Desde pequeños hemos
aprendido por estos lares a soñar con la blanca Navidad -aunque en mi tierra no es que vemos nevar mucho- con las calles iluminadas, con los hombres gordos
vestidos de rojo, con las burbujas del champán, el calor del hogar, con
turrones y mazapanes, los regalos y los Reyes Magos. Pero no en todas partes la
Navidad es blanca, ni aún en sueños, porque no hay paz, ni hay lucecitas de
colores allí donde faltan otras cosas mucho más básicas. Es otro estilo de
Navidad. En países como Irak, o Siria, la población cristiana -perseguida e
incluso masacrada por los yihadistas, un auténtico genocidio que sin embargo
pasa como desapercibido a los denunciadores habituales de genocidas en
occidente- ha tenido que abandonar sus hogares y refugiarse en lugares donde al
menos puedan conservar la vida, aunque hayan perdido todo lo que tenían, y en
los que viven hacinados y en condiciones mínimas de subsistencia. Pero esto no
les ha impedido celebrar con alegría esta festividad del Nacimiento de Jesús. Cuentan
quienes por allí han estado que es la Iglesia fundamentalmente quien les
suministra lo necesario para sobrevivir en estas condiciones, de ahí que es
importante que cuenten con la ayuda y la solidaridad de los cristianos y de las personas de buena voluntad del
resto del mundo. Esto dicen Xiskya Valladares (@xiskya) y Josué Villalón (@JosueVillalon), dos españoles que han
estado en la zona estos días enviados por la Fundación Pontificia “Ayuda a laIglesia Necesitada”, comprobando in situ
la realidad de los campos de refugiados, y que han colgado en internet este
video que comparto. Pero lo que yo observo en el vídeo es que frente a la carencia de recursos materiales que sufren estos cristianos, de lo que están sobrados es de fe.
De otra forma no puede comprenderse la alegría que se refleja en sus rostros y
en sus celebraciones. La alegría en la abundancia es perfectamente asequible,
puede incluso comprarse a modo de máscara festiva, aunque se trate de pura impostura. Pero la alegría en la
adversidad sólo puede salir de algún rincón muy profundo del ser humano. Estos
cristianos iraquíes nos están enseñando -¿cuál es realmente la Iglesia
necesitada?- que la auténtica Navidad o se vive en el corazón o no es
Navidad.
Aquí iré escribiendo lo que se me ocurra y quiera compartir con el mundo.
martes, 30 de diciembre de 2014
sábado, 13 de diciembre de 2014
EL PROFESOR Y LA MENTIRA HISTÓRICA
Hubo una época, no tan lejana, en la que a la política se dedicaba gente decente y brillante en sus profesiones que decidieron en un momento dado, movidos seguramente por vocación de servicio, dejar su actividad privada para ocuparse temporalmente de los asuntos públicos. Es el caso, entre otros muchos, de Alfonso Lazo Díaz, sevillano del 36, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla y profesor en los sesenta de muchos de los que después serían líderes políticos andaluces en la transición. Socialista de la vieja escuela, proveniente del PSP de Enrique Tierno Galván –también a él le llaman ahora “viejo profesor”-, ocupó cargos de responsabilidad en el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra. Fue diputado por Sevilla en el Congreso (1977-1996), portavoz socialista en materia universitaria y presidente de la comisión del Defensor del Pueblo. Llegó a ocupar la secretaría provincial del partido, formó parte, como consejero de Cultura, del primer Gobierno preautonómico de la Junta de Andalucía presidido por Plácido Fernández-Viagas… y cuando le pareció oportuno volvió a la universidad a seguir investigando y enseñando historia y a continuar defendiendo los valores que acaso en el campo de la política partidista ya no le era posible defender. Alfonso Lazo, ya jubilado también de sus ocupaciones académicas, continúa hoy impartiendo sus “clases” a través fundamentalmente de sus colaboraciones en la edición andaluza del diario El Mundo. Es uno de mis columnistas favoritos pues lo considero un intelectual lúcido y honesto que busca siempre la verdad por encima de las querencias ideológicas, y no tiene miedo a exponer lo que piensa, muchas veces a contracorriente de lo que hoy propugnan quienes fueron sus antiguos compañeros de militancia, con una claridad y rotundidad poco comunes.
Hace unos días publicó uno de estos artículos (“Una cierta realidad”, El Mundo, ed. Andalucía, 14/11/2104) que seguro habrá escandalizado a muchos, más que nada desinformados de la historia. En él se hacen algunas afirmaciones -al hilo de lo mucho que nos gusta a los andaluces el intervencionismo estatal, lo que explica, según el autor, nuestras querencias electorales- que aunque no son novedosas, pocas veces las he visto tan claramente expresadas, sobre todo por alguien que viene de la izquierda.
Una de esas afirmaciones es que “el franquismo sociológico sigue vivo en la región: una cierta realidad que no quiere decir su nombre y se disfraza de izquierda”. Se refiere al Régimen socialista andaluz, que se prolonga ya por cerca de cuarenta años, tantos como duró el régimen franquista del que lo considera de alguna manera heredero. Se refiere Lazo a su fundamentación en el papel paternalista y provisor del Estado y al consiguiente intervencionismo gubernativo en lo económico, en el afán controlador, visto aquí como un sistema progresista “ por mucho que la
realidad nos demuestre lo contrario manteniendo Andalucía a la cola del
progreso”.
Pero la cuestión
que quiero fundamentalmente destacar es la referencia al mito de la II República, algo que Lazo ha
estudiado en profundidad. Sobre este asunto mantiene:
la tan publicitada
democracia de la Segunda República...duró menos que un soplo: a partir de
febrero de 1936 el triunfo en las elecciones del Frente Popular convirtió aquel
régimen, que nunca había sido muy liberal, en una dictadura de partidos de
izquierdas y en la práctica desaparición del Estado de Derecho. La guerra civil
no fue un enfrentamiento entre libertad y despotismo, sino el choque entre un
totalitarismo que tomaba como modelo la Italia de Mussolini y la Alemania de
Hitler, y un totalitarismo de izquierdas cuyo modelo fue la Unión Soviética de
Stalin.
No lo digo
yo, lo dice el profesor Lazo. Pero es lo que pienso, después de haber leído no
poco sobre el tema, desde hace bastante tiempo. Frente a esto se nos quiere
imponer por ley que la II República española fue un régimen idílico de libertades
abortado bruscamente por un alzamiento fascista. Con planteamientos así es
natural que los intelectuales decentes y honestos no tengan más remedio que
retirarse de la política y dejar paso a las nuevas camadas de estultos e
ignorantes, amén en muchos casos de corruptos, que ahora imperan. Algo habremos
hecho mal para merecer esto.
sábado, 6 de diciembre de 2014
LA LUZ CON EL TIEMPO DENTRO
Moguer es un pueblo grande y blanco rodeado de
tierras rojas salpicadas de pinos verdes y una lengua de mar que se abre paso,
tierra adentro, por la ría. Sus
calles son anchas y sus casas bajas y sobre ellas imperan la
cúpula y la torre agiraldada de Santa María de la Granada. En una de sus
entradas principales, la que queda más
al sur, hay un muro encalado con una leyenda en letras de forja, bien visible
desde la carretera, que define a la ciudad como “...la luz con el tiempo dentro…”
Desde pequeño vengo leyéndola, cuando mi
padre llamaba nuestra atención sobre la
figura del burrito que adorna la
gasolinera cercana, cada vez que pasábamos por allí camino de la playa. Es difícil desentrañar el significado último
de esta expresión, pero ejerce sobre mí la sugestión de las frases hermosas que
nos hacen ver las cosas de una manera diferente a la que nos dicta la mera
experiencia sensorial. Quien la acuñó era nada más y nada menos que Juan Ramón
Jiménez, una de las mayores glorias literarias de España e hijo de esta villa.
En ella transcurrieron la infancia y juventud del eximio poeta, universalmente
reconocido por sus premios y por su labor dentro y fuera de nuestras fronteras.
Le tenía yo cogida un
poco de tirria a Moguer por culpa de algunos moguereños, pero como este año se cumple el centenario de la publicación de la obra más famosa de Juan Ramón,
allá que fuimos a visitar la casa museo
del poeta, cuya última restauración, llevada a cabo hace sólo unos años, no
conocía. Se trata de la segunda vivienda
de Juan Ramón en Moguer. La primera se hallaba en el barrio marinero, calle
Ribera, y desde su azotea se podía controlar el movimiento de los barcos que
traían y llevaban los vinos con los que comerciaba su padre. Pero en aquella
primera morada pasó pocos años, tantos como cuatro, trasladándose luego a otra
más céntrica en la calle que actualmente lleva su nombre. Juan Ramón afianzó
allí las raíces profundas de su sensibilidad y de su estilo, y de ella partió para
–primero Sevilla, después Madrid…- conquistar el mundo de las letras. Conocería
a Zenobia, se casaría con ella en Nueva York y cuando se establecieron en la
madrileña calle Padilla sobrevino la guerra. Juan Ramón y Zenobia marcharon a
Estados Unidos, un viaje que esperaban corto, de sólo unos meses, y que se
convirtió en un largo exilio continuado más tarde en Puerto Rico.

No sé muy bien, para
qué voy a mentir, lo que significa eso de “la luz con el tiempo dentro”. Pero
cuando cada verano contemplo Moguer desde la atalaya privilegiada de Montemayor y veo la luz
radiante y quieta que se cierne sobre el
caserío pienso que quizá es allí donde Juan
Ramón percibió una vez cómo el tiempo está
atrapado en su interior. Después el
poeta se fue, y se quedaron los pájaros cantando.
sábado, 22 de noviembre de 2014
EL TRIUNFO DEL LIBERTINO
![]() |
Carlos Álvarez y Rocío Ignacio cantan "La ci darem la mano.." GJ |
Mes
de noviembre. Sevilla. Noche de ópera. ¿Qué mejor título que “Il dissoluto
punito ossia il Don Giovanni” de Wolfang Amadeus Mozart, con libreto de
Lorenzo Da Ponte? Allá que vamos al estreno. Este año por motivos laborales he
tenido que cambiar el día de abono, y ello me ha permitido asistir a la
apertura de la temporada. Un día de lo más normalito, sin embargo. Nada que ver
con el glamour de, un poner, una milanesa noche de San Ambrosio. En Sevilla la
ópera se ha convertido en un espectáculo muy democrático, y lo de lucir galas
para la ocasión queda un tanto desubicado.
Yo esperaba algo así como que antes de iniciarse la
representación saliese el presidente del comité de empresa de la ROSS con la
cabeza –figurada, claro está- de Pedro Halffter, a quien acaban de cortársela
–también figuradamente, cómo no- como director titular de la formación, para
ofrecérsela a los músicos, principales impulsores de la defenestración –otra
metáfora- del madrileño. Tras el largo pulso mantenido al final la cuerda acabó
rompiéndose por donde suele. Como en el fútbol, es más fácil echar al
entrenador que a la plantilla. Y aquí la plantilla se ha salido con la suya, en
algo que a mi me da la impresión es más bien un ajuste de cuentas por asuntos
laborales que una cuestión artística. Pero no hubo nada de eso, aunque
lógicamente flotaba el asunto en el ambiente. Deseamos a Axelrod mejor suerte
para no caer en desgracia ante tan exigentes profesores, para lo cual el sabrá
lo que tiene que hacer. No en vano viene de Italia, donde de esto saben
bastante.
Lo que sí hubo fue un minuto de silencio en memoria de
Dª Cayetana Fitz-James Stuart, fallecida como todo el mundo sabe el día
anterior en Sevilla, y quien, como se dijo por la megafonía del teatro, de no
ser por ello seguramente hubiera estado con nosotros, como acostumbraba. Hubo gente maleducada que no se levantó, como
hiciera Zetapé, de imperecedera memoria, al paso de la bandera norteamericana. “Yo es que no la conocía de nada” decía
uno de estos a mis espaldas. Si el minuto de silencio hubiera sido por la momia
de Lenin seguro que se hubiese puesto en pié. Porque claro, es que Lenin era
muy conocido en Sevilla y además acudía con asiduidad a las representaciones de
ópera.
Y ya que hablábamos de defenestraciones, fue en Praga
precisamente donde se estrenó “Don Giovanni” y hay quien mantiene que la obra tiene
que ver más con la ciudad checa que con la nuestra. Pero la mediterránea
escenografía de Mario Gas, estrenada en el propio teatro en 2008, no
tenía que ver ni con la una ni con la otra. A menos que Gas se creyera aquello
que alguien prometió de hacer una playa en Sevilla. Lo última vez que el
director catalán estuvo por aquí recuerdo cómo masacró el final de Butterfly
con una infumable proclama antiyanki. En esta producción de "Don Giovanni" sucumbe a la moda, tan extendida por otra parte, de dejar al libertino sin
castigo, contrariando por completo el sentido de la obra, que hasta en su
título lo resalta.
En lo musical contamos con un buen ramillete de voces,
todas españolas, a excepción del Comendador, encarnado por el ucraniano Pavel
Daniluk. Unos estuvieron mejor que otros,
pero bien en general, incluido el coro, que con tanto brío cantó “¡¡viva la libertá!!” que hasta parecía
que se lo creían, en una tierra donde la libertad tiene tan poco predicamento.
Del elenco destacaba a priori Carlos Álvarez, que si no me equivoco regresaba
al Maestranza tras sus problemas de salud que lo mantuvieron un tiempo alejado
de los escenarios. No vamos a descubrirlo ahora, aunque quizá no estuvo en
plenitud de facultades por estar convaleciente de un catarro, según se
advirtió. Pero decía Roberto Alagna en una entrevista concedida hace unos días
en Madrid, que “la verdadera dificultad del canto no estriba en los alardes
circenses, sino en el fraseo, en la dicción, en la musicalidad…” y en
eso el malagueño es un maestro, uno de los grandes. Un lujo tenerlo aquí. Entre
el resto me sorprendieron gratamente José Luis Sola (Don Ottavio) - su “Dalla sua pace..” fue para mi uno de
los momentos álgidos de la noche- y la
voz carnosa a la vez que cristalina de Rocío Ignacio en el papel de
Zerlina. Todos ellos resaltaron además
gracias a la dirección del joven y brillante director ruso Maxim Emelyanychev,
que empezó un tanto eléctrico, para después ir serenándose, sin dejar de hacer una
lectura muy enérgica y con criterio, dando a cada momento la tensión que
necesita, en una partitura a la que siempre es difícil cogerle la medida entre
lo dramático y lo jocoso.
