Tras los
resultados electorales del domingo, la mayoría de los medios han
coincidido en señalar la situación de ingobernabilidad que estos
deparan. Un buen amigo me comenta: “hasta mi hija, de quince años,
dice que está muy preocupada porque han estado analizando en clase
de sociales las distintas posibilidades de coaliciones y lo difícil
que resulta que cuadren las cuentas. “¿Por qué?” le pregunto.
“Porque tienen que juntarse muchos para conseguir la mayoría
absoluta”. “La mayoría absoluta -le explico-no es necesaria para
formar gobierno. Basta con tener mayoría simple -le explico cómo
funcionarían una y otra- Pero vamos, que si España fuera un país
normal no habría ningún problema insalvable con la situación que
se ha presentado” “¿Y España no es un país normal?” Me
pregunta intrigada. “No hija, España es un país anormal. En
cualquier país normal, en la situación de especial dificultad
-económica e institucional- en que se encuentra España, los dos
partidos mayoritarios, en los que se ha sustentado el sistema
constitucional desde hace más de treinta años, esto es PP y PSOE,
se pondrían de acuerdo en alguna fórmula de gran coalición o de lo
que fuera, pero que aportase la estabilidad y la seguridad necesarias
para salir de este atolladero. Como militante del Partido Popular a
mi en principio la idea me repele, porque quiero que mi partido
represente una alternativa clara a la propuesta de los socialistas.
La solución no deja de implicar la asunción de un fracaso. Pero si
la situación y el resultado de las urnas lo requieren habría que
aceptar esa fórmula. Mira el ejemplo de lo que pasa en Alemania o de
lo que acaba de ocurrir ahora en Francia, en las elecciones regionales
-le explico cómo es el sistema de ballotage en el país vecino-
Cuando han visto que el Frente Nacional -extrema derecha,
antieuropeo, xenófobo...- podía ganar la elecciones en muchas de
las regiones, el Partido Socialista ha retirado sus candidaturas en
la segunda vuelta para favorecer la elección de los candidatos del
partido de Sarkozy, con el que próximamente sin embargo tendrá que
disputarse la presidencia de la República. El interés nacional de
evitar el acceso al poder de un partido que consideran antisistema ha
prevalecido sobre la lógica confrontación partidista. Eso es altura
de miras. Aquí sin embargo tenemos un partido, el PSOE, que ya se ha
apresurado a decir que estudiará cualquier tipo de pactos, menos con
el PP. Con el partido que ha ganado las elecciones, porque una
mayoría de españoles así lo ha querido, con ese ni coalición, ni
voto de investidura, ni siquiera abstención. Ellos han pactado con
nacionalistas independentistas, con extremistas de izquierda, con
filoterroristas...con el diablo pactarían si les fuera preciso. Pero
al PP, cordón sanitario. Casi un siglo después siguen pensando en
términos de frentismo y de guerra civil. Así son de modernos y de
progresistas. Eso, y no otra cosa, es lo que hace que a día de hoy
podamos considerar que España es ingobernable. Para la dirección
del PSOE los votantes del PP debemos ser unos apestados, puesto que
serían capaces de apoyar cualquier otra opción, menos la que
nosotros hemos escogido democráticamente. Si hija mía, es una pena,
pero España tiene una anomalía grave que la hace ser diferente del
resto de las naciones europeas y del mundo occidental. Esa anomalía
se llama PSOE.” Sólo añado que aún están a tiempo de rectificar
esa anomalía. Demostraría que todavía hay en España, como hubo en la transición, políticos que saben estar a la altura de las
circunstancias.
Aquí iré escribiendo lo que se me ocurra y quiera compartir con el mundo.
martes, 22 de diciembre de 2015
lunes, 16 de noviembre de 2015
LOS LIMIITES DE LA TOLERANCIA
La
causalidad, el caprichoso destino, o quien sabe incluso si la macabra
intención de los autores, han querido que uno de los atentados
perpetrados en París el pasado viernes tuviera lugar en el boulevard
Voltaire de la capital francesa, y concretamente en el
establecimiento denominado Comptoir Voltaire. Eran aproximadamente
las diez menos cuarto de la noche, cuando un individuo entró en el
café y se sentó. Una camarera le preguntó qué quería beber.
Cuentan los testigos, vecinos del barrio que se habían reunido para
ver el partido entre Francia y Alemania en la pantalla gigante del
local, que el individuo se levantó sin más, se volvió y activó el chaleco con explosivos que portaba causando otro muerto y varios
heridos muy graves.
Fue
paradójicamente Voltaire uno de los pensadores más combativos
contra la intolerancia, especialmente de base religiosa. Lo hizo,
entre otras, en su obra “Tratado sobre la tolerancia”, publicada
en 1763 a raíz de la condena a muerte de Jean Calas en la ciudad de
Touluse, en la que tuvo un peso decisivo su condición de
protestante, como se vino a confirmar con la ulterior revisión del
caso y revocación de la condena, ya fatalmente ejecutada.
En aquél
libro Voltaire, que se declaraba buen católico, no sé si en serio o
con ironía, ataca sobre todo la intolerancia de la Iglesia Católica,
a quien achaca prácticamente y con más que discutibles argumentos,
el germen de toda intolerancia. Hoy en día, para cualquier
observador honesto estará claro que la intolerancia hay que
buscarla en otros lares, a pesar de lo cual la Iglesia Católica
sigue siendo el centro de los ataques de muchos, que sin embargo son
complacientes con otras religiones (véase el caso de la podemita
Rita Maestre, que nunca se ha desnudado en una mezquita).
La
tolerancia se ha convertido en una seña de identidad de Occidente,
yendo más allá de lo que preconizara Voltaire, que no buscaba más
que el simple respeto a la disidencia, para llegar al reconocimiento
de la igualdad de derechos para todos, incluidos los que piensan de
manera diferente a la corriente hegemónica. Pero al mismo tiempo se
ha convertido en una de las debilidades de nuestra civilización,
única que quizá merezca ese nombre, mal que les pese a algunos.
Sabido es que mientras en nuestros países, de tradición religiosa y
cultural cristiana, se permite la existencia de mezquitas, en muchas
de las cuales se predica el odio, en los países musulmanes no se
hace lo propio con las confesiones foráneas. No voy a apoyar que
se prohíban las mezquitas entre nosotros, pues defiendo para los
demás la libertad religiosa y de conciencia que quiero para mí,
pero sí que se sea mucho más riguroso en el control de las mismas,
de sus promotores y responsables y de sus actividades.
El propio
Voltaire define la tolerancia como “la panacea de la humanidad”,
pero al mismo tiempo señala sus posibles contraindicaciones, al
preguntarse si la tolerancia podría asimismo producir la
intolerancia. Para evitar esto marca unos límites, unas líneas
rojas, diríamos hoy: “es preciso que los hombres empiecen por no
ser fanáticos para merecer tolerancia.” “No cabe mostrase
tolerante con el fanatismo.” “La intolerancia es lo único
intolerable.” Para el filósofo ilustrado, fanáticos eran los
jesuitas, motivos por los que defendió la disolución y expulsión
de la Compañía del reino de Francia. Y eso que los jesuitas no asesinaron a más de ciento treinta personas indefensas e inocentes, cuyo única culpa
fue encontrarse descuidadamente disfrutando de su libertad en la
noche parisina.
sábado, 7 de noviembre de 2015
CRÍTICAS
Me siento un
tanto abrumado porque alguien ha tenido la gentileza de referenciar,
en un foro de la conocida página “Una Noche en la Ópera”, mi
crónica del estreno de Otello en el Teatro de la Maestranza la
semana pasada, junto con las críticas de verdaderos especialistas
como Fernando Vargas Machuca, José Anonio Cantón, Andrés Moreno
Menjibar o nada menos que Gonzalo Alonso. Para mi es un
honor y jamás hubiera pensado aspirar a tanto. Pero que nadie se
confunda: yo no soy un crítico musical.
pinchar aquí para ir a la página |
domingo, 1 de noviembre de 2015
DESDÉMONA
Noche de estreno en el
Teatro de la Maestranza de Sevilla, en la víspera de Todos los Santos,
convertida últimamente en “la noche de los mamarrachos”, dicho sea con los
debidos respetos y en términos de defensa. Y no con Don Giovanni, que hubiera sido lo propio –es lógico, porque ya lo
tuvimos aquí el año pasado- sino con Otello.
Cuando salió, de forma tan tardía este año, la programación de la temporada, me
pareció un tanto anodina, con tres de los cuatro títulos ya repetidos y
archiconocidos. Pero Verdi es siempre un valor seguro y su versión de la
historia del moro de Venecia es impactante de principio a fin. Así que no le
vamos a hacer ascos, y mucho menos si se cuenta con buenos elementos vocales
para la empresa.
Sin duda la mayor
atracción de la noche era escuchar en directo al tenor norteamericano Gregory
Kunde. El pasado año se nos anunció a su compatriota Angela Meade en Norma, y al final no pudo ser. Esta vez
sí. El caso de Kunde es bastante peculiar. No es ningún jovencito (ha pasado ya
de los sesenta) y sin embargo se encuentra en el mejor momento de una carrera
que sólo en los últimos años ha alcanzado un relieve estelar. Era un tenor preeminentemente
rossiniano, que desempeñaba bien su
trabajo, pero sin ningún brillo especial. Hasta que alguien le recomendó
que para dar el salto de nivel que
deseaba lo que tenía que hacer era cambiar el repertorio. Para mí pasó bastante desapercibido en su
anterior comparecencia en nuestra ciudad, en febrero de 2009, con Tancredi. Claro que entonces quizá fue
eclipsado por dos divas como Daniella Barcelona y Mariella Devia, que lo
acompañaban en el reparto. No fue sino hasta hace un par de años que me
sorprendió en su papel de Vasco de Gama en L’Africana
de Meyerbeer representada en La Fenice. Desde entonces ha sido para mí uno
de los tenores a seguir y fue una grata sorpresa verlo anunciado en Sevilla, ya
que hoy día es considerado como uno de los mejores otelos verdianos que puedan
escucharse.
Ángel Ódena también es
un cantante ya conocido en estos lares. Entre otros muchos papeles desempeñados
aquí destaca el Juanillo del último Gato Montés (2013). Aunque su carrera se desarrolla básicamente en el ámbito
nacional no le faltan experiencias en importantes plazas extranjeras como Nueva York, París o Berlín. El de Yago,
la encarnación del mal, es un papel adecuado al lucimiento de sus condiciones
baritonales. Su voz oscura y potente es
de las que llenan la sala, aunque a veces pueda resultar algo tosca.
Ambos estuvieron a la
altura de lo esperado, aunque con algunos momentos de duda. Pero la que estuvo
superlativa, la que me embelesó y me dejó boquiabierto fue Julianna di Giacomo,
de quien no tenía ninguna referencia previa, hasta que la conocí en el ensayo
de la semana pasada. Desde su primera nota hasta su último addio. Capaz tanto de superar con su agudo a toda la masa
coral y orquestal como de hacer los más delicados pianissimi (Salce!Salce!) Con un timbre de voz
bellísimo y un gran gusto en la interpretación. Su extensa aria del cuarto acto,
Ave María incluida, fue sobrecogedora. Por eso he decidido titular este
comentario Desdémona. Por ella y por su personaje. Porque es ella, la víctima,
la que merece ser ensalzada. No me valen ni el posterior arrepentimiento de
Otelo, que le lleva a quitarse también la vida, ni la escusa de las pérfidas
artes de Yago. No es una ópera fácil de ver sabiendo que su tragedia se repite
hoy tristemente en tantas ocasiones sin que nadie sepa ponerle remedio.
Desdémona es la inocencia pura, sin tacha, que sin embargo recibe la muerte de
manos de quien, en lugar de amarla como a una persona, la tiene por una posesión en la cual cosifica
su supuestamente manchado “honor”. ¡Viva Desdémona y muera mil veces Otelo!
Entre estas voces
principales y el resto del elenco no hubo uno, sino varios escalones. Al joven
Pancho Corujo (Casio) casi no le escuchamos y lo mismo cabe decir de Mireia
Pintó (Elena). Pero los coros estuvieron muy bien (el del teatro y el de niños
de Los Palacios) y también la orquesta, como acostumbra, con la dirección de
Pedro Halffter, siempre una garantía. Sobre la escena diré que no me gustó.
Anodina y gris, sin nada que recuerde el ambiente mediterráneo en el que se
desarrolla esta historia de celos, sin más colorido que esos absurdos
personajes bufonescos que se mueven y
contorsionan sin venir a cuento, que no sirven sino para distraer de lo
esencial. Además creo que se troceó en exceso la representación sin motivo
aparente, con dos descansos y ese saludo a destiempo de figurantes y coros al
final del tercer acto.
Con todo, a mi el
conjunto me pareció muy notable. Sin embargo, el campechano público del Maestranza,
que lleva bocadillos para comer en los entreactos (como en Glyndebourne, pero
sin cesta ni mantel) que no deja de toser ni cuando Otelo está entonando “E tu.. come sei pallida! e stanca, e muta,
e bella,…” ante el cadáver de Desdémona, que
sale de la sala en mitad de un aria levantando una fila de espectadores..… no debió
de disfrutar mucho, porque los aplausos al final de la representación fueron
cortitos. No acordes desde luego, a mi modesto parecer, con el nivel de lo
presenciado.
sábado, 24 de octubre de 2015
EL ENSAYO
El pasado jueves los
estudiantes de la Universidad de Sevilla estaban llamados a la huelga. Una más,
sin que se sepa muy bien cuál es su objetivo. Huelga “porque toca”. El caso es
que como suele ser habitual en estas circunstancias, mis alumnos, todos por unanimidad,
decidieron regalarme un par de horitas de “vacaciones”, que oportunamente
aprovechadas, me permitieron sacar tiempo para asistir al ensayo público de la
ópera “Otello”, que se estrenará la semana que viene en el Teatro de la
Maestranza, precisamente organizado por el Centro de Iniciativas Culturales
de la Hispalense.
Tengo el vago recuerdo de
haber asistido, en mis tiempos de estudiante, a algún ensayo de la Orquesta
Bética Filarmónica en alguna dependencia del viejo edificio de la Fábrica de
Tabacos. Eran tiempos en que la vida musical en Sevilla era mucho más limitada.
En esta ocasión la cita era en el Auditorio de la Escuela de Ingenieros, que
tiene unas características magníficas para estos eventos. Pensaba yo que el
ensayo era sólo en cuanto a la parte orquestal, y cuál fue mi sorpresa cuando
me encuentro allí con todo el elenco de voces de la producción, con el gran
Gregory Kunde a la cabeza. Claro, en principio no te das cuenta porque parece
una máxima de los cantantes de ópera el ir vestidos de la manera más informal
posible a los ensayos –por otra parte es
lógico que no vayan vestidos precisamente de oficinistas- pero al rato ya no me cabía duda: allí estaban el citado Kunde, Julianna Di Giacomo
(ella sí, más arregladita) y Ángel Ódena (en plan rockero, como el tenor
norteamericano), junto con el resto de solistas, a quienes no tenía el gusto de
conocer, y que bien podían pasar por los chicos del atrezzo por sus
indumentarias. Tan sólo faltaba el coro, cuyas intervenciones en los fragmentos
acometidos iban a ser canturreadas por
el propio Pedro Halffter, al frente lógicamente de todo aquél invento.
El ensayo comienza puntualmente
a su hora. Una de las cosas que me maravillan en las orquestas es su disciplina
casi militar. De otra manera no sería posible. El trabajo y la disciplina también
son necesarios para algo que resulta tan grácil como hacer música. Unas breves
indicaciones y aquello ya está sonando. Un director, lo primero que tiene que
tener claro en su cabeza es qué es lo que quiere oír. Y cuando la orquesta no suena
como él espera, corta –“esto hay que hacerlo pianísimo. Volvemos a dos compases
antes de C”- y al siguiente gesto ya está la orquesta respondiendo al unísono
para repetir el pasaje en la forma que indica el director. La concentración es
total durante las tres horas que dura el ensayo con un breve descanso de veinte
minutos. Los profesores van haciendo a veces anotaciones en sus partituras que
les sirvan de recordatorio. Pero todo de una manera muy fluida y sin
distracciones ni interrupciones.
Lo de los cantantes es
otra cosa. Aquí se permiten algunas licencias, aunque todos responden, como no
podía ser menos, de una manera absolutamente profesional. No hay más que ver cómo
siguen la partitura aun cuando ellos no intervengan en el pasaje que se esté
interpretando. De vez en cuando hacen mutis, pero la mayor parte del tiempo
están allí, atentos a cómo se desarrolla el ensayo. Ódena, mascando chicle, es
el más travieso. Intercambia gestos y comentarios con sus compañeros. Di Giacomo
lleva su bolso, y su botellita de agua, claro está, allí donde ella va, porque
a veces cambian de ubicación según canten una aria, un duo, un trío…Kunde lleva
la partitura en la tableta, y va haciendo su propia dirección, aparte de
cantando, al tiempo que de vez en cuando recibe whatsapps ¡e incluso los
contesta! Como gran especialista en el papel titular de la obra, hasta se
permite hacer algunas indicaciones a Halffter.
