miércoles, 4 de octubre de 2023

FIESTA DEL DEPORTE

 


Se celebró un año más (y van treinta y cinco) la célebre Carrera Nocturna del Guadalquivir, que después de ensayar diversos trazados a lo largo de su historia, parece haberse afianzado definitivamente en el actual que comienza y termina junto al mítico río que le da nombre, y circunda la ciudad por su ronda histórica. ¿Son treinta y cinco ediciones suficientes para otorgarle el título de “tradicional” a esta prueba deportiva? Pues no sé. Para la gente de mi generación debía de serlo, puesto que hemos conocido más años con “Nocturna” que sin ella. Sin embargo para otros “tradicionalistas” sevillanos –yo también lo soy- parece ser que no cabe la concesión de tan honorífico título, y no sólo eso, sino que prácticamente le niegan el pan y la sal, porque no encaja en sus esquemas de lo que son las cosas de Sevilla.

Es el caso de mi admirado D. Antonio Burgos, guardián de las esencias en esta materia, al que leo desde niño, cuando mi padre llegaba a casa con el ABC del día –el tacto y el olor que provocan reacciones proustianas- y yo  esperaba impaciente a que lo soltara él para poder leerlo yo de pe a pa, empezando por las páginas de deportes y  El Recuadro.

Lo que sí ha convertido D. Antonio en tradición es su artículo-libelo contra las carreras atléticas por el centro de la ciudad, como tradicionales son sus artículos sobre la Semana Santa, el Corpus o la Virgen de los Reyes. Y D. Antonio saben uds que no falla, fiel a sus citas de cada año. Además en su queja no está solo, sino que le siguen miles de sevillanos, que a pesar del tiempo transcurrido todavía no se han acostumbrado a estos inconvenientes de la vida moderna en las grandes ciudades. Piensen por ejemplo que el maratón de Berlín, donde la semana pasada se estableció el estratosférico record femenino de la etíope Tigst Assefa, no termina precisamente junto al aeropuero, sino en la mismísima puerta de Brandemburgo. Argumentan sin embargo nuestros paisanos   que para correr en Sevilla está la Cartuja –o incluso los polígonos industriales, ya puestos- y que no hay que formar tanto jaleo de tráfico y “acolapsar” la ciudad, como sí se le permite por cierto, digo yo,  a otras celebraciones tradicionales. Es la cosa de mirarse sólo el propio ombligo. Procesiones hay en Semana Santa con menos tradición que la nocturna o el maratón –no, no voy a comparar con las que tienen siglos de existencia   - y que también provocan grandes cortes de tráfico y molestias, sobre todo a los que no se habían acordado –¡mecachis!- de que aquél dia pasaba por aquí o por allá tal o cual cofradía de lejano barrio.

Olvidan todos estos conciudadanos, o no alcanzan a entender, que en concreto la Carrera Nocturna del Guadalquivir, en el último viernes de cada mes de septiembre –fíjense si esto es o no sevillano y rancio-  con sus veinte mil participantes de media en los últimos años, se ha convertido no ya en una competición –sólo los que salen muy adelante pueden de verdad correr competitivamente- sino en una gran fiesta deportiva en la que participan no solo miles de sevillanos, sino también muchísima gente que viene de fuera sólo para esto, porque para ellos constituye un aliciente de primera participar en un evento deportivo de esta magnitud, sin duda el más mogollónico de los que se celebran cuando menos en el sur de España y con el escenario más bello que se pueda tener en el mundo. Y en este sentido yo le pregunto a D. Antonio, y a los que piensan como D. Antonio: ¿si usted da una fiesta en su casa, además con tantísimos invitados, 
la da en el salón, o en el cuarto de la plancha?

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