Hoy
es el día grande de este barrio. Un barrio extenso y de contornos no muy precisos, que
abarca de la Alameda a la muralla, de los callejones a la Cruz Verde –seguro- y
quizá hasta la plaza de los Carros. Incluso hay expertos que afirman que llega, calle Feria abajo, hasta la
Encarnación. San Gil, Omnium Sactorum, Santa Marina… ¿Puedo llamarle mi barrio?
Porque no nací aquí, ni crecí aquí. Pero vine a él
recién nacida mi hija Estrella y en él recibimos a Sonia. Desde pequeñitas han crecido viendo el cielo recortado por el perfil de sus fachadas. Ellas sí son de aquí y nada más que de aquí. ¿Es esta credencial suficiente?
Soy niño de extramuros, pero soñé siempre con vivir
donde la ciudad adquiere sus dimensiones exactas, fruto de su milenaria
historia. Son ya doce Semanas Santas, con sus respectivas cuaresmas, escuchando
los ecos de la centuria desde la explanada del hospital, o cuando desfila por
sus calles anunciando lo inminente.¿Puedo llamarle mi barrio?
Llegué aquí tras pasar por la cercana collación de San
Julián. Aprendí sus devociones más íntimas –Todos los Santos, Carmen, Rosario-. Me integré
en su remozado y variopinto vecindario. Me acostumbré al silencio de sus noches, a las
sinfonías de campanas en sus amaneceres, al ajetreo del entorno del mercado.
Decidme, macarenos antiguos, ¿puedo
llamarle mi barrio?
Hoy el trajín se traslada a la Basílica, desde donde
reina la Esperanza y desde donde esta noche deberá partir a la conquista del
corazón de Sevilla para regresar triunfante por la mañana, acompañada de
terciopelos morados y verdes, plumas airosas e inconfundible trompetería.
¿Podré decir que son las luces, los colores y los sonidos de mi barrio?
Con vuestro permiso, viejos vecinos de Parras y
Escoberos, de Pozo, Talavera, Arrayán y Peris Mencheta, de la Resolana o el Pumarejo, hoy me siento tan macareno como
vosotros, que echasteis los dientes a la vera del arco y que supisteis antes que
yo del trato cotidiano con la Soberana. Sé que puede ser una barbaridad lo que
digo, pero dejadme que así lo sienta. Permitidme que sea uno más de este barrio
que la guarda –"sólo tu barrio te guarde"- y que me una a vuestro gozo en estas
jornadas de Jueves y Viernes Santo en
que proclamaremos a nuestro modo el credo de la fe macarena.
Yo naci en otro barrio, al otro lado del rio, pero siempre he tenido como Soberana de Sevilla a la que custodia la puerta norte de la ciudad. En sus filas va mi familia, capirotes verdes, corazón macareno, lágrimas de alegrías. Desde pequeño en los altos colegios viendo Esperanza, Ahora de mayor repartiendola junto a Ella.
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