“Alejándome todo lo posible del centro de la villa, llegué
a la plazuela de Palacio, donde me detuvo un obstáculo casi insuperable; un
gran gentío, que bajando de las calles del Viento, de Rebeque, del Factor, de
Noblejas y de las plazuelas de San Gil y del Tufo, invadía toda la calle Nueva
y parte de la plazuela de la Armería. Pensando que sería probable encontrar
entre tanta gente al licenciado Lobo, procuré abrirme paso hasta rebasar tan
molesta compañía; pero esto era punto menos que imposible, porque me encontraba
envuelto, arrastrado por aquel inmenso oleaje humano, contra el cual era
difícil luchar.
Yo estaba tan preocupado con mis propios asuntos, que
durante algún tiempo no discurrí sobre la causa de aquella tan grande y ruidosa
reunión de gente, ni sobre lo que pedía, porque indudablemente pedía o
manifestaba desear alguna cosa. Después de recibir algunos porrazos y tropezar
repetidas veces, me detuve arrimado al muro de Palacio, y pregunté a los que me
rodeaban:
-¿Pero qué quiere toda esa gente?
-Es que se van, se los llevan -me dijo un chispero-, y eso
no lo hemos de consentir…"
Así narra Benito
Pérez Galdós, a través de su personaje Gabriel de Araceli, cómo al amanecer del 2 de mayo de 1808 el
pueblo de Madrid se concentraba junto al Palacio Real intentando impedir la
salida de los últimos miembros de la familia real que aún permanecían en España,
entre ellos el infante Francisco de Paula, camino de Bayona.
Algo así es lo que
debió ocurrir en días pasados junto al Palacio de San Telmo. Cuando la gente
supo por los periódicos (digitales y de papel, que aún los hay) que se barajaba
llevarse a Susana Díaz a Madrid para hacerse cargo de lo que queda del PSOE, el
pueblo llano poco menos que se amotinó y acudió en masa a pedir a la presidenta
de la Junta “no te vayas todavía, no te vayas por favor..” Tal fue el revuelo
popular que la dirigente socialista hubo de acudir con urgencia a una conocida
cadena de radio para anunciar que de lo dicho no había ná, que ella se quedaba
aquí porque se lo pedían sus votantes (se olvidaba la señora de que a ella no
la ha votado nadie, pero eso es un detalle sin importancia). Lo que no
consiguieron los madrileños lo habíamos conseguido los sevillanos.
Esta es poco más o
menos la versión oficial, adornada con un poco de literatura. A diferencia de
Galdós, que se basa fundamentalmente en hechos históricos, aquí casi todo es
ficción. Pero quién sabe si en un futuro no se la contarán así a nuestros nietos.
La verdad es que la gran lideresa, que es lista como el hambre, algo que habrá
heredado de su casta fontanera, ha medido sus fuerzas antes de dar el salto, y
como ha visto que se la podía pegar, ha dicho: de aquí no me muevo no vaya a
ser que me pase que por irme de Sevilla, pierda mi silla. La medición de
fuerzas –dentro del partido, por supuesto- es una de las asignaturas
principales que debe aprobar un político de éxito. La de gobernar bien es una
maría, da igual la nota que saque, pero esta otra es fundamental. De hecho a
esta señora aún no se le conoce acción de gobierno, y sin embargo ahí está en
el candelero optando a todo. Siempre se ha dicho, y nadie lo pone en duda, que
Susana es una mujer de aparato. Su carrera política así lo demuestra. Y un
político de aparato asciende porque tiran de él desde arriba, no porque le
empujen desde abajo. Ella ha pretendido que desde arriba le despejasen el
camino de su marcha triunfal, única manera de asegurarse la elección. Pero como
no lo han conseguido, y mira que lo han intentado, pues ha dado el paso atrás.
Ella no va a presentarse a un congreso donde se elija conforme a una votación
abierta a toda la militancia (o eso dicen). Capaz es de perder y queda como la chata. Además, la cosa está tan malita en el PSOE que aún en el caso de ganar,
con un panorama tan feo quizá sea mejor
esperar bien resguardada en su feudo andaluz donde tiene acreditada resistencia
a cualquier circunstancia adversa. Ello es coherente también con que haya
anunciado su neutralidad respecto de los candidatos que van surgiendo. Seguramente
no querrá que el que gane lo haga con la suficiente fuerza como para cerrarle por
mucho tiempo el camino hasta la cumbre, que ahora de momento ha reusado
transitar. Pura táctica, que es lo importante en un político hoy en día.
Pero para la
propaganda que tan bien maneja el régimen lo que quedará es que Susana Díaz -esa
mujer que cuando habla parece que en cualquier momento puede arrancarse por
peteneras, de lo sentía que es- ha
sacrificado su imparable carrera política por salvarnos a los andaluces y las
andaluzas, algo que nunca tendremos nosotros y nosotras -¿se dice así?- con qué
pagarle y que tendremos que agradecerle eternamente.
Uff, por los pelos. Mira que habéis tenido suerte, eh? Ya sabes, para todo lo demás mastercard, jeje.
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