Por momentos los
cantantes se meten tanto en sus personales que parece que estamos ya en la
escena. No sólo cantan, también interpretan con gestos, con movimientos, con
miradas…Hay instantes realmente brillantes, que, en las partes finales de cada
acto, arrancan los aplausos y los bravos
de los asistentes, a los que se nos había pedido sobre todo guardar silencio.
Pero hay cosas que no se pueden reprimir, y en pequeñas dosis pueden permitirse
sin que interfiera en el trabajo.
Al final todo el mundo
estaba encantado con esta experiencia que, como melómano, considero impagable.
El público salía de la sala mezclado con los intérpretes, cantantes y músicos
de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Aproveché para saludar a Gregory
Kunde, que pasaba a mi lado -“Congratulations, Mr Kunde. I’ll see you next week at
the theatre. Good luck!”-“Thank you, thank you very much” me respondió
amablemente, mientras me contenía para no caer en la chiquillada de hacer una selfie.
Me voy reforzado en mi convencimiento de que una ópera es el espectáculo hecho
por la mano del hombre más maravilloso que se pueda contemplar, y es hermoso
verlo cómo se construye desde sus cimientos. Aún falta acoplar los coros,
probar vestuario, ensayar movimientos de escena…En tan sólo una semana
estaremos en el teatro, se levantará el telón, sonará la música, correrán las
emociones….
lunes, 12 de octubre de 2015
SILENCIOS
Hace
ya unos años decidí reservar un espacio preferente en las siestas
de mis vacaciones estivales a la lectura de la monumental novela de
Marcel Proust “En busca del tiempo perdido”. Os aseguro que pocos
placeres más sibaritas pueden encontrar los amantes de la buena
literatura, a pesar de no ser una obra fácil de leer, o precisamente
por ello. El desafío intelectual es doble, y también la recompensa
que se obtiene al superarlo. Este año tocaba el tercero de los
volúmenes: “El mundo de Guermantes”.
Confieso
que hay veces, sería estúpido negarlo, que Proust se te atasca por
su estilo tan particularmente complicado, por el ritmo en ocasiones extremadamente lento de la narración, por la multiplicidad de
personajes que es casi imposible controlar...Todo esto se da,
corregido y aumentado respecto de las anteriores, en esta tercera
entrega. El
propio autor se queja de la insustancialidad y vacuidad
de las conversaciones que se daban en los cenáculos de la alta
sociedad parisina, ya en casa de la marquesa de Villeparisis, ya en
la de la duquesa de Guermantes, que sin embargo no se recata en
reflejar y diseccionar con detalle, acaso, se me ocurre, para que no tengamos duda
acerca de lo justo de su apreciación. Si para el merecían esta
consideración, imagínense, excepción hecha quizá de las relativas
al omnipresente caso Dreyfus, para el lector de hoy.
Pero
de pronto surge la chispa, la página brillante e incomparable que te
impulsa a seguir adelante en esta hercúlea aventura, en estos
tiempos de literaturas light,
de usar y tirar, y que te redime -como un buen concierto, como una
representación de ópera, como la contemplación de una buena
pintura- de esta a veces tan anodina y ramplona existencia, moviendo
resortes de nuestra alma que de otra manera permanecerían
desconocidos incluso para nosotros mismos, porque sólo se activan
ante la presencia de la verdadera obra de arte que se eleva airosa sobre la vulgaridad ambiental.
Valga
el ejemplo de este pasaje que Proust dedica a analizar el silencio
entre dos personas que se aman. O que se amaron. O que creyeron
amarse. O entre dos personas de entre las que al menos una de ellas
ama a la otra, y esta no le corresponde. En este caso se trata del
amigo del narrador, el aristócrata Roberto Saint-Loup, y su amante,
la exprostituta Raquel -Zézette
para
Roberto, Raquel
quand du Seingeur,
parafraseando el texto de la ópera de Halévy, para el narrador-.
Roberto y Raquel han roto tras una de sus riñas. Roberto se siente
aliviado, en un primer momento, de la tensión previa, pero al poco
tiempo comienza a sentir una nueva sensación de angustia al no tener
ninguna noticia de su amada. Nada sabía acerca de dónde o con quién
estaría Raquel ni qué haría....
“…....su
amante guardaba un silencio que acabó por enloquecer su dolor hasta
moverlo a preguntarse si no estaría escondida en Doncières o si
habría ido a las Indias.
Se
ha dicho que el silencio es una fuerza; en otro sentido lo es,
terrible, cuando está a disposición de aquellos que son amados.
Acrece la ansiedad del que espera. Nada nos incita tanto a
aproximarnos a un ser como lo que de él nos separa, y ¿qué muro
más infranqueable que el silencio? Se ha dicho también que el
silencio era un suplicio capaz de volver loco a quien estaba
condenado a él en prisiones. Pero, ¡qué suplicio, mayor aún que
el de guardar silencio, el de soportarlo de parte de aquel a quien se
quiere! Roberto se decía: «Pero, ¿qué hace que calla así? Sin
duda me engaña con otros». Se decía asimismo: «¿Qué he hecho yo
para que calle así? Tal vez me odie y para siempre». Y se acusaba.
Así, el silencio lo volvía loco, en efecto, de celos y de
remordimiento. Por otra parte, este silencio, más cruel que el de
las cárceles, es a su vez una cárcel. Es una cerca inmaterial, sin
duda, pero impenetrable, capa interpuesta de atmósfera vacía, pero
que no pueden atravesar los rayos visuales del abandonado. ¿Hay luz
más terrible que la del silencio, que no nos muestra una ausente,
sino mil, y cada una de ellas entregándose a alguna otra traición?
Roberto, a veces, en un brusco descanso, creía que este silencio iba
a cesar al momento, que la carta esperada iba a llegar. La veía,
llegaba, espiaba cada ruido, desaparecía ya su ansia, murmuraba «¡La
carta! ¡La carta!». Después de haber entrevisto así un imaginario
oasis de ternura, volvía a encontrarse pataleando en el desierto
real del silencio sin fin.”
El
mundo de las comunicaciones ha cambiado enormemente; el de los
sentimientos no tanto. Hoy en lugar de una carta podríamos hablar de
un email, un whatsapp, una llamada de teléfono -entonces en pruebas-
o una notificación de facebook. Pero la sensación de angustia y
ansiedad en la espera de que a quien amamos se dirija a nosotros por
cualquier medio que rompa el insoportable silencio que por algún
motivo se haya interpuesto entre nosotros, es sin duda la misma. A veces ni siquiera hay distancias, ya basta entonces un simple gesto, una mirada, una palabra, que se demora, que no llega.Y
cuando por alguna ilusión infundada esperamos esa comunicación y no
se produce, la zozobra que nos invade es semejante a la que se
describe en Saint Loup.
¿Quién
no se ha visto alguna vez en ese tormento, en ese silencio enloquecedor, esperando la palabra, el
gesto de la persona amada, que rompa el muro de la incomunicación?
¿Quién no se ha sentido impotente, por ataduras irracionalmente
autoimpuestas, pero que son superiores a sus fuerzas, para dar el
primer paso en pro de intentar tender de nuevo esos puentes que se
hundieron? Millones de personas en el mundo y a lo largo de la
historia habrán experimentado estos sentimientos, pero pocas habrán
sido capaces de expresarlas de esta manera, con tal exactitud y
precisión, con tal riqueza de matices, de una forma tan descarnada.
Es la diferencia entre el genio literario de Proust, y el resto de
los mortales que a duras penas alcanzamos a juntar atolondradamente
algunas letras.
sábado, 26 de septiembre de 2015
LA LEY Y LOS SENTIMIENTOS
Mucho se ha hablado y
escrito en los últimos meses, y especialmente en las últimas semanas, acerca de
los perjuicios sin cuento que sufriría no ya el resto de España, sino la propia
Cataluña en caso de una hipotética secesión de este trozo del territorio
nacional, que nos pertenece a todos los españoles. Que si el descalabro del
PIB, que si la deslocalización de empresas, que si el corralito bancario, que
si la inviabilidad de las pensiones… Todo
esto está muy bien. Es lo que dicta la lógica y por tanto la independencia de
Cataluña, al menos en los términos planteados por sus actuales impulsores, se
presenta como un atropello brutal a la razón. Pero quienes pretenden convencer
con estos argumentos tan razonables acaso se olvidan que el nacionalismo -desde
luego el catalán sin duda, y otros parecidos- es un fruto del romanticismo. Y
el romanticismo es un movimiento que se
caracteriza por el rechazo de la razón y la exaltación absoluta de los
sentimientos. Los independentistas quieren separarse de España porque, dicen
ellos, se sienten catalanes, y no españoles. Ante esto, ningún
argumento racional es eficaz. Es como aquellos que dicen, si se me permite la
broma, “viva no sé quién….manque pierda”
Aquí es lo mismo: “Visca Catalunya independiente…manque pierda” ¿Qué se puede
argumentar ante esto?
