(Viene de la entrada anterior)
El triunfo electoral del PSOE en las elecciones del domingo -acosado como nunca por los casos de corrupción, con dos expresidentes citados a declarar ante el Supremo, con nada que presentar en cuanto a resultados de su gestión, etc, etc- no se debe en este caso, según veníamos diciendo en días anteriores, a sus propios méritos ´-aunque Susana Díaz ha tenido la habilidad de aparentar que ella no tiene nada que ver con el pasado- sino fundamentalmente a la absoluta incapacidad hasta la fecha de sus adversarios de construir alternativas sólidas y fiables para desbancarlo del poder. Y esa responsabilidad principalmente correspondía al PP, vencedor en la anterior convocatoria electoral, y ha fallado estrepitosamente. Hasta tal punto de que incluso es posible que ya en el futuro no le corresponda ese papel.
Ya está bien de echar
las culpas al PSOE y a los votantes del PSOE. Cada uno vota según sus
intereses. El PSOE, al menos en Andalucía, sabe muy bien lo que quieren sus
votantes, y otros partidos parece que no saben, o no quieren saber, lo que quieren los suyos. Si, ya
sabemos que los socialistas hacen trampas, que el régimen es corrupto, que
parten por ello en situación de ventaja –ahí está el vídeo escalofriante de la
Sabalete: pura mafia-, pero no es posible que estén en contra de la corrupción
quienes han hecho de ella su modus vivendi. No vamos a convencer de
que la corrupción es perversa a quienes
se benefician de ella. De esto habrán de
ocuparse los jueces –a ver si se dan un poco más de prisa- pero mientras tanto habrá que descontarlo políticamente. Pretender la conversión del
pecador, si no es metiéndolo en la cárcel, es propio de la religión, no de la
política.
Ahora bien, lo que no
es verdad es que Andalucía en su
conjunto esté conforme con la situación deprimente en que vivimos ya por más de
treinta años, siempre en la cola de todo, menos en paro y corrupción. Habrá
muchos que sí, porque les va bien con ella (mejor de lo que hubieran podido
nunca imaginar). Pero la mayoría de los andaluces en las últimas convocatorias
electorales se inclina por otras opciones. El PSOE, con todas sus malas artes, ha
conseguido un millón cuatrocientos mil votos. Hasta seis millones y pico de
electores hay una diferencia. El problema es que nadie es capaz de aglutinar la
fuerza necesaria, en la misma dirección -y no en sentidos divergentes- para
desbancar esa hegemonía.
Todo el mundo se queja
del voto cautivo del PSOE. Pero es que el PP también ha jugado peligrosamente al voto cautivo,
pensando que su fiel electorado iba a votarle “sí o sí” a la hora de la verdad,
porque no tenía alternativas. La diferencia es que el PSOE al menos se ocupa de
“regar” a su voto cautivo, y el PP al contrario, se ha dedicado en estos años a
hacerle perrerías. Y al final el electorado de derechas se ha mostrado mucho
más crítico con los suyos que lo que suele hacer la izquierda, siempre presta a
cerrar filas. Al PP le ha salido mal su juego del voto cautivo, y más caro que
le puede costar como Ciudadanos haga las cosas medianamente bien, porque la
gente va a ver que no se trata ya de un
mero desahogo, de una canita al aire, sino una verdadera alternativa.
En esa desafección de
los votantes, como en la forma de elección del candidato, también hay un responsable principal: Mariano
Rajoy. No se puede gobernar en contra de los que te han elegido y que no pase
nada. Afortunadamente esto es así, porque es que si no estaríamos hablando de
que la gente es tonta. Es cierto que muchos de los sacrificios económicos han
venido impuestos por la coyuntura y probablemente eran necesarios. Pero los
ciudadanos no percibimos que haya habido un sacrificio equiparable por parte de
la administración, cuya elefantiásica estructura sigue intacta y no parece que
haya intención de tocarla. También ha habido otras muchas cuestiones que no
eran económicas (reforma de la justicia, política antiterrorista, aborto….) y en
las que sin embargo igualmente y con el mismo desahogo se han incumplido las
promesas.
Harían bien las cabezas
pensantes del partido en mirar un poquito hacia abajo, hacia la sufrida y fiel
militancia que ha asistido más perpleja que otra cosa a toda esta peripecia.
Olvidarse de la unidad forzada, abrir el debate y ponerse al día en los usos
políticos, porque quizá los del pasado
ya no sirvan en el futuro. La gente de abajo del PP (votantes, militantes) ha
perdido gran parte de la ilusión. Votar a alguien porque no hay más remedio es
algo que el personal no está ya muy por la labor de hacer. Hay que buscar los
resortes para relanzar esa ilusión o se buscará en otra parte. Porque somos
muchos los andaluces que no nos resignamos a que nuestra tierra, por
incapacidad de unos y otros, siga siendo
una de las regiones más atrasadas de Europa cuando debía ser de las punteras.
Se lo debemos a nuestros hijos.
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