lunes, 27 de noviembre de 2017

LA ÓPERA DE LOS OCHO DOS DE PECHO

Tras una serie de repeticiones de títulos, llegaba al fin uno nuevo, del repertorio clásico, aún no visionado en el escenario del todavía joven Teatro de la Maestranza. La fille du regiment está en el puesto 102 de las más representadas en el mundo, y ocupa el quinto lugar de entre las salidas del ingenio de Gaetano Donizetti. No es precisamente una de las cumbres del género, pero cuenta con los ingredientes necesarios para triunfar ante el gran público -es ópera cómica, es decir, con pasajes hablados, en los que el humor es la nota predominante- y hacer pasar un rato bien agradable.

A pesar de su novedad en el coliseo maestrante, la producción escénica de Laurent Pelly la conocíamos bien, pues ha sido ya vista en Nueva York, Londres, Viena o Barcelona. La versión de Viena (2007), con Flórez, Dessay y Álvarez (con una curiosa intervención de Montserrat Caballé en el papel exclusivamente hablado de la Duquesa de Krakenthorpe) está disponible en la red para quien la quiera ver. Es normal que siga “viva”. Para mí resultó de lo mejor de la noche. Desde la simulación de la neblina en el amanecer tirolés con que se abre el telón, hasta los movimientos del coro de soldados, el vestuario -las joyas no sé si serían buenas, pero brillar brillaban una barbaridad- y la cuidada dirección de actores, incluidas la expresiones en español que elevaron el tono jocoso de la representación. Había momentos que no sabía si estaba viendo una ópera estrenada en 1840 o una comedia o musical de la época dorada de Hollywood.

El reparto vocal también era atractivo, encabezado por la sudafricana Pretty Yende, una auténtica “rising star” que hemos tenido la oportunidad de disfrutar en Sevilla antes de que llegue a alturas probablemente inalcanzables. Su participación fue efectivamente estelar, destacando en las zonas altas del pentagrama con una facilidad y agilidad que sólo está reservada a las más grandes. En cuanto al norteamericano John Osborn, con permiso de Flórez y Camarena, es de los tenores del panorama actual que más garantías podía ofrecer para afrontar el papel de Tonio, al que Donizetti “regaló” con esa auténtica etapa reina del Tour de Francia con nueve puertos “hors categorie” (léanse "dos de pecho") que es la pieza más conocida de la ópera (À mes amis). Lo hizo con sobrada solvencia, recibiendo el cálido aplauso del público. El resto del reparto, incluidos los actores, cumplió bien su cometido, como el coro, según nos tiene ya acostumbrados.

La ROSS firmó igualmente otra gran noche, de la mano de Santiago Serrate, que dirigió con gracia y soltura, logrando perfecta conjunción con las voces y extrayendo una hermosa sonoridad a la orquesta. En definitiva, una velada verdaderamente satisfactoria, en la que el público salió casi cantando, como sale “toreando” de la vecina plaza de los toros en las tardes de gloria.


jueves, 23 de noviembre de 2017

SANTIDAD

Argumenta Junqueras, en su petición de libertad recientemente cursada a la juez Lamela que lo mantiene en prisión desde el pasado 2 de noviembre, que él no puede pecar, viene a decir, porque es católico. Gran sofisma: los católicos somos, al menos los normalitos, los del montón,  los mayores pecadores del mundo, precisamente porque tenemos la conciencia del pecado, de la que otros carecen.

Esta gente, en su delirio, confunde  el culo con las témporas. La magnesia con la gimnasia. El ser con el debe ser. Como están en la matraca de que están presos por sus ideas políticas, especulan con que quizá sus ideas religiosas puedan salvarlos. Piensan que sus creencias los redimen de sus actos. La justificación por la fe, sin embargo, es un concepto más bien protestante.


Junqueras entonces, que esto debe saberlo, lo que quiere decir no es ya que sea católico, sino que es santo. No está pidiendo sólo que lo saquen de la cárcel. Quiere la internacionalización del prusés por la vía vaticana. Quiere que eleven su causa no al Supremo, sino a Roma. Está pidiendo directamente que lo canonicen. Amén.

viernes, 3 de noviembre de 2017

DURA EST LEX...

Uno de los primeros principios que aprende cualquier alumno que pisa una Facultad de Derecho es el expresado en el viejo aforismo latino, proveniente del Derecho Romano,  que dice: “Dura est lex, sed lex”. No tiene nada que ver con una conocida marca de menaje para el hogar, y puede traducirse como que la ley es dura, pero es la ley.
Que la ley es dura en ocasiones, y sobre todo la penal, parece que acaba de descubrirlo ahora buena parte de la infantilizada sociedad catalana y española en general. Como ha dicho Guillermo Fernández Vara,  quizás creían algunos que esto de dar un golpe de Estado proclamando la independencia de una parte del territorio nacional era un juego. Una diversión de niños traviesos que ahora sin embargo se encuentran de bruces con la cruda realidad de las consecuencias de sus osados actos. Resulta que papá se ha enfadado y mucho. Toca gimotear.
Esta mañana he podido escuchar todo tipo de delirantes y compungidos análisis por parte de atribulados tertulianos  y presentadores de televisión (Griso, Évole, Quintana y otra serie de indocumentados mindundis que nos sermonean diariamente desde sus púlpitos) que parece que hasta ahora no habían caído en la cuenta de la gravedad del asunto y que a lo mejor pensaban que esto podía acabar de otra manera más naif, distinta  de la que por muchas fuentes con mucha más autoridad que ellos se ha venido anunciando desde hace tiempo.

Aparte de su preocupante infantilismo demuestran una alarmante ignorancia sobre lo que es el estado de derecho y la separación de poderes, acudiendo en último extremo, al manido argumento de la inoportunidad de la medida cautelar de prisión acordada por la juez Carmen Lamela. Ignoran seguramente el sentido que tiene la imagen de la justicia representada por la diosa Temis: una señora con una espada en la mano derecha  y una balanza en la izquierda y los ojos vendados. El juez tiene que impartir justicia ateniéndose a la ley y a los hechos que enjuicia, de manera imparcial, sin tener en cuenta la condición de los enjuiciados y sin  criterios de oportunidad o inoportunidad política, para los que es “ciego”. Un juez está para aplicar la ley, no para hacer política. Y la ley, en un Estado de derecho, tiene que aplicarse, fastidie a quien fastidie. A ver si esto se lo meten de una vez en sus berroqueñas y tan ligeramente amuebladas cabezas.