El palio de María Santísima de la Concepción poco antes del primer incidente |
Viví en
directo las carreritas del 2000 y me quedó entonces la desalentadora
sensación de la constatación de la enorme fragilidad de nuestra
fiesta. Mi impresión, y la de muchos cofrades es que en aquél
asunto no se llegó a hasta el final. Se tomaron algunas medidas,
que el tiempo se reveló insuficientes. El año pasado llegó un
señor que venía a arreglarlo todo, y lo único que ha hecho es
fastidiarnos un poquito más.
El viernes pasé por la Ecarnación
algo antes de las tres y había una numerosa pandilla de gamberros
formando gresca sin que nadie les molestara. Pero a mí, cuando
llegué a Francos la policía no me dejaba entrar en la aforada
calle. Me tuve que conformar con Villegas, también parcialmente
inutilizada por el dispositivo de “seguridad”, que sin embargo no
impedía la presencia de un grupito de niñatos hablando en alto y
riéndose a carcajadas, a pesar de que pasaba el Silencio. Nada más terminar de pasar la cofradía se produjo la
primera estampida de las que presencié ¿de qué sirvió la policía
que allí estaba sólo para cortar accesos? Absolutamente para nada.
¿Tendrían que ver los niñatos de las risitas con el incidente? Un
poco después, al otro lado de la carrera oficial, la hermandad del
Calvario se encontraba atrapada en calle O´Donell. La recorrí de
inicio a fin porque aquello no tenía trazas de moverse en un buen
rato. Al llegar a la plaza de la Magdalena, ocupada ya en buena parte
por el cortejo de la hermandad de la Esperanza de Triana, se produce
de pronto otro revuelo y al rato otro. Allí no había ningún
policía. Los nazarenos del Calvario, en una actitud ejemplar, pero
yo diría que hasta un punto temeraria, aguantaron sin siquiera saber
qué ocurría a sus espaldas. Uno de ellos cayó con su cruz al
suelo. Fue suficiente. Si no por mí, sí al menos por las que me
acompañaban. De vuelta a casa un nazareno de la Sentencia abandonaba
también con su cirio roto, sin duda por algún atropello sufrido en
la propia carrera oficial. Después de todo lo visto, y de lo que se
comentaba por redes sociales, me pareció vergonzosa la actitud de
los medios de comunicación en directo. Una cosa es no alarmar y otra ocultar la
realidad. Aquí parece que todos se han puesto de acuerdo para
taparle las vergüenzas al señor al que aplauden en los pregones.
Sus medidas sin embargo se han mostrado ineficaces para atajar los
verdaderos problemas. Habrá que hacer más y de manera diferente.
Sobre todo pediría que no nos tomen el pelo más a las hermandades y a
los sevillanos.
La Semana Santa tiene hoy probablemente más enemigos
que nunca en su dilatada historia. Hay que ser conscientes de esto y
actuar en consecuencia. La seguridad hay que garantizarla frente a
esos enemigos. Desde los que están manifiestamente en contra hasta
los que simplemente no la respetan con sus actitudes incívicas. Si
las autoridades son capaces, que lo hagan. Si no, que no nos vengan
con milongas. Hacen falta menos vallas y más inteligencia.
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