Juan Carlos Muñoz. Diario de Sevilla. |
Por fin un título que
agota las localidades para sus cuatro representaciones desde días antes del
estreno. Pero Wolfgang ¿qué les das? No pensaba yo que “La flauta mágica”
tuviese tanto tirón ¿O es que se ha acabado, por fin, la crisis? Motivos ambos para
alegrarnos, en cualquier caso.
A pesar de todo, alguna
deserción hubo entre el público. Hacía falta tener ganas de ópera para moverse
de casa en una tarde de perros como la de ayer. Máxime si, como en mi caso,
andaba uno, al calor del hogar, enfrascado en la lectura de un novelón como
“Patria”. Pero cuando se saca el abono es difícil predecir la meteorología, así
que chaquetita y corbatita, en honor de los “trabajadores de la cultura”, y caminito del Maestranza, donde nos esperaba
el reino de la luz y de la verdad, desafiando, cual Tamino, a los elementos y a lo mal que están hechas
las calles en Sevilla. ¿Dónde estaban los funcionarios municipales el día que
recepcionaron el acerado del Paseo de Colón?¿De parranda? ¡Qué chapuza!¡Con lo
estrictos que son para otras cosas!¡No se pueden juntar más charcos en menos
espacio! Por cierto, que recomendaría a la dirección del teatro que pusieran
unas maquinitas de esas que hay en las tiendas –o en el Museo de Bellas
Artes- para enfundar los paraguas, y así
no poner el vestíbulo hecho un asco cuando llueve.
Un elenco muy nacional
(sólo dos voces foráneas) y muy joven el que se anunciaba. Tanto que no tenía
referencia de la mayoría de sus integrantes. Apuesta arriesgada a la vez que
inteligente, pues el conjunto fue muy notable. Los que más me gustaron fueron
sin duda Papageno (Peter Kellner) y Pamina (Erika Escribá). También Monostatos
(Mikeldi Atxalandabanso). Más limitados vi a Tamino (Roger Padullés), Sarastro
(Javier Borda) y la Reina de la Noche (Sara Blanch), aunque defendieron bien
sus papeles. Los demás solistas y coro también cumplieron sobradamente. Y sobre todo me
encantaron los niños de la Escolanía de los Palacios ¡qué nivel!¡qué soltura!¡qué
manera de cantar! La orquesta, con Halffter de nuevo al frente, estuvo menos brillante, más irregular que
otras veces, pero en todo caso foso y voces consiguieron momentos de gran
belleza. La producción traída del Teatro Regio de Turín me pareció un poco
ñoña, pero funcionó. Sin alardes, pero también sin excentricidades.
“La flauta mágica” es
una sucesión de hermosas melodías, un derroche de creatividad mozartiana al
servicio de una historia, que es como un cuento, que, según dicen, encierra un ritual de
iniciación masónica. La historia de un camino iniciático que conduce a la
sabiduría y a la felicidad. Todo muy bonito. Pero al mismo tiempo hay que darse
cuenta de lo machistas que eran estos masones, si es que Schikaneder, masón él
como Mozart, se refería realmente a
ellos en este singspiel. Aparte de
continuas exaltaciones de la virilidad, se pueden encontrar en el libreto
algunas perlas como estas:
-“¿Así
que te ha ofuscado una mujer? Una mujer hace poco y charla mucho”
le reprocha el Orador a Tamino. O “un
hombre debe guiar vuestros pasos pues sin él suelen las mujeres sobrepasar la
esfera que les corresponde”, que le espeta Sarastro a Pamina. O esta otra: “Pura palabrería, repetida por mujeres..”
según explica Tamino a Papageno para
desacreditar las acusaciones contra Sarastro.
Esto dicho en alemán
pasa desapercibido para los que no entendemos la lengua de Goethe, y nos
quedamos con lo bonito de la música. Pero en las traducciones se puede leer. A
lo mejor por eso le tenía tanta inquina la Reina de la Noche al machista
Sarastro. A veces las ideas más aparentemente luminosas esconden grandes sombras.
A ver si va a resultar ahora que la reaccionaria reina es la buena y el sabio misógino el malo. A ver si va a resultar ahora que Donald Trump, aunque sabio no parece,
es masón.
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