sábado, 18 de enero de 2014

EL REY ESTÁ DESNUDO

Como el fin de semana pasado estaba pachucho y no salí mucho de casa, me dediqué, con buena dosis de paciencia y disciplina, a ver la representación grabada el pasado día 7 de enero en el Teatro Chatêlet de París de la ópera Einstein on the beach que se ofrece en internet a través de Culturebox (now available). Eso sí, dosificada en tres sesiones de hora y media, para hacer más digerible el asunto. Si en la propia sala el público entraba y salía a su gusto, no iba ser yo menos en mi salón.
      Tenía gran interés por conocer esta obra de los estadounidenses Philip Glass (música) y Robert Wilson (escena) que ha sido calificada por muchos como una pieza maestra del siglo XX, pero que ha sido representada en contadas ocasiones desde su estreno en el Festival de Avignon en 1976. Se explica así que las funciones parisinas fueran a teatro lleno (à guichet fermé, para los franceses).
    Yo conocía alguna de las óperas de Glass (In the penal colony o The perfect american, estrenada esta última en Madrid el pasado año con bastante éxito) y algún trabajo de Wilson (que recuerde al menos su Pèlleas et Mélisande en la Ópera de París en 2012, que creo que debe ser la misma que se representó en el Real un año antes) que me resultaron interesantes. No voy a poner en duda la valía de ambos artistas. Pero en este caso, cualquier parecido con la ópera es mera coincidencia. No hay acción, los textos one, two, three, four... son inconexos y sin sentido (¿verdad Mr Bojangles?). Lami lami lami la la la música lami lami lami....dosolfa, dosolfa repetitiva hasta la desesperación domido, domido.... A veces hace que te duela la cabeza, a veces no te dice nada, and these are the days... y aunque te lo diga it could be....a balloon..... Música trance creo que se llamaba entonces lo que ahora se conoce como minimalismo. Tampoco la escenografía, ballets incluidos, me resultó especialmente atractiva. Sólo la escena final (knee play 5) alcanza un notable lirismo con el hermoso texto de Samuel M. Jhonson. Eso sí, es de destacar la meritoria interpretación it it it it de músicos, bailarines, actores gun gun gun y cantantes, que deben de llevar un computador en la cabeza que cuenta las repeticiones para saber cuándo tienen que cambiar, the ones are like....
       Sin duda es una obra genial, singular, diferente...Es una obra rupturista, experimental, de vanguardia...tanto que se pasa tres pueblos. Hace falta, creo yo, tener valor para concebir algo así y presentarlo al público. Lo curioso es que éste, el respetable, aplaude con entusiasmo al final de las casi cinco horas de representación, con Glass, Wilson y la coreógrafa Lucynda Childs en el escenario, sin que nadie salte y diga “¡¡el rey está desnudo!!”. Esa es sin embargo my friends la sensación que me dio a mi, rancio e ignorante cateto de provincias, y no me corto un pelo al decirlo. Son las cosas del arte contemporáneo, en el que la línea que separa lo sublime de lo ridículo es tan tenue que a veces se traspasa con suma facilidad. En este caso yo diría que más que de ridículo se puede hablar de absurdo. Claro que ¡mira que empeñarme en buscar un sentido! Gente no tan provinciana como yo sin embargo, como por ejemplo Mario Vargas Llosa, denunció hace ya mucho tiempo que algo andaba podrido en un mundo del arte en el que el camino más seguro hacia el éxito es simplemente llamar la atención. Es lo que hoy vemos tantas veces en el terreno de la escenografía operística.

      Con todo, yo animo a todo el que le guste la ópera, o simplemente se interese por la cultura de nuestros días y tenga un ratito libre, a que vea la obra y me diga si comparte o no estas opiniones. Es una experiencia que no olvidará fácilmente. Porque yo digo que el rey está desnudo, pero porque es que he visto al rey en pelotas. 

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