Carlos Álvarez y Rocío Ignacio cantan "La ci darem la mano.." GJ |
Mes
de noviembre. Sevilla. Noche de ópera. ¿Qué mejor título que “Il dissoluto
punito ossia il Don Giovanni” de Wolfang Amadeus Mozart, con libreto de
Lorenzo Da Ponte? Allá que vamos al estreno. Este año por motivos laborales he
tenido que cambiar el día de abono, y ello me ha permitido asistir a la
apertura de la temporada. Un día de lo más normalito, sin embargo. Nada que ver
con el glamour de, un poner, una milanesa noche de San Ambrosio. En Sevilla la
ópera se ha convertido en un espectáculo muy democrático, y lo de lucir galas
para la ocasión queda un tanto desubicado.
Yo esperaba algo así como que antes de iniciarse la
representación saliese el presidente del comité de empresa de la ROSS con la
cabeza –figurada, claro está- de Pedro Halffter, a quien acaban de cortársela
–también figuradamente, cómo no- como director titular de la formación, para
ofrecérsela a los músicos, principales impulsores de la defenestración –otra
metáfora- del madrileño. Tras el largo pulso mantenido al final la cuerda acabó
rompiéndose por donde suele. Como en el fútbol, es más fácil echar al
entrenador que a la plantilla. Y aquí la plantilla se ha salido con la suya, en
algo que a mi me da la impresión es más bien un ajuste de cuentas por asuntos
laborales que una cuestión artística. Pero no hubo nada de eso, aunque
lógicamente flotaba el asunto en el ambiente. Deseamos a Axelrod mejor suerte
para no caer en desgracia ante tan exigentes profesores, para lo cual el sabrá
lo que tiene que hacer. No en vano viene de Italia, donde de esto saben
bastante.
Lo que sí hubo fue un minuto de silencio en memoria de
Dª Cayetana Fitz-James Stuart, fallecida como todo el mundo sabe el día
anterior en Sevilla, y quien, como se dijo por la megafonía del teatro, de no
ser por ello seguramente hubiera estado con nosotros, como acostumbraba. Hubo gente maleducada que no se levantó, como
hiciera Zetapé, de imperecedera memoria, al paso de la bandera norteamericana. “Yo es que no la conocía de nada” decía
uno de estos a mis espaldas. Si el minuto de silencio hubiera sido por la momia
de Lenin seguro que se hubiese puesto en pié. Porque claro, es que Lenin era
muy conocido en Sevilla y además acudía con asiduidad a las representaciones de
ópera.
Y ya que hablábamos de defenestraciones, fue en Praga
precisamente donde se estrenó “Don Giovanni” y hay quien mantiene que la obra tiene
que ver más con la ciudad checa que con la nuestra. Pero la mediterránea
escenografía de Mario Gas, estrenada en el propio teatro en 2008, no
tenía que ver ni con la una ni con la otra. A menos que Gas se creyera aquello
que alguien prometió de hacer una playa en Sevilla. Lo última vez que el
director catalán estuvo por aquí recuerdo cómo masacró el final de Butterfly
con una infumable proclama antiyanki. En esta producción de "Don Giovanni" sucumbe a la moda, tan extendida por otra parte, de dejar al libertino sin
castigo, contrariando por completo el sentido de la obra, que hasta en su
título lo resalta.
En lo musical contamos con un buen ramillete de voces,
todas españolas, a excepción del Comendador, encarnado por el ucraniano Pavel
Daniluk. Unos estuvieron mejor que otros,
pero bien en general, incluido el coro, que con tanto brío cantó “¡¡viva la libertá!!” que hasta parecía
que se lo creían, en una tierra donde la libertad tiene tan poco predicamento.
Del elenco destacaba a priori Carlos Álvarez, que si no me equivoco regresaba
al Maestranza tras sus problemas de salud que lo mantuvieron un tiempo alejado
de los escenarios. No vamos a descubrirlo ahora, aunque quizá no estuvo en
plenitud de facultades por estar convaleciente de un catarro, según se
advirtió. Pero decía Roberto Alagna en una entrevista concedida hace unos días
en Madrid, que “la verdadera dificultad del canto no estriba en los alardes
circenses, sino en el fraseo, en la dicción, en la musicalidad…” y en
eso el malagueño es un maestro, uno de los grandes. Un lujo tenerlo aquí. Entre
el resto me sorprendieron gratamente José Luis Sola (Don Ottavio) - su “Dalla sua pace..” fue para mi uno de
los momentos álgidos de la noche- y la
voz carnosa a la vez que cristalina de Rocío Ignacio en el papel de
Zerlina. Todos ellos resaltaron además
gracias a la dirección del joven y brillante director ruso Maxim Emelyanychev,
que empezó un tanto eléctrico, para después ir serenándose, sin dejar de hacer una
lectura muy enérgica y con criterio, dando a cada momento la tensión que
necesita, en una partitura a la que siempre es difícil cogerle la medida entre
lo dramático y lo jocoso.
"Don
Giovanni" es quizá la ópera que más veces he visto y/o escuchado. Sólo este año puedo contar nada menos que los
de Glyndebourne y Salzburgo, este último con el experimento de Ildebrando
d’Arcangelo en el papel estelar. El del Maestranza no les tiene por qué envidiar.
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