Estamos en
2014 y van pasando uno tras otros los plácidos días del verano.
Hace exactamente un siglo el escritor austriaco Stefan Zweig daba
cuenta de sus despreocupadas vacaciones de aquél otro año 14 en
Ostende: “los turistas se tumbaban en la playa junto a sus
casetas de colores brillantes o se bañaban en el mar, los niños
hacían volar sus cometas, los jóvenes bailaban junto a los cafés o
en el paseo junto al muro”. Todo transcurría con anodina
normalidad, aunque de vez en cuando llegaban hasta allí los ecos de
la amenaza de conflicto armado que se cernía sobre ellos - igual que
hoy llegan a nosotros, en el relativo relax de nuestro descanso
veraniego, las terribles noticias de la guerra en Irak, en Gaza, en
Ucrania...- sin que no obstante esos sobresaltos puntuales fuesen
suficientes para alterar el ritmo de las ocupaciones propias de los
veraneantes que de las más diversas nacionalidades allí se habían
dado cita. Sin embargo, “..de repente -recuerda gráficamente
Zweig- una fría ráfaga de terror sopló sobre la playa
despoblándola por completo”. El asesinato en Sarajevo del
emperador Francisco Fernando de Austria el 28 de junio de aquél año
fue el detonante de una serie de fatales decisiones que llevaron a
los países de la civilizada y desarrollada Europa a la guerra más
feroz y devastadora conocida hasta entonces, que acabó teniendo una
dimensión mundial.
Dado lo
llamativo de la efemérides, y el tiempo libre que me permiten las
vacaciones, me ha parecido oportuno dedicar buena parte de ese tiempo
a rememorar y profundizar en las raíces y desarrollo del conflicto,
escogiendo para ello el voluminoso libro escrito para la ocasión por
la prestigiosa historiadora británica Margaret MacMillan con el
título “1914. De la paz a la guerra”(Turner, 2013). En él
MacMillan se centra, con admirable minuciosidad, sobre todo en
analizar las causas y antecedentes que condujeron al conflicto desde
algunas décadas atrás. Cómo un mundo que parecía haberse
encaminado por la senda de la paz y del progreso se vio abocado a las
más terribles pesadillas que nos trajo el s. XX, iniciadas
precisamente por esta conflagración. El relato, a pesar de su
prolijidad, es verdaderamente fascinante. MacMillan no se limita a
los hechos, sino que se detiene en describir los ambientes social y
político imperantes en cada una de las principales potencias del
momento -entre las que desde luego no estaba España-, recordar
algunas de las ideas predominantes que alentaban la belicosidad
(nacionalismo, honor patriótico, darwinismo social, militarismo,
etc, frente al débil movimiento pacifista) y especialmente en
indagar la personalidad de los principales actores políticos y
militares en una época en que el poder, y por lo tanto las
decisiones trascendentes, estaba, bastante más que ahora,
concentrado en manos de un reducido ramillete de individuos.
En las casi
ochocientas páginas del libro MacMillan maneja con soltura una gran
cantidad de información, que va sin embargo exponiendo de forma
amena y asequible para el lector medio. Por él pasan desde los
fastos del jubileo de diamantes de la reina Victoria o la Exposición
Universal de París de 1900 a los ecos de las guerras precedentes más
inmediatas (desde las napoleónicas, a la de los bóxers, los boers,
Crimea, franco-prusiana o ruso-japonesa); la formación de los
bloques contendientes (la triple alianza de Alemania, Imperio
Austrohúngaro e Italia, frente a las ententes entre antiguas
rivales como Gran Bretaña, Francia y Rusia); el desmoronamiento de
los vetustos imperios chino, otomano y persa, que despierta la avidez
de las potencias occidentales sobre sus territorios; el
debilitamiento del imperio británico, tan extenso como desperdigado,
enfrentado a la creciente pujanza de la recién nacida Alemania, y la
carrera armamentística naval emprendida por ambos; el problema
surgido por el control de Marruecos; los cambios tecnológicos,
estratégicos y logísticos en el campo militar; el surgimiento de
nuevas potencias extraeuropeas como EEUU y Japón; las relaciones de
familia que unían a los monarcas de Gran Bretaña, Alemania y Rusia;
el conflicto aún latente de los Balcanes, causa última e inmediata
que desencadena la contienda; los retratos del káiser Guillermo, el
emperador Francisco José -también el de su amada y popular Sissi-,
del archiduque Francisco Fernando -paradójicamente uno de los
mayores defensores de la paz, cuya muerte desencadenó la guerra-,
del zar Nicolás, de sus principales ministros y asesores militares y
diplomáticos (Tirpitz, Delcassé, Salisbury, Fisher, Witt, Grey,
Büllow, Joffre, Poincaré, Berchtold, Asquith, Moltke, Bethmann,
Conrad, Schlieffen, Sujomlínov, Aehrenthal...) Un libro en suma en
el que más que un relato bélico lo que se recoge es el testamento
de un mundo, sobre todo de sus clases dirigentes, que -con todos sus
problemas y complicaciones- se las prometía felices tras varias décadas de relativa paz, y que sin embargo
fue empujado insensatamente a venirse abajo con estrépito en aquél
sangriento verano del 14, en que se apagó la luz en Europa y el orbe
entero fue cubierto por una tenebrosa tiniebla. Cien años después
la guerra aún no ha sido desterrada por la humanidad como método
bárbaro de resolución de sus diferencias.
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