domingo, 7 de abril de 2019

LOS MALES QUE NOS AQUEJAN


¿Se siente usted identificado con la Semana Santa actual? Era pregunta que el señor moderador lanzaba así de entrada, directamente y a bocajarro, a los contertulios en un selecto foro. Aunque cada uno de ellos puso sus matices, la respuesta fue unánime: no. No deja de ser  paradójico. Se trataba de cofrades clásicos, en cierto modo responsables y hasta cierto punto se puede decir que artífices, cada uno desde su parcela, de esta Semana Santa que nos ha tocado vivir. Sin embargo no tenían reparo en reconocer que esto se había ido de las manos. Lo cierto que es que yo mismo, tras veintidós años en cargos de responsabilidad en nuestras cofradías, tengo que dar también la misma respuesta: la Semana Santa, en la que tan profunda y extensamente he participado,  me gusta cada vez menos, porque cada vez son menos los momentos en ella que me resultan disfrutables.
A mi modo de ver, el diagnóstico es claro. Hay dos fuerzas que empujan rabiosamente con fuerza en la misma destructiva dirección: el exceso de espectáculo y la falta de criterio. La Semana Santa se ha convertido en una fiesta cada vez más espectacular y menos devocional. A  esto hemos llegado por la falta de criterio de un público que cada vez es más masa y menos pueblo y, lo que es más grave, de muchos de los propios cofrades que rigen nuestras hermandades. Para verificar esto no hace falta más que ver cuál ha sido la polémica que ha consumido la Cuaresma: un grupo de hermanos mayores que se empeña en perpetuar inventos sin sentido con tal de no tocar otros aspectos, jaleados por buena parte de la masa que sólo entiende de disfrutar del espectáculo, dándole igual que las cosas se hagan al derecho o al revés.
Así es como la Semana Santa se nos va en un declive imparable, donde todo horror (llámese músicas, sillitas, cuadrillas de costaleros, vallas y aforamientos, consumo de alcohol en la calle...) tiene cabida. No es por otra parte extraño que esto ocurra en una fiesta cívica y religiosa, en una época en que tan poco de moda están el civismo y la religión. Pero en mi opinión, en este declive creo que tienen una especial responsabilidad los medios de comunicación (en papel, radiofónicos y, sobre todo, digitales) a los que han llegado un aluvión de gente con escasísima formación, que sin embargo se han puesto a crear opinión de una forma totalmente perniciosa, en la que lo anecdótico ocupa el centro, relegando a un segundo o tercer plano, cuando no olvidando por completo, lo fundamental. Toda una generación de sevillanos, que por supuesto no han leído un solo libro de los clásicos, ha aprendido a ver la Semana Santa con los ojos de alguno de los muchos comunicadores que -para gustos, los colores- el mismo valor dan, por poner un ejemplo, a “Amarguras” que a “Callejuela de la O”. Sobre todo porque esta última es desde luego mucho mejor para que los palios “bailen”, y que siga el espectáculo.