Cuando nada más
terminar la liga de futbol de cada año se abre temporada de fichajes
veraniegos, comienza el baile de nombres de futbolistas y entrenadores
aspirantes a cambiar de aires y el
correr de bulos, dimes y diretes sobre destinos, pretensiones,
cantidades, etc, que animan la prensa
deportiva en esos meses sin competición. Lo azaroso y complicado de alguna de
esas operaciones hace que estas historias se prolonguen y enrevesen
convirtiéndose en lo que los periodistas del ramo llaman “culebrones”.
Algo
así es lo que está ocurriendo en Sevilla desde hace varios meses a cuenta de la
la elección de nuevo director para la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y el
Teatro de la Maestranza, un proceso pésimamente gestionado desde su inicio. Pero este culebrón, a diferencia de los deportivos, no
hacen correr ríos de tinta ni ocupar gran cantidad de megas de memoria en los
servidores de los diarios digitales. Será que la cultura –quién lo duda- no
interesa tanto como el fútbol. Pero lo cierto y verdad es que ambas
instituciones son a día de hoy claves en la vida y en la proyección cultural de
esta ciudad.
El
tal culebrón ha tenido en las últimas semanas dos importantes episodios. El primero
de ellos cuando tras parecer que ya estaba acordado que Pedro Halffter seguiría
al frente de ambas instituciones,
apoyado por dos de las administraciones implicadas –estatal y local-, la Junta de Andalucía, en una muestra más del “cariño”
que le tiene a la Sevilla zoidiana, volvió a bloquear el asunto, enrocándose al
parecer en la defensa de su candidato, el texano John Axelrod, no se sabe muy
bien si por la confianza ciega en las cualidades de éste, si por desprecio a
Halffter –al que el consejero Alonso le tiene hecha la cruz hace tiempo- o
simplemente por fastidiar, que es uso muy común últimamente de la
administración autonómica para con la capital de Andalucía.
El
segundo episodio tuvo lugar la semana pasada cuando el director
madrileño volvía al podio del Maestranza a dirigir a la orquesta cuyos músicos, mayoritariamente según parece, no le quieren.
Y así se lo hicieron saber luciendo
buena parte de ellos en el concierto un lazo verde en apoyo, dicen, de su
comité de empresa, que como reivindicación principal ha tomado la del cambio en la batuta titular de la formación.
A
mí me gustaría saber con detalle en qué radican los motivos del desencuentro de
los músicos con Halffter. ¿Son problemas artísticos o son laborales, o qué son?
Porque si son artísticos no sé qué pinta el comité de empresa en esta película.
Y si son laborales, que lo digan claramente y no anden disfrazándolos de otras
cosas para disimular que lo que quieren es cobrar más. Hasta ahora sólo he
escuchado (o leído) o burdas descalificaciones que algunos músicos anónimos vierten
en comentarios en las redes sociales, o las vagas alusiones por parte del comité a la “espiral descendente de los tres
últimos años” (¿me equivoco o es el tiempo que los músicos llevan con el sueldo
reducido, como todo quisque?). En el otro lado de la balanza tengo mi directa
apreciación personal -no profesional, pero sí de aficionado- del trabajo de
Halffter al frente de la orquesta, que no me parece precisamente malo. Ahora
bien, si esa música la hace la orquesta "sola" –como dicen algunos de
los comentaristas aludidos- ¡pues ahorrémonos a los directores! A Halfter
y a cualquier otro. Yo creo que los trabajadores no tienen por qué amar a su
jefe. Basta con que hagan bien su trabajo siguiendo sus instrucciones. La
decisión de quién haya de ser el director, como en cualquier otra empresa, no
les corresponde a ellos, entre otras cosas porque son muchos y diversos los
aspectos a valorar. Más les valiera pues dejarse de protestas. Urge por otra
parte que las administraciones responsables tomen ya la decisión definitiva, o en
su defecto expliquen con pelos y señales qué es lo que está pasando, pues hay
una absoluta falta de transparencia en este asunto. Que explique cada uno sus
porqués y sus razones y veremos si se trata de motivos fundados o meros personalismos
y zancadilleo. Porque esta
dilación puede pasar una gravosa factura,
tanto por el clima enrarecido en la
orquesta como por el retraso en la programación de próximas temporadas del
teatro. A ver si no va a pasar que entre todos terminemos cargándonos el
invento.
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