Foto: Diario de Sevilla |
Pero vamos al espectáculo. Hay quien en su imaginario sólo acepta un Sigfrido vestido de Axtérix.
Yo lo respeto, pero no lo comparto.
Particularmente no soy muy partidario
de las desubicaciones en el tiempo o en el espacio de las óperas, porque
siempre hay desajustes que hacen resentir la credibilidad de la historia. Pero
pienso que el Anillo, por su carácter mitológico, fantástico e irreal, es
intemporal y admite más que ninguna otra obra operística adaptaciones atrevidas
e imaginativas, siempre que se haga con creatividad y
buen gusto Se intuye que aquello debió ocurrir en un principio remoto de
los tiempos, pero cabe preguntarse ¿de
qué tiempo?. Como dice Padrissa, se puede
devolver a los dioses a la magia, que en nuestro tiempo es la tecnología. Una
tecnología puesta al servicio de una creatividad desbordante. Me parece a mi
que Wagner, si hubiera tenido estos medios a su alcance, habría apostado por
ellos. Además la fidelidad al libreto es total: el pájaro es un pájaro, los
gigantes son gigantes, el dragón un dragón….sólo que expresados en un lenguaje
plástico actual. La producción escénica de La Fura es sin duda de lo
mejor que se puede ver hoy en los escenarios del mundo, pero al parecer esto no
es suficiente.
Sigfrido es el joven héroe que, por ignorancia o inconsciencia,
desconocía el miedo. Sin embargo no creo que haya tenor en el mundo que no
sienta pavor antes de enfrentarse a su interpretación. Lance Ryan puede que no
sea el mejor Sigfrido de todos los tiempos, pero sí uno de los más cotizados
del momento. Viene de hacer el papel en Milán y Berlín y lo tenemos en Sevilla
¿se puede pedir más? Hay que darse cuenta de que cuando despierta a Brunilda (a
eso de las once de la noche) él ya lleva cantando desde las siete. Y ahora dale
réplica, como lo hizo, a la desatada valquiria. Ahí es nada. Bravo. Brubaker y Hawkins,
los dos nibelungos, ya habían triunfado aquí en anteriores comparecencias. El
Mime del primero me pareció lo más notable entre las voces masculinas,
completadas por Alan Held (Caminante) y Kurt Rydl (Fafner). En el lado femenino Crista
Mayer cumplió en su Erda, al igual que Cristina Toledo (pájaro del bosque),
cuyos vuelos sobre el escenario creo que perjudicaban la audición, y destacó
por supuesto Catherine Foster, que llenó de lirismo la arrebatadora escena
final. La orquesta por su parte ofreció momentos memorables, sobre todo en los
preludios, y en especial en el del tercer acto, mientras en la escena el
caminante Wotan sobrevolaba vertiginosamente un paisaje de montañas nevadas.
Cuando cerca de las doce Brunilda deja por fin de lado
sus remilgos y se entrega al amor de Sigfrido se nos ha pasado la tarde en un
suspiro. Nadie lo diría, si no fuera por la dureza de los asientos del
Maestranza para tan larga sesión. A lo mejor es eso lo que echa a la gente para
atrás…El caso es que salgo del teatro saboreando lo visto y oído, pero también
con la preocupación de si podremos ver el año próximo la culminación del ciclo.
Ya sabemos que si no se hace no va a haber manifestaciones multitudinarias por
las calles. Pero sería muy triste que esta fenomenal apuesta se truncase en su última jornada.
Aunque no todo el mundo sepa valorarlo creo que merece la pena. Si hay que
prescindir de otras cosas, que se prescinda, pero que no falte el ocaso en esta
ciudad que lleva en él tanto tiempo. Con La Fura, por supuesto. Aunque vayamos
cuatro, prometo aplaudir hasta con las orejas, si hace falta.
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