"Don
Giovanni" es quizá la ópera que más veces he visto y/o escuchado. Sólo este año puedo contar nada menos que los
de Glyndebourne y Salzburgo, este último con el experimento de Ildebrando
d’Arcangelo en el papel estelar. El del Maestranza no les tiene por qué envidiar.
sábado, 15 de noviembre de 2014
ZOIDO Y LOS IMPUESTOS
Mis
compañeros del Consejo Económico y Social de Sevilla aprobaron
recientemente, por ajustada mayoría de 21 votos a favor frente a 19
en contra, el preceptivo dictamen sobre el proyecto de ordenanzas
fiscales del Ayuntamiento para el ejercicio 2015. En dicho dictamen
se contienen, sin fundamentación fáctica alguna, dos afirmaciones
primordiales que marcan su contenido y motivan mi comentario. La
primera dice que “el notable incremento de la carga distributiva de
los sevillanos...de los ejercicios 2012 y 2013 ...globalmente y salvo
excepciones no han sido absorbidos con las Ordenanzas de 2014 y las
previstas para 2015”. La segunda dice que “la suavización de la
presión fiscal ha ido encaminada al tejido empresarial de Sevilla,
pero globalmente no hacia el resto de la ciudadanía”. Como era de
esperar, algún portavoz de la oposición municipal utilizó
posteriormente los mismos o similares argumentos en el Pleno de esta
semana en que quedó, a su pesar, aprobada inicialmente dicha
normativa. Esta lectura, meramente voluntarista y política según se
ha denunciado en el voto particular emitido por la CES y al que se
han adherido otros consejeros, es la que ha propiciado la ruptura y
la división en el seno del Consejo, que en los últimos años solía
venir alcanzando acuerdos de consenso en sus dictámenes.
La verdad,
sustentada en datos, es que cuando realmente subieron los impuestos
municipales en Sevilla, y lo hicieron de una forma desmesurada, fue
en el periodo 2007-2011. Según información facilitada por la
Agencia Tributaria, el recibo medio del IBI en 2007 se situaba en el
importe de 291,86.-€, mientras que en 2010 llegó a alcanzar los
354,53.-€, descendiendo en 2011 a 350,34.-€. Es cierto que en
2012 y 2013 subió a 385,02.-€, por las razones que después
veremos, pero en 2014 y 2015 bajan a 335,15.-€. Por consiguiente
es claro que por este tributo, probablemente el más generalizado de
entre los locales y el que más se nota en nuestros bolsillos, los
sevillanos pagaremos menos no sólo que en 2013 y 2012, sino menos
incluso que en 2009. En el impuesto de plusvalías (por incremento
del valor de los terrenos) los mismos datos arrojan que al final del
anterior mandato había experimentado un incremento del 10,22% , al
final del presente habrá descendido un 1,66%. En el ICIO, que grava
la actividad de la construcción, en el año 2008 el tipo pasó del
2,88 al 4 por ciento, lo que supone una subida del 38,8%, y así se
ha mantenido hasta que en 2014 se ha bajado al 3,75, que se mantiene
para 2015. Por no hacerme pesado con las cifras referiré como último
ejemplo el del IVTM (circulación para entendernos), que para los
turismos, en el mandato anterior subió un 7%, mientras que en el
presente baja (salvo para las gamas altas) un 1,86%.
Pues bien,
los señores que regían nuestro Ayuntamiento hasta 2011 no sólo nos
subieron de esta manera los impuestos, sino que al marcharse dejaron
una deuda de más de 700 millones de euros que pesaba como una losa
insoportable sobre la economía del municipio. De manera que hubo
que hacer un Plan de Ajuste, y un Plan de Pago a Proveedores para
pagarles a quienes se les debía desde no se sabe cuando (porque
aunque algunos piensen que no, las deudas hay que pagarlas por ley, y
por decencia) y otra serie de encajes de bolillos, motivos por los
cuales, y en virtud del Real Decreto-Ley 20/2011 -norma por tanto
estatal- el IBI subió un 10% en 2012 y se mantuvo en 2013 hasta
bajar un 14,7 en 2014.
Por lo
tanto, nadie con seriedad puede decir que en los ejercicios 2014 y
2015 los impuestos en Sevilla no hayan bajado a niveles inferiores a
los que había en 2011 e incluso más atrás. Y si es cierto que en
2012 y 2013 se pagaron más impuestos por algunos conceptos se debe
explicar por qué y a quiénes se lo debemos. Por otra parte si han
bajado el IBI, fundamentalmente, y el IVTM, que son los más comunes,
es claro que la bajada ha beneficiado a los ciudadanos en general y
no sólo al “tejido empresarial”.
Pero además
esa bajada de impuestos, combinada con una gestión más austera y
una más eficaz recaudación, junto con un mayor énfasis en la lucha
contra el fraude y la evasión fiscal, no ha impedido mejorar los
ingresos, y al tiempo que se mantienen los servicios, reducir la
deuda al rango de los 460 millones de euros, haber salido ya
recientemente del Plan de Ajuste y colocar el periodo medio de pago a
proveedores en torno a los veinte días.
A Zoido pues
se le podrán achacar otras deficiencias en su gestión, en la que en
todo caso no se puede obviar el manifiesto y continuo boicot sufrido
en muchas de sus iniciativas por parte de la Junta de Andalucía,
pero desde el punto de vista económico , de saneamiento de la
hacienda municipal y de asentamiento de las bases que permitan la
continuidad de los servicios que la administración local debe
prestar a los ciudadanos, creo que sólo se puede
calificar de sobresaliente. Es cierto que aún se podría, y en mi
opinión debería, incidir más en esas rebajas fiscales, por
ejemplo, situando el tipo de IBI en el mínimo permitido, pero al
menos se está en esa dirección y no en la del descontrol del gasto
y el despilfarro que caracterizaron a corporaciones anteriores. Hay
por ahí quien dice que Zoido no ha hecho “nada” en estos ya casi
cuatro años. Pues para mí -dadas las circunstancias, y aunque por
supuesto no quiero decir que sea así- sólo con haber hecho esto ya
sería “bastante”, y creo que los sevillanos haríamos bien en no
dar la más mínima oportunidad para que vengan otros manirrotos a
machacarnos de nuevo con los impuestos o a dejarles la cuenta por
pagar a nuestros hijos o a nuestros nietos.
viernes, 7 de noviembre de 2014
DERECHO A DECIDIR
En esta
España convulsa en que nos ha tocado vivir, en la que se grita más
que se razona, y en que a cualquier personajete le ponen un micrófono
y una cámara delante para que pontifique desde su estulticia o su
paranoia, uno de los problemas con que nos enfrentamos a la hora de
solucionar nuestros problemas es el de la necesidad de andar
constantemente discutiendo sobre lo obvio. Cosas que deberían darse
sobradamente por sabidas y asentadas en el conocimiento general
resulta que hay que estar una y otra vez recordándolas, porque solo
así se pueden establecer las bases de un debate racional.
Particularmente me da mucha pereza entrar en estas discusiones de
principiantes, pero estoy tan harto, especialmente en estos días, de
escuchar las sandeces que dicen algunos por ahí, y con la soltura
que las dicen, que me parece una obligación moral, casi caritativa,
recordar aquí, para quien lo quiera leer, algunos apuntes sobre el
tan manido derecho a decidir que tantos invocan como el nuevo
totem de una sociedad democrática.
