La comidilla de ayer en
Sevilla, a falta de mejores visitantes, fue la del nota que se paseó por la
Feria vestido de nazareno (del Museo?). El gachó dice que se trataba de un “experimento sociológico”. No me ha quedado
claro, porque tampoco me he molestado en averiguarlo, si la idea se le ocurrió
a su propia mollera, o salió de la de algún profesor, de esos con más peligro que un miura,
de los que nuestro sistema público docente está trufado y en cuyas manos no permitiría que cayera ninguna de mis hijas. En cualquier caso, yo le sugeriría, al niñato o al maestro, que
experimentase en el coto de su pura madre, y nos dejen en paz a los demás con sus delirios.
Experimento o simple
chaladura, lo que está claro es que se trata de una provocación, y estas no se
sabe nunca cómo pueden acabar. Hay mucha gente, de aquí y de fuera, que le han
perdido el respeto a Sevilla y a sus tradiciones, y parecen empeñados en que
nuestras fiestas no puedan celebrarse en la armonía y convivencia ciudadanas de que
siempre han hecho gala.
Claro, que el de este
tipo es más inofensivo que el de los que “experimentan” cargarse la Madrugada,
y por ende la Semana Santa, provocando carreritas. Sí, provocándolas, porque
las carreritas no ocurren por generación espontánea o como consecuencia de una
simple pelea, como nuestras sesudas autoridades incompetentes se empeñan en
hacernos creer. Se ha demostrado este año cuando el solitario intento ocurrido
en la calle San Pablo sobre las tres y pico de la madrugada fue abortado por la
reacción contraria del público. Pero hubo provocadores, que según se publicó fueron detenidos y de los que nunca más se
supo. Quizá porque es esta una realidad incómoda para la versión oficial.
El caso es que
convivimos con más gente grillada de lo que parece, y lo que pueden idear esas
pobres cabecitas quizá los que estamos medio sanos no lo podemos ni imaginar.
Pero bien harían los responsables de la seguridad ciudadana en tomar buena
nota. Es mucho más plausible esta opción que la de los inverosímiles efectos dominó.
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