sábado, 22 de noviembre de 2014

EL TRIUNFO DEL LIBERTINO

Carlos Álvarez y Rocío Ignacio cantan "La ci darem la mano.." GJ  

Mes de noviembre. Sevilla. Noche de ópera. ¿Qué mejor título que “Il dissoluto punito ossia il Don Giovanni” de Wolfang Amadeus Mozart, con libreto de Lorenzo Da Ponte? Allá que vamos al estreno. Este año por motivos laborales he tenido que cambiar el día de abono, y ello me ha permitido asistir a la apertura de la temporada. Un día de lo más normalito, sin embargo. Nada que ver con el glamour de, un poner, una milanesa noche de San Ambrosio. En Sevilla la ópera se ha convertido en un espectáculo muy democrático, y lo de lucir galas para la ocasión queda un tanto desubicado.
Yo esperaba algo así como que antes de iniciarse la representación saliese el presidente del comité de empresa de la ROSS con la cabeza –figurada, claro está- de Pedro Halffter, a quien acaban de cortársela –también figuradamente, cómo no- como director titular de la formación, para ofrecérsela a los músicos, principales impulsores de la defenestración –otra metáfora- del madrileño. Tras el largo pulso mantenido al final la cuerda acabó rompiéndose por donde suele. Como en el fútbol, es más fácil echar al entrenador que a la plantilla. Y aquí la plantilla se ha salido con la suya, en algo que a mi me da la impresión es más bien un ajuste de cuentas por asuntos laborales que una cuestión artística. Pero no hubo nada de eso, aunque lógicamente flotaba el asunto en el ambiente. Deseamos a Axelrod mejor suerte para no caer en desgracia ante tan exigentes profesores, para lo cual el sabrá lo que tiene que hacer. No en vano viene de Italia, donde de esto saben bastante.
Lo que sí hubo fue un minuto de silencio en memoria de Dª Cayetana Fitz-James Stuart, fallecida como todo el mundo sabe el día anterior en Sevilla, y quien, como se dijo por la megafonía del teatro, de no ser por ello seguramente hubiera estado con nosotros, como acostumbraba.  Hubo gente maleducada que no se levantó, como hiciera Zetapé, de imperecedera memoria, al paso de la bandera norteamericana. “Yo es que no la conocía de nada” decía uno de estos a mis espaldas. Si el minuto de silencio hubiera sido por la momia de Lenin seguro que se hubiese puesto en pié. Porque claro, es que Lenin era muy conocido en Sevilla y además acudía con asiduidad a las representaciones de ópera.
Y ya que hablábamos de defenestraciones, fue en Praga precisamente donde se estrenó “Don Giovanni” y hay quien mantiene que la obra tiene que ver más con la ciudad checa que con la nuestra. Pero la mediterránea escenografía de Mario Gas, estrenada en el propio teatro en 2008, no tenía que ver ni con la una ni con la otra. A menos que Gas se creyera aquello que alguien prometió de hacer una playa en Sevilla. Lo última vez que el director catalán estuvo por aquí recuerdo cómo masacró el final de Butterfly con una infumable proclama antiyanki. En esta producción de "Don Giovanni" sucumbe a la moda, tan extendida por otra parte, de dejar al libertino sin castigo, contrariando por completo el sentido de la obra, que hasta en su título lo resalta.
En lo musical contamos con un buen ramillete de voces, todas españolas, a excepción del Comendador, encarnado por el ucraniano Pavel Daniluk. Unos estuvieron mejor que otros, pero bien en general, incluido el coro, que con tanto brío cantó “¡¡viva la libertá!!” que hasta parecía que se lo creían, en una tierra donde la libertad tiene tan poco predicamento. Del elenco destacaba a priori Carlos Álvarez, que si no me equivoco regresaba al Maestranza tras sus problemas de salud que lo mantuvieron un tiempo alejado de los escenarios. No vamos a descubrirlo ahora, aunque quizá no estuvo en plenitud de facultades por estar convaleciente de un catarro, según se advirtió. Pero decía Roberto Alagna en una entrevista concedida hace unos días en Madrid, que “la verdadera dificultad del canto no estriba en los alardes circenses, sino en el fraseo, en la dicción, en la musicalidad… y en eso el malagueño es un maestro, uno de los grandes. Un lujo tenerlo aquí. Entre el resto me sorprendieron gratamente José Luis Sola (Don Ottavio) - su “Dalla sua pace..” fue para mi uno de los momentos álgidos de la noche-  y la voz carnosa a la vez que cristalina de Rocío Ignacio en el papel de Zerlina. Todos ellos resaltaron además gracias a la dirección del joven y brillante director ruso Maxim Emelyanychev, que empezó un tanto eléctrico, para después ir serenándose, sin dejar de hacer una lectura muy enérgica y con criterio, dando a cada momento la tensión que necesita, en una partitura a la que siempre es difícil cogerle la medida entre lo dramático y lo jocoso.

