viernes, 3 de enero de 2014

VERDI EN SEVILLA

Acabó el año del bicentenario Verdi. También el de Wagner, pero este fue menos intenso. Qué le vamos a hacer, el índice de popularidad del italiano es mucho mayor que el del teutón, aunque yo disfruto con los dos. Haré un repaso de los  títulos verdianos que he visto en los último meses:  La forza del destino (2), La traviata (3), Il trovatore, Un ballo in maschera, Falstaff, Simón Boccanegra,  Attila, Rigoletto (2), Otello, Don Carlo, Aida (2),…Es una pequeña muestra y  habría estado bien añadir algún Nabucco, un Macbeth –aquél de Munich que me perdí porque estaba de viaje- unas Vespri, o incluso un Requiem, que este año no he escuchado,  pero creo que puede decirse que no está mal la celebración.
          En Sevilla se representaron tres de estas obras: Rigoletto, Il trovatore y Aída. Asistí a la primera y la última de ellas en el Teatro de la Maestranza. No así a la función de Il trovatore que se dio en FIBES allá por el mes de mayo, y en la que según he leído destacaron especialmente la soprano extremeña Carmen Solís, y el director sevillano Pedro Vázquez. Tampoco se puede decir que esté mal: tres de las siete óperas que se representaron en el año en la ciudad, algunas de ellas con hasta seis y ocho funciones, se eligieron de entre el repertorio del compositor de Busseto. De Wagner sin embargo no se representó ninguna, aunque sí se hizo al principio de la temporada pasada (Sigfrido) y se hará al final de esta (El ocaso de los dioses) completándose la tetralogía del Anillo de la que hemos venido disfrutando en los últimos años.
         Pero lo que ha pasado totalmente desapercibido es la vinculación directa de Verdi con Sevilla. Para empezar no se programó “La forza del destino”,  cuyo primer acto lo sitúa el libretista Piave en un sevillano castillo del Marqués de Calatrava, obra que continúa inédita por tanto en el teatro del Paseo de Colón. Pero tampoco se recordó que el propio compositor visitó nuestra ciudad con ocasión del estreno de esta ópera en el Teatro Real de Madrid. Yo lo sé gracias a Ramón María Serrera, que siempre se preocupó de difundirlo –aunque parece ser que el estudio del asunto se debe a Andrés Moreno Menjíbar-  y no quiero dejar pasar la ocasión de hacer lo propio, para que al menos lo sepan los amigos que tienen la mala cabeza de perder su tiempo leyendo este blog.
       Fue en 1863, el año siguiente al del estreno mundial de la obra en San Petersburgo. Después de estar en la capital de España,  Don  Giuseppe hizo un periplo por Andalucía en compañía de su esposa, Giuseppina Strepponi, visitando Sevilla, Córdoba, Jerez y Granada. Según cuenta Serrera, los  Verdi se alojaron en la antigua Fonda de Londres, donde el actual Hotel Inglaterra, en la entonces llamada Plaza Infanta Isabel, hoy Plaza Nueva.  Su estancia fue breve: llegaron el 1 de marzo por la noche y partieron en la mañana del día 3, con dirección a Granada.
No les prestó atención –toda la cursiva es de Serrera- don Juan José García de Vinuesa, entonces alcalde de Sevilla, ya que no hubo ninguna recepción oficial. Más calurosa fue la prensa, que llegó a afirmar que “el que hoy se aloja dentro de los muros de nuestra capital es el genio del día”. La Sociedad Filarmónica Hispalense intentó preparar una velada musical en su homenaje, pero todo quedó en un mero proyecto por indolencia de los músicos.
Sí que visitaron algunos de nuestros monumentos, como la Catedral o el Alcázar, y también  la fábrica de loza de la Cartuja, y  el Museo de Bellas Artes, acompañados por el entonces director de la pinacoteca, el gran pintor Manuel Cabral Bejarano, quedando hechizado el maestro por la obra de Murillo.
Tampoco ahora, en el sesquicentenario de aquella visita, se  le prestó mucha atención por parte de  don Juan Ignacio Zoido, sucesor en el cargo de García de Vinuesa, el que le quitó a la ciudad puertas y murallas y el nombre a la antigua calle de la Mar. Mejor suerte corrió por parte los músicos -Teatro de la Maestranza, Real Orquesta Sinfónica, Orquesta Sinfónica del Aljarafe...- con la interpretación de las tres citadas óperas. Por su parte, la Asociación de Amigos de la Ópera se encargó hace ya unos años de colocar una placa conmemorativa en el lugar del hospedaje. Entretanto, el público no melómano  ni se enteró del asunto. Aquí el  único verdi realmente importante al parecer es, incluso por delante del de la bandera  autonómica,  el que luce en sus camisetas un afamado equipo de fútbol. Una lástima, para una ciudad que pretende ser algo en el panorama operístico internacional.



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