Podría ser el título de una novela de espías, luego
llevada al cine exitosamente por el Tom Cruise de turno. O de un thriller
político-económico de altos vuelos. La carta de Frankfurt a que yo me refiero tiene más bien que ver con
esto último. Es la que, con carácter confidencial, el entonces presidente del BCE, Jean Claude
Trichet, envió al a la sazón presidente del Gobierno español, Rodríguez
Zapatero, y en la que se marcaba la ruta que inexcusablemente había de
seguirse para que la institución con sede en la ciudad del Main continuase apuntalando
la insostenible situación de la deuda española. De la existencia de esa carta,
y de su contenido, ya sabíamos algo, pero ha sido ahora el periodista Mariano
Guindal quien en su libro de reciente publicación "Los días que vivimos peligrosamente" la ha desvelado en su integridad. La carta tiene una
importancia trascendental para entender lo que estamos viviendo hoy. La primera
conclusión indudable es que estamos
intervenidos de facto, algo que ya intuíamos. Claro que eso no es sino el
precio de pertenecer a un club exigente y haber incumplido sus reglas.
La carta fue enviada el 5 de agosto pasado, pocos días
después de que ZP hubiese anunciado la convocatoria anticipada de elecciones,
pero demorándolas irresponsablemente hasta el 20N. En ella el BCE centraban sus exigencias en tres cuestiones: el compromiso de
limitación de déficit, la reforma laboral y el control de las descontroladas
cuentas de autonomías y ayuntamientos.
Zapatero hizo la primera, mediante la reforma exprés de la
Constitución, pero no estuvo dispuesto a acometer las otras dos, ¡total, el ya se iba! Rajoy por
su parte apoyó sin fisuras la reforma constitucional y nada más llegar al
gobierno se apresuró a afrontar la reforma laboral y a acometer el control de
las finanzas autonómicas. Por eso la semana pasada, tras la celebración del
Consejo de Política Fiscal y Financiera, y ante la falta de respuesta positiva
por parte de los mercados, el discurso
era “hemos hecho lo que teníamos que
hacer, ahora le toca mover ficha a otros”. Sin embargo los otros siguen
pensando que no es bastante .
Llama la atención que la mayor parte de las peticiones
de la autoridad monetaria europea iban referidas a la reforma laboral (negociación colectiva con efectiva descentralización de
la negociación salarial, abolición de las cláusulas de indexación de los
salarios con la inflación, adopción de medidas especiales para alentar la
moderación salarial, creación de un contrato de trabajo excepcional con un
coste de despido muy bajo durante un período de tiempo delimitado, ...).
Puede decirse que todas ellas fueron
atendidas en el RDL 3/2012 de 10 de febrero, recibido con rechazo sindical y que provocó la
huelga general del 29M. Hoy sabemos por tanto con certeza que si los sindicatos
persisten en su empeño de echar atrás la reforma, tendrán que ir a manifestarse
a Bruselas o Frankfurt, y no a Madrid. Aquí queda poco margen de maniobra. O a
lo mejor es que prefieren que seamos rescatados o que quedemos directamente
fuera del euro y de la Unión Europea. No digo que el Gobierno no crea en su
reforma –ya hay por ahí estudios que auguran su éxito tan pronto la
economía repunte un poco- pero tampoco
es que tuviera mucha opción. La reforma pues, como otras medidas adoptadas, era necesaria y seguramente
conveniente. La duda que ahora nos asalta es si ha sido suficiente. A día de hoy parece que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario