Susana Díaz se las
prometía muy felices la noche del domingo 22 de marzo cuando bajaba ante las
cámaras por las escaleras aquellas de no sé dónde rodeada como una reinona por
toda su corte de aduladores. Interpretaba que la voluntad popular expresada en
las urnas la había señalado a ella como la inequívoca presidenta de la Junta,
que hasta ahora ejerze por otro señalamiento, el del dedo de su antecesor en el
cargo y actualmente imputado ante el Tribunal Supremo, José Antonio Griñán,
cuando dio la espantá acuciado por los ERE.
El resultado obtenido,
en unas elecciones innecesariamente convocadas por anticipado, era pírrico,
pero ella pensaría: “tengo hasta cuatro posibles parejas de baile para
engatusar, alguno caerá”. Su tesis es la siguiente: debe gobernar la lista más
votada. El PSOE es la lista más votada, luego debe gobernar el PSOE (Pregunta
impertinente -¿y si el PSOE no fuera la lista más votada? –mmm…pues también
debe gobernar el PSOE, obviamente)
Como esta señora se
cree pues con derecho divino a gobernar, está como una fiera que se sube por las paredes
porque no la invistan ya y se despeje cualquier incertidumbre al respecto. Está
demostrando un talante deplorable y una falta de cintura propia de quien se cree la señora del cortijo y no
está acostumbrada a otra cosa que a ordenar y mandar.
Pero la situación es la
que es y las cosas no le están saliendo
como esperaba. Ha intentado engañar a unos y coaccionar a otros, mas hasta
ahora la estrategia no le ha funcionado, ni por una vía ni por otra. Su
problema radica en que, aunque ella se
resista a admitirlo, la mayoría de los andaluces no queremos que gobierne. Así
de claro y así de sencillo. Ningún
votante de PP, Podemos C’s o IU quiere que lo haga, por lo que la formación que se lo facilite tendrá que vérselas con su
electorado. Lo más normal del mundo pues,
si se respeta la voluntad mayoritaria de los votantes, es que no llegue a ser investida. Si lo es será porque una vez más se impongan
las componendas de los aparatos de los partidos sobre la voluntad real de los
ciudadanos.
Los apologetas de lo políticamente correcto, que
habitualmente son los que se encargan de defender lo que le conviene al PSOE,
andan por ahí diciendo que esta es una situación malísima para la comunidad y
que la repetición de elecciones sería poco menos que una catástrofe. Yo lo veo
de una manera muy diferente. El único miedo a que se vaya otra vez a las urnas
deben tenerlo quienes, en mayor o menor medida, han cogido ya su parcelita de
poder en forma de escaño parlamentario (por lo menos que me quede como estoy,
dirá alguno). Pero los andaluces no tenemos nada que perder con ello y es una
posibilidad legal y mucho más democrática que la de que los elegidos traicionen
una vez más el mandato de sus electores. Sería preferible que el resto de
fuerzas ajenas al PSOE fueran capaces de ponerse de acuerdo en un programa de
mínimos para un tiempo limitado con el objetivo de desmontar el entramado que
sostiene la estructura putrefacta del Régimen. Pero esto sería pedir demasiado
de la capacidad de los políticos protagonistas. A falta de ello lo lógico es
que se repitan los comicios. A mí que no me vengan con urgencias porque después de treinta años el PSOE ha demostrado
sobradamente que no es capaz de llevarnos a ninguna parte. Es más, no sólo no
es capaz sino que no le interesa llevarnos a ninguna otra parte porque en esta
en la que nos encontramos a ellos les va de escándalo. De ahí la absoluta falta
de credibilidad de Díaz a la hora de ofrecer el oro y el moro para que la
apoyen los demás grupos. Tengo claro que Maíllo, que es quien mejor debe conocer
lo que valen los compromisos de Susana, no se va a dejar, aunque su formación
sea la que menos razones de queja tenga respecto de un statu quo del que ha
formado parte hasta antes de ayer. Menos confianza me ofrecen los pardillos (C’s
y Podemos), aunque me da la impresión de que tras los primeros tonteos con el
Régimen se han dado cuenta de que se juegan su supervivencia, y no querrán
verse luego en la situación en que ahora se ve IU. En cuanto al PP espero que
no cometa una vez más la estupidez de ceder a las presiones de quienes, en un
arrebato de demencia o de poquísima vergüenza, quieren endosarle la
responsabilidad de la situación. Claro que todo esto puede cambiar después del
24M, pero yo desde luego he hecho mis cálculos y constato que puedo sobrevivir
perfectamente al menos hasta entonces sin que Susana Díaz sea investida
presidenta. Porque si ahora la señora está como está, cuando lo consiga, si es que lo
consigue, a ver quién la aguanta.
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