Foto: Salvador Navarro |
Si el pregón de Francisco
Javier Segura fue rompedor y exuberante
en las formas, no sin sentido religioso, el de Francisco Berjano ha sido un
pregón sobrio y austero, como es acorde a la persona que preside una cofradía
como la de la Vera Cruz, que sin ir más lejos, hace un par de años, tuvo la
“osadía” de dejarse los pasos en su capilla del Dulce Nombre de Jesús e ir a
la Catedral con sólo lo esencial: el Santo Lignum Crucis, la Cruz, que es el
origen de todas nuestras cofradías penitenciales y a la que siempre seguimos en
nuestras estaciones. Entiéndase esa sobriedad y austeridad al sevillano modo, que
tampoco esto es Castilla y siempre caben guiños a los legionarios del Porvenir, a
las formas baratilleras o la Esperanza...Pero si el pregón del año pasado fue
de terciopelo y escudos bordados, el de este año ha sido más de ruán y esparto.
No por ello menos válido, puesto que si de anunciar nuestra Semana Santa se
trata no está de más que, aunque sea de vez en cuando, el pregonero se centre más en la esencia que en
la forma, que en todo caso, no dejó de ser hermosa por lo que de vivencia
personal y autenticidad puso en ella su autor. No ha sido un pregón poético,
pero tampoco un pregón de tostonazo doctrinal. Ha utilizado un lenguaje
sencillo y asequible a todo el mundo, llamando a las cosas directamente por su
nombre sin rebuscamientos. De una manera muy natural y nada artificiosa. A mi me han gustado especialmente el principio, con esa recreación de
cómo se viven las ilusionantes horas iniciales de nuestra Semana Santa allende
el Parque de María Luisa, y el final, cuando ha recordado que pertenecemos a
una única Iglesia, que es la misma que la de los kikos, los focolares o que la de cualquier
otra realidad eclesial de entre la amplia variedad que inspira el Espíritu. No
somos una “secta” adoradora del
incienso, la banda, la revirá –palabra que yo también, como el pregonero,
considero abominable- o la bambalina.
Seguramente no ha sido
el tipo de pregón que al consumidor
habitual de este producto le gusta escuchar, pero probablemente era el tipo de
pregón que hacía falta dado el derrotero que en algunos aspectos está tomando
el mundillo cofrade. Dejando aparte la forma en que se produjo, que no voy a
comentar porque me he propuesto intentar no molestar a nadie, la elección de
Berjano tenía una finalidad clara, y esa finalidad ha sido cumplida con creces,
y de una manera perfectamente ajustada al canon cofrade. Al menos al que yo
aprendí, probablemente lejano al frikismo que hoy impera.
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