Acudimos a nuestra cita
del domingo en el Maestranza aún bajo el impacto del rotundo triunfo la
noche anterior de una Diana Damrau
pletórica en la Traviata de la
velada milanesa de San Ambrosio. No era fácil el reto en un escenario en que, casi
sesenta años después, aún merodea el
fantasma de la legendaria Violeta de la Callas. Pero la Damrau tuvo una noche
redonda en canto y en interpretación, reconocida entusiásticamente por el
público. Todo lo contrario que le ocurrió a Bezcala, Gatti y Tcherniakov, que
tuvieron que soportar los abucheos del respetable. Si Gatti y Bezcala parecieron
sobrellevarlo, la cara del director de escena, buen amigo supongo de Mortier
que lo ha traído en más de una ocasión al Real, era todo un poema. ¿En qué hora se me
ocurriría a mi venir aquí? Pensaría la criatura. Pero lo de Bezcala era sólo apariencia.
Menudo rebote se ha cogido el tenor, que ha dicho en su perfil de facebook que
no vuelve pisar La Scala, e incluso le ha echado veladamente la culpa de sus problemas al regista
ruso, que sólo le faltaba esto. Lo cierto es que el polaco no anduvo fino, y aunque no creo que fuera
para tanto, según suele decirse, el público es soberano. Máxime si se paga un
mínimo de ciento veinte euros por la entrada, tendrá uno derecho a protestar si
no le gusta, digo yo.
Pero vamos a lo que
veníamos. Si la memoria e internet no me
fallan con la de ayer es la tercera vez que veo representar la historia de Manon
y el caballero Des Grieux en el coliseo lírico hispalense (toma cursilada) en
una década. Tanto en versión Puccini (la
de ayer fue la segunda) como en versión Massenet. Con la de títulos que hay en
el repertorio, no se explica tanta reiteración, pero este año ya ocurrió con
Aida, y volverá a hacerlo con Cenerentola, con lo que la única novedad será “El
ocaso de los dioses”.
Por lo demás la
temporada transita por la dulce senda del
clasicismo escénico, algo que a algunos irrita, pero que el público sevillano en
general agradece. Y como el espectáculo se hace para el público en general y no
sólo para los entendidos, pues a mi me parece bien. Si a esto sumamos el que en
muchas ocasiones la innovación deriva en disparate, pues para qué nos vamos a
quejar. Si aquí lo que gusta es “Siempre así”
no le pidamos peras al olmo. A ver si vamos a espantar a la poquita
afición, que ayer ni se llenó el teatro. Por mi parte no echo de menos producciones
del estilo de las vistas este año en La
Monnaie para el mismo título (cuya acción se desarrolla en una estación de
metro) o incluso la aclamada Bohème perroflauta (Michieletto) del pasado año en Salzburgo,
por referirme a dos obras de Puccini. Para escenografías más arriesgadas que
realmente aporten algo a la obra habría quizá
que traer títulos más vanguardistas.
Mientras tanto nos conformaremos con degustar
el ingenio de Padrissa en el colofón de su Anillo.
En esta Manon de Didier
Flamand que se desarrolla entre decorados de estética dieciochesca dentro de la
más estricta ortodoxia, la televisiva Ainoha Arteta es sin duda la
estrella de la función. Como presentadora es pésima, a pesar de su agradable
físico, pero ha llegado a esta producción en un momento vocal espléndido
encarnando a la perfección el papel de
la heroína ideada por el abate Prévost. En especial resultó conmovedor el cuarto acto,
lo mejor de la representación, en el que tuvo buena réplica por parte de Walter
Fraccaro en el papel de Des Grieux. La orquesta estuvo brillante, sobre todo en
el famoso interludio del tercer acto. Pero me da la impresión de que a Halfter
se le fue la mano con los volúmenes, porque lo cierto es que a los cantantes
les costaba horrores saltar el foso. De manera que el resto del elenco, a
excepción del coro, me pasó más bien desapercibido. Una lástima.
En definitiva, entre
Milán (a distancia) y Sevilla (presencialmente), hemos tenido un
puente de lo más musical. Hacer comparaciones no tiene sentido. Está claro que
en Italia la ópera se vive de con una pasión que aquí reservamos para otro tipo de
espectáculos. El compromiso es mucho mayor,
si además se trata de una inauguración de temporada con retransmisión para todo
el mundo incluida. Si Bezacala no quiere
que le piten, que se venga por aquí que somos más comprensivos. Aunque me temo
que con lo que tiene firmado para los próximos meses para Nueva York, Viena, o
París no le va a quedar tiempo. Cosas del divismo.
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