sábado, 30 de mayo de 2015

EMOCIONES

Foto: Juan Carlos Vázquez
Ha sido para mí una semana de emociones. Primero con el fútbol (el miércoles la final, el jueves la celebración)  y luego con la ópera (Tosca, Teatro de la Maestranza). Tiene uno la suerte de ser sevillista,  y de un tiempo a esta parte mi equipo no hace más que darme satisfacciones. La última, hasta el momento, esta cuarta UEFA Europa League, que marca además un hito histórico al ser el primer club que lo consigue en el continente. Ahí queda eso. No siempre fue así, hay que reconocerlo, y por eso ahora hay que disfrutarlo doblemente. Emociones fuertes, de tensión a veces, de explosión de júbilo otras. Algo racionalmente inexplicable, ¡pero qué quieren que les diga! Eso hay que sentirlo, y el que no lo sienta se lo pierde. Pero también la ópera, la música en general, es capaz de transmitir fuertes emociones, de otro estilo, pero es por eso sin duda por lo que igualmente me apasiona.
Estando ya en el teatro el viernes a la espera del comienzo de la representación, con el aforo lleno, se me ocurrió una escena que hubiera sido propia del mejor cine surrealista: de pronto la terraza derecha saltaba al unísono: ¡¡¡forza Sevilla campeón!!! A lo que respondía la de la izquierda ¡¡lo lolo lolo lo-lo!!, y luego todo el teatro con palmas...ya saben, coreografía made in Sánchez Pizjuan. Hubiera estado fantástico, digno homenaje al campeón. Pero no, aquello era una ensoñación producto del cierto delirio que me produce la pasión del fútbol. Dice mi hija que me vuelvo un poco loco, y tiene razón. Las emociones de la ópera son más comedidas, más controladas, aunque a veces igualmente intensas. Hay que vivirlas sentado en la butaca, no pegando saltos agitando una bufanda. Puccini es un especialista en crear esos clímax de emoción. Quien no se haya conmovido profundamente  alguna vez escuchando alguna de sus famosas arias es para hacérselo mirar.
Nos ofrecía el Maestranza una nueva producción, en asociación con el Teatro del Liceo, encargada al director escénico  Paco Azorín. No estuvo nada mal, aunque algunos detalles podrían ser discutibles. Pero he leído unas declaraciones de Azorín, en las que quería resaltar que Scarpia perseguía a los artistas. Yo comprendo que los registas, tal como está esto montado, tienen que estrujarse el coco para aportar enfoques nuevos a sus producciones. El reconocido director yeclano creo que ha profundizado especialmente en el texto teatral  de Sardou,  pero en este aspecto pienso que está  equivocado.  Scarpia perseguía a los liberales. Perseguía a Angelotti, que no era artista, y a Cavaradossi, que era pintor, porque eran defensores de la libertad. Y a Tosca la perseguía por unos motivos que no tienen que ver ni con la política ni con el arte, sino simplemente  con el sexo. Así que las cosas no han cambiado tanto. Los liberales eran perseguidos antes por los poderes del Antiguo Régimen, la Iglesia entre ellos, y hoy por los nuevos poderes mediáticos y predicadores del pensamiento único, sobre todo en nuestro país,  para los que todo lo que huela a liberalismo o “neoliberalismo”, como prefieren decir, hay que arrojarlo a los infiernos. Y es que la libertad –la de los demás sobre todo-  es “mu” mala. Le podría sugerir algunos nombres concretos si algún director se atreviese a asumir esta idea.
Pero volvamos al tema de las emociones y de la música. El trío de voces protagonistas anunciado era de verdadera categoría y no defraudó en absoluto las expectativas. Tenía yo especial interés por ver a Jorge de León, el expolicía tinerfeño que saltó a la fama inesperadamente hace unos años en Madrid, una de esas historias fantásticas que depara de vez en cuando el mundo de la lírica. Y puesto que de emociones venimos hablando, para mí  el momento cumbre de la noche fue sin duda su aria del tercer acto. Habían sonado ya las campanas del amanecer romano, aunque en escena seguía presente una enorme luna. Mario recuerda sus encuentros con Floria cuando ve que la vida, que nunca había amado tanto, se le acaba. Su voz sonó potente y clara, con buen fraseo y sobre todo con mucho sentimiento. Su “..e muoio disperato!” sonó desgarrado, auténtico, verismo puro. El público estalló en una cerrada ovación Yo estuve a punto de gritar ¡gol!, pero grité ¡¡bravo!!, que es más apropiado. Por su parte, la soprano china Hui He fue una magnífica Tosca y también fue muy aclamada en su siempre esperada “Vissi d´arte..” En cuanto a  Ambrogio Maestri, a quien pudimos ver on line hace muy poco desde Múnich haciendo de Dulcamara, dio muestras de su versatilidad para componer ahora muy convincentemente el dramático papel del desalmado barón Scarpia.

Por cierto, que me han dicho que de León tiene afición por los caracoles que preparan en un conocido establecimiento especializado del Arenal, donde tienen una foto suya dedicada. A ver si con la excusa de los caracoles, o cualquier otra, se deja caer más por aquí y podemos verlo con frecuencia.

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