En la moda
imperante de inventarnos los derechos existen dos variantes: las de
establecerlos ex novo, o la de extenderlos a supuestos para los que
no estaban contemplados. En una sociedad democrática es evidente que
los ciudadanos tienen derecho a decidir sobre muchos aspectos de su
vida personal y de la vida política, pero siempre dentro de las
leyes, que son las que sostienen esa democracia, que sin ellas sería
simplemente una anarquía. En un Estado democrático y de derecho
-parece mentira que haya que recordar esta obviedad- no se tiene
derecho a decidir por encima de lo que permiten las leyes. El derecho
a decidir no es por tanto ilimitado. Si lo fuera nos convertiría a
cada uno en potenciales dictadorcitos, que son los que por definición
deciden sobre todo y sobre todos. Por lo general el derecho a decidir
sólo se tiene respecto de lo que nos pertenece o tenemos sobre ello
un poder legítimo de disposición, según la legalidad. Contrario
sensu, que diría un cursi, no se tiene derecho a decidir sobre lo
que a uno no le pertenece o no tiene un poder legítimo de
disposición. Esta máxima, tan simple, tan sencilla y tan elemental,
es básica para afrontar muchas de las cuestiones que se
suscitan en el debate público actual, por ejemplo, en relación al
problema catalán que es el más inmediato de entre estos.
Los
independentistas catalanes -incluso muchos que no son tales-
reclaman su derecho a decidir sobre Cataluña como les parezca, más
allá de lo que permiten las leyes, obviando que Cataluña no les
pertenece, como no les pertenece el rellano de la escalera de la
segunda planta de mi bloque en exclusiva a los vecinos de la misma.
Cataluña, según la Constitución, pertenece a todos los españoles,
los que viven allí y los que no lo hacemos, y todos pertenecemos,
para bien y para mal, a la misma y única nación. Tenemos por tanto
derecho a decidir sobre el destino de esta, pero conjuntamente y no
por partes. Cada uno en nuestro rellano podemos decidir
determinados aspectos, pero no lo que nos de la gana sin contar con
el resto.
Por lo
tanto, el derecho a decidir se tiene dependiendo de sobre qué.
Democracia no es derecho a decidir sobre cualquier cosa que se nos
antoje. A día de hoy Cataluña no tiene derecho a decidir sobre su
independencia. Ni a través de referendos, ni a través de
“elecciones plebiscitarias” ni a través de pantomimas con pan
tumaca como la que nos espera este domingo. Y quien pretenda
reconocer este, a día de hoy, inexistente derecho -ojito que hay
tentaciones- tendrá que consultarlo antes al resto de los españoles.
domingo, 26 de octubre de 2014
URGE UNA SOLUCIÓN EN EL MAESTRANZA
Cuando nada más
terminar la liga de futbol de cada año se abre temporada de fichajes
veraniegos, comienza el baile de nombres de futbolistas y entrenadores
aspirantes a cambiar de aires y el
correr de bulos, dimes y diretes sobre destinos, pretensiones,
cantidades, etc, que animan la prensa
deportiva en esos meses sin competición. Lo azaroso y complicado de alguna de
esas operaciones hace que estas historias se prolonguen y enrevesen
convirtiéndose en lo que los periodistas del ramo llaman “culebrones”.
Algo
así es lo que está ocurriendo en Sevilla desde hace varios meses a cuenta de la
la elección de nuevo director para la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y el
Teatro de la Maestranza, un proceso pésimamente gestionado desde su inicio. Pero este culebrón, a diferencia de los deportivos, no
hacen correr ríos de tinta ni ocupar gran cantidad de megas de memoria en los
servidores de los diarios digitales. Será que la cultura –quién lo duda- no
interesa tanto como el fútbol. Pero lo cierto y verdad es que ambas
instituciones son a día de hoy claves en la vida y en la proyección cultural de
esta ciudad.
El
tal culebrón ha tenido en las últimas semanas dos importantes episodios. El primero
de ellos cuando tras parecer que ya estaba acordado que Pedro Halffter seguiría
al frente de ambas instituciones,
apoyado por dos de las administraciones implicadas –estatal y local-, la Junta de Andalucía, en una muestra más del “cariño”
que le tiene a la Sevilla zoidiana, volvió a bloquear el asunto, enrocándose al
parecer en la defensa de su candidato, el texano John Axelrod, no se sabe muy
bien si por la confianza ciega en las cualidades de éste, si por desprecio a
Halffter –al que el consejero Alonso le tiene hecha la cruz hace tiempo- o
simplemente por fastidiar, que es uso muy común últimamente de la
administración autonómica para con la capital de Andalucía.
El
segundo episodio tuvo lugar la semana pasada cuando el director
madrileño volvía al podio del Maestranza a dirigir a la orquesta cuyos músicos, mayoritariamente según parece, no le quieren.
Y así se lo hicieron saber luciendo
buena parte de ellos en el concierto un lazo verde en apoyo, dicen, de su
comité de empresa, que como reivindicación principal ha tomado la del cambio en la batuta titular de la formación.
A
mí me gustaría saber con detalle en qué radican los motivos del desencuentro de
los músicos con Halffter. ¿Son problemas artísticos o son laborales, o qué son?
Porque si son artísticos no sé qué pinta el comité de empresa en esta película.
Y si son laborales, que lo digan claramente y no anden disfrazándolos de otras
cosas para disimular que lo que quieren es cobrar más. Hasta ahora sólo he
escuchado (o leído) o burdas descalificaciones que algunos músicos anónimos vierten
en comentarios en las redes sociales, o las vagas alusiones por parte del comité a la “espiral descendente de los tres
últimos años” (¿me equivoco o es el tiempo que los músicos llevan con el sueldo
reducido, como todo quisque?). En el otro lado de la balanza tengo mi directa
apreciación personal -no profesional, pero sí de aficionado- del trabajo de
Halffter al frente de la orquesta, que no me parece precisamente malo. Ahora
bien, si esa música la hace la orquesta "sola" –como dicen algunos de
los comentaristas aludidos- ¡pues ahorrémonos a los directores! A Halfter
y a cualquier otro. Yo creo que los trabajadores no tienen por qué amar a su
jefe. Basta con que hagan bien su trabajo siguiendo sus instrucciones. La
decisión de quién haya de ser el director, como en cualquier otra empresa, no
les corresponde a ellos, entre otras cosas porque son muchos y diversos los
aspectos a valorar. Más les valiera pues dejarse de protestas. Urge por otra
parte que las administraciones responsables tomen ya la decisión definitiva, o en
su defecto expliquen con pelos y señales qué es lo que está pasando, pues hay
una absoluta falta de transparencia en este asunto. Que explique cada uno sus
porqués y sus razones y veremos si se trata de motivos fundados o meros personalismos
y zancadilleo. Porque esta
dilación puede pasar una gravosa factura,
tanto por el clima enrarecido en la
orquesta como por el retraso en la programación de próximas temporadas del
teatro. A ver si no va a pasar que entre todos terminemos cargándonos el
invento.
viernes, 19 de septiembre de 2014
LA SEVILLA DE MÉRIMÉE (II)
Pues
sí. Como contaba en mi anterior entrada, en la novela Carmen de Próspero Mérimée,
inspiradora de la famosísima ópera del mismo nombre, se habla de diversos
lugares perfectamente identificables de Sevilla como la Fábrica de Tabacos, la
calle Sierpes o el barrio de Triana. Pero el lugar sevillano quizá más
trascendente en la narración, y es poco conocido porque su mención no se
trasladó al libreto operístico, lo sitúa Mérimée en la calle Candilejo. Quien
pase por ella se habrá dado cuenta de que desde hace unos meses se ha abierto allí
una tienda con el sugerente nombre de “Le secret de Carmen”, en cuya fachada
además hay una placa recordatoria patrocinada por el programa “Sevilla, Ciudad
de Ópera”. Pero ese secreto se
desvela en la novela, no en la ópera.