          "Don Giovanni" es quizá la ópera que más veces he visto y/o escuchado.  Sólo este año puedo contar nada menos que los de Glyndebourne y Salzburgo, este último con el experimento de Ildebrando d’Arcangelo en el papel estelar. El del Maestranza no les tiene por qué envidiar.

sábado, 15 de noviembre de 2014

ZOIDO Y LOS IMPUESTOS

Mis compañeros del Consejo Económico y Social de Sevilla aprobaron recientemente, por ajustada mayoría de 21 votos a favor frente a 19 en contra, el preceptivo dictamen sobre el proyecto de ordenanzas fiscales del Ayuntamiento para el ejercicio 2015. En dicho dictamen se contienen, sin fundamentación fáctica alguna, dos afirmaciones primordiales que marcan su contenido y motivan mi comentario. La primera dice que “el notable incremento de la carga distributiva de los sevillanos...de los ejercicios 2012 y 2013 ...globalmente y salvo excepciones no han sido absorbidos con las Ordenanzas de 2014 y las previstas para 2015”. La segunda dice que “la suavización de la presión fiscal ha ido encaminada al tejido empresarial de Sevilla, pero globalmente no hacia el resto de la ciudadanía”. Como era de esperar, algún portavoz de la oposición municipal utilizó posteriormente los mismos o similares argumentos en el Pleno de esta semana en que quedó, a su pesar, aprobada inicialmente dicha normativa. Esta lectura, meramente voluntarista y política según se ha denunciado en el voto particular emitido por la CES y al que se han adherido otros consejeros, es la que ha propiciado la ruptura y la división en el seno del Consejo, que en los últimos años solía venir alcanzando acuerdos de consenso en sus dictámenes.
         La verdad, sustentada en datos, es que cuando realmente subieron los impuestos municipales en Sevilla, y lo hicieron de una forma desmesurada, fue en el periodo 2007-2011. Según información facilitada por la Agencia Tributaria, el recibo medio del IBI en 2007 se situaba en el importe de 291,86.-€, mientras que en 2010 llegó a alcanzar los 354,53.-€, descendiendo en 2011 a 350,34.-€. Es cierto que en 2012 y 2013 subió a 385,02.-€, por las razones que después veremos, pero en 2014 y 2015 bajan a 335,15.-€. Por consiguiente es claro que por este tributo, probablemente el más generalizado de entre los locales y el que más se nota en nuestros bolsillos, los sevillanos pagaremos menos no sólo que en 2013 y 2012, sino menos incluso que en 2009. En el impuesto de plusvalías (por incremento del valor de los terrenos) los mismos datos arrojan que al final del anterior mandato había experimentado un incremento del 10,22% , al final del presente habrá descendido un 1,66%. En el ICIO, que grava la actividad de la construcción, en el año 2008 el tipo pasó del 2,88 al 4 por ciento, lo que supone una subida del 38,8%, y así se ha mantenido hasta que en 2014 se ha bajado al 3,75, que se mantiene para 2015. Por no hacerme pesado con las cifras referiré como último ejemplo el del IVTM (circulación para entendernos), que para los turismos, en el mandato anterior subió un 7%, mientras que en el presente baja (salvo para las gamas altas) un 1,86%.
          Pues bien, los señores que regían nuestro Ayuntamiento hasta 2011 no sólo nos subieron de esta manera los impuestos, sino que al marcharse dejaron una deuda de más de 700 millones de euros que pesaba como una losa insoportable sobre la economía del municipio. De manera que hubo que hacer un Plan de Ajuste, y un Plan de Pago a Proveedores para pagarles a quienes se les debía desde no se sabe cuando (porque aunque algunos piensen que no, las deudas hay que pagarlas por ley, y por decencia) y otra serie de encajes de bolillos, motivos por los cuales, y en virtud del Real Decreto-Ley 20/2011 -norma por tanto estatal- el IBI subió un 10% en 2012 y se mantuvo en 2013 hasta bajar un 14,7 en 2014.
             Por lo tanto, nadie con seriedad puede decir que en los ejercicios 2014 y 2015 los impuestos en Sevilla no hayan bajado a niveles inferiores a los que había en 2011 e incluso más atrás. Y si es cierto que en 2012 y 2013 se pagaron más impuestos por algunos conceptos se debe explicar por qué y a quiénes se lo debemos. Por otra parte si han bajado el IBI, fundamentalmente, y el IVTM, que son los más comunes, es claro que la bajada ha beneficiado a los ciudadanos en general y no sólo al “tejido empresarial”.
              Pero además esa bajada de impuestos, combinada con una gestión más austera y una más eficaz recaudación, junto con un mayor énfasis en la lucha contra el fraude y la evasión fiscal, no ha impedido mejorar los ingresos, y al tiempo que se mantienen los servicios, reducir la deuda al rango de los 460 millones de euros, haber salido ya recientemente del Plan de Ajuste y colocar el periodo medio de pago a proveedores en torno a los veinte días.
             A Zoido pues se le podrán achacar otras deficiencias en su gestión, en la que en todo caso no se puede obviar el manifiesto y continuo boicot sufrido en muchas de sus iniciativas por parte de la Junta de Andalucía, pero desde el punto de vista económico , de saneamiento de la hacienda municipal y de asentamiento de las bases que permitan la continuidad de los servicios que la administración local debe prestar a los ciudadanos, creo que sólo se puede calificar de sobresaliente. Es cierto que aún se podría, y en mi opinión debería, incidir más en esas rebajas fiscales, por ejemplo, situando el tipo de IBI en el mínimo permitido, pero al menos se está en esa dirección y no en la del descontrol del gasto y el despilfarro que caracterizaron a corporaciones anteriores. Hay por ahí quien dice que Zoido no ha hecho “nada” en estos ya casi cuatro años. Pues para mí -dadas las circunstancias, y aunque por supuesto no quiero decir que sea así- sólo con haber hecho esto ya sería “bastante”, y creo que los sevillanos haríamos bien en no dar la más mínima oportunidad para que vengan otros manirrotos a machacarnos de nuevo con los impuestos o a dejarles la cuenta por pagar a nuestros hijos o a nuestros nietos.                      

