foto Teatro de la Maestranza. |
Ni
el más infame de los hombres merece el castigo del bufón jorobado de la corte
de Mantua. Rigoletto es una de las
mayores tragedias que se pueden contemplar en un escenario, algo que siempre
conmueve. Su atormentada vida transcurre en un círculo cerrado de odios y resentimientos generado por la acción
cruzada de las crueles y despiadadas burlas
que hacen de él y las que él hace de los demás, padres y maridos ultrajados
incluidos. El único solaz de su existencia es su hija Gilda, a quien obsesivamente
trata a toda costa de proteger de la depravación de la corte. Sin embargo, la
joven acaba muriendo en sus brazos, víctima inocente e inesperada de su insana
sed de venganza. Intento imaginar y no lo consigo un dolor más intenso y más
terrible. Rigoletto es un personaje odioso, por su falta de compasión ante el
dolor ajeno, al que finalmente sin embargo hay que acabar compadeciendo.
Tendría por eso que no tener entrañas para que, habiendo buenos cantantes, no
se me pongan los vellos de punta cuando antes de caer por última vez el telón
el protagonista lanza su desgarrador lamento.
Ayer hubo buenos cantantes en el Maestranza. Fue una
velada redonda. Broche de oro para esta temporada operística. Acudir al
teatro en la tarde de un sábado, sin las presiones de un día de trabajo, sin
preocupación por si el espectáculo termina antes o después, ya es todo un lujo.
Sólo tienes que pensar en la música. Si además lo haces para contemplar una de
estas óperas que no te cansas nunca de ver, el disfrute está asegurado. A esto
añádasele el espléndido elenco de voces autóctonas que encarnan los personajes
principales, y el excelente desenvolvimiento de nuestra orquesta sinfónica y
director titular en este tipo de repertorio.
La dirección del teatro se las ha aviado para reunir en torno a esta producción del Teatro
Regio de Parma a buena parte de lo más granado del panorama vocal nacional en
estos momentos, y el resultado ha sido espectacular. Vaya por delante que no me
gustó el inicio, con falta de ajuste entre el sonido en off y las voces en el
escenario, y un “Questa o quella” que
me resultó un tanto desvaído y falto de brío. Pero la cosa se fue entonando
para alcanzar un primer momento álgido en el memorable “Caro nome” de Mariola Cantarero, que esta vez sí me convenció
plenamente. Me impresionó enormemente Juan Jesús Rodríguez -aunque quizá le
faltase imprimir algo más de histrionismo al personaje- en especial en sus
intervenciones en “Povero Rigoletto”
y “Tutte le feste al tempio” del
segundo acto. En cuanto a Ismael Jordi cantó con la facilidad y soltura de los
elegidos, con la excepción ya dicha del inicio, su corto pero comprometido
papel, pues no debe ser fácil atacar la que probablemente puede ser el aria más
conocida de la historia de la ópera, que cualquiera ha cantado alguna mañana en
la ducha. Sparafucile y Maddalena estuvieron perfectamente representados por un
Dimitry Ulianov de profundísima voz, y una sensual Mª José Montiel. Mi única
pena es no poder escuchar al segundo reparto, nada menos que con Leo Nucci,
Jessica Prat y Celso Albelo. Es lo malo que tiene ofrecer dos carteles tan bien
rematados.
Por lo demás
habrá que admitir que en este apasionado
e incruento duelo que se viene desarrollando este año por todos los
coliseos operísticos del mundo entre los dos colosales músicos cuyos
bicentenarios celebramos, en Sevilla el público ha dictado su veredicto a favor
de Verdi. Un público de aluvión, mayoritariamente no entendido, ruidoso y
charlatán, pero que es para el que se ofrece el espectáculo Lo ha hecho de una
manera muy sevillana, sin aspavientos, pero sin dejar lugar a dudas sobre sus
preferencias. Si hace unos meses me quejaba de las butacas vacías en el Sigfrido de Wagner, ayer el lleno era absoluto y creo que andan
igual el resto de representaciones. Pero los wagnerianos estamos de enhorabuena
porque se ha confirmado la conclusión de la tetralogía para el próximo curso
con la representación de “El ocaso de los dioses”, con la producción de Caros
Padrissa. Dentro de una programación corta y a mi modo de ver excesivamente
conservadora, tenemos que felicitarnos al menos porque se vea cumplido este
anhelo, que se ha visto amenazado por los problemas económicos de todos
conocidos. Esperemos que vengan tiempos mejores, pero desde luego por lo pronto
los aficionados en Sevilla no podemos quejarnos del nivel que se está
manteniendo a pesar de las dificultades.
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