El
domingo participé en la XXXVI edición del Cross de Itálica. No en
la carrera internacional, lógicamente, sino en la de carácter
popular en la que los trotones como yo hacemos de teloneros de los
pura sangre que se disputan una de las pruebas más prestigiosas del
calendario atlético invernal. Porque para los que no lo conozcan, la
cita de Itálica no es sólo las carreras de élite, masculina y
femenina, en la que cada año participan muchos de los mejores
especialistas mundiales, y que da fama al evento, sino que es una
gran fiesta del atletismo, en la que desde primeras horas de la
mañana se suceden las carreras de todas las categorías, desde los
pequeñines sub10 hasta los master, con atletas venidos de todas
partes de España y Portugal, especialmente.
Este
año no obstante, la carrera popular absoluta ha tenido un carácter
especial, con un participante de lujo. Nada menos que uno de los
ídolos atléticos de mi juventud: el dos veces campeón olímpico de
1.500 y actual presidente de la IAAF, Sebastián Coe. Igual que la
final de Barcelona 1992, con el oro de Fermín Cacho, tengo grabada
en mi memoria una bastante anterior: la de Los Ángeles 1984, en que
José Manuel Abascal se colgó el bronce. Recuerdo al comentarista de
TVE (José Ángel de la Casa) confirmando una y otra vez que aquellos
tres atletas que apuraban la última curva y enfilaban ya hacía la
meta eran 'Coe, Cram, Abascal....Coe, Cram, Abascal.." con un
Joseph Chesire apretando por detrás al atleta cántabro, tras
haberse retirado en la última vuelta otro de los candidatos al
podio, el también británico Steve Ovett. Ovett y Coe se disputaban
entonces el primado del medio fondo (800 y 1500) en lucha con su
compatriota Steve Cram y los españoles José Manuel Abascal y José
Luis González. Ellos son los que, con permiso de Mariano Haro y
Antonio Prieto, me engancharon al atletismo.
Cuando
supe que Coe iba a estar en Sevilla como presidente de la IAAF con
motivo de la prueba de Santiponce, le dije a un amigo en Twitter
"podría ponerse las zapatillas y correr con nosotros la
popular". Aquello fue una simple ocurrencia, pero cual fue mi
sorpresa cuando el sábado por la noche saltó la noticia de que se
iba a convertir en realidad. A pesar de que hice una carrera muy mala
(creo que mi capacidad de sufrimiento está ya aún más disminuida
que la física, y me lo tomé con calma), para mí fue una grata
experiencia. No tuve oportunidad de darle la mano en carrera como mi
compañero de aventuras Javier Gil, porque iba más adelante, pero
podré contar a mis nietos que yo corrí una vez con el bicampeón
olímpico Sir Sebastian Coe. Había pensado que este sería mi último
cross, pero después de ver a Coe corriendo con sesenta y tantos
años, quien sabe si el año que viene...
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