Hay algunos rincones en los alrededores de Sevilla por los que me
gusta perderme de vez en cuando, ya sea caminando o en bicicleta, solo o con
familia y amigos. Bueno, lo de perderme es un decir, aunque algunos que han
venido conmigo sí se han perdido ¿verdad Carmen?
Uno de esos parajes está en el Parque Natural de la Sierra Norte, a mitad de trayecto entre Castilblanco y Almadén de la Plata, en pleno Camino de Santiago. Allí acudo desde hace varios años habitualmente por estas fechas, finales del verano, principios del otoño, a disfrutar del espectáculo sonoro de la
berrea del ciervo. Es un lugar perfecto
para dar un paseo a la caída de la tarde,
cuando el olor de la jara y el romero se hacen más perceptibles, por un sendero
fácil y cómodo que nos lleva bien hasta una pequeña laguna a la que pueden acudir
los animales a beber, bien hasta un
mirador desde donde se domina una buena extensión de terreno agreste. Se pueden avistar bastantes ejemplares, tanto hembras,
como crías, e incluso machos con sus hermosas cornamentas.
Esto dependerá en
parte de un factor de suerte –se pueden encontrar a veces incluso junto a la
carretera, sólo separados por la alambrada que circunda el parque- y en parte
de la habilidad que uno tenga para distinguirlos entre la arboleda, a pesar de
su gran mimetismo con el paisaje. Pero lo que está asegurado es la audición del
concierto de bramidos que los misteriosos machos emiten desde los lugares más escondidos, rompiendo la paz y el silencio del bosque de
encinas y alcornoques en esta hora en que los colores se desvanecen. Incluso
cuando ya es imposible verlos porque se ha echado la noche, los sientes que
están allí muy cerca, empleados en sus ritos de apareamiento a los que el sabio reloj de la naturaleza los
empuja nada más caer las primeras lluvias de la temporada.
Este año la visita fue fructífera. Pudimos verlos de
cerca y escucharlos, y además la noche
sin luna y sin nubes nos regaló un espectacular cielo estrellado como pocas
veces he tenido ocasión de contemplar. Lástima que mi cámara no pueda dar fe de
esto último. El que quiera verlo, que se de el paseo. Si le gusta la naturaleza
no le defraudará.
(Por
cierto, en el plano negativo, no os fiéis de los del INFOCA, que aunque anden por allí mano sobre mano -y que siempre sea así- si tenéis algún problema
pasarán de vosotros olímpicamente).
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