Una de las características peculiares de nuestro
sistema es la presencia de políticos entre visionarios y pintorescos, en
proporción más propia de regímenes
tercermundistas que de lo que es
aconsejable en las democracias occidentales asentadas. A algunos se les ve a la legua. Visten
“palestinas” de diversos colores, que al parecer la coquetería no está reñida
con la revolución. Otros fuman en pipa, algo tan en desuso hoy en día, en
tiempos, además, de persecución contra el tabaco. Pero también los hay que usan
corbata, aunque siempre mal anudada, no se sabe si por falta de habilidad, o
como detalle de cuidado desaliño, no vayamos a confundirnos. Característica
común de todos ellos es el tono habitual de su discurso, entre místico y
alucinado, basado siempre en su visión ideológica por más que esta sea
desmentida por la realidad.
Uno de estos políticos es el que fuera nada menos que Presidente del
Parlamento de Andalucía, y que, pese a liderar una fuerza minoritaria, está llamado otra vez a altas tareas en
el nuevo tiempo político, como gusta decir al personaje, que ahora se abre.
Este señor, que se tuvo que ir a un notario a firmar
sus compromisos electorales a ver si alguien se los creía –y algunos picaron-
le ha durado su empeño contra la corrupción el tiempo que ha tardado en llegar
a un apaño de reparto de poder con uno de sus mayores responsables, cuando
menos a nivel político, en Andalucía. “Griñán tendrá que asumir sus
responsabilidades si es imputado por la juez Alaya”, ha dicho. ¿Y usted sr
Valderas, llegado el caso, asumirá la suya por apuntalar en el poder a quien
perdió las elecciones, poniéndose de perfil ante el encarcelamiento de nada
menos que uno de sus exconsejeros, y a
sabiendas de que esa imputación es más que probable? ¿No considera usted
suficiente la responsabilidad política, que a día de hoy es perfectamente patente?
¿Quiere usted hacernos creer que va realmente a indagar en esas
responsabilidades de su socio de gobierno a través de la comisión de
investigación que ha pedido ya en el Parlamento, aún a riesgo de que se le
estropee el negocio?
Lo grave de estos tipos es que son capaces, en su
alucinación ideológica, de construirse
su discurso justificativo y, lo que es peor, creérselo. Y transitar así
por la vida, por ejemplo, dándoselas de adalides contra la corrupción aunque se
conviertan en cómplices o encubridores de ella. El esfuerzo de
autoconvencimiento debe ser arduo, y la concentración tan intensa que es
posible que lleguen incluso a la levitación. Sólo así se explica. Si Valderas
no fuese un “levitador” sabría perfectamente que no puede uno sentarse sobre la
mierda y no mancharse.
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