jueves, 12 de mayo de 2016

LAZOS VERDES POR LA MÚSICA

Ni el brillo de producciones exitosas como la del bicentenario de “El barbero de Sevilla”, ni la reciente celebración de sus respectivos veinticinco aniversarios pueden tapar la difícil situación económica por la que atraviesan el Teatro de la Maestranza y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Ambas instituciones se han visto afectadas en los últimos ejercicios por una considerable merma la financiación de las administraciones implicadas. En el caso del teatro son cuatro, Ministerio de Cultura, Junta, Diputación y Ayuntamiento de Sevilla, y su aportación se ha reducido más del cincuenta por ciento en apenas seis años, pasando de 8,6 millones de 2009 a los poco más de 4,2 millones de 2015. El resultado es que aparte de los ineludibles recortes en diversos conceptos, se ha generado una deuda de cerca de dos millones de euros. La cantidad parece ridícula en comparación con las cifras que se manejan para otros asuntos, legales o criminales. Sin embargo las administraciones se han negado en redondo a incrementar su aportación, provocando la salida anticipada de la gerente Remedios Navarro. Es extraño en los tiempos que corren que cuatro administraciones con diferente color político se pongan de acuerdo en algo. Sin embargo la falta de transparencia es total al respecto. Como ya ocurriera con el culebrón del nombramiento de director de la ROSS hace dos años, los ciudadanos nos vamos enterando a cuenta gotas, y me da la impresión de que nunca al completo, de lo que ocurre entre bastidores, nunca mejor dicho. Si la negativa tajante a ampliar las dotaciones se debe, por suponer, a una nefasta gestión debería saberse de forma clara y señalar a sus responsables, y a partir de ahí poner nuevas bases para el futuro. Pero aquí nadie da explicaciones. O al menos gente como yo, que nos interesamos por el tema, no las conocemos. Encima los políticos quieren que se incremente la aportación privada, para ellos seguir manejando a su antojo y con su general incompetencia.
La situación de la ROSS es similar. En este caso son dos las administraciones implicadas: Ayuntamiento y Junta, al 50%. Mientras el Ayuntamiento ha venido manteniendo a duras penas su aportación en los últimos años (unos tres millones de euros), la Junta, tan amable siempre con Sevilla, la ha reducido hasta 2,2 millones, que además, según dicen, no paga a tiempo. Así, el déficit generado en esta institución es de 1,3 millones, hallándose incluso en causa de disolución según la normativa mercantil. Para paliar la situación, el Consejo de Administración de la orquesta no ha tenido otra idea más original que rebajarle el sueldo un 15% a los músicos.
Es por esto que desde que se anunciara la medida se viene generando un movimiento de protesta cuyo símbolo son los lazos verdes, que han sido exhibidos ya en varios conciertos. No sólo no he apoyado sino que he criticado a los señores profesores de la orquesta en algunas reivindicaciones laborales anteriores. Sin embargo creo que lo que ahora está en juego es, aparte de su propia dignidad profesional, el futuro de estas dos instituciones que son la base principal de la cultura musical en Sevilla.
No es de extrañar que en Sevilla, de grandioso pasado pero capital al fin y al cabo hoy de una región sumida en un atraso del que no hay visos de que vaya a salir en las próximas décadas, no haya dinero para muchas alegrías. Pero entre los logros más importantes de los tiempos recientes están sin duda la consolidación de este teatro y de esta orquesta como verdaderos faros culturales que alumbran sobremanera la vida musical de esta ciudad. Dejarlos caer ahora sería un auténtico dislate, por muchos que sean los problemas presupuestarios. Si algún lujo podemos y debemos permitirnos es este. Si en algún objetivo cultural hay que centrar todos los esfuerzos en este momento, es aquí. Seguro que encontramos veinte mil “cosillas” de esas en las que se tira desahogadamente el dinero para negárselo a los proyectos realmente importantes. El teatro y la orquesta necesitan un compromiso claro de cara al futuro, y no vivir en la permanente provisionalidad en que lo hacen en los últimos años. Pienso en este sentido que es el Ayuntamiento de Sevilla quien tiene que tomar el liderazgo y arrastrar a las restantes administraciones implicadas. Precisamente ahora que nos acercamos a la celebración del veinticinco aniversario de la Expo 92, no podemos consentir que algunos de sus principales y mejores legados entren en decadencia.


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