A mí me parece muy bien
que cada cual se sienta como le parezca, porque nadie es quién para gobernar
los sentimientos de los otros. Pero los sentimientos están bien, si son buenos,
para la vida privada. Los sentimientos son diversos, variables, contradictorios….La convivencia política no
puede basarse sobre los sentimientos, sino sobre la razón, que es lo único que
permite el debate y la búsqueda de soluciones asumibles en mayor o menor medida
por todos. Decía Tomás de Aquino que “lex est ordinatio rationis ad bonum
commune….”. La ley es una disposición de la razón, no de los sentimientos, y en
la vida política en un Estado de derecho lo que debe imperar es la ley. Usted
se puede sentir inferior o superior a los demás, según esté eufórico o
depresivo, pero la ley nos dice que todos somos iguales ante ella. Usted se
puede sentir profundamente religioso y convencido de lo verdadero de su fe,
pero la ley nos impone el respeto a todas las creencias. Usted puede sentir personalmente
mucha lástima por un delincuente, pero si ha cometido un delito la ley le
impone una pena que debe cumplir. La ley tiene que basarse, aunque es posible en
su imperfección que no siempre lo haga, en la razón, y no en los sentimientos
de cada uno. Por eso, frente a la romántica irracionalidad nacionalista, absolutamente
insensible los argumentos racionales, sea cual sea el resultado de las
elecciones de mañana, sólo cabe la aplicación de la ley. Usted puede sentirse catalán
o birmano, pero mientras se dé la situación actual usted, sr Mas y toda la
patulea, tiene que atenerse a las leyes españolas, empezando por nuestra
Constitución -que establece la “indisoluble
unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”
y que “la soberanía nacional reside en el
pueblo español”- y siguiendo por
todas las demás. Y si no le gustan, y su sentimiento es irrefrenable, tiene dos
opciones: intentar cambiar esas leyes –con la participación de todos los
españoles, como es lógico, según queda dicho- o buscar un vuelo barato en una
compañía low cost, sin billete de vuelta.
En esa aplicación de la
ley, sin más historias, creo que ya vamos tarde. Llevamos meses aguantando a
una pandilla de facciosos anunciando sin recato que van a dar un golpe de
estado. Y sin embargo ahí siguen. ¿Se imaginan que Tejero hubiera ido
anunciando por ahí sus intenciones de tomar el Congreso? Le meten un paquete
desde el minuto uno. Aquí sin embargo andamos pasteleando con estos presuntos
delincuentes, que lo son por muchos o pocos votos que puedan obtener mañana.
Espero todavía no obstante que exista un límite a tanta fanfarronería, un
Rubicón que, en caso de ser traspasado, provoque de una vez la reacción del
Gobierno de la nación, a ser posible, contando con el apoyo del principal
partido de la oposición, pero igualmente sin él. Y que los promotores de esta
locura acaben, si ha lugar a ello, en la cárcel, como ya lo hiciera un
antecesor suyo, Lluis Companys, hoy tan ensalzado, en tiempos de la II República.
Entretanto el resto de
los españoles asistimos atónitos a este espectáculo deplorable en el que se
está jugando con el futuro de todos nosotros por el delirio trasnochado de unos
descerebrados y el tancredismo de un Gobierno, que a ver si se va a dejar
llegar tan cerca el toro que luego no tenga forma de enmendar la figura.
miércoles, 2 de septiembre de 2015
UN RELATO DE ALTURAS
Sierra Nevada no es sólo
la estación de esquí de Sol y Nieve, el Veleta y el Mulhacén. Hay muchas más
cimas y lugares de interés en el extenso macizo nevadense. Uno de mis lugares
favoritos es el Puerto de la Ragua, en el límite de las provincias de Granada y
Almería. Desde allí subimos el pasado año, o el anterior, que ya no lo recuerdo
bien, al Chullo, el pico más alto de la
provincia más oriental de Andalucía. En esta ocasión nos dirigíamos a la parte
central de la cordillera, cerca de Guadix. Nuestro objetivo era hacer tres
cumbres de más de tres mil metros de una tacada. La mayoría de nosotros -tres de los cuatro- ya hemos dado la vuelta a los veinticinco, y a esta edad hay algunas cosas que
hay que hacer rapidito, mientras el cuerpo aguante.
El Picón de Xérez (no de
Jerez) es un bicharraco. Mientras subíamos por la carretera forestal desde
Xérez del Marquesado lo íbamos contemplando cada vez más de cerca a cada curva
cerrada que avanzábamos....y nos iba metiendo el “respeto” en el cuerpo. Mi
interés por esta montaña que domina el Zenete venía de largo, desde que supe de
la historia del avión militar DC4 norteamericano que tuvo que aterrizar de
emergencia en la ladera norte de esta montaña, en el sitio llamado la Piedra
del Lobo, a unos dos mil seiscientos
metros de altitud, el 8 de marzo de 1960. Fue un suceso casi milagroso, pues no
hubo víctimas mortales. Los veinticuatro ocupantes del avión, muchos de ellos
heridos como consecuencia del impacto, fueron rescatados por los vecinos de Xérez.
El pueblo entero se implicó en la tarea de sacar a los accidentados de aquél
lugar, de difícil acceso por estar además en aquella época del año cubierto por
la nieve. Aquello me llamó la atención, por no sé qué extraños procesos según
los cuales acogemos o rechazamos las cosas que nos interesan o no, y desde entonces se alojó en algún lugar de mi
cerebro la idea de subir esta cumbre, y cada cierto tiempo me empujaba a buscar
información y a planear la excursión hasta que se presentó el momento de
llevarla a cabo.
Cuando llegamos al
refugio del Postero Alto, en aquella tarde de primeros de julio en que por fin
nos disponíamos a cumplir aquél viejo proyecto, ya el sol se había ocultado, y sobre la línea
de las montañas destacaba en el cielo la pareja de moda por aquellos días:
Júpiter y Venus habían celebrado días a tras
su espectacular conjunción, y aunque ya la distancia comenzaban a ponerse de
nuevo entre ellos, lucían con la intensidad
de unos amantes aún saciados y henchidos de felicidad por el encuentro amoroso largamente
esperado. Al poco salió la luna blanca y brillante desde detrás de los negros
pinos del bosque que quedaba hacia levante. En aquellos momentos no soplaba una
brizna de aire, todo era calmo. Pero luego, durante la noche se levantó el viento que pude escuchar bien en mis
desvelos cómo hacía abatir las contraventanas sobre los postigos del refugio. Cenamos
teniendo a la vista nuestro reto del día siguiente y algunas mariposillas
revoloteaban en el estómago.
Antes del amanecer ya nos hemos levantado para iniciar bien temprano la ruta. Durante el desayuno intercambiamos opiniones con algunos de los escasos montañeros que se proponen llevar itinerarios parecidos al nuestro. El sol ha salido y la luna se ha puesto, y nosotros cogemos el camino del cortafuegos que comienza a ascender hacia la Loma de Enmedio. A nuestra derecha se ve el Picón, adornado con el blanco de algunos neveros. También se divisa perfectamente la línea del barranco del Alhorí, que es por donde vamos a subir. Es como una hendidura tallada en la montaña a lo largo de milenios por el curso de agua que nace cerca ya de la cumbre. La corriente baja fresca y cantarina, tiñendo de verde sus contornos. Algunas vacas serranas aprovechan el pasto. Se suceden las cascadas por donde va descolgándose el arroyo. Y nosotros hacia arriba. La corriente de este barranco vierte al arroyo de Xérez, y este a su vez al río Guadix, de aquí al Fardes, al Guadiana Menor y al Guadalquivir. Acaso –acaso no, seguro- las aguas con las que nos cruzamos acabarán alcanzando el mar en la otra punta de Andalucía, de donde venimos.
