Aunque parezca mentira, esta es Carmen cantando la famosa habanera. |
Desde el sofá del salón de mi casa –el mejor palco que
existe- asistí la noche del sábado pasado, a través de ARTE LIVE WEB a la
representación de Carmