Ni
el brillo de producciones exitosas como la del bicentenario de “El
barbero de Sevilla”, ni la reciente celebración de sus
respectivos veinticinco aniversarios pueden tapar la difícil
situación económica por la que atraviesan el Teatro de la
Maestranza y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Ambas
instituciones se han visto afectadas en los últimos ejercicios por
una considerable merma la financiación de las administraciones
implicadas. En el caso del teatro son cuatro, Ministerio de Cultura,
Junta, Diputación y Ayuntamiento de Sevilla, y su aportación se ha
reducido más del cincuenta por ciento en apenas seis años, pasando
de
8,6 millones de 2009 a los poco más de 4,2 millones de 2015. El
resultado es que aparte de los ineludibles recortes en diversos
conceptos, se ha generado una deuda de cerca de dos millones de
euros. La cantidad parece ridícula en comparación con las cifras
que se manejan para otros asuntos, legales o criminales. Sin embargo
las administraciones se han negado en redondo a incrementar su
aportación, provocando la salida anticipada de la gerente Remedios
Navarro. Es extraño en los tiempos que corren que cuatro
administraciones con diferente color político se pongan de acuerdo
en algo. Sin embargo la falta de transparencia es total al respecto.
Como ya ocurriera con el culebrón del nombramiento de director de
la ROSS hace dos años, los ciudadanos nos vamos enterando a cuenta
gotas, y me da la impresión de que nunca al completo, de lo que
ocurre entre bastidores, nunca mejor dicho. Si la negativa tajante a
ampliar las dotaciones se debe, por suponer, a una nefasta gestión
debería saberse de forma clara y señalar a sus responsables, y a
partir de ahí poner nuevas bases para el futuro. Pero aquí nadie da
explicaciones. O al menos gente como yo, que nos interesamos por el
tema, no las conocemos. Encima los políticos quieren que se
incremente la aportación privada, para ellos seguir manejando a su
antojo y con su general incompetencia.
La
situación de la ROSS es similar. En este caso son dos las
administraciones implicadas: Ayuntamiento y Junta, al 50%. Mientras
el Ayuntamiento ha venido manteniendo a duras penas su aportación en
los últimos años (unos tres millones de euros), la Junta, tan
amable siempre con Sevilla, la ha reducido hasta 2,2 millones, que
además, según dicen, no paga a tiempo. Así, el déficit generado
en esta institución es de 1,3 millones, hallándose incluso en
causa de disolución según la normativa mercantil. Para paliar la
situación, el Consejo
de Administración de la orquesta no ha tenido otra idea más
original que rebajarle el sueldo un 15% a los músicos.
Es
por esto que desde que se anunciara la medida se viene generando un
movimiento de protesta cuyo símbolo son los lazos verdes, que han
sido exhibidos ya en varios conciertos. No sólo no he apoyado sino
que he criticado a los señores profesores de la orquesta en algunas
reivindicaciones laborales anteriores. Sin embargo creo que lo que
ahora está en juego es, aparte de su propia dignidad profesional, el
futuro de estas dos instituciones que son la base principal de la
cultura musical en Sevilla.
No
es de extrañar que en Sevilla, de grandioso pasado pero capital al
fin y al cabo hoy de una región sumida en un atraso del que no hay
visos de que vaya a salir en las próximas décadas, no haya dinero
para muchas alegrías. Pero entre los logros más importantes de los tiempos recientes están sin duda la
consolidación de este teatro y de esta orquesta como verdaderos
faros culturales que alumbran sobremanera la vida musical de esta
ciudad. Dejarlos caer ahora sería un auténtico dislate, por muchos
que sean los problemas presupuestarios. Si algún lujo podemos y
debemos permitirnos es este. Si
en algún objetivo cultural hay que centrar todos los esfuerzos en
este momento, es aquí. Seguro que encontramos veinte mil “cosillas”
de esas en las que se tira desahogadamente el dinero para negárselo
a los proyectos realmente importantes. El teatro y la orquesta
necesitan un compromiso claro de cara al futuro, y no vivir en la
permanente provisionalidad en que lo hacen en los últimos años.
Pienso en este sentido que es el Ayuntamiento de Sevilla quien tiene
que tomar el liderazgo y arrastrar a las restantes administraciones
implicadas. Precisamente ahora que nos acercamos a la celebración
del veinticinco aniversario de la Expo 92, no podemos consentir que
algunos de sus principales y mejores legados entren en decadencia.
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