miércoles, 2 de agosto de 2017

LA GUERRA

Aprovechando que el lunes estaba de rodríguez, algo a lo que los de nuestra generación no estamos tan acostumbrados como los de la de nuestros padres, me atreví a echar una canita al aire, y me fui al cine…yo solito.
Tenía interés en ver Dunkerque, la última creación de Christopher Nolan, de la que había leído elogiosos titulares de comentarios y críticas en los periódicos que se hacen eco de su estreno. Además la daban en mi sala favorita: el viejo cine Cervantes de la calle Amor de Dios.
Allí estábamos, a la hora de la última proyección, seis personas contadas perdidas en la inmensidad del patio de butacas del añejo  teatro. Adelanto que la experiencia no fue del todo satisfactoria. Dunkerque es sin duda una gran película, pero una gran película de cine bélico. Y a mí a estas alturas el cine bélico me empacha un poco. Prefiero otras músicas, de percusión incluso, distintas de la de las bombas y las ráfagas de ametralladora. Y en Dunkerque hay mucho de esto, aunque la banda sonora también es notable. Pocos aunque buenos diálogos y acción, mucha acción. Recuerdo que en  mi infancia me fascinaron películas como Objetivo Birmania, mítica para mí porque mis padres no me querían dejar  verla una vez que la echaron en la tele por aquello de los rombos (¿recuerdan?).  Yo sabía que Dunkerque iba de guerra (de qué si no), pero esperaba otro enfoque no tan guerrero. Grandes películas hay en torno a la guerra donde no salen tantos tiros.
La película nos muestra el horror de la guerra, por tierra mar y aire. Y aún así lo hace de una manera plástica, de gran estética. Nada que ver con las guerras de verdad que acostumbramos a ver en los telediarios, desde Siria a Irak, desde Afganistán a Bosnia. Indudablemente es una película de una factura técnica impecable, con unas escenas y una fotografía sorprendentes. Es por esto que este tipo de cine ejerce esta atracción, más si lo ves en pantalla gigante, de las de antes. Por esto y porque, quiero pensar, que junto al horror están las historias de valor, de sacrificio y de abnegación gracias a las cuales el mal se mantiene a raya y termina siendo vencido. Esto es algo que a algunos todavía nos seduce, aunque vivamos en una sociedad cada vez más entregada y hedonista, no se yo si tan dispuesta a defender “nuestro hogar” como lo hicieron aquellos héroes, hombres y mujeres, que no se dejaron avasallar por el totalitarismo.

Ojalá no hubieran sido necesarios   tantos héroes porque no hubiera habido tantos villanos. La guerra es mala, horrenda, atroz. Pero hay “paces” que son peores.