“El público” es el título
de una obra de teatro surrealista de Federico García Lorca que sirve de base
al libreto de Andrés Ibáñez para una ópera con música de Mauricio Sotelo
recientemente estrenada en el Teatro Real de Madrid, uno de los últimos
proyectos del malogrado Gerard Mortier. Lorca trataba en esta obra,
probablemente por primera vez en España, el tema de la homosexualidad
masculina. Una pieza por tanto provocativa, que tardó cincuenta y seis años en
estrenarse, con la que el poeta granadino pretendía apartarse del
teatro convencional burgués y adentrarse en el drama de lo real y
auténtico, pero que no siempre se ve: lo que llamaba “el teatro bajo la arena”.
Lorca consideraba que uno de los mayores problemas para la renovación del
teatro era precisamente el público, de ahí el título, ese público burgués y
convencional, reacio a apartarse de esos convencionalismos.
Pero no iba a hablar del
estreno mundial de esta obra, sino de otro estreno, en este caso en España, de
la también ópera contemporánea "Doctor Atomic", de los
estadounidenses John Adams (música) y Peter Sellars (libreto), en el Teatro de
la Maestranza de Sevilla. Ya escribí acerca de lo que me pareció la representación
el día de su estreno. Creo que ha sido sin duda uno de los acontecimientos
culturales del año en nuestra ciudad el hecho de que por primera vez
hayamos podido asistir aquí a la puesta en escena de una ópera del siglo
XXI. Cosas como esta, o como la representación del ciclo completo del
Anillo, son de las que marcan las diferencias. Una "Traviata" o
una "Bohème" (ojo, que me encantan Verdi o Puccini) se representan
con producciones y elencos baratitos en cualquier teatro de provincias.
Pero esto es otro nivel. No son tantos los teatros del mundo que
programan ópera contemporánea. De hecho, la de Adams había sido representada
anteriormente desde su estreno (2005) en no más de siete escenarios.
El problema estriba
precisamente en el público. Al público tradicional de ópera no suele gustarle
la contemporánea –como seguramente al público de su tiempo no le gustase el
teatro vanguardista de Lorca- y eso hace que se programe poco. Quizá
precisamente por esto, cuando se anunció la sorpresiva inclusión de “Doctor
Atomic” en la programación de la temporada 2014-2015 se adujo que era una
oportunidad para atraer nuevos públicos. Incluso creo que se contempló la
posibilidad de añadir una cuarta representación, a las tres previstas
inicialmente, para un público más joven. La verdad es que pese al magnífico
resultado artístico, el experimento, desde el punto de vista “comercial” no ha
tenido mucho éxito. El día del estreno, a las siete de la tarde quedaban en
taquilla 363 entradas, y en las dos representaciones siguientes han debido
de quedar sin venderse del orden de setecientas en cada una de ellas, sobre un
aforo de mil ochocientas localidades, y eso incluso después de promocionar con
descuentos del 75% para los jóvenes menores de veintiséis años. Entonces yo me
planteo: ya sabemos que al que le gusta Mozart o Bellini no tienen por qué
gustarle Adams o Glass, pero ¿dónde está esa Sevilla que siempre se queja de
que aquí sólo se promociona lo que ellos consideran cutre o casposo? ¿Es que no
era esta una oportunidad para haber abarrotado el teatro reivindicando la
apertura a la vanguardia? La ocasión era perfecta: música actual, tema con
compromiso político….¿No será que esos que tanto se quejan no son tantos? En
contraposición, mañana domingo el Maestranza volverá a llenarse sin duda, pero
esta vez con un público muy diferente. Será la Sevilla tradicional y
cofradiera la que lo tome para escuchar el Pregón de Semana Santa. Les
guste o no a los señores de la gauche
divine sevillana esto es lo
que hay: esta es la mayoría social en Sevilla, que merece todo el respeto.
Afortunadamente para mi
soy un melómano de amplio espectro. Puedo disfrutar tanto con la banda del
Maestro Tejera como con la música culta actual. Pero tenemos que reconocer que
a día de hoy esta última tiene escaso público en Sevilla. En estas
circunstancias, yo aplaudo la iniciativa de los responsables del
Maestranza que se han atrevido a marcar este hito en la historia musical
de la ciudad, y confío en que a pesar de la falta de público -habrá
que irlo consiguiendo poco a poco- la representación de este tipo de obras se
vaya haciendo habitual entre nosotros. Algunas de ellas es posible que lleguen
a ser clásicas en el futuro, y hay que estar en él desde ya.
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