viernes, 22 de junio de 2012

CUADERNOS NO, BLAKBERRYS SÍ


El delirante concepto ideológico que de la educación tienen los mandamases de la Junta de Andalucía, que nos lleva a los peores resultados educativos de nuestro entorno, llega en estos días al paroxismo con algunas de las normas que se quieren imponer para el curso venidero.

Veamos: así que la Junta puso en marcha hace unos años lo que llaman el  “programa de gratuidad de libros”. Para empezar los libros no son gratuitos, lo que es gratuito es su préstamo, como ocurre por ejemplo en cualquier biblioteca pública. Te lo dan en septiembre y en junio hay que devolverlo impoluto. Pero claro, esto conlleva aparejado una serie de limitaciones en su uso que redunda en perjuicio de la educación de los niños, ya que no pueden hacer algo tan elemental para un estudiante  como es subrayar, hacer anotaciones, repasar en verano, etc.  El libro sólo mirarlo, y a ser posible poquito, para que no se gaste mucho y dure más.
A mi el sistema me parece infumable, de un igualitarismo empobrecedor y un estatalismo que asusta. El estado, en este caso la Junta de Andalucía,  cada vez avanza más en el control de la educación. Se convierte no sólo en regulador y garante de que todos tengan acceso a este derecho constitucional, sino que pretende asumir el papel de único educador. De ahí que les moleste tanto la libertad de educación, el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos y las escuelas de iniciativa social (no sólo católicas) y que toda su obsesión sea atosigarlas para que, si es posible, desaparezcan.
Para los más recalcitrantes, si por ellos fuera, también desapareceríamos los padres y las familias, que somos una forma burguesa de perpetuación de las desigualdades, por más que ellos, a la hora de colocar dedo, de lo primero que echan mano  es de su parentela. De los niños se haría cargo directamente el estado, para que todos crezcan igual, al modelo totalitario espartano. Pero de momento se conforman con mantenernos controladitos: nos impiden en muchos casos que nuestros hijos acudan al colegio de nuestra elección, nos obligan a aguantar que se les impartan asignaturas con contenidos contrarios a nuestras convicciones, etc. Con esto de la gratuidad de los libros se trata de hacernos ver que el derecho a la educación de nuestros hijos no es ya una responsabilidad nuestra, sino una prebenda más que reparte gratuitamente papá estado a toda su prole.
Precisamente en parte para superar las limitaciones indicadas, los libros “gratuitos” son en muchos colegios complementados con otro tipo de materiales, que sí pagan los padres. Pues ahora la Junta, siempre tan celosa de cuidar nuestros bolsillos, quiere imponer obligatoriamente que no se exija material escolar que no esté incluido en el programa de gratuidad. La excusa es no crear desigualdades con respecto a aquellas familias que no pudieran pagarlos. “No estigmatizar”, habría que decir en lenguaje progre. ¿No sería más lógico quitar el “gratis” total, y ayudar aquellas familias que realmente lo necesiten? ¡Ah no! que entonces algunos podríamos dejar de estarles agradecidos por todo lo que hacen por nosotros (con nuestro dinero, por cierto).
Así que tendremos la llamativa y sonrojante  paradoja de que los niños no podrán llevar al cole cuadernos “de pago”, pero sí los teléfonos móviles y las  blackberrys, para los cuales al parecer los padres sí tienen dinero.

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