo tendrá que disputarse la presidencia de la República. El interés nacional de evitar el acceso al poder de un partido que consideran antisistema ha prevalecido sobre la lógica confrontación partidista. Eso es altura de miras. Aquí sin embargo tenemos un partido, el PSOE, que ya se ha apresurado a decir que estudiará cualquier tipo de pactos, menos con el PP. Con el partido que ha ganado las elecciones, porque una mayoría de españoles así lo ha querido, con ese ni coalición, ni voto de investidura, ni siquiera abstención. Ellos han pactado con nacionalistas independentistas, con extremistas de izquierda, con filoterroristas...con el diablo pactarían si les fuera preciso. Pero al PP, cordón sanitario. Casi un siglo después siguen pensando en términos de frentismo y de guerra civil. Así son de modernos y de progresistas. Eso, y no otra cosa, es lo que hace que a día de hoy podamos considerar que España es ingobernable. Para la dirección del PSOE los votantes del PP debemos ser unos apestados, puesto que serían capaces de apoyar cualquier otra opción, menos la que nosotros hemos escogido democráticamente. Si hija mía, es una pena, pero España tiene una anomalía grave que la hace ser diferente del resto de las naciones europeas y del mundo occidental. Esa anomalía se llama PSOE.” Sólo añado que aún están a tiempo de rectificar esa anomalía. Demostraría que todavía hay en España, como hubo en la transición, políticos que saben estar a la altura de las circunstancias.

lunes, 16 de noviembre de 2015

LOS LIMIITES DE LA TOLERANCIA

La causalidad, el caprichoso destino, o quien sabe incluso si la macabra intención de los autores, han querido que uno de los atentados perpetrados en París el pasado viernes tuviera lugar en el boulevard Voltaire de la capital francesa, y concretamente en el establecimiento denominado Comptoir Voltaire. Eran aproximadamente las diez menos cuarto de la noche, cuando un individuo entró en el café y se sentó. Una camarera le preguntó qué quería beber. Cuentan los testigos, vecinos del barrio que se habían reunido para ver el partido entre Francia y Alemania en la pantalla gigante del local, que el individuo se levantó sin más, se volvió y activó el chaleco con explosivos que portaba causando otro muerto y varios heridos muy graves.
Fue paradójicamente Voltaire uno de los pensadores más combativos contra la intolerancia, especialmente de base religiosa. Lo hizo, entre otras, en su obra “Tratado sobre la tolerancia”, publicada en 1763 a raíz de la condena a muerte de Jean Calas en la ciudad de Touluse, en la que tuvo un peso decisivo su condición de protestante, como se vino a confirmar con la ulterior revisión del caso y revocación de la condena, ya fatalmente ejecutada.
En aquél libro Voltaire, que se declaraba buen católico, no sé si en serio o con ironía, ataca sobre todo la intolerancia de la Iglesia Católica, a quien achaca prácticamente y con más que discutibles argumentos, el germen de toda intolerancia. Hoy en día, para cualquier observador honesto estará claro que la intolerancia hay que buscarla en otros lares, a pesar de lo cual la Iglesia Católica sigue siendo el centro de los ataques de muchos, que sin embargo son complacientes con otras religiones (véase el caso de la podemita Rita Maestre, que nunca se ha desnudado en una mezquita).
La tolerancia se ha convertido en una seña de identidad de Occidente, yendo más allá de lo que preconizara Voltaire, que no buscaba más que el simple respeto a la disidencia, para llegar al reconocimiento de la igualdad de derechos para todos, incluidos los que piensan de manera diferente a la corriente hegemónica. Pero al mismo tiempo se ha convertido en una de las debilidades de nuestra civilización, única que quizá merezca ese nombre, mal que les pese a algunos. Sabido es que mientras en nuestros países, de tradición religiosa y cultural cristiana, se permite la existencia de mezquitas, en muchas de las cuales se predica el odio, en los países musulmanes no se hace lo propio con las confesiones foráneas. No voy a apoyar que se prohíban las mezquitas entre nosotros, pues defiendo para los demás la libertad religiosa y de conciencia que quiero para mí, pero sí que se sea mucho más riguroso en el control de las mismas, de sus promotores y responsables y de sus actividades.

El propio Voltaire define la tolerancia como “la panacea de la humanidad”, pero al mismo tiempo señala sus posibles contraindicaciones, al preguntarse si la tolerancia podría asimismo producir la intolerancia. Para evitar esto marca unos límites, unas líneas rojas, diríamos hoy: “es preciso que los hombres empiecen por no ser fanáticos para merecer tolerancia.” “No cabe mostrase tolerante con el fanatismo.” “La intolerancia es lo único intolerable.” Para el filósofo ilustrado, fanáticos eran los jesuitas, motivos por los que defendió la disolución y expulsión de la Compañía del reino de Francia. Y eso que los jesuitas no asesinaron a más de ciento treinta personas indefensas e inocentes, cuyo única culpa fue encontrarse descuidadamente disfrutando de su libertad en la noche parisina. 

sábado, 7 de noviembre de 2015

CRÍTICAS

Me siento un tanto abrumado porque alguien ha tenido la gentileza de referenciar, en un foro de la conocida página “Una Noche en la Ópera”, mi crónica del estreno de Otello en el Teatro de la Maestranza la semana pasada, junto con las críticas de verdaderos especialistas como Fernando Vargas Machuca, José Anonio Cantón, Andrés Moreno Menjibar o nada menos que Gonzalo Alonso. Para mi es un honor y jamás hubiera pensado aspirar a tanto. Pero que nadie se confunda: yo no soy un crítico musical.
pinchar aquí para ir a la página
Aunque canté y toqué, de oído, algún instrumento en mi juventud, no he estudiado más música que un poco de solfeo que me enseñó mi padre. Así que no voy a dar lecciones a nadie. Soy un simple aficionado, eso sí, apasionado por la música en general y la ópera en particular, que la he cogido el gusto, de un tiempo a esta parte, a plasmar por escrito las impresiones que me producen las representaciones a las que asisto -no todas las que veo- y, un tanto temerariamente, a compartirlas con el público en general a través de mi blog, en el que no escribo particularmente de música, sino de todo aquello que se me antoja, sin mayores pretensiones, que para las publicaciones profesionales ya está Aranzadi. Se ha convertido para mi en una especie de vicio, una adicción a la que me resulta difícil sustraerme, aun consciente de los riesgos que corro por exponerme así de esta manera, pisando terrenos un tanto comprometidos. Pero esa es la extraña atracción del "peligro". Con todo, me resulta particularmente satisfactorio ver que coincido, en muchas de mis apreciaciones, con los que de verdad entienden. Aunque si no hubiera sido así, pues igual. Porque yo escribo básicamente, sin entrar mucho en detalles técnicos, de lo que ví y de cómo lo vi, de lo que me gustó y no me gustó, algo que, en la experiencia artística, es exclusivamente personal e intransferible.