Casi cuatro horas nos
lleva salvar los mil doscientos metros de desnivel existente entre el refugio y
la primera de las cumbres del día. Las últimas rampas especialmente se hacen
duras. El Picón se resiste a ser conquistado, aliándose para ello con el
viento, que sopla con tal fuerza que en algunas rachas parece poder desequilibrarte.
Pasamos por un lugar donde la montaña está rota, con unas impresionantes
grietas a un lado y otro que amenazan con tragarse a quien pudiera caer en
ellas. Ahora no presenta especial peligro, pero en invierno, con la nieve, debe
ser otra cosa. Seguimos. Parece que la
subida no va a acabar nunca. Hay que armarse de paciencia. Entre tanto hemos
cogido a un grupo que iba por delante y esto también es un apoyo psicológico
importante, sobre todo porque ellos van con un guía y esto nos asegura que
vamos por buen camino. Con todo, por momentos tengo que poner el “modo ocho
mil” a pesar de que sólo estamos a tres mil metros. Creo que algo me ha
afectado la altura y por eso tengo que pensar cada paso que doy. Así,
lentamente y con esfuerzo conseguimos al fin coronar. En la montaña, como en
otros deportes, la gloria se alcanza con dolor. Quien quiera comodidades, que se
abstenga. Dentro de la prudencia, tienes que explorar tus límites, pero cuando
consigues el objetivo te compensa de todos los esfuerzos.
Ahora toca crestear un
poco. Aquí las crestas son suaves y fáciles de transitar. La erosión ha hecho
su trabajo para que podamos disfrutar un poco mientras recuperamos del
esfuerzo de la subida, así que sin demorarnos mucho nos dirigimos al Puntal de
Juntillas, segundo objetivo del día, y que no es difícil de alcanzar puesto que
sus 3141 metros no difieren mucho de los 3090 del Picón. El único problema es
el viento frío que sopla. Parece increíble, estado en uno de los días más
calurosos del verano. En el Puntal nos
despedimos del grupo con el que hemos compartido ruta durante unos kilómetros.
Ellos se dirigen hacia el oeste, camino, creo, del Alcazaba y el Refugio de la
Caldera, y nosotros lo haremos hacia el sur.
La tercera y más alta de
nuestras cumbres, el Cerro Pelado (3189 m), se alza allí delante. Aquí sí que
hay que subir de nuevo, porque hemos descendido algo, y ello nos plantea dudas ya que alguno de nosotros va tocado
muscularmente y no es cuestión de apurar al máximo. La prudencia en la montaña
es fundamental para evitar situaciones desagradables. Pero finalmente decidimos
subir. El nuevo esfuerzo, corto pero nuevamente intenso, merece la pena para
poder contemplar las mejores vistas de la ruta sobre los colosos Alcazaba,
Mulhacén y Veleta. Ahora me invade una sensación de euforia. Doy gracias al Cielo
por haberme traído hasta aquí, a contemplar esta grandeza.
Pero el trabajo no está
terminado. De aquí hasta el refugio tenemos mil trescientos metros de desnivel,
ahora hacia abajo. Lógicamente es más descansado, pero no va a dejar de ser
fatigoso un descenso tan pronunciado y continuo. Primero pasamos por la Peña de
los Ladrones, donde paramos un momento a resguardo de estas rocas que emergen
de la montaña con sus caprichosas formas. Es el único cobijo que puede encontrarse
por la zona, donde la vegetación lógicamente no levanta mucho del suelo y se
reduce a unos “bouquets” silvestres de florecillas malvas que sin embargo son
bastante abundantes, dando una tonalidad singular al terreno. Luego nos acercamos
al puerto de Trevélez, sobre el que se está formando una inquietante nubecita que amenaza con tormenta vespertina.
Efectivamente descargaría más tarde, aunque sin aparato eléctrico. Durante toda
la bajada nos acompaña la vista de las cumbres hacia el este: el San Juan, el
Morrón del Mediodía…hasta el Chullo. Conforme vamos bajando la temperatura va
subiendo y el calor comienza a notarse. Pero al fin, siete horas y media después de nuestra
partida, alcanzamos el final de la ruta. Habrá cimas y rutas más complicadas,
pero para nosotros este era un reto importante y la satisfacción por haberlo
conseguido es grande. Es hora de volver a casa.
En Guadix, donde
paramos un momento a tomar una cocacola hace un calor aplastante. ¡Qué contraste con la temperatura de las cumbres! Por
el camino, a pesar del dolor de piernas,
ya vamos pensando en próximos proyectos. Quizá el Trevenque, que nos
espera desde hace un año. Quizá el Mulhacén desde la vertiente sur. Quizá los
Lavaderos de la Reina…. Vamos hablando sobre lo que nos mueve a cada uno a
subir allá arriba, cuando el Picón de Xérez y otras cumbres penibéticas van
quedando ya a lo lejos en el horizonte. Yo no tengo ninguna duda: me mueve la
curiosidad por saber qué es lo que se ve desde tan alto, qué nuevos horizontes
puedo descubrir que nunca podría otear de quedarme sentado aquí abajo.
jueves, 13 de agosto de 2015
¡¡¡SALVEMOS (LOS CAMINOS DE) DOÑANA!!!
Color tradicional de las pistas forestales que atraviesan el Parque Natural de Doñana |
Cuando yo era joven
(hace ya algún tiempo de eso) había una carretera forestal asfaltada, llamada
de las Peñuelas, que partiendo de la localidad costera onubense de Mazagón,
donde paso temporadas en verano desde que me alcanza la memoria, bordeaba los
contornos de lo que hoy es el Parque Natural del Entorno de Doñana para ir a
morir más o menos al sitio conocido como El Milanillo, en el tres veces centenario
camino de la Hermandad del Rocío de Moguer. A partir de ahí las vías hacia
Moguer o hacia Lucena se hacían terrizas. Había también otra carretera
asfaltada que cruzaba el parque saliendo a la altura del Parador Nacional para
llegar hasta el poblado de los Cabezudos, donde se acababa el asfalto. Sé que antes
hubo alguna otra vía asfaltada por los restos que aún se encuentran en algunos
tramos, pero en aquél entonces habían perdido la práctica totalidad de este
firme. Con el tiempo se asfaltaron
algunos tramos más, de manera que la pista de las Peñuelas se unió de esta
forma con Moguer y con Lucena y la carretera de Bodegones se continuó desde los Cabezudos hasta
Almonte (con polémica ecologista incluida), y con una variante que llevaba
también a Lucena y a Bonares. Esto, para los ciclistas como yo de carretera (la
afición a la BTT me vino más tarde) era una delicia, porque se trataba de
carreteras tranquilas, con relativamente buen firme y que permitían variados
recorridos con buen número de kilómetros. El resto de pistas y caminos del
parque, eran de tierra entre blancuzca o amarillenta unos y, lo más frecuente,
rojiza, como son muchas de los alrededores, conformando un paisaje
característico en que todo quedaba armoniosamente integrado de manera natural.
Aparte de alguna incursión anterior en coche, fue con mi primera BTT que empecé
a descubrir todos esos caminos donde reina la soledad y el silencio, donde
puedes cruzarte con conejos, zorros o meloncillos, donde puede sobrevolarte
algún águila o ves con frecuencia numerosas huellas de ciervos, aunque yo al
menos no he tenido la suerte de avistar
nunca ninguno. La casa de las Tres Rayas, el cruce del Pepino, el Abalario, Pino
Galé, Cabezudos, Bodegones, la Mediana, Ribatehilos…fueron nombres y lugares que se me
fueron haciendo muy familiares de tanto frecuentarlos en mis excursiones
ciclistas.
De pronto, al llegar un
verano hace unos cinco a seis años, me
encontré con que el asfalto de algunas de las escasas carreteras que lo
tenían había sido triturado en su
totalidad, lo cual era sin duda un tanto sorprendente. La conexión de Mazagón
con Lucena por Las Peñuelas volvió a ser terriza desde ese punto y la vieja
carretera de Cabezudos y Bodegones también fue levantada en gran parte. No he
sabido el motivo, pero supuse que era una medida para limitar la circulación
dentro o por las inmediaciones del parque, aunque en verdad esas vías nunca
tuvieron mucho tránsito.
Es por esto que me
resulta más llamativa aún la desagradable sorpresa que me he llevado este año
cuando me encuentro que las pistas forestales han comenzado a ser arregladas de
manera general con una tierra grisácea, parecida al asfalto pero que no lo es,
y que incluso en algunos tramos completos ha desaparecido la tradicional tierra
rojo-anaranjada siendo sustituido el firme por este nuevo de tan mortecino
color. La diferencia brutal puede apreciarse en las fotografías.
