Estoy hasta
la punta del pelo de estos individuos y estas individuas que se creen
que han inventado la democracia, la dignidad y la ética en la vida
pública, cuando no son más que unos manipuladores y demagogos a la caza del incauto. Ya
no hablan tanto de la casta, porque ellos han empezado también a
serlo, pero quieren marcar distancias aparentemente con la vieja
política, “renunciando”-dicen- a algunos de lo que ellos
consideran “privilegios”.
Primero
fueron las “renuncias” de sueldo. Un ejemplo, el de Teresa
Rodríguez, la líder podemita en nuestra comunidad, que presumía
durante su corto periplo como eurodiputada de renunciar a parte de
su suculento salario bruselense en favor de no sé qué causas, que
se iba encargando de publicitar cada mes a bombo y platillo.
“Bienvenida al ejercicio de la caridad cristiana -le puse en un
tuit-
Hay gente que lleva mucho tiempo practicándola y sin
tanta propaganda para ganar unos votos”. A mi lo que haga un
político con su sueldo es que me importa un pimiento. Cada uno hará
lo que le parezca. No soy de los que piensa que haya que pagarle poco
a los políticos, si son competentes. El problema es cuando son tan
mediocres tirando a malísimos y encima se llevan un pastón que en
su vida hubieran podido soñar conseguir en otra actividad donde
tuvieran que demostrar verdadera valía, y no sólo palabrería y
malas artes. Pero, volviendo a la cuestión que nos ocupa, renunciar
al privilegio -que lo es si verdaderamente no se justifica- sería
renunciar a percibir el sueldo, no repartirlo entre la clientela.
Ahora, en la
misma senda de “ejemplaridad” estomagante, salen los primos
hermanos de Podemos en el Ayuntamiento de Sevilla, quienes rechazan
utilizar el palco que les corresponde en Semana Santa y lo van a
ceder por sorteo a quien lo solicite, o algo así, porque ellos dicen
que no quieren este privilegio. Pero ceder un palco a quien a ti te
de la gana -se trate de quien se trate, con movilidad reducida o no,
pobre o rico, allegado o extraño, sobrino o cuñado, a dedo o
por sorteo- no es renunciar a ningún privilegio. Es hacer un uso
político interesado de ese privilegio. Renunciar al privilegio sería
renunciar a cualquier tipo de disposición sobre el dichoso palco.
Teniendo en cuenta además que a los miembros de Participa no se les
supone ningún sacrificio por el hecho de no poder presenciar
nuestras cofradías en lugar tan señalado como la Plaza de San
Francisco (¡por Marx, encima con nombre de santo!) o en cualquier
otro. Distinto es el caso de IU, que aunque su portavoz diga llorar
con la Macarena (eso he leído) renuncian de verdad al palco, y que
el Ayuntamiento haga con él lo que le parezca. Pero lo de Participa
es de tomadura de pelo, que es a lo que mayormente han venido estas
criaturas.
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