Foto: Juan Carlos Vázquez |
Ha sido para mí una
semana de emociones. Primero con el fútbol (el miércoles la final, el jueves la
celebración) y luego con la ópera (Tosca, Teatro de la Maestranza). Tiene
uno la suerte de ser sevillista, y de un
tiempo a esta parte mi equipo no hace más que darme satisfacciones. La última,
hasta el momento, esta cuarta UEFA Europa League, que marca además un hito
histórico al ser el primer club que lo consigue en el continente. Ahí queda eso.
No siempre fue así, hay que reconocerlo, y por eso ahora hay que disfrutarlo
doblemente. Emociones fuertes, de tensión a veces, de explosión de júbilo otras.
Algo racionalmente inexplicable, ¡pero qué quieren que les diga! Eso hay que
sentirlo, y el que no lo sienta se lo pierde. Pero también la ópera, la música
en general, es capaz de transmitir fuertes emociones, de otro estilo, pero es
por eso sin duda por lo que igualmente me apasiona.
Estando ya en el teatro el viernes a la espera
del comienzo de la representación, con el aforo lleno, se me ocurrió
una escena que hubiera sido propia del mejor cine surrealista: de pronto la
terraza derecha saltaba al unísono: ¡¡¡forza Sevilla campeón!!! A lo que
respondía la de la izquierda ¡¡lo lolo lolo lo-lo!!, y luego todo el teatro con palmas...ya saben, coreografía
made in Sánchez Pizjuan. Hubiera estado fantástico, digno homenaje al campeón. Pero
no, aquello era una ensoñación producto del cierto delirio que me produce la
pasión del fútbol. Dice mi hija que me vuelvo un poco loco, y tiene razón. Las
emociones de la ópera son más comedidas, más controladas, aunque a veces
igualmente intensas. Hay que vivirlas sentado en la butaca, no pegando saltos
agitando una bufanda. Puccini es un
especialista en crear esos clímax de emoción. Quien no se haya conmovido
profundamente alguna vez escuchando
alguna de sus famosas arias es para hacérselo mirar.
Nos ofrecía el
Maestranza una nueva producción, en asociación con el Teatro del Liceo,
encargada al director escénico Paco
Azorín. No estuvo nada mal, aunque algunos detalles podrían ser discutibles. Pero he
leído unas declaraciones de Azorín, en las que quería resaltar que Scarpia
perseguía a los artistas. Yo comprendo que los registas, tal como está esto
montado, tienen que estrujarse el coco para aportar enfoques nuevos a sus
producciones. El reconocido director yeclano creo que ha profundizado
especialmente en el texto teatral de
Sardou, pero en este aspecto pienso que está equivocado.
Scarpia perseguía a los liberales. Perseguía a Angelotti, que no era
artista, y a Cavaradossi, que era pintor, porque eran defensores de la
libertad. Y a Tosca la perseguía por unos motivos que no tienen que ver ni con
la política ni con el arte, sino simplemente con el sexo. Así que las cosas no han cambiado
tanto. Los liberales eran perseguidos antes por los poderes del Antiguo
Régimen, la Iglesia entre ellos, y hoy por los nuevos poderes mediáticos y predicadores
del pensamiento único, sobre todo en nuestro país, para los que todo lo que huela a liberalismo o
“neoliberalismo”, como prefieren decir, hay que arrojarlo a los infiernos. Y es
que la libertad –la de los demás sobre todo- es “mu” mala. Le podría sugerir algunos
nombres concretos si algún director se atreviese a asumir esta idea.
Pero volvamos al tema
de las emociones y de la música. El trío de voces protagonistas anunciado era
de verdadera categoría y no defraudó en absoluto las expectativas. Tenía yo
especial interés por ver a Jorge de León, el expolicía tinerfeño que saltó a la
fama inesperadamente hace unos años en Madrid, una de esas historias
fantásticas que depara de vez en cuando el mundo de la lírica. Y puesto que de
emociones venimos hablando, para mí el
momento cumbre de la noche fue sin duda su aria del tercer acto. Habían sonado
ya las campanas del amanecer romano, aunque en escena seguía presente una
enorme luna. Mario recuerda sus encuentros con Floria cuando ve que la vida, que
nunca había amado tanto, se le acaba. Su voz sonó potente y clara, con buen
fraseo y sobre todo con mucho sentimiento. Su “..e muoio disperato!” sonó desgarrado, auténtico, verismo puro. El
público estalló en una cerrada ovación Yo estuve a punto de gritar ¡gol!, pero
grité ¡¡bravo!!, que es más apropiado. Por su parte, la soprano china Hui He
fue una magnífica Tosca y también fue muy aclamada en su siempre esperada “Vissi d´arte..” En cuanto a Ambrogio Maestri, a quien pudimos ver on line
hace muy poco desde Múnich haciendo de Dulcamara, dio muestras de su
versatilidad para componer ahora muy convincentemente el dramático papel del desalmado
barón Scarpia.
Por cierto, que me han
dicho que de León tiene afición por los caracoles que preparan en un conocido
establecimiento especializado del Arenal, donde tienen una foto suya dedicada.
A ver si con la excusa de los caracoles, o cualquier otra, se deja caer más por aquí y podemos verlo con frecuencia.
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