viernes, 7 de noviembre de 2014

DERECHO A DECIDIR

En esta España convulsa en que nos ha tocado vivir, en la que se grita más que se razona, y en que a cualquier personajete le ponen un micrófono y una cámara delante para que pontifique desde su estulticia o su paranoia, uno de los problemas con que nos enfrentamos a la hora de solucionar nuestros problemas es el de la necesidad de andar constantemente discutiendo sobre lo obvio. Cosas que deberían darse sobradamente por sabidas y asentadas en el conocimiento general resulta que hay que estar una y otra vez recordándolas, porque solo así se pueden establecer las bases de un debate racional. Particularmente me da mucha pereza entrar en estas discusiones de principiantes, pero estoy tan harto, especialmente en estos días, de escuchar las sandeces que dicen algunos por ahí, y con la soltura que las dicen, que me parece una obligación moral, casi caritativa, recordar aquí, para quien lo quiera leer, algunos apuntes sobre el tan manido derecho a decidir que tantos invocan como el nuevo totem de una sociedad democrática.
      En la moda imperante de inventarnos los derechos existen dos variantes: las de establecerlos ex novo, o la de extenderlos a supuestos para los que no estaban contemplados. En una sociedad democrática es evidente que los ciudadanos tienen derecho a decidir sobre muchos aspectos de su vida personal y de la vida política, pero siempre dentro de las leyes, que son las que sostienen esa democracia, que sin ellas sería simplemente una anarquía. En un Estado democrático y de derecho -parece mentira que haya que recordar esta obviedad- no se tiene derecho a decidir por encima de lo que permiten las leyes. El derecho a decidir no es por tanto ilimitado. Si lo fuera nos convertiría a cada uno en potenciales dictadorcitos, que son los que por definición deciden sobre todo y sobre todos. Por lo general el derecho a decidir sólo se tiene respecto de lo que nos pertenece o tenemos sobre ello un poder legítimo de disposición, según la legalidad. Contrario sensu, que diría un cursi, no se tiene derecho a decidir sobre lo que a uno no le pertenece o no tiene un poder legítimo de disposición. Esta máxima, tan simple, tan sencilla y tan elemental, es básica para afrontar muchas de las cuestiones que se suscitan en el debate público actual, por ejemplo, en relación al problema catalán que es el más inmediato de entre estos.
       Los independentistas catalanes -incluso muchos que no son tales- reclaman su derecho a decidir sobre Cataluña como les parezca, más allá de lo que permiten las leyes, obviando que Cataluña no les pertenece, como no les pertenece el rellano de la escalera de la segunda planta de mi bloque en exclusiva a los vecinos de la misma. Cataluña, según la Constitución, pertenece a todos los españoles, los que viven allí y los que no lo hacemos, y todos pertenecemos, para bien y para mal, a la misma y única nación. Tenemos por tanto derecho a decidir sobre el destino de esta, pero conjuntamente y no por partes. Cada uno en nuestro rellano podemos decidir determinados aspectos, pero no lo que nos de la gana sin contar con el resto.

          Por lo tanto, el derecho a decidir se tiene dependiendo de sobre qué. Democracia no es derecho a decidir sobre cualquier cosa que se nos antoje. A día de hoy Cataluña no tiene derecho a decidir sobre su independencia. Ni a través de referendos, ni a través de “elecciones plebiscitarias” ni a través de pantomimas con pan tumaca como la que nos espera este domingo. Y quien pretenda reconocer este, a día de hoy, inexistente derecho -ojito que hay tentaciones- tendrá que consultarlo antes al resto de los españoles.