He escuchado no sé dónde que no sé quiénes habían
convocado para hoy día 22 de mayo una huelga en todos los niveles de la enseñanza –desde la infantil hasta la universitaria- por
no sé qué motivos.
Como supuestamente convocado a tal huelga no he
recibido información precisa y detallada por parte de nadie sobre las causas
concretas de la protesta ni objetivos que se pretenden con ella, más allá de
consabidas consignas ya manidas y, en mi opinión, carentes de sentido.
En cualquier caso no ha hecho falta, porque en la Universidad de Sevilla no ha habido
huelga. No ha podido haberla porque los representantes estudiantiles
–aprendices de los peores hábitos de sindicalistas y políticos- han convocado
una asamblea ¡de doce horas de duración!, lo que ha llevado a las permisivas
autoridades académicas a suspender la
actividad docente durante toda la jornada. Según informan algunos medios, a
la citada asamblea no habrán asistido más de quinientos alumnos de los sesenta
mil que tiene la US.
Recordemos que el de huelga es un derecho de los
trabajadores –no de cualesquiera otros colectivos- y que su ejercicio consiste
en el cese de la prestación de trabajo, que debe realizarse, en cualquier caso,
respetando el derecho a trabajar de quienes no deseen secundarla.
Por otra parte, un derecho esencial de los alumnos es
el de recibir la formación, que es para lo que están en la Universidad y pagan
matrícula. Ese derecho puede a lo sumo ceder ante el ejercicio de otro como el
de huelga, pero no en cualquier otra caprichosa circunstancia.
En este caso,
ninguno de esos derechos ha sido respetado: ni el derecho de huelga de los trabajadores que quisieran apoyar la convocatoria,
porque no puede cesarse en la prestación del servicio cuando esa
prestación está ya previamente impedida
por otra causa; ni el derecho al trabajo
de quienes no estuvieran de acuerdo con el mismo, que han recibido directamente la orden de no impartir las clases; ni tampoco el derecho a la educación por
parte del alumnado que no secunda las movilizaciones emprendidas por sus
compañeros, a quienes se ha privado a priori de ese derecho, con independencia
de cuál hubiera sido la decisión de sus respectivos profesores en cuanto al paro.
En definitiva, una jugada perfecta para vaciar de
contenido una jornada de huelga y convertirla en un día más de vacaciones. Lo
cual contribuye, indudablemente, a reforzar el prestigio, la calidad y la excelencia de nuestra Universidad.
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