domingo, 1 de noviembre de 2015

DESDÉMONA

Noche de estreno en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, en la víspera de Todos los Santos, convertida últimamente en “la noche de los mamarrachos”, dicho sea con los debidos respetos y en términos de defensa. Y no con Don Giovanni, que hubiera sido lo propio –es lógico, porque ya lo tuvimos aquí el año pasado- sino con Otello. Cuando salió, de forma tan tardía este año, la programación de la temporada, me pareció un tanto anodina, con tres de los cuatro títulos ya repetidos y archiconocidos. Pero Verdi es siempre un valor seguro y su versión de la historia del moro de Venecia es impactante de principio a fin. Así que no le vamos a hacer ascos, y mucho menos si se cuenta con buenos elementos vocales para la empresa.
Sin duda la mayor atracción de la noche era escuchar en directo al tenor norteamericano Gregory Kunde. El pasado año se nos anunció a su compatriota Angela Meade en Norma, y al final no pudo ser. Esta vez sí. El caso de Kunde es bastante peculiar. No es ningún jovencito (ha pasado ya de los sesenta) y sin embargo se encuentra en el mejor momento de una carrera que sólo en los últimos años ha alcanzado un relieve estelar. Era un tenor preeminentemente rossiniano,  que desempeñaba bien su trabajo, pero sin ningún brillo especial. Hasta que alguien le recomendó que  para dar el salto de nivel que deseaba lo que tenía que hacer era cambiar el repertorio.  Para mí pasó bastante desapercibido en su anterior comparecencia en nuestra ciudad, en febrero de 2009, con Tancredi. Claro que entonces quizá fue eclipsado por dos divas como Daniella Barcelona y Mariella Devia, que lo acompañaban en el reparto. No fue sino hasta hace un par de años que me sorprendió en su papel de Vasco de Gama en L’Africana de Meyerbeer representada en La Fenice. Desde entonces ha sido para mí uno de los tenores a seguir y fue una grata sorpresa verlo anunciado en Sevilla, ya que hoy día es considerado como uno de los mejores otelos verdianos que puedan escucharse.
Ángel Ódena también es un cantante ya conocido en estos lares. Entre otros muchos papeles desempeñados aquí destaca el Juanillo del último Gato Montés (2013). Aunque su carrera se desarrolla básicamente en el ámbito nacional no le faltan experiencias en importantes plazas extranjeras  como Nueva York, París o Berlín. El de Yago, la encarnación del mal, es un papel adecuado al lucimiento de sus condiciones baritonales. Su voz oscura y potente  es de las que llenan la sala, aunque a veces pueda resultar algo tosca.
Ambos estuvieron a la altura de lo esperado, aunque con algunos momentos de duda. Pero la que estuvo superlativa, la que me embelesó y me dejó boquiabierto fue Julianna di Giacomo, de quien no tenía ninguna referencia previa, hasta que la conocí en el ensayo de la semana pasada. Desde su primera nota hasta su último addio.  Capaz  tanto de superar con su agudo a toda la masa coral y orquestal como de hacer los más delicados pianissimi (Salce!Salce!) Con un timbre de voz bellísimo y un gran gusto en la interpretación. Su extensa aria del cuarto acto, Ave María incluida, fue sobrecogedora. Por eso he decidido titular este comentario Desdémona. Por ella y por su personaje. Porque es ella, la víctima, la que merece ser ensalzada. No me valen ni el posterior arrepentimiento de Otelo, que le lleva a quitarse también la vida, ni la escusa de las pérfidas artes de Yago. No es una ópera fácil de ver sabiendo que su tragedia se repite hoy tristemente en tantas ocasiones sin que nadie sepa ponerle remedio. Desdémona es la inocencia pura, sin tacha, que sin embargo recibe la muerte de manos de quien, en lugar de amarla como a una persona,  la tiene por una posesión en la cual cosifica su supuestamente manchado “honor”. ¡Viva Desdémona y muera mil veces Otelo!

Entre estas voces principales y el resto del elenco no hubo uno, sino varios escalones. Al joven Pancho Corujo (Casio) casi no le escuchamos y lo mismo cabe decir de Mireia Pintó (Elena). Pero los coros estuvieron muy bien (el del teatro y el de niños de Los Palacios) y también la orquesta, como acostumbra, con la dirección de Pedro Halffter, siempre una garantía. Sobre la escena diré que no me gustó. Anodina y gris, sin nada que recuerde el ambiente mediterráneo en el que se desarrolla esta historia de celos, sin más colorido que esos absurdos personajes  bufonescos que se mueven y contorsionan sin venir a cuento, que no sirven sino para distraer de lo esencial. Además creo que se troceó en exceso la representación sin motivo aparente, con dos descansos y ese saludo a destiempo de figurantes y coros al final del tercer acto.

Con todo, a mi el conjunto me pareció muy notable. Sin embargo, el campechano público del Maestranza, que lleva bocadillos para comer en los entreactos (como en Glyndebourne, pero sin cesta ni mantel) que no deja de toser ni cuando Otelo está entonando “E tu.. come sei pallida! e stanca, e muta, e bella,…” ante el cadáver de Desdémona, que sale de la sala en mitad de un aria levantando una fila de espectadores..… no debió de disfrutar mucho, porque los aplausos al final de la representación fueron cortitos. No acordes desde luego, a mi modesto parecer, con el nivel de lo presenciado.

sábado, 24 de octubre de 2015

EL ENSAYO

El pasado jueves los estudiantes de la Universidad de Sevilla estaban llamados a la huelga. Una más, sin que se sepa muy bien cuál es su objetivo. Huelga “porque toca”. El caso es que como suele ser habitual en estas circunstancias, mis alumnos, todos por unanimidad, decidieron regalarme un par de horitas de “vacaciones”, que oportunamente aprovechadas, me permitieron sacar tiempo para asistir al ensayo público de la ópera “Otello”, que se estrenará la semana que viene en el Teatro de la Maestranza, precisamente organizado por el Centro de Iniciativas Culturales de la Hispalense.
Tengo el vago recuerdo de haber asistido, en mis tiempos de estudiante, a algún ensayo de la Orquesta Bética Filarmónica en alguna dependencia del viejo edificio de la Fábrica de Tabacos. Eran tiempos en que la vida musical en Sevilla era mucho más limitada. En esta ocasión la cita era en el Auditorio de la Escuela de Ingenieros, que tiene unas características magníficas para estos eventos. Pensaba yo que el ensayo era sólo en cuanto a la parte orquestal, y cuál fue mi sorpresa cuando me encuentro allí con todo el elenco de voces de la producción, con el gran Gregory Kunde a la cabeza. Claro, en principio no te das cuenta porque parece una máxima de los cantantes de ópera el ir vestidos de la manera más informal posible  a los ensayos –por otra parte es lógico que no vayan vestidos precisamente de oficinistas- pero al rato ya no me cabía duda: allí estaban el citado Kunde, Julianna Di Giacomo (ella sí, más arregladita) y Ángel Ódena (en plan rockero, como el tenor norteamericano), junto con el resto de solistas, a quienes no tenía el gusto de conocer, y que bien podían pasar por los chicos del atrezzo por sus indumentarias. Tan sólo faltaba el coro, cuyas intervenciones en los fragmentos acometidos  iban a ser canturreadas por el propio Pedro Halffter, al frente lógicamente de todo aquél invento.     
El ensayo comienza puntualmente a su hora. Una de las cosas que me maravillan en las orquestas es su disciplina casi militar. De otra manera no sería posible. El trabajo y la disciplina también son necesarios para algo que resulta tan grácil como hacer música. Unas breves indicaciones y aquello ya está sonando. Un director, lo primero que tiene que tener claro en su cabeza es qué es lo que quiere oír. Y cuando la orquesta no suena como él espera, corta –“esto hay que hacerlo pianísimo. Volvemos a dos compases antes de C”- y al siguiente gesto ya está la orquesta respondiendo al unísono para repetir el pasaje en la forma que indica el director. La concentración es total durante las tres horas que dura el ensayo con un breve descanso de veinte minutos. Los profesores van haciendo a veces anotaciones en sus partituras que les sirvan de recordatorio. Pero todo de una manera muy fluida y sin distracciones ni interrupciones.
Lo de los cantantes es otra cosa. Aquí se permiten algunas licencias, aunque todos responden, como no podía ser menos, de una manera absolutamente profesional. No hay más que ver cómo siguen la partitura aun cuando ellos no intervengan en el pasaje que se esté interpretando. De vez en cuando hacen mutis, pero la mayor parte del tiempo están allí, atentos a cómo se desarrolla el ensayo. Ódena, mascando chicle, es el más travieso. Intercambia gestos y comentarios con sus compañeros. Di Giacomo lleva su bolso, y su botellita de agua, claro está, allí donde ella va, porque a veces cambian de ubicación según canten una aria, un duo, un trío…Kunde lleva la partitura en la tableta, y va haciendo su propia dirección, aparte de cantando, al tiempo que de vez en cuando recibe whatsapps ¡e incluso los contesta! Como gran especialista en el papel titular de la obra, hasta se permite hacer algunas indicaciones a Halffter.
Por momentos los cantantes se meten tanto en sus personales que parece que estamos ya en la escena. No sólo cantan, también interpretan con gestos, con movimientos, con miradas…Hay instantes realmente brillantes, que, en las partes finales de cada acto,  arrancan los aplausos y los bravos de los asistentes, a los que se nos había pedido sobre todo guardar silencio. Pero hay cosas que no se pueden reprimir, y en pequeñas dosis pueden permitirse sin que interfiera en el trabajo.