***
-¿Y
la plaza de toros?¿Dónde se deja usted la plaza de la Real Maestranza? Todo el
mundo sabe que el cuarto acto de la ópera tiene lugar en las inmediaciones de
un coso taurino que no puede ser otro que el del Baratillo.
Pues no señor (o señora). La plaza de toros de la Real
Maestranza de Caballería de Sevilla brilla absolutamente por su ausencia en la
novela. La corrida a la que José acude presa de los celos siguiendo a Carmen, porque
esta ha ido a ver la actuación de su nuevo amante, el picador (que no matador)
Lucas (que no Escamillo), tiene lugar en el coso de la capital cordobesa, y la
muerte de Carmen en algún lugar de la serranía, a donde la ha llevado el
desesperado exmilitar intentando convencerla de que marchen los dos a América
para empezar una nueva vida.
Así que el protagonismo pleno de Sevilla en la ópera
hay que atribuírselo no a Mérimée, sino a Mehilac y Halévy. Si la calidad del
libreto, escrito bastantes años después de la publicación de la novela, ha sido
fuertemente cuestionada en relación con su referente -no así la de la música de
Bizet- los sevillanos le debemos a este que nuestra ciudad haya quedado
vinculada en exclusiva a este mito universal, algo de lo que no estoy seguro
hayamos sabido sacar siempre el deseable provecho.
miércoles, 3 de septiembre de 2014
LA SEVILLA DE MÉRIMÉE
Mi
afición por la ópera y por las cosas de Sevilla me han llevado este verano a la
lectura de la novelita de Próspero Mérimée en que se basan Ludovic Halévy y Henry
Mehilac para su libreto sobre la historia de la famosa cigarrera sevillana al
que puso música George Bizet, y que
constituye una de las obras del repertorio lírico más universalmente asociadas
al nombre de esta ciudad, a pesar de lo cual quien esto escribe, abonado de más
de veinte años del Teatro de la Maestranza, todavía no la ha podido ver
representada en él.¡Qué cosas!
Tenía curiosidad por saber cual es el grado de
fidelidad del libreto respecto de la novela – a la que me he referido antes en
diminutivo por su extensión, que no por su calidad- y sobre todo qué lugares y que ambientes
sevillanos eran utilizados como escenario de los lances de la misma y qué
detalles de ellos se daban.
Cuenta Mérimée -que es narrador y personaje a la vez
en la primera parte de la obra, en la que anda cual arqueólogo buscando confirmar
sus teorías sobre la localización de la batalla de Munda- que conoció a la Carmencita
–“voilà, la Carmencita!”- en Córdoba,
donde entonces vivía, en una modesta casa al otro lado del puente que atraviesa
el río, con el exmilitar vasco-navarro don José, el hombre al que hizo perder
la cabeza por ella y terminó matándola después de darse a la vida de bandolero
y contrabandista por su causa. Me llamó la atención que nuestro autor dé
noticia, allá por el 1830, de una nevería en la ciudad de los califas donde se
servían helados. Por mi ignorancia no imaginaba yo tal grado de refinamiento en
una ciudad que en aquél entonces, pasados sus tiempos más gloriosos, debía ser
más un poblachón rural más que una gran urbe. Tascas, tabernas y colmaos era lo
primero que se me podía venir a la mente. Sin embargo el mismo autor nos dice en
una nota que “apenas hay en España pueblo
que no tenga nevería”. Así que por lo visto era cosa común, si bien solía tratase
sólo de un establecimiento tipo café provisto de una nevera, o bien de un
depósito de nieve, que proveerían supongo con la traída desde aquellos neveros
de los que tantos he visto en mis excursiones por la alta montaña, hoy
lógicamente en desuso. En ellas podía uno sentarse a tomar un helado “en una mesita alumbrada por una vela encerrada
en un globo de vidrio”, y si las había en Córdoba, también las habría en
Sevilla, donde no aprieta menos el calor.
Para pasar a los escenarios sevillanos hay que esperar
a la segunda parte de la novela, ubicada temporalmente unos años más tarde que
la primera, en la que el desdichado José Lizarrabengoa, que va a ser
ajusticiado por sus crímenes, cuenta al escritor la historia de su relación
fatal con la gitana Carmen. El ya condenado vuelve a estar en Córdoba, pero
cuenta sus andanzas por toda la geografía andaluza (Málaga, Jerez, Vejer,
Gaucín, Granada, Ronda, Gibraltar, Montilla… y, cómo no, Sevilla).
El primer enclave hispalense que aparece citado es la
Fábrica de Tabacos, “ese gran edificio,
extramuros, cerca del Guadalquivir”. Se trata por tanto sin lugar a dudas
del edificio obra de Van der Brocht cuya completa terminación databa de medio
siglo atrás, y no del que anteriormente albergara tal industria en nuestra
ciudad, sita en la más céntrica, y siempre intramuros, plaza de San Pedro. Allí
es donde se dice que trabajaban cuatrocientas o quinientas mujeres –otras
fuentes elevan considerablemente el número- que cuando hacía calor “se aligera(ba)n de ropa, sobre todo las
jóvenes”. Ya anteriormente el amigo Próspero, que no perdía ocasión de
poner su picante para la época, había hecho alusión a la desnudez de las
cordobesas que a determinada hora del día se bañaban en el río. Como es bien
sabido, es a la entrada de la fábrica, un viernes por más señas, donde el
soldado conoce a la guapa cigarrera que le lanza, provocadora, la amarilla flor
de casia que llevaba en la boca.
Luego también se habla de Triana, donde se sitúa la
célebre taberna (figón en la novela) de Lillas (Tomás en caló) Pastia, “un
viejo vendedor de pescado frito, gitano, negro como un moro...”. Claro que como
en el libreto se dice “Près des remparts
de Séville, chez mon ami Lillas Pastia”, yo la imaginaba más bien por la
parte de la Macarena, que es donde los sevillanos de hoy conocemos las murallas,
pero no es así. De la calle Sierpes, lugar donde se ubicaba la cárcel a la que supuestamente
llevarían presa a Carmen tras su pelea en la fábrica, y en la que se escapa de
sus guardianes tras engatusar a don José, dice Mérimée que “merece perfectamente el nombre por las revueltas que da”. Serán
cosas de la percepción francesa, porque a mi no me lo parece tanto. Claro que
si lo comparamos con la rectitud de los bulevares parisinos, entonces sí. Pero
es que no es cuestión de comparar Sevilla con París.
No se precisa la ubicación del calabozo en el que
acaba el “tontaina” del cabo como
consecuencia de la acción anterior, y del que Carmen lo anima a escapar facilitándole
una lima introducida en “un pan de
Alcalá”, que debería ser
supuestamente el de alguno de los establecimientos militares de la
ciudad. Tampoco se dan pistas sobre dónde pudiera estar la casa del coronel a
cuya guardia es destinado tras su degradación y cumplimiento de castigo –había
rehusado la incitación a la deserción- y donde vuelve a ver a la omnipresente
Carmen.
También se habla de otros lugares no identificables:
una confitería donde la gitana compra yemas y turrón, un punto de la muralla,
cercano a una de sus puertas, donde se había abierto una brecha aprovechada por
los contrabandistas, una iglesia en la que entra José a llorar amargamente los
desplantes de Carmen… Pero el lugar principal es uno que normalmente los
sevillanos asociamos preferentemente a otra leyenda y a otro personaje como es el
rey Pedro I, motivo por el cual seguramente también lo conocía el novelista
francés, que la cita de manera introductoria en la narración, y además añade
una nota explicativa. Me refiero a la calle Candilejo. Pero de esto hablaré en
otra entrada, que esta ya me queda un poco larga para lo que es habitual en
este blog.
martes, 19 de agosto de 2014
VERANO DEL CATORCE
Estamos en
2014 y van pasando uno tras otros los plácidos días del verano.
