El delirante concepto ideológico que de la educación
tienen los mandamases de la Junta de Andalucía, que nos lleva a los peores
resultados educativos de nuestro entorno, llega en estos días al paroxismo con
algunas de las normas que se quieren imponer para el curso venidero.
Veamos: así que la Junta puso en marcha hace unos años
lo que llaman el “programa de gratuidad
de libros”. Para empezar los libros no son gratuitos, lo que es gratuito es su
préstamo, como ocurre por ejemplo en cualquier biblioteca pública. Te lo dan en
septiembre y en junio hay que devolverlo impoluto. Pero claro, esto conlleva
aparejado una serie de limitaciones en su uso que redunda en perjuicio de la
educación de los niños, ya que no pueden hacer algo tan elemental para un
estudiante como es subrayar, hacer
anotaciones, repasar en verano, etc. El
libro sólo mirarlo, y a ser posible poquito, para que no se gaste mucho y dure
más.
A mi el sistema me parece infumable, de un
igualitarismo empobrecedor y un estatalismo que asusta. El estado, en este caso
la Junta de Andalucía, cada vez avanza
más en el control de la educación. Se convierte no sólo en regulador y garante
de que todos tengan acceso a este derecho constitucional, sino que pretende
asumir el papel de único educador. De ahí que les moleste tanto la libertad de
educación, el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos y las
escuelas de iniciativa social (no sólo católicas) y que toda su obsesión sea
atosigarlas para que, si es posible, desaparezcan.
Para los más recalcitrantes, si por ellos fuera,
también desapareceríamos los padres y las familias, que somos una forma burguesa
de perpetuación de las desigualdades, por más que ellos, a la hora de colocar
dedo, de lo primero que echan mano es de
su parentela. De los niños se haría cargo directamente el estado, para que
todos crezcan igual, al modelo totalitario espartano. Pero de momento se
conforman con mantenernos controladitos: nos impiden en muchos casos que
nuestros hijos acudan al colegio de nuestra elección, nos obligan a aguantar
que se les impartan asignaturas con contenidos contrarios a nuestras
convicciones, etc. Con esto de la gratuidad de los libros se trata de hacernos
ver que el derecho a la educación de nuestros hijos no es ya una
responsabilidad nuestra, sino una prebenda más que reparte gratuitamente papá
estado a toda su prole.
Precisamente en parte para superar las limitaciones
indicadas, los libros “gratuitos” son en muchos colegios complementados con
otro tipo de materiales, que sí pagan los padres. Pues ahora la Junta, siempre
tan celosa de cuidar nuestros bolsillos, quiere imponer obligatoriamente que no se exija material escolar que no esté incluido en el programa de gratuidad. La excusa es no crear desigualdades
con respecto a aquellas familias que no pudieran pagarlos. “No estigmatizar”,
habría que decir en lenguaje progre. ¿No sería más lógico quitar el “gratis”
total, y ayudar aquellas familias que realmente lo necesiten? ¡Ah no! que
entonces algunos podríamos dejar de estarles agradecidos por todo lo que hacen
por nosotros (con nuestro dinero, por cierto).
Así que tendremos la llamativa y sonrojante paradoja de que los niños no podrán llevar al
cole cuadernos “de pago”, pero sí los teléfonos móviles y las blackberrys, para los cuales al parecer los
padres sí tienen dinero.
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