Al final todo el mundo estaba encantado con esta experiencia que, como melómano, considero impagable. El público salía de la sala mezclado con los intérpretes, cantantes y músicos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Aproveché para saludar a Gregory Kunde, que pasaba a mi lado -“Congratulations, Mr Kunde. I’ll see you next week at the theatre. Good luck!”-“Thank you, thank you very much” me respondió amablemente, mientras me contenía para no caer en la chiquillada de hacer una selfie. Me voy reforzado en mi convencimiento de que una ópera es el espectáculo hecho por la mano del hombre más maravilloso que se pueda contemplar, y es hermoso verlo cómo se construye desde sus cimientos. Aún falta acoplar los coros, probar vestuario, ensayar movimientos de escena…En tan sólo una semana estaremos en el teatro, se levantará el telón, sonará la música, correrán las emociones…. 

lunes, 12 de octubre de 2015

SILENCIOS

Hace ya unos años decidí reservar un espacio preferente en las siestas de mis vacaciones estivales a la lectura de la monumental novela de Marcel Proust “En busca del tiempo perdido”. Os aseguro que pocos placeres más sibaritas pueden encontrar los amantes de la buena literatura, a pesar de no ser una obra fácil de leer, o precisamente por ello. El desafío intelectual es doble, y también la recompensa que se obtiene al superarlo. Este año tocaba el tercero de los volúmenes: “El mundo de Guermantes”.
Confieso que hay veces, sería estúpido negarlo, que Proust se te atasca por su estilo tan particularmente complicado, por el ritmo en ocasiones extremadamente lento de la narración, por la multiplicidad de personajes que es casi imposible controlar...Todo esto se da, corregido y aumentado respecto de las anteriores, en esta tercera entrega. El propio autor se queja de la insustancialidad y vacuidad de las conversaciones que se daban en los cenáculos de la alta sociedad parisina, ya en casa de la marquesa de Villeparisis, ya en la de la duquesa de Guermantes, que sin embargo no se recata en reflejar y diseccionar con detalle, acaso, se me ocurre, para que no tengamos duda acerca de lo justo de su apreciación. Si para el merecían esta consideración, imagínense, excepción hecha quizá de las relativas al omnipresente caso Dreyfus, para el lector de hoy.
Pero de pronto surge la chispa, la página brillante e incomparable que te impulsa a seguir adelante en esta hercúlea aventura, en estos tiempos de literaturas light, de usar y tirar, y que te redime -como un buen concierto, como una representación de ópera, como la contemplación de una buena pintura- de esta a veces tan anodina y ramplona existencia, moviendo resortes de nuestra alma que de otra manera permanecerían desconocidos incluso para nosotros mismos, porque sólo se activan ante la presencia de la verdadera obra de arte que se eleva airosa sobre la vulgaridad ambiental.
Valga el ejemplo de este pasaje que Proust dedica a analizar el silencio entre dos personas que se aman. O que se amaron. O que creyeron amarse. O entre dos personas de entre las que al menos una de ellas ama a la otra, y esta no le corresponde. En este caso se trata del amigo del narrador, el aristócrata Roberto Saint-Loup, y su amante, la exprostituta Raquel -Zézette para Roberto, Raquel quand du Seingeur, parafraseando el texto de la ópera de Halévy, para el narrador-. Roberto y Raquel han roto tras una de sus riñas. Roberto se siente aliviado, en un primer momento, de la tensión previa, pero al poco tiempo comienza a sentir una nueva sensación de angustia al no tener ninguna noticia de su amada. Nada sabía acerca de dónde o con quién estaría Raquel ni qué haría....

