Foto Gtres vía Vozpopuli |
A mi no me
gustan las publicaciones del estilo de Charlie Hebdomadaire. No
comparto ni sus ideas, exponentes quizá de un trasnochado
sesentayochismo, ni su estética, en muchas
ocasiones innecesariamente grosera. Algunas de sus publicaciones me
parecieron irrespetuosas con las creencias de muchas personas, que
lógicamente se sintieron ofendidas. Por lo tanto yo no puedo decir
que soy Charlie porque no puedo identificarme con Charlie. Pierda
cuidado al respecto “Willem”, uno de los caricaturistas de la
revista satírica, afortunadamente superviviente de la matanza, quien ha declarado sentirse “sorprendido” de la cantidad de nuevos “amigos” que le han surgido al semanario en los tristes
últimos días y que antes no le tenían tanto cariño. Yo no voy a
ser su “amigo”. Ni lo fui antes ni voy a serlo después del
atentado. Pero a pesar de ello lamento profundamente la muerte de
sus compañeros, que no hacían otra cosa que escribir o dibujar, y
la de las restantes víctimas, hasta diecisiete, de estos días en
París, y defiendo su derecho a expresarse libremente, y que se
tomen todas las medidas que sean necesarias para garantizar ese derecho,
aunque a mí personalmente no me gusten sus expresiones u opiniones.
Yo no soy amigo de Charlie Hebdo, soy amigo de la vida y de la
libertad. Vivimos en un mundo civilizado, en el que si alguien tiene
que poner límites a esa libertad han de ser las leyes y los
tribunales. Ningún individuo ni grupo puede ponerse por encima de
esas instituciones y decidir qué es lo que se puede expresar o
manifestar y qué es lo que no. Los autores de estos atentados
pertenecen a otro mundo, el de la barbarie y el fanatismo, y tenemos
que defendernos de ellos, porque nos han declarado la guerra. Todos
los que amamos la vida y la libertad somos sus potenciales objetivos,
porque para ellos no tienen ningún valor, las desprecian y nos
desprecian a nosotros que las hemos puesto como valores supremos de
nuestro marco de convivencia. Quien quiera integrarse en nuestra
sociedad tiene que aceptar estos valores, y quienes no quieran
hacerlo tienen que ser expulsados o al menos estrictamente
controlados como medida de autodefensa. No podemos consentir en
nuestro territorio guetos de integrismo que supongan una amenaza
permanente. Pero voy a más: a mi me duelen tanto las muertes que
puedan producirse en París, Madrid, Londres o Nueva York como las
de los periodistas degollados, los cristianos crucificados, los
homosexuales arrojados al vacío o las mujeres y las niñas mutiladas
por estos animales en otros países no occidentales. Al Qaeda y el
Estado Islámico y todos sus satélites son organizaciones
terroristas que tienen que ser combatidas allí donde se encuentren y
con los medios que sea preciso. Yo defiendo la libertad de expresión
de Charlie Hebdo, aunque no me guste el uso que de ella hace, y también la vida y
la libertad de tantos miles de inocentes que diariamente están
muriendo en el mundo (Siria, Irak, Nigeria, Pakistán...) a manos de
estos criminales. Ojalá de la foto de unidad de la manifestación de
ayer en París salga la voluntad firme y sin fisuras de los líderes
mundiales, cosa que dudo, de perseguir a estas ratas hasta el último
rincón del planeta donde puedan esconderse.
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