Acabó el año del bicentenario
Verdi. También el de Wagner, pero este fue menos intenso. Qué le vamos a hacer,
el índice de popularidad del italiano es mucho mayor que el del teutón, aunque
yo disfruto con los dos. Haré un repaso de los títulos verdianos que he visto en los último
meses: La forza del destino (2), La
traviata (3), Il trovatore, Un ballo
in maschera, Falstaff, Simón Boccanegra,
Attila, Rigoletto (2), Otello,
Don Carlo, Aida (2),…Es una pequeña muestra y habría estado bien añadir algún Nabucco, un Macbeth –aquél de Munich que me perdí porque estaba de viaje- unas Vespri,
o incluso un Requiem, que este año no he escuchado, pero creo que puede decirse que no está mal
la celebración.
En Sevilla se
representaron tres de estas obras: Rigoletto,
Il trovatore y Aída. Asistí a la
primera y la última de ellas en el Teatro de la Maestranza. No así a la función
de Il trovatore que se dio en FIBES
allá por el mes de mayo, y en la que según he leído destacaron especialmente la
soprano extremeña Carmen Solís, y el director sevillano Pedro Vázquez. Tampoco
se puede decir que esté mal: tres de las siete óperas que se representaron en
el año en la ciudad, algunas de ellas con hasta seis y ocho funciones, se eligieron de entre el repertorio del compositor de Busseto.
De Wagner sin embargo no se representó ninguna, aunque sí se hizo al principio
de la temporada pasada (Sigfrido) y se hará al final de esta (El ocaso de los
dioses) completándose la tetralogía del Anillo de la que hemos venido
disfrutando en los últimos años.
Pero lo que ha pasado
totalmente desapercibido es la vinculación directa de Verdi con Sevilla. Para
empezar no se programó “La forza del
destino”, cuyo primer acto lo sitúa
el libretista Piave en un sevillano castillo del Marqués de Calatrava, obra que
continúa inédita por tanto en el teatro del Paseo de Colón. Pero tampoco se
recordó que el propio compositor visitó nuestra ciudad con ocasión del estreno
de esta ópera en el Teatro Real de Madrid. Yo lo sé gracias a Ramón María
Serrera, que siempre se preocupó de difundirlo –aunque parece ser que el
estudio del asunto se debe a Andrés Moreno Menjíbar- y no quiero dejar pasar la ocasión de hacer lo
propio, para que al menos lo sepan los amigos que tienen la mala cabeza de
perder su tiempo leyendo este blog.
Fue en 1863, el año siguiente al del
estreno mundial de la obra en San Petersburgo. Después de estar en la capital
de España, Don Giuseppe hizo un periplo por Andalucía en
compañía de su esposa, Giuseppina Strepponi, visitando Sevilla, Córdoba, Jerez
y Granada. Según cuenta Serrera, los Verdi se alojaron en la antigua Fonda de
Londres, donde el actual Hotel Inglaterra, en la entonces llamada Plaza Infanta
Isabel, hoy Plaza Nueva. Su estancia fue
breve: llegaron el 1 de marzo por la noche y partieron en la mañana del día 3,
con dirección a Granada.
No les prestó atención –toda la cursiva es de Serrera- don Juan José García de Vinuesa, entonces alcalde de Sevilla, ya que
no hubo ninguna recepción oficial. Más calurosa fue la prensa, que llegó a
afirmar que “el que hoy se aloja dentro de los muros de nuestra capital es el
genio del día”. La Sociedad Filarmónica Hispalense intentó preparar una velada
musical en su homenaje, pero todo quedó en un mero proyecto por indolencia de
los músicos.
Sí que visitaron
algunos de nuestros monumentos, como la Catedral o el Alcázar, y también la fábrica de loza de la Cartuja, y el Museo de Bellas Artes, acompañados por el entonces director de la pinacoteca, el gran pintor
Manuel Cabral Bejarano, quedando hechizado el maestro por la obra de Murillo.
Tampoco ahora, en
el sesquicentenario de aquella visita, se
le prestó mucha atención por parte de don Juan Ignacio Zoido, sucesor en el cargo de
García de Vinuesa, el que le quitó a la ciudad puertas y murallas y el nombre a
la antigua calle de la Mar. Mejor suerte corrió por parte los músicos -Teatro
de la Maestranza, Real Orquesta Sinfónica, Orquesta Sinfónica del
Aljarafe...- con la interpretación de las tres citadas óperas. Por su parte, la
Asociación de Amigos de la Ópera se encargó hace ya unos años de colocar una
placa conmemorativa en el lugar del hospedaje. Entretanto, el público no melómano ni se enteró del asunto. Aquí el único verdi
realmente importante al parecer es, incluso por delante del de la bandera autonómica,
el que luce en sus camisetas un afamado equipo de fútbol. Una lástima,
para una ciudad que pretende ser algo en el panorama operístico internacional.
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