La semana
pasada, concretamente el lunes, asistí a la retransmisión en
directo para cines, vía satélite, de la representación en la Royal
Opera House de Londres de la ópera Norma, el más conocido título
de Vinzenzo Bellini, de cuya interpretación en Sevilla el pasado año
ya dimos cumplida cuenta aquí. Era para mí una experiencia nueva,
pues nunca había presenciado un espectáculo a través de este
medio. La cita era en el entrañable Cine Cervantes. Muchos sabréis
que es la única sala tradicional que queda en Sevilla, con su patio
de butacas, sus palcos, su gran lámpara de techo y su enorme
pantalla, de las que ya no quedan. Es uno de los pocos cines a los
que me gusta acudir, por su sabor añejo de otra época.
Perfectamente apropiado pues para la ocasión, pues no puede haber
nada más parecido a estar presente en el propio teatro. Las
sensaciones no obstante fueron diversas. La imagen era excelente, en
alta definición, aunque hubo algunos problemas con los subtítulos.
Sin embargo el sonido me pareció más vulgar, nada extraordinario.
La verdad es que esperaba otra cosa en este aspecto. No había
palomitas, como es natural, y sí canapés y champán en el
entreacto.
Uno de los
atractivos del espectáculo lo constituía la nueva producción
ideada por Alex Ollé para el teatro de Coven Garden. He alabado en
otras ocasiones, en contra de criterios más tradicionales, las
creaciones de La Fura del Baus, como la del Anillo wagneriano que
contemplamos en el Maestranza, obra de otro de los miembros del grupo
como es Carlos Padrissa. Pero lo de Ollé me resultó infumable.
Simplemente se le fue la olla. Le salió la vena
del incombustible anticatolicismo patrio. El bueno de Alex ha dado
rienda suelta a su atribulada imaginación, convirtiendo a los galos
de la historia original en una especie de secta integrista católica,
en cuya grotesca caracterización utiliza un amplio despliegue de
elementos icónicos diversos que supongo deben
poblar sus pesadillas. El Don Carlo es una ópera
muy habitual para ver este tipo de escenificaciones disparatadas, por
aquello de la leyenda negra y tal. Pero aquí, sin venir a cuento,
nos encontramos con que el bosque sagrado de los druidas está
conformado por una amalgama de crucifijos que se ciernen sobre la
escena durante toda la obra, a modo de presencia opresiva. Sobre lo
anterior, en el primer acto asistimos a toda una exhibición de
imaginería extraída de expresiones tradicionales del catolicismo
español, que se traen a escena a mogollón, fuera de contexto y sin
ningún criterio ni sentido. Por supuesto no faltan los nazarenos.
Algunos más o menos canónicos. Pero como esto al regista le debía
parecer poco llamativo, pues a unos cuantos les pone también
sobrepellices, para que resulten más vistosos. A ellos se unen las
señoras de mantilla, uniformes de órdenes militares, un palio, los "empalaos" de la Vera, cantidad de presbíteras
–incongruencia-....y
el botafumeiro. No crean que yo me enfado con estas cosas. Más bien
me entra la risa. Esa Norma
cantando el Casta diva, y
el botafumeiro para arriba, el botafumeiro para abajo, columpiándose
a compás... pues yo no sabía si había que tomarlo en serio o era
una parodia de Los Morancos.
Pero claro,
el problema que esto tiene para mi es que cuando me chirría la
escena también lo hace la música, porque me distrae de la atención
debida. Yo no puedo juzgar adecuadamente a Sonya Yoncheva en su
intervención estelar por lo ya dicho. Estaba más pendiente del
botafumeiro. Ollé había decidido ser él el protagonista, en lugar
de la sacerdotisa. Sí puedo decir que Yoncheva es una de esas
cantantes de hoy tan agradables de ver como de escuchar. Buena voz y
buena actriz, ha hecho que no se eche en falta a Anna Netrebko, quien
renunció al papel hace unos meses. Su partenaire masculino, Joseph
Calleja, posee una de las voces de tenor más personales del momento
actual, con un bellísimo timbre que contrasta con su rudo aspecto
físico. Cuajó un buen Pollione. En cuanto a Sonia Ganasi la vi, como en Sevilla en el mismo papel de Adalgisa, flojita. Los años no pasan en balde y no es ya la que fue. Mermada
de facultades, lo suple con maestría, pero queda en desventaja con
sus compañeros de reparto. La dirección musical de Antonio Pappano
es siempre una garantía, aunque me pareció en exceso chillón y
efectista en los finales de cada acto.
En
definitiva, la representación toda, que musicalmente fue de gran
nivel, queda afectada, para mal, por la dirección escénica ¿Y todo
esto para qué, sr Ollé?¿Con qué intención?¡¡Pues nada menos
que para representar el fanatismo religioso!! ¡¡Tócate las
bemoles!! Para don Alex el fanatismo hoy no está en los burkas, los
turbantes o las alfanges que cortan cabezas, sino en los crucifijos,
los capirotes y las mantillas. Lamentable esta casposa izquierda
española que sigue cegada con sus prejuicios ideológicos. Voltaire
al menos no había conocido el ISIS y sus atrocidades. El sr Ollé ni
siquiera tiene esa excusa. Qué oportunidad ha perdido de o bien
hacer algo ajustado al libreto o, puestos a innovar, atreverse a
retratar a quienes de verdad representan en nuestro mundo actual la
intransigencia religiosa.
ResponderEliminarEs una lectura muy interesante, gracias!
Gracias a ti y a todos los que tenéis la paciencia de leerme. Un saludo.
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