Estoy en casa, reflexionando, mientras escucho la
música del inconmensurable Guiseppe Verdi.
“Nabucco”, por más señas. Ópera sobre la historia del pueblo hebreo desterrado en
Babilonia, interpretada en esta ocasión bajo la batuta
de Riccardo Muti, al frente de la Orquesta y Coros del Teatro de la Ópera de Roma. Dirección, la del maestro napolitano, para mi gusto, con un tempo troppo lento, pero políticamente
insuperable. Suena el famosísimo coro de
los esclavos hebreos, símbolo del ansia de libertad del pueblo oprimido
“Oh mia
patria, si bella e perduta!”
Pienso en Andalucía. Una tierra hermosa, una tierra
rica en recursos, con enorme potencial, con una gente estupenda, con un lugar
en la historia y en la geografía envidiables…¿Por qué si lo tenemos todo hemos
de conformarnos con ser eternamente campeones sólo en paro, en subdesarrollo, en fracaso escolar…? Hay que
preguntarse, con independencia de los episodios de corrupción que se han
destapado en los últimos tiempos, por qué Andalucía, en más de treinta años de
autonomía no ha mejorado, en términos relativos, prácticamente en nada, y se
mantiene en los puestos de cola en todos los indicadores de progreso en la
Unión Europea, a pesar de la ingente cantidad de miles de millones de euros que
de Bruselas han venido aquí. Indudablemente la corrupción tiene que ver con
ello: los dineros se han destinado a otros fines que no eran del interés
general y el bien común. Pero aún si la corrupción fuera algo ocasional y no
sistémico, el balance de gestión de todos estos años no puede ser más penoso.
“Oh mia
patria, si bella e perduta!….”
Por eso no podemos resignarnos. Andalucía no puede ser
por siempre el reino del subsidio y de la ayuda porque no seamos capaces de
generar la riqueza necesaria, que la tenemos. Andalucía no puede ser por
siempre un lugar en que sólo los amigos de la administración prosperan, al
abrigo de sustanciosas subvenciones de dudosa rentabilidad. Andalucía no puede
ser por siempre “la pobrecita” a la que
otras comunidades autónomas de España
miran como una carga. Andalucía tiene que ser locomotora, y no vagón de
cola. Andalucía no puede continuar en los niveles de degradación de la vida
pública a que hemos llegado.
No estamos aquí, afortunadamente, en una situación de
opresión política, a pesar de los intentos del poder de amordazar y anestesiar
a la sociedad a base de comprar su silencio, como ha ocurrido por ejemplo con sindicatos y
patronal mediante la “concertación social”. No tenemos que pedir al Señor que
nos de fuerzas para soportar el sufrimiento. Tenemos la oportunidad de dejar
atrás las lamentaciones. El cambio es ahora posible en Andalucía, está más
cerca que nunca.
“Va,
pensiero, sull´ ali dorate……” canta el coro.
Vuela mi pensamiento sobre alas doradas, y sueña una Andalucía diferente, en la que puedan desarrollarse plenamente sus
potencialidades, en la que no todo dependa de una asfixiante
administración, que además es nido de corrupción. En la que de los asuntos públicos se ocupen la gente
preparada, que no nos falta, y no los sectarios inútiles de carnet. En la que
el clientelismo y el caciquismo pasen definitivamente a la historia. En la que
lleguemos a avistar el día en que todos los andaluces puedan vivir de su
trabajo, y no de subsidios infamantes. En la que la propaganda hueca y el
autobombo sean sustituidos por políticas efectivas de progreso social y económico.
No añoro, como los hebreos en su destierro babilónico,
la tierra que fue. Añoro la tierra que
puede ser y, hasta ahora, no la han dejado ser. Tenemos mañana la oportunidad
de que empiece a serlo. No la desaprovechemos.
Unámonos todos al canto, como hace el público del teatro romano en la
representación, que será un canto de ilusión y
esperanza en un futuro mejor para Andalucía.
España y la Humanidad.
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