Hace exactamente un siglo el escritor austriaco Stefan Zweig daba
cuenta de sus despreocupadas vacaciones de aquél otro año 14 en
Ostende: “los turistas se tumbaban en la playa junto a sus
casetas de colores brillantes o se bañaban en el mar, los niños
hacían volar sus cometas, los jóvenes bailaban junto a los cafés o
en el paseo junto al muro”. Todo transcurría con anodina
normalidad, aunque de vez en cuando llegaban hasta allí los ecos de
la amenaza de conflicto armado que se cernía sobre ellos - igual que
hoy llegan a nosotros, en el relativo relax de nuestro descanso
veraniego, las terribles noticias de la guerra en Irak, en Gaza, en
Ucrania...- sin que no obstante esos sobresaltos puntuales fuesen
suficientes para alterar el ritmo de las ocupaciones propias de los
veraneantes que de las más diversas nacionalidades allí se habían
dado cita. Sin embargo, “..de repente -recuerda gráficamente
Zweig- una fría ráfaga de terror sopló sobre la playa
despoblándola por completo”. El asesinato en Sarajevo del
emperador Francisco Fernando de Austria el 28 de junio de aquél año
fue el detonante de una serie de fatales decisiones que llevaron a
los países de la civilizada y desarrollada Europa a la guerra más
feroz y devastadora conocida hasta entonces, que acabó teniendo una
dimensión mundial.
Dado lo
llamativo de la efemérides, y el tiempo libre que me permiten las
vacaciones, me ha parecido oportuno dedicar buena parte de ese tiempo
a rememorar y profundizar en las raíces y desarrollo del conflicto,
escogiendo para ello el voluminoso libro escrito para la ocasión por
la prestigiosa historiadora británica Margaret MacMillan con el
título “1914. De la paz a la guerra”(Turner, 2013). En él
MacMillan se centra, con admirable minuciosidad, sobre todo en
analizar las causas y antecedentes que condujeron al conflicto desde
algunas décadas atrás. Cómo un mundo que parecía haberse
encaminado por la senda de la paz y del progreso se vio abocado a las
más terribles pesadillas que nos trajo el s. XX, iniciadas
precisamente por esta conflagración. El relato, a pesar de su
prolijidad, es verdaderamente fascinante. MacMillan no se limita a
los hechos, sino que se detiene en describir los ambientes social y
político imperantes en cada una de las principales potencias del
momento -entre las que desde luego no estaba España-, recordar
algunas de las ideas predominantes que alentaban la belicosidad
(nacionalismo, honor patriótico, darwinismo social, militarismo,
etc, frente al débil movimiento pacifista) y especialmente en
indagar la personalidad de los principales actores políticos y
militares en una época en que el poder, y por lo tanto las
decisiones trascendentes, estaba, bastante más que ahora,
concentrado en manos de un reducido ramillete de individuos.
En las casi
ochocientas páginas del libro MacMillan maneja con soltura una gran
cantidad de información, que va sin embargo exponiendo de forma
amena y asequible para el lector medio. Por él pasan desde los
fastos del jubileo de diamantes de la reina Victoria o la Exposición
Universal de París de 1900 a los ecos de las guerras precedentes más
inmediatas (desde las napoleónicas, a la de los bóxers, los boers,
Crimea, franco-prusiana o ruso-japonesa); la formación de los
bloques contendientes (la triple alianza de Alemania, Imperio
Austrohúngaro e Italia, frente a las ententes entre antiguas
rivales como Gran Bretaña, Francia y Rusia); el desmoronamiento de
los vetustos imperios chino, otomano y persa, que despierta la avidez
de las potencias occidentales sobre sus territorios; el
debilitamiento del imperio británico, tan extenso como desperdigado,
enfrentado a la creciente pujanza de la recién nacida Alemania, y la
carrera armamentística naval emprendida por ambos; el problema
surgido por el control de Marruecos; los cambios tecnológicos,
estratégicos y logísticos en el campo militar; el surgimiento de
nuevas potencias extraeuropeas como EEUU y Japón; las relaciones de
familia que unían a los monarcas de Gran Bretaña, Alemania y Rusia;
el conflicto aún latente de los Balcanes, causa última e inmediata
que desencadena la contienda; los retratos del káiser Guillermo, el
emperador Francisco José -también el de su amada y popular Sissi-,
del archiduque Francisco Fernando -paradójicamente uno de los
mayores defensores de la paz, cuya muerte desencadenó la guerra-,
del zar Nicolás, de sus principales ministros y asesores militares y
diplomáticos (Tirpitz, Delcassé, Salisbury, Fisher, Witt, Grey,
Büllow, Joffre, Poincaré, Berchtold, Asquith, Moltke, Bethmann,
Conrad, Schlieffen, Sujomlínov, Aehrenthal...) Un libro en suma en
el que más que un relato bélico lo que se recoge es el testamento
de un mundo, sobre todo de sus clases dirigentes, que -con todos sus
problemas y complicaciones- se las prometía felices tras varias décadas de relativa paz, y que sin embargo
fue empujado insensatamente a venirse abajo con estrépito en aquél
sangriento verano del 14, en que se apagó la luz en Europa y el orbe
entero fue cubierto por una tenebrosa tiniebla. Cien años después
la guerra aún no ha sido desterrada por la humanidad como método
bárbaro de resolución de sus diferencias.
miércoles, 18 de junio de 2014
EL BRILLANTE OCASO DEL ANILLO
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Foto Teatro de la Maestranza |
La tetralogía wagneriana
“El anillo del nibelungo” es la obra más colosal de la historia de la música.
Su representación íntegra a lo largo de cuatro sucesivas temporadas ha
constituido el proyecto más ambicioso acometido por el Teatro de la Maestranza
a lo largo de su aún corta existencia. El ciclo se inició cuando todavía la
dichosa crisis económica no había golpeado con tanta dureza como después lo
hizo o al menos no se preveía tan larga su duración. Se escogió entonces la
exitosa pero muy costosa producción que La Fura del Baus había realizado para
Valencia y Florencia. Cuando las aportaciones al presupuesto de las distintas
administraciones implicadas comenzaron a mermar se llegó incluso a dudar de
poder culminar el empeño. Afortunadamente, a pesar de las restricciones
presupuestarias el teatro consiguió programar la cuarta de las óperas, aun a
costa de ahorrar en otras producciones, con la consiguiente merma. Y miren
ustedes por dónde al final han sido los señores músicos de la Real Orquesta
Sinfónica de Sevilla quienes, en un alarde de egoísmo sin parangón, han estado
a punto de dar al traste con este acontecimiento cultural de primera magnitud
para la ciudad con su tan injustificada como inoportuna convocatoria de huelga,
al final felizmente evitada. No es de recibo que se ponga en peligro una inversión
de nada menos que 500.000.-€ porque los señores músicos exijan participar en la
elección del director de la orquesta o anden protestando porque las medidas del
foso del teatro no les permite disfrutar del espacio que dispone la normativa
de prevención de riesgos laborales. ¡Como si el foso fuera una fábrica! No
parecen cuestiones de relevancia para llegar a este extremo. Muchos
trabajadores en Sevilla y en España vienen pasando por auténticos problemas
laborales pero no tienen la “suerte” de poder poner en jaque incluso la proyección
internacional de una ciudad. Aprovecharse de esta circunstancia es un claro
abuso por parte de estos señores. Hace poco hemos podido asistir a la
cancelación del estreno de una “Carmen” en el Carlo Felice de Génova, en este
caso debido a una protesta del personal técnico y administrativo del teatro.