“…....su amante guardaba un silencio que acabó por enloquecer su dolor hasta moverlo a preguntarse si no estaría escondida en Doncières o si habría ido a las Indias.
Se ha dicho que el silencio es una fuerza; en otro sentido lo es, terrible, cuando está a disposición de aquellos que son amados. Acrece la ansiedad del que espera. Nada nos incita tanto a aproximarnos a un ser como lo que de él nos separa, y ¿qué muro más infranqueable que el silencio? Se ha dicho también que el silencio era un suplicio capaz de volver loco a quien estaba condenado a él en prisiones. Pero, ¡qué suplicio, mayor aún que el de guardar silencio, el de soportarlo de parte de aquel a quien se quiere! Roberto se decía: «Pero, ¿qué hace que calla así? Sin duda me engaña con otros». Se decía asimismo: «¿Qué he hecho yo para que calle así? Tal vez me odie y para siempre». Y se acusaba. Así, el silencio lo volvía loco, en efecto, de celos y de remordimiento. Por otra parte, este silencio, más cruel que el de las cárceles, es a su vez una cárcel. Es una cerca inmaterial, sin duda, pero impenetrable, capa interpuesta de atmósfera vacía, pero que no pueden atravesar los rayos visuales del abandonado. ¿Hay luz más terrible que la del silencio, que no nos muestra una ausente, sino mil, y cada una de ellas entregándose a alguna otra traición? Roberto, a veces, en un brusco descanso, creía que este silencio iba a cesar al momento, que la carta esperada iba a llegar. La veía, llegaba, espiaba cada ruido, desaparecía ya su ansia, murmuraba «¡La carta! ¡La carta!». Después de haber entrevisto así un imaginario oasis de ternura, volvía a encontrarse pataleando en el desierto real del silencio sin fin.”

El mundo de las comunicaciones ha cambiado enormemente; el de los sentimientos no tanto. Hoy en lugar de una carta podríamos hablar de un email, un whatsapp, una llamada de teléfono -entonces en pruebas- o una notificación de facebook. Pero la sensación de angustia y ansiedad en la espera de que a quien amamos se dirija a nosotros por cualquier medio que rompa el insoportable silencio que por algún motivo se haya interpuesto entre nosotros, es sin duda la misma. A veces ni siquiera hay distancias, ya basta entonces un simple gesto, una mirada, una palabra, que se demora, que no llega.Y cuando por alguna ilusión infundada esperamos esa comunicación y no se produce, la zozobra que nos invade es semejante a la que se describe en Saint Loup.

¿Quién no se ha visto alguna vez en ese tormento, en ese silencio enloquecedor, esperando la palabra, el gesto de la persona amada, que rompa el muro de la incomunicación? ¿Quién no se ha sentido impotente, por ataduras irracionalmente autoimpuestas, pero que son superiores a sus fuerzas, para dar el primer paso en pro de intentar tender de nuevo esos puentes que se hundieron? Millones de personas en el mundo y a lo largo de la historia habrán experimentado estos sentimientos, pero pocas habrán sido capaces de expresarlas de esta manera, con tal exactitud y precisión, con tal riqueza de matices, de una forma tan descarnada. Es la diferencia entre el genio literario de Proust, y el resto de los mortales que a duras penas alcanzamos a juntar atolondradamente algunas letras.