Aspecto de los caminos con el nuevo firme |
Para mi esta
desconcertante medida supone un grave atentado paisajístico en una zona
protegida como de la que venimos hablando. Doñana y su entorno no son sólo los
linces, los patos o los ciervos. Doñana es también un paisaje peculiar
conformado por unas formas y unos colores: el verde de los pinos, el blanco de
las arenas, el azul del cielo, algún ocre o amarillo aquí o allá (más ahora en
el estío)….y el rojo de sus caminos. Alterar este equilibrio cromático
peculiar, introduciendo esa nueva horrorosa tonalidad que mata literalmente la
viveza del paisaje es, a mi modo de ver, un auténtico crimen. No puedo entender
los motivos de que esto se haga. En las primeras averiguaciones que he hecho
alguien me ha dicho que quizá se trata de cuestiones de seguridad vial, lo cual
dudo porque ni el firme es mejor que el anterior (salvando la circunstancia de
su deterioro) ni casa esto con la política previa de levantamiento de
carreteras antes asfaltadas. Puestos a pensar mal, que es lo más razonable que
podemos hacer en estos casos, a lo mejor es que hay que ayudar a colocar su
producto a algún amiguete de la Consejería de Medio Ambiente que tenga una
cantera de este material. Aunque sé que esto no le interesa a mucha gente, quiero
desde aquí denunciar unos hechos que me duelen particularmente por lo que de especial para mi tienen esos
parajes, y que creo que exigen una pronta explicación por parte de sus
responsables, y, ojalá, una rectificación total.
viernes, 17 de julio de 2015
JAMÓN JAMÓN
De
la estación de Santa María Novella al Piazzale Michelangelo hay un buen trecho.
Sobre todo si vas en la línea 12, que da una vuelta de consideración, y sube al
piazzale por el interminable viale Galileo, con no sé cuántas paradas
en el trayecto. El autobús iba además atestado de gente. Todos turistas
anhelosos de alcanzar ese privilegiado balcón sobre la hermosa Florencia. Tal
era el apiñamiento que muchos pasajeros no podían siquiera alcanzar la máquina
donde se picaban lo billetes. A los florentinos me da la impresión de que esto no
les hubiera inquietado mucho, pero como todos los que allí íbamos éramos
turistas no nos atrevíamos a ir sin título de viaje en regla. Así que los
billetes iban pasando de mano en mano hasta que llegaban a un amable señor que,
con mucha paciencia y de forma totalmente gratis, según él mismo enfatizaba, se
encargaba de realizar la operación de pasar el billete por la máquina para
después devolverlo por el mismo camino de solícitas manos hasta su titular. Estrella
y las niñas habían tenido la suerte de apañarse unos asientos, pero yo iba de
pie metido en aquella bulla cosmopolita. A mi lado una italiana relataba de lo
lindo. Cuando la entendía le contestaba, normalmente dándole la razón en sus
protestas. Cuando no, me hacía el longui. Pero ella seguía, inasequible al
desaliento. Al cruzar el río por el Ponte alla Carraia todo el mundo quería ver
desde allí el Ponte Vecchio, el de la Santa Trinitá mediante, y hubo que hacer
equilibrios y contorsiones para conseguir el objetivo. Viajaba junto a mí
también, en mis mismas podríamos decir “penosas” condiciones, una pareja que
hablaban con acento porteño inconfundible, e iban comentando las vistas y las
incomodidades, a partes más o menos iguales. En cada parada no hacía sino
empeorar aquello, pues nadie bajaba. Llegó el momento en que ya tampoco podían
subir más. Rien ne va plus!Hasta que
por fin llegamos a la deseada parada y
el autobús se vació al instante. Todo quisque abajo (que no al suelo). ¡Ah maravilla!
Lástima que el día estaba un poco soso, nubladillo. ¡Pero qué vistas! Allá
abajo, el Arno, el puente, los Ufizzi, el Duomo, la Santa Croce, el Campanile,
la torre del Barguello, la del Palazzo Vecchio….Toda Florencia en un coup
d’oeil. Mientras estábamos haciendo las fotos de rigor que perpetuaran el
momento, aunque estos instantes suelen grabarse en soportes
mucho más indelebles, se nos acercó la pareja argentina del autobús y me
pidieron que les sacase un retrato con el inigualable paisaje de fondo. Si para
nosotros era importante -para mi era mi segunda visita, pero la primera con
toda la familia- imagino lo que era para ellos, venidos desde tan lejos,
probablemente por una única vez en su vida. Lógicamente accedí a la petición, e
hice varias tomas, por si alguna no salía bien. Nos despedimos sin más.
Nosotros continuamos haciendo fotos, preguntando a las niñas ¿qué es aquello?
¿cómo se llama aquella iglesia? ¿y el puente de allí? Luego iniciamos el
descenso a hasta la ribera del río. Había algunas celebraciones cívicas porque
era el 25 de abril, setenta aniversario de la liberación de Italia. Le expliqué
a mi hija cómo sin embargo para mí aquella fecha estaba más relacionada con la
Revolución de los Claveles (“Grândola, Vila Morena” sonando en Radio Renascença…)
de nuestro vecino Portugal. Y así íbamos contando historias de aquí y allá
mientras recorríamos las calles de la capital de la Toscana.
Horas más tarde, mi mujer había entrado en una tienda
del Borgo dei Greci a preguntar por no sé qué cosa, y por esas casualidades que
se dan en los viajes, y que ocurren por el
hecho de que los turistas nos llevamos mucho tiempo en la calle y
frecuentando generalmente los mismos sitios, allí que aparece de nuevo la
pareja de argentinos del Piazzale Michelangelo.
-Hola, ¿qué tal? –les saludo- ¡Otra vez nos vemos!
-Sí, qué casualidad.
-Son ustedes argentinos ¿verdad?
-Sí, y ustedes españoles ¿no?
-Sí, somos españoles, de Sevilla.
La mujer se ha metido ya para la tienda, pero él
comienza a contarme de su viaje.
-¡Ah Sevilla!¡Qué
linda! La Giralda…¡Y España! ¡Qué país tan grande tienen! –lástima que allí no
todos lo vean así, pienso para mí-Nosotros llevamos veintidós días en Europa.
Estamos los dos jubilados y teníamos algo de plata ahorrada…¡pues vamos a
darnos una vueltecita por Europa! Hemos estado en Madrid, Sevilla, Granada,
Barcelona, París, Niza…ahora iremos a Venecia, Roma y Nápoles. Pero
España..¡qué gran país! –vuelve a recalcar- ¿Y el jamón? – su discurso, pleno
de expresividad, va acompañado de la habitual gestualidad latina, compartida con españoles e italianos, que la subraya aún más- Riquíiiisimo el jamón de ustedes. Lo tomamos en Madrid y en Sevilla…Mirá,
tengo allá en Buenos Aires un amigo italiano que está siempre presumiendo de su
jamón, su prosciuto, como ellos le llaman. ¡Pero cuando yo he probado el jamón
serrano en España! –suspira- ¡Dónde
va a parar! ¿Sabés lo que le voy a decir
a mi amigo italiano cuando vuelva? ¿Sabés lo que le voy a decir? –se produce un
breve silencio de suspense que finalmente se rompe de manera escatológica- “¡Metételo
por el cuuulo tu jamón!” ¡¡Dónde va a parar el jamón de ustedes!!...
Que era a donde queríamos llegar, sin que se molesten
nuestros amigos italianos, tras este largo y entretenido paseo. No lo digo yo. El árbitro argentino decidió.
sábado, 30 de mayo de 2015
EMOCIONES
Foto: Juan Carlos Vázquez |
Ha sido para mí una
semana de emociones. Primero con el fútbol (el miércoles la final, el jueves la
celebración) y luego con la ópera (Tosca, Teatro de la Maestranza). Tiene
uno la suerte de ser sevillista, y de un
tiempo a esta parte mi equipo no hace más que darme satisfacciones. La última,
hasta el momento, esta cuarta UEFA Europa League, que marca además un hito
histórico al ser el primer club que lo consigue en el continente. Ahí queda eso.
No siempre fue así, hay que reconocerlo, y por eso ahora hay que disfrutarlo
doblemente. Emociones fuertes, de tensión a veces, de explosión de júbilo otras.
Algo racionalmente inexplicable, ¡pero qué quieren que les diga! Eso hay que
sentirlo, y el que no lo sienta se lo pierde. Pero también la ópera, la música
en general, es capaz de transmitir fuertes emociones, de otro estilo, pero es
por eso sin duda por lo que igualmente me apasiona.
Estando ya en el teatro el viernes a la espera
del comienzo de la representación, con el aforo lleno, se me ocurrió
una escena que hubiera sido propia del mejor cine surrealista: de pronto la
terraza derecha saltaba al unísono: ¡¡¡forza Sevilla campeón!!! A lo que
respondía la de la izquierda ¡¡lo lolo lolo lo-lo!!, y luego todo el teatro con palmas...ya saben, coreografía
made in Sánchez Pizjuan. Hubiera estado fantástico, digno homenaje al campeón. Pero
no, aquello era una ensoñación producto del cierto delirio que me produce la
pasión del fútbol. Dice mi hija que me vuelvo un poco loco, y tiene razón. Las
emociones de la ópera son más comedidas, más controladas, aunque a veces
igualmente intensas. Hay que vivirlas sentado en la butaca, no pegando saltos
agitando una bufanda. Puccini es un
especialista en crear esos clímax de emoción. Quien no se haya conmovido
profundamente alguna vez escuchando
alguna de sus famosas arias es para hacérselo mirar.
Nos ofrecía el
Maestranza una nueva producción, en asociación con el Teatro del Liceo,
encargada al director escénico Paco
Azorín. No estuvo nada mal, aunque algunos detalles podrían ser discutibles. Pero he
leído unas declaraciones de Azorín, en las que quería resaltar que Scarpia
perseguía a los artistas. Yo comprendo que los registas, tal como está esto
montado, tienen que estrujarse el coco para aportar enfoques nuevos a sus
producciones. El reconocido director yeclano creo que ha profundizado
especialmente en el texto teatral de
Sardou, pero en este aspecto pienso que está equivocado.
Scarpia perseguía a los liberales. Perseguía a Angelotti, que no era
artista, y a Cavaradossi, que era pintor, porque eran defensores de la
libertad. Y a Tosca la perseguía por unos motivos que no tienen que ver ni con
la política ni con el arte, sino simplemente con el sexo. Así que las cosas no han cambiado
tanto. Los liberales eran perseguidos antes por los poderes del Antiguo
Régimen, la Iglesia entre ellos, y hoy por los nuevos poderes mediáticos y predicadores
del pensamiento único, sobre todo en nuestro país, para los que todo lo que huela a liberalismo o
“neoliberalismo”, como prefieren decir, hay que arrojarlo a los infiernos. Y es
que la libertad –la de los demás sobre todo- es “mu” mala. Le podría sugerir algunos
nombres concretos si algún director se atreviese a asumir esta idea.
Pero volvamos al tema
de las emociones y de la música. El trío de voces protagonistas anunciado era
de verdadera categoría y no defraudó en absoluto las expectativas. Tenía yo
especial interés por ver a Jorge de León, el expolicía tinerfeño que saltó a la
fama inesperadamente hace unos años en Madrid, una de esas historias
fantásticas que depara de vez en cuando el mundo de la lírica. Y puesto que de
emociones venimos hablando, para mí el
momento cumbre de la noche fue sin duda su aria del tercer acto. Habían sonado
ya las campanas del amanecer romano, aunque en escena seguía presente una
enorme luna. Mario recuerda sus encuentros con Floria cuando ve que la vida, que
nunca había amado tanto, se le acaba. Su voz sonó potente y clara, con buen
fraseo y sobre todo con mucho sentimiento. Su “..e muoio disperato!” sonó desgarrado, auténtico, verismo puro. El
público estalló en una cerrada ovación Yo estuve a punto de gritar ¡gol!, pero
grité ¡¡bravo!!, que es más apropiado. Por su parte, la soprano china Hui He
fue una magnífica Tosca y también fue muy aclamada en su siempre esperada “Vissi d´arte..” En cuanto a Ambrogio Maestri, a quien pudimos ver on line
hace muy poco desde Múnich haciendo de Dulcamara, dio muestras de su
versatilidad para componer ahora muy convincentemente el dramático papel del desalmado
barón Scarpia.
Por cierto, que me han
dicho que de León tiene afición por los caracoles que preparan en un conocido
establecimiento especializado del Arenal, donde tienen una foto suya dedicada.
A ver si con la excusa de los caracoles, o cualquier otra, se deja caer más por aquí y podemos verlo con frecuencia.
jueves, 28 de mayo de 2015
MI "TOSCA" ROMANA
Habida cuenta de que la última ópera de esta temporada en el Teatro Maestranza será la popular “Tosca” de Giacomo Puccini, aproveché mi
reciente estancia en Roma para visitar los lugares en los que se sitúa la
acción de la obra. Hace ya bastantes
años (como veintitrés) la RAI produjo una representación en los lugares
y a las horas en que se desarrolla la ópera, con Catherine Malfitano, Plácido
Domingo y Ruggiero Raimondi, inicialmente retransmitida en directo, de la que
conservo una grabación de una vez que la pusieron en Televisión Española. Por cierto que Domingo y Raimondi andan
todavía sobre los escenarios, aunque el tiempo no pasa balde.
El primer acto se
desarrolla en Sant’Andrea della Valle, en el
ajetreado corso Vitorio Emanuele II, muy cerca de otra iglesia famosa
como es la del Gesú. Si esta última fue la primera iglesia de los jesuitas, la
de Sant Andrea lo fue de la orden de los Teatinos, fundada por San Cayetano, y
que tiene en Sevilla dedicada una avenida allá por el Tiro de Línea. Si llegas
a ella viniendo desde la cercana Piazza Navona por el corso del Renascimento ya
desde lejos se van contemplando su fachada y airosa cúpula. En su construcción
intervino, entre otros, Carlo Maderno, el autor de la fachada de la basílica de
San Pedro. Al traspasar la puerta de entrada se deja atrás el ruidoso tráfico
romano y se entra en un espacio de
tranquilidad y sosiego. Es la sensación de alivio que debió sentir el
perseguido Angelotti (Ah! Finalmente!) al alcanzar el templo poniéndose temporalmente a salvo de
sus perseguidores. Te encuentras con una iglesia amplia, luminosa y colorista y
excelentemente cuidada (Recondita armonia
di bellezze diverse…). Pero no hay ni rastro de la capilla Attavanti, ni de
ningún cuadro de la Magdalena con los ojos azules. En su lugar, la capilla Barberini. El altar
mayor, obra de Fontana, con frescos de Preti y Domenichino, es escenario perfecto para el Te Deum por la supuesta derrota de
Napoleón en Marengo, con el que finaliza esta primera parte.
El Palazzo Farnese (Miguel Ángel, Vignola, della Porta, Volterra, Salviati…) es hoy la sede de la embajada francesa, y así lo indica la bandera que ondea en su fachada principal. Allí, en alguna de las habitaciones de la segunda planta, es donde Tosca (Vissi d’arte, vissi d’amore…) para librar a su amado Mario de las torturas que le infringe el malvado Scarpia, decide prometer sus favores al barón con la intención real de matarlo (Questo è il baccio di Tosca!).
La ópera fue estrenada
en 1900 en el entonces Teatro Constanzi (hoy Teatro de la Ópera de Roma), en la
plaza que lleva el nombre del tenor romano Beniamino Gigli, entre el Quirinale y
el Esquilino, cerca de Santa María Maggiore y la Stazione Termini.
No sé cómo será la escenografía
que Paco Azorín nos ofrecerá en el Teatro de la Maestranza, pero si no me
convence, que espero que sí, no tendré más que cerrar los ojos e imaginar los escenarios romanos cuyo
recuerdo aún conservo muy fresco en mi memoria.
martes, 26 de mayo de 2015
SUSPENSE
La noche electoral fue larga. Tanto que a la mañana siguiente
aún no se sabían los resultados definitivos de Sevilla capital. Unos problemas
informáticos hicieron que la tecnología,
en lugar de acelerar el proceso, lo retrasara hasta extremos desconocidos en
los tiempos recientes. Decía mi maestro que lo mejor es enemigo de lo bueno, y
eso es a veces lo que pasa con la informática. Cuando va es magnífico, pero
cuando te deja tirado no tienes escapatoria. Sólo a media
tarde del lunes se han conocido los
resultados que pueden considerarse casi casi definitivos. La verdad es que con el 95%
de los votos escrutados era difícil que se produjesen cabios, pero lo apretado del sprint final hacían necesario
llegar hasta el final del conteo. Y es que la tarde había comenzado dando un
claro triunfo a Juan Espadas en las israelitas, cosa que se vio confirmada con
los primeros resultados oficiales. Sin embargo por no se sabe qué misterioso motivo resulta que el escrutinio iba más retrasado en aquellos distritos que son
bastiones fuertes del PP, como es el caso de Los Remedios. Esto daba por tanto
aún opción al vuelco, que efectivamente se produjo cuando ya eran cerca de las
once, tomando ventaja entonces Zoido por un exiguo concejal. Lo que al principio se presentaba como una
catástrofe sin precedentes, al final quedaba maquillado por al menos la
honrilla de cruzar la meta en primer lugar, aunque sólo sea por un puñado de votos, cosa que en todo caso se presenta a todas luces
como insuficiente. El resultado para el
PP es por lo tanto en cualquier caso malo, porque pasar de veinte a doce
concejales es un batacazo en toda regla. No sé si la responsabilidad hay que achacársela a más a Zoido o a la racha
negativa en que se encuentra su partido. Es un dato que el alcalde en funciones
ha conseguido seis mil votos más que los que obtuvo el PP en las elecciones
autonómicas de marzo, cuando todos los demás candidatos han empeorado esos
resultados, con una abstención mayor en estos comicios municipales, pero es un triste consuelo. Puede
incluso achacarse exceso de confianza en un supuesto voto oculto que no
reflejaban las encuestas…porque simplemente no existía. En cualquier caso los
avisos en este sentido han venido sucediéndose desde prácticamente el inicio
del mandato. Quizá para obtener su
histórica victoria de 2011 fueron excesivos los compromisos adquiridos que
después no siempre ha sido posible satisfacer, por las circunstancias difíciles
o por falta de capacidad. Sea por unos motivos o por otros es evidente que el
PP ha perdido mucho en muy poco tiempo, y con ello una oportunidad histórica de
consolidar su poder al menos en la capital de la comunidad autónoma que tanto
se le resiste, y más que lo va a hacer tal como van las cosas. De todas maneras
ese vuelco de última hora de la noche es importante, porque hace que Zoido parta
con la limitada y relativa ventaja que
le da la ley en la nueva carrera de pactos y componendas que ahora se inicia.
Todo el mundo ve claro que en este sentido lo tiene más fácil el PSOE. Espadas
no ha ganado nada. Repite el mismo resultado de hace cuatro años. Sin embargo
su propia e impúdica autoproclamación como próximo alcalde pone bien a las
claras que está dispuesto a pagar lo que sea para lograrlo. A estas horas debe
estar ya pidiendo precio. Un precio que me temo no pagará él sino los
sevillanos. Pero no sabemos realmente cuál va a ser la actitud de las nuevas
fuerzas en el consistorio: si de verdad van a ejercer una “nueva política” o al
final se van a apuntar a lo de siempre. A lo mejor nos llevamos sorpresas.
Zoido debe jugar sus bazas y no tirar ya de principio la toalla, como otras
veces ha hecho el PP. En todo caso la incertidumbre y el suspense que ha
caracterizado el recuento de las papeletas es posible que se mantengan hasta el
mismo día 13 de junio.
viernes, 22 de mayo de 2015
DOS CONTRA UNO...
Canal Sur perpetró anoche, con
alevosía y premeditación, un debate entre algunos de los candidatos a la
alcaldía de Sevilla en las elecciones del domingo. Tengo entendido que estaba
grabado, pero la cadena pública no tenía mejor horario para ponerlo que a
partir de las doce de la noche. Antes seguro que su interesantísima
programación habitual no lo hubiera hecho aconsejable, so pena de provocar las
iras del respetable. Creo que el debate no debió celebrarse, pues sólo
intervinieron en él las fuerzas
políticas actualmente presentes en el ayuntamiento, cuando todo indica que va a
haber también otros protagonistas -lo están siendo ya- que van a tener bastante
que decir en el futuro, aunque ya veremos si tanto como se pronostica. Pero a
pesar de esta y otras carencias me cogió en un mal momento y me quedé a verlo.
Algunas cosas me quedaron claras.
La primera que llamó mi atención de modo
superlativo fue el descubrimiento del candidato de Izquierda Unida
(@rojosevillano en los carteles tuiteros). Un
auténtico botarate con la cabeza muy poco amueblada, aparte de de
maleducado. Yo siento utilizar estos términos, pero cuando alguien tiene la
osadía de presentarse en público con pretensión nada menos que de gobernar la
ciudad a partir del lunes (fue su frase más repetida) con tan escaso equipaje
es lo menos que se puede esperar recibir. Ya por la mañana –no lo conocía en
absoluto hasta ese momento- me había sorprendido con unas declaraciones en una
entrevista en la que a las claras decía que no iba a cumplir las leyes que a él
le parecieran injustas si gobernaba. Directamente carne juzgado de instrucción.
El chico por ejemplo debe desconocer que el que haya desahucios o no en una
ciudad no depende de los alcaldes, sino de los jueces. Y así todo. No sé si
conseguirá siquiera acta de concejal. Si lo hace vamos a reír (o llorar) un
rato.
El debate fue un clarísimo dos
contra uno, en el que el muchachito de IU y Espadas hicieron causa común frente
el actual alcalde. Los dos socios del anterior gobierno municipal bipartito, en
una táctica tramposa, utilizaban el pasado según les convenía (ahora me interesa
recordarlo, ahora no) pero a Zoido le conminaban constantemente a hablar del
presente y del futuro, y a no recordar la catástrofe de ayuntamiento que se
encontró en 2011. Espadas fue de alarmista (cuatro años perdidos, es su tesis)
y de sobrado, porque él tiene fórmulas y soluciones para todo (lo que no dice es cuánto cuestan). Sobre todo tiene
(oh mavaravilla!) un modelo de ciudad, que está dispuesto a imponérnoslo a
todos los ciudadanos nos guste o no. Su modelo consiste fundamentalmente en
bicicleta y alpargata con unos toquecitos de torrepelli, que debe ser para él,
y los tipos como él, el súmmum de la “modernidad”. Su baza principal está, y lo
dice sin pudor alguno, en que él conseguirá sacar adelante todos los proyectos
que sus amigos de la Junta de Andalucía han boicoteado sistemáticamente durante este mandato. Hace falta tenerla dura.
Ante tal situación Zoido estuvo
aseado en su faena. Para mi es evidente que hay muchas expectativas que no se
han visto satisfechas en su mandato, quizá por ser tan elevadas las que
despertó su arrollador triunfo de 2011, y principalmente porque es que hemos
vivido años verdaderamente difíciles. Pero pienso que se puede defender claramente que la ciudad está mejor que hace
cuatro años, y no como dicen los agoreros, que además oyéndolos pareciera que
cuando gobernaban anteriormente sus partidos esto fuera el paraíso. El de IU
hablaba de sus políticas de empleo y podría imaginarse uno que en Sevilla no
hubiera habido paro en el 2007-2011. Espadas hablaba del funcionamiento de los
Distritos y se podría figurar que fuera muy diferente en el anterior mandato
(yo le puedo asegurar que no, y en algunos aspectos se ha mejorado). O hablaba
del abandono de los Jardines del Guadalquivir como si fuera cosa de este
gobierno, cuando es una situación cierta, pero que viene de más lejos.
En mi opinión, aunque esto
parezca que la gente no le da mucha importancia, es fundamental el saneamiento de
las finanzas municipales llevado a cabo en estos años, porque es lo que permite
plantearse con confianza el futuro, que de otra manera estaría seriamente
comprometido al poner en peligro la viabilidad de muchos servicios. Este
saneamiento se ha conseguido además al tiempo que se mejoraban esos servicios.
TUSSAM, LIPASAM o EMASESA son empresas municipales que están mejor que nunca.
Es cierto que no ha habido grandes realizaciones, más allá de la consecución de
la Zona Franca, pero no eran momentos para ello, ni creo que los esfuerzos de
un Ayuntamiento deban dirigirse
inexcusablemente a enriquecer a unos cuantos constructores (léase por ejemplo Sacyr y sus setas venenosas, que nos han costado un riñón y más que nos pueden
costar).
En definitiva el debate puso de
manifiesto la disyuntiva a la que nos enfrentamos los sevillanos el domingo:
elegir la continuidad de una gestión que puede no haber sido brillante pero sí
al menos notable en muchos aspectos, sensata, decente y sin sobresaltos y que
permitirá aprovechar las oportunidades que deparen los años que ahora se
esperan mejores, o volver a las andadas de despilfarros, obras faraónicas,
proyectos mesiánicos, mariscadas, concejales piqueteros u otras lindezas que
los dos oponentes de Zoido, solos o en compañía de otros, a buen seguro, no hay
más que escuchar a cada uno, nos tienen garantizadas.
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