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Foto Teatro de la Maestranza |
La tetralogía wagneriana
“El anillo del nibelungo” es la obra más colosal de la historia de la música.
Su representación íntegra a lo largo de cuatro sucesivas temporadas ha
constituido el proyecto más ambicioso acometido por el Teatro de la Maestranza
a lo largo de su aún corta existencia. El ciclo se inició cuando todavía la
dichosa crisis económica no había golpeado con tanta dureza como después lo
hizo o al menos no se preveía tan larga su duración. Se escogió entonces la
exitosa pero muy costosa producción que La Fura del Baus había realizado para
Valencia y Florencia. Cuando las aportaciones al presupuesto de las distintas
administraciones implicadas comenzaron a mermar se llegó incluso a dudar de
poder culminar el empeño. Afortunadamente, a pesar de las restricciones
presupuestarias el teatro consiguió programar la cuarta de las óperas, aun a
costa de ahorrar en otras producciones, con la consiguiente merma. Y miren
ustedes por dónde al final han sido los señores músicos de la Real Orquesta
Sinfónica de Sevilla quienes, en un alarde de egoísmo sin parangón, han estado
a punto de dar al traste con este acontecimiento cultural de primera magnitud
para la ciudad con su tan injustificada como inoportuna convocatoria de huelga,
al final felizmente evitada. No es de recibo que se ponga en peligro una inversión
de nada menos que 500.000.-€ porque los señores músicos exijan participar en la
elección del director de la orquesta o anden protestando porque las medidas del
foso del teatro no les permite disfrutar del espacio que dispone la normativa
de prevención de riesgos laborales. ¡Como si el foso fuera una fábrica! No
parecen cuestiones de relevancia para llegar a este extremo. Muchos
trabajadores en Sevilla y en España vienen pasando por auténticos problemas
laborales pero no tienen la “suerte” de poder poner en jaque incluso la proyección
internacional de una ciudad. Aprovecharse de esta circunstancia es un claro
abuso por parte de estos señores. Hace poco hemos podido asistir a la
cancelación del estreno de una “Carmen” en el Carlo Felice de Génova, en este
caso debido a una protesta del personal técnico y administrativo del teatro.
Aficionados de todo el mundo esperábamos la retransmisión on line del evento, que finalmente no se produjo para disgusto de
todos. Gracias a quien corresponda aquí no se llegó a tanto, pero la mera
convocatoria ya me pareció un exceso que sin duda habrá tenido su repercusión
sobre todo respecto al público foráneo que hubiera podido tener intención de
venir y quizá se retuvo por las incertidumbres.
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Foto Teatro de la Maestranza |
Pero ayer era un día
para dejar todo esto en un segundo plano y disfrutar. Y yo al menos sí que lo
hice, de tal manera que la tarde se me hizo corItísima gracias a las cinco horas
y media que pasamos en el teatro. Lo más sobresaliente de la velada fue,
paradójicamente, la actuación de la orquesta dirigida de forma magistral por
Pedro Halffter, a quien al parecer sus propios músicos cuestionan. Ya había
tenido la fortuna de escucharla en ensayo y me pareció sublime. Ayer lo
ratificaron. Es una lástima que aspectos de índole secundario puedan llegar a enturbiar el excelente trabajo artístico de
esta formación. Siguiendo con la aportación de la tierra, la intervención del
coro en el segundo acto me resultó sencillamente espectacular. Por lo que hace
a los solistas se puede decir que globalmente cumplieron su cometido de manera notable. Tanto Stefan Vinke (Sigfrido) como Linda Watson (Brünnhilde) cuentan en sus currículos
con presencias en Bayreuth (especialmente la segunda, que ha trabajado allí
varias veces a las órdenes nada menos que de Christian Thielemann) lo que es
una buena carta de presentación para cualquier cantante wagneriano. Creo sin
embargo que ninguno de los dos descolló especialmente por diversas razones, aunque mantuvieron
el tipo hasta el último acto, en el que dieron lo mejor de sí, que no es poco
con estos “papelones”. Christian Hübner fue muy aplaudido al final, pero a mi
no me gustó su voz, y eso que el perverso Hagen es quizá mi personaje favorito
de esta ópera. Del resto, de buen tono en general, cabe destacar la Waltraute de Elena Zihdkova, quien también
encarnó una de las nornas.
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Foto Teatro de la Maestranza |
La puesta en escena de
Padrissa fue, como es habitual, impactante visualmente, aunque no siempre le
encontrase su posible sentido a algunos de los muchos que por lo general
utiliza. El caso es que nos sorprendió como quizá no lo había hecho desde la
primera entrega de “El oro del Rin”. Resaltaría sobre todo el inicio del tercer
acto, en el que todos nos sentimos sumergidos en el río desde donde llegaba el
canto de las ondinas, y el tratamiento de la marcha fúnebre de Sigfrido, dando primero
el protagonismo absoluto a la orquesta y luego con la tremenda escena del cortejo
fúnebre transitando por el patio de butacas. De lo más espectacular a lo más
sobrio, pero siempre con un resultado dramático soberbio. En la escena final sin
embargo me sobraron los textos escritos con letras de fuego, que apenas me
esforcé en leer. Yo tenía, fascinado, mis cinco sentidos puestos en absorber
hasta el último de los matices de aquella música maravillosa que se iba
derramando sin remedio como las aguas del Rin, que se iba consumiendo en el
fuego funerario y purificador hasta llegar inevitablemente a su final.
Ha concluido el ciclo,
ha terminado la temporada y también puede ser que una larga etapa de diez años
con Pedro Halffter al frente de la dirección del teatro, con sus luces y sus
sombras. Hay ahora que hacer análisis y ver qué es lo mejor para el futuro de
la institución, algo que se antoja difícil cuando hay entresijos políticos de
por medio. Sería muy triste vernos en la situación en que hoy se encuentra el Palau e les Arts valenciano. Ojalá prevalezcan el sentido y el interés común para que
Sevilla pueda seguir avanzando posiciones en el panorama musical y operístico
con representaciones como la que ayer pudimos presenciar.
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