Aficionados de todo el mundo esperábamos la retransmisión on line del evento, que finalmente no se produjo para disgusto de
todos. Gracias a quien corresponda aquí no se llegó a tanto, pero la mera
convocatoria ya me pareció un exceso que sin duda habrá tenido su repercusión
sobre todo respecto al público foráneo que hubiera podido tener intención de
venir y quizá se retuvo por las incertidumbres.
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Foto Teatro de la Maestranza |
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Foto Teatro de la Maestranza |
Ha concluido el ciclo,
ha terminado la temporada y también puede ser que una larga etapa de diez años
con Pedro Halffter al frente de la dirección del teatro, con sus luces y sus
sombras. Hay ahora que hacer análisis y ver qué es lo mejor para el futuro de
la institución, algo que se antoja difícil cuando hay entresijos políticos de
por medio. Sería muy triste vernos en la situación en que hoy se encuentra el Palau e les Arts valenciano. Ojalá prevalezcan el sentido y el interés común para que
Sevilla pueda seguir avanzando posiciones en el panorama musical y operístico
con representaciones como la que ayer pudimos presenciar.
sábado, 14 de junio de 2014
¡QUE NOS LA LLEVAN! (PERO NO)
“Alejándome todo lo posible del centro de la villa, llegué
a la plazuela de Palacio, donde me detuvo un obstáculo casi insuperable; un
gran gentío, que bajando de las calles del Viento, de Rebeque, del Factor, de
Noblejas y de las plazuelas de San Gil y del Tufo, invadía toda la calle Nueva
y parte de la plazuela de la Armería. Pensando que sería probable encontrar
entre tanta gente al licenciado Lobo, procuré abrirme paso hasta rebasar tan
molesta compañía; pero esto era punto menos que imposible, porque me encontraba
envuelto, arrastrado por aquel inmenso oleaje humano, contra el cual era
difícil luchar.
Yo estaba tan preocupado con mis propios asuntos, que
durante algún tiempo no discurrí sobre la causa de aquella tan grande y ruidosa
reunión de gente, ni sobre lo que pedía, porque indudablemente pedía o
manifestaba desear alguna cosa. Después de recibir algunos porrazos y tropezar
repetidas veces, me detuve arrimado al muro de Palacio, y pregunté a los que me
rodeaban:
-¿Pero qué quiere toda esa gente?
-Es que se van, se los llevan -me dijo un chispero-, y eso
no lo hemos de consentir…"
Así narra Benito
Pérez Galdós, a través de su personaje Gabriel de Araceli, cómo al amanecer del 2 de mayo de 1808 el
pueblo de Madrid se concentraba junto al Palacio Real intentando impedir la
salida de los últimos miembros de la familia real que aún permanecían en España,
entre ellos el infante Francisco de Paula, camino de Bayona.
Algo así es lo que
debió ocurrir en días pasados junto al Palacio de San Telmo. Cuando la gente
supo por los periódicos (digitales y de papel, que aún los hay) que se barajaba
llevarse a Susana Díaz a Madrid para hacerse cargo de lo que queda del PSOE, el
pueblo llano poco menos que se amotinó y acudió en masa a pedir a la presidenta
de la Junta “no te vayas todavía, no te vayas por favor..” Tal fue el revuelo
popular que la dirigente socialista hubo de acudir con urgencia a una conocida
cadena de radio para anunciar que de lo dicho no había ná, que ella se quedaba
aquí porque se lo pedían sus votantes (se olvidaba la señora de que a ella no
la ha votado nadie, pero eso es un detalle sin importancia). Lo que no
consiguieron los madrileños lo habíamos conseguido los sevillanos.
Esta es poco más o
menos la versión oficial, adornada con un poco de literatura. A diferencia de
Galdós, que se basa fundamentalmente en hechos históricos, aquí casi todo es
ficción. Pero quién sabe si en un futuro no se la contarán así a nuestros nietos.
La verdad es que la gran lideresa, que es lista como el hambre, algo que habrá
heredado de su casta fontanera, ha medido sus fuerzas antes de dar el salto, y
como ha visto que se la podía pegar, ha dicho: de aquí no me muevo no vaya a
ser que me pase que por irme de Sevilla, pierda mi silla. La medición de
fuerzas –dentro del partido, por supuesto- es una de las asignaturas
principales que debe aprobar un político de éxito. La de gobernar bien es una
maría, da igual la nota que saque, pero esta otra es fundamental. De hecho a
esta señora aún no se le conoce acción de gobierno, y sin embargo ahí está en
el candelero optando a todo. Siempre se ha dicho, y nadie lo pone en duda, que
Susana es una mujer de aparato. Su carrera política así lo demuestra. Y un
político de aparato asciende porque tiran de él desde arriba, no porque le
empujen desde abajo. Ella ha pretendido que desde arriba le despejasen el
camino de su marcha triunfal, única manera de asegurarse la elección. Pero como
no lo han conseguido, y mira que lo han intentado, pues ha dado el paso atrás.
Ella no va a presentarse a un congreso donde se elija conforme a una votación
abierta a toda la militancia (o eso dicen). Capaz es de perder y queda como la chata. Además, la cosa está tan malita en el PSOE que aún en el caso de ganar,
con un panorama tan feo quizá sea mejor
esperar bien resguardada en su feudo andaluz donde tiene acreditada resistencia
a cualquier circunstancia adversa. Ello es coherente también con que haya
anunciado su neutralidad respecto de los candidatos que van surgiendo. Seguramente
no querrá que el que gane lo haga con la suficiente fuerza como para cerrarle por
mucho tiempo el camino hasta la cumbre, que ahora de momento ha reusado
transitar. Pura táctica, que es lo importante en un político hoy en día.
Pero para la
propaganda que tan bien maneja el régimen lo que quedará es que Susana Díaz -esa
mujer que cuando habla parece que en cualquier momento puede arrancarse por
peteneras, de lo sentía que es- ha
sacrificado su imparable carrera política por salvarnos a los andaluces y las
andaluzas, algo que nunca tendremos nosotros y nosotras -¿se dice así?- con qué
pagarle y que tendremos que agradecerle eternamente.
sábado, 7 de junio de 2014
CONVERSACIÓN EN LA RED
Sin duda son muchas las
cosas que han ocurrido en la vida política española en las últimas semanas que
merecerían una reflexión o un comentario. Elecciones, fenómeno Podemos, sucesión
en el PSOE, abdicación del Rey, debate monarquía-república... Me voy a referir
a esto último al hilo de un diálogo tuitero que mantuve con un destacado
dirigente político andaluz que en estos días propugna un referéndum
–inconstitucional por cierto- sobre la cuestión.
Estaba yo viendo el
programa de Paco Robles en Sevilla Televisión, que tuvo la gentileza de
dedicarle unos minutos –bastantes- a la concentración de cuatro gatos que hubo
en la Plaza Nueva pidiendo al advenimiento de la III República, cuando escucho
a Antonio Maíllo: hay que dejar a la
gente que elija entre monarquía o república, que es lo mismo que elegir entre
monarquía y democracia real. Explicaré antes que nada, porque esto
probablemente haya mucha gente que no lo sepa, que Maíllo es
el coordinador general de IU en Andalucía. Un perfecto desconocido para
la población en general, pese a lo cual él se considera representante del
pueblo “de verdad”. Cualquier persona con medianas entendederas puede llegar a
la conclusión de que para Maíllo, a tenor de sus argumentos, la monarquía no es
democrática, que es por consiguiente
como decir que el sistema constitucional vigente en España no lo es. Sorprendido por semejante afirmación -lo
digo con ironía, porque nada malo de esta gente puede sorprenderme- me apresuré
a poner un tuit en mi cuenta en el que decía
- No sé qué
hace @iuandalucia en un gobierno no democrátco (según @MailloAntonio) como el de la Junta.
Al rato Maíllo me pregunta
-¿
dónde he dicho eso?
- @MailloAntonio
cuando dice,
falazmente, que hay que elegir entre monarquía o democracia- le respondo.
- @eneas_i etimológicamente hay contraposición
entre "el poder del pueblo" y "el gobierno de uno solo", y
políticamente también, abrazo- intenta explicarse Maíllo.
- @MailloAntonio debería ud saber q el
rey d España no gobierna.Sin embargo sí lo hace su formación política en
Andalucía sin ganar elecciones- le contesto.
Fin de la conversación.
Como se ve el sr. Maíllo
es un ignorante, cosa que no creo, o un farsante, algo que me cuadra más con el
personaje. No tiene empacho en retorcer las palabras y los conceptos y luego hacer
gracietas con la etimología –como filólogo que es- para taparse las vergüenzas
de las mentiras y falacias que utiliza en su demagógico discurso político. Él y
los suyos lo que persiguen no es una república sin más, sino un régimen
comunista. De hecho, de la II República que hoy tanto reivindican, los
comunistas fueron los primeros enemigos porque la consideraban burguesa. Lo que les molesta no es el rey, sino las libertades individuales. Ahora
es obvio que no se conformarían con una república, por ejemplo, como la
francesa. Lo que ellos pretenden es el modelo Venezuela, Cuba o Corea del
Norte, donde las libertades son pisoteadas o ni existen, los
discrepantes son encarcelados y el “poder del pueblo” es ejercido por unas
castas diez veces más corruptas que la que aquí critican, con la única
diferencia de que les son ideológicamente afines.
Me parece muy bien que
quien quiera defienda la república o cualquier otra forma de estado. Estaría
dispuesto a discutirlo y a considerar las opciones. Pero siempre que pudiese
hacerlo con gente decente intelectual y políticamente, lo que a la vista está
que no es el caso.
Parafraseando a
Zavalita en la célebre “Conversación en La Catedral” podríamos preguntarnos, en
relación a nuestra historia más reciente: ¿cuándo se jodió España? Sin duda,
diría yo, cuando ciudadanos como Maíllo empezaron a tener peso en la vida
política española. Sobran los corruptos, pero también los demagogos.
jueves, 1 de mayo de 2014
ESTADO VAMPIRO
Asistí
la semana pasada a la presentación en Sevilla del último libro de Juan Ramón
Rallo que con el título “Una revolución
liberal para España” ha sido editado recientemente por Deusto. El acto tuvo
lugar en el Colegio Claret a iniciativa de Students For Liberty, una
organización internacional de jóvenes liberales con presencia en nuestro país
y, concretamente, en nuestra ciudad, que piensan que una mayor libertad es la
mejor fórmula para resolver muchos de los problemas del mundo actual. Cosa rara
y harto sorprendente porque según aparece en los medios habitualmente, en
España, y más concretamente en Andalucía, sólo hay jóvenes defensores de “lo
público” y del paternalismo estatal.
JuanRamón Rallo es una de las figuras más destacadas del panorama académico actual
en España, tanto por su trabajo de investigación como por su incansable labor
de divulgación a través de todos los medios disponibles en prensa digital y
tradicional, radio, televisión y redes sociales. A sus treinta años ha tenido tiempo
de doctorarse en Economía, licenciarse en Derecho, u obtener un máster en
Economía de la Escuela Austriaca. Actualmente es profesor en varios centros de
educación superior y director del Instituto Juan de Mariana.
Sigo
hace algún tiempo a Juan Ramón Rallo, cómo no,
con sentido crítico. Él es un liberal acérrimo desde unos postulados
estrictamente económicos y, en mi opinión, más bien teóricos. Por mi parte
prefiero un liberalismo más práctico y realizable, con ingredientes más
variados que el de la frialdad de los números. Más pegado a la realidad del
mundo altamente socializado –mucho más de lo que pensamos- en que nos
movemos y en el que parece que mucha
gente se encuentra a gusto, quizá porque no es consciente de los costes, en
términos de libertad individual, que este tiene. Además Rallo en el Estado por lo general parece
que sólo ve inconvenientes, y yo, aparte
de estos, también le veo algunas ventajas, siempre que su función se limite a
esos campos en que puede proporcionarlas. Pero en lo que estoy absolutamente de
acuerdo con él es que la dimensión y el peso del Estado en nuestras vidas
debería de reducirse considerablemente, con lo cual los dos vamos a contracorriente
del pensamiento imperante.
No
he tenido tiempo aún de leer el libro en su totalidad, pero su planteamiento
general es el siguiente: en nuestro país el Estado detrae coactivamente para sí
nada menos que el 50% de los recursos que genera nuestra economía.
Consiguientemente los ciudadanos individualmente perdemos la posibilidad de decidir libremente
sobre el destino de esos recursos que obligatoriamente hemos de entregar a
políticos y burócratas para que decidan por nosotros. Esta situación se acepta,
entre otras cosas, porque parece que no hay alternativas para hacerlo de otra
forma en nuestras actuales sociedades. Rallo va demostrando sector por sector
que sí hay otras opciones para que los ciudadanos tenga mayor capacidad de decisión
y elección respecto a la sanidad, la educación o las pensiones mediante fórmulas liberales, de forma que al
final, los recursos manejados por el Estado quedarían reducidos al 5%, sin que
por ello los ciudadanos dejen de percibir esos servicios.
No
sé si esa reducción tan drástica sería la deseable, porque como ya he dicho
antes, pienso que en la política y en la organización de la sociedad hay que
tener en cuenta factores que no sólo son los económicos. Pero entre el 50 y el
5 hay un amplísimo trecho en el que seguramente se pueden encontrar puntos
intermedios. Lo que no es soportable es la situación actual, que lastra
gravemente el progreso económico y social por la constante dependencia del
esclerotizado y tantas veces corrupto aparato estatal. Lo que pasa es que la
gente por lo general piensa que en este Estado, que hemos llamado de bienestar
(¿para quién?), los ricos financian los servicios que se prestan a los pobres.
Pero esta es una percepción equivocada, como demuestra por ejemplo el caso del “mileurista”,
cuya posible disponibilidad de renta se ve mermada nada menos que un ¡¡cuarenta
y cinco por ciento!! como consecuencia de impuestos y cargas sociales. Con lo
que la transferencia no se produce entre ricos y pobres, sino entre pobres y
pobres o a lo sumo, entre pobres y más pobres todavía. Eso sí, actuando por
medio el burócrata de turno que decide por nosotros lo que más nos interesa. A
un Estado que nos chupa la sangre de esa manera no se me ocurre otra forma de
llamarlo que Estado-vampiro. Creo que merece la pena estudiar algunas de las
propuestas de Rallo, a ver cómo nos lo quitamos de encima. Porque a este bicho con
una simple ristra de ajos y un crucifijo no lo espantamos.
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