“La primera de todas las fuerzas que
dirigen el mundo es la mentira”. Esta es la idea matriz que
defiende el filósofo francés Jean-Francois Revel en su libro “El conocimiento
inútil”. Para comprobar cuánto de cierto encierra esta frase no hay más que ver
cuanto está ocurriendo en estos días con el autobús de la organización Hazte
Oir. En la era de la posverdad lo que escandaliza es precisamente que se diga
la verdad a secas, sin prefijos. Porque no otra cosa dice el mensaje del famoso
autobús: una verdad incontestable, cuando menos desde el punto de vista
biológico. Pero esta sociedad desquiciada e inmadura no soporta la verdad, y prefiere
hacerse trampas al solitario inventándose mil y una teorías para esquivarla y
amoldarla a sus caprichos. Es así cómo sorprendentemente decir una verdad, por
decisión arbitraria del pensamiento único imperante, se convierte en “odiar”.
Cuando hace unos años un grupo proselitista ateo puso a circular por varios
países de Europa un autobús con el lema “Probablemente Dios no existe, deja de
preocuparte y disfruta de la vida”, a nadie se le ocurrió tacharlo de “creyentófobo”.
Sin embargo cualquier cosa que se diga en contra de los postulados del
movimiento LGTB, se convierte,
interesadamente, en un supuesto acto de odio hacia las personas por su
condición sexual.
Lo diré claramente y
sin ambages: a mí las personas homosexuales, bisexuales, transexuales, etc me
merecen todo respeto, pero el movimiento LGTB no me merece ninguno. Simplemente
porque sus militantes no respetan nada ni a nadie que les contradiga en su voluntad de
imponer su credo a toda costa.
Cualquiera que esté
medianamente informado sabe que el autobús de Hazte Oir no va en contra de las
personas transexuales, y mucho menos de los niños. Lo que va en contra es de la
ideología de género, y sobre todo, de que esta se imparta en las escuelas como dogma oficial. La ideología de
género es, en mi opinión, un disparate sin ninguna base científica. Allá cada
cual que lo quiera comprar, pero que no nos la impongan a los que no comulgamos
con ella, y mucho menos a nuestros hijos. Hay que recordar que la iniciativa
del bus no es autónoma, sino que surge como respuesta a otra campaña anterior
en la que falsariamente se defendía que hay niños con vulva y niñas con pene. Pero todo esto a la jauría no le interesa.
Nuevamente la verdad queda relegada. Es la mentira la que se impone con la
finalidad totalitaria de aplastar a los discrepantes. Incluso habiendo voces de
transexuales muy de acuerdo con el mensaje de Hazte Oir, nadie las escucha,
porque no interesa la verdad.
El penúltimo episodio –porque
habrá más- lo hemos vivido hoy. En
Pamplona, una tipa se agarra a la puerta del autobús en marcha y se deja
arrastrar por él hasta caer al suelo (eso lo he visto yo en el video). Las
redes y, lo que es más tremendo, la prensa hablan sin embargo generalizadamente
de una joven “atropellada por el autobús”. Ciertamente la fuerza del lobby gay
es asombrosa. Si Revel levantara la cabeza seguro que dedicaba un capítulo a
este episodio en una edición revisada de su libro.
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