sábado, 4 de abril de 2020

PANORAMA ATERRADOR


Cuando el bello Pedro y el desaliñado Pablo alcanzaron el vergonzoso pacto del abrazo para formar un gobierno de pesadilla (según el propio Sánchez había reconocido durante la campaña electoral) escribí por alguna parte “las izquierdas se unen para arruinar de nuevo a España.”

De que la aventura izquierdista acabaría llevando otra vez al país a la ruina estaba seguro, porque es lo que reiteradamente ha ocurrido en nuestra historia (también escribí que el español es el único animal que tropieza todas las veces que haga falta en la misma piedra). Lo que no podía prever es que lo haría tan pronto y tan profundamente.

Lo que está ocurriendo en España no es una fatalidad del destino, ni fruto de una maldición bíblica o un revés de fortuna. Ocurre por tener el peor gobierno de nuestra historia reciente (mira que ZP dejó el listón alto) ante un problema de dimensiones desconocidas hasta la fecha.

Que no se escuden en el “¡¡cómo se iba a saber!!”, porque se sabía (no había más que mirar a la cercana Italia). Que no se escuden en los recortes de Rajoy (para recorte el cierre del Hospital Militar de Sevilla) porque es ahora, desde el mes de enero, cuando tenían que haberse hecho los aprovisionamientos de material de protección y de test. Que no se escuden en los técnicos, cuando siguen confiando (y confiándonos a él, que es lo grave) en el tal Simón, que decía que aquí la incidencia iba a ser mínima, y al que tenemos que seguir aguantando que cada día nos informe de por dónde va ya la cifra de muertos, incluso ahora que él también está infectado.

La pandemia, como su propio nombre indica, es global. Pero la gestión catastrófica de la misma lleva indiscutiblemente la marca España, gracias a este ejecutivo incompetente, conformado sólo bajo el criterio de repartir sillones entre las dos fuerzas coaligadas y donde la capacidad y la inteligencia ni están ni se les espera.

El panorama es aterrador: privados de nuestros derechos fundamentales a la libre circulación, a la reunión, a la manifestación.. Privados del derecho al trabajo y a la libertad de empresa...Con el Parlamento prácticamente cerrado, sin poder controlar al Gobierno.  Con un presidente que elude igualmente el control de la prensa en comparecencias amañadas, y compra con ayudas millonarias, por si no tuviese bastante con la propaganda de la pública, el apoyo de las cadenas televisivas privadas. Y con un émulo de Lenin de vicepresidente, que debe contemplar con satisfacción cómo el previsible colapso de la economía representará una inimaginable ocasión propicia para la posterior instauración de un régimen comunista.  

Tras tres semanas de confinamiento, el ministro Illa todavía no ha sido capaz de aprovisionarse ni siquiera de mascarillas. Para qué hablar de respiradores o de test, que son la única forma segura de combatir eficazmente la epidemia. Y sin embargo, ya se nos anuncian otras dos semanas más de prórroga de un estado que no es de alarma, sino de auténtica excepción. Y lo que es más grave, sin que se aprecie mucha resistencia, ni por parte de las fuerzas políticas ni por parte de la ciudadanía.

El Gobierno pide unidad, y sería lo ideal en tan delicadísima situación, pero, desde su sectarismo, en realidad lo que pretende es adhesión inquebrantable a su absoluta incompetencia. Hora es ya de que la oposición ejerza realmente como tal. No puede ser que siga dando carta libre a esta pandilla de incompetentes para que continúe haciendo y deshaciendo a su antojo. Lo ideal sería un nuevo ejecutivo, de concentración, y dónde prime el perfil técnico. Pero si no eso, al menos debe exigir condiciones como poco de transparencia y de diálogo que hasta ahora no han existido en absoluto. De otra manera, apoyando gratuitamente a este gobierno de pesadilla corre el riesgo de convertirse en cómplice de toda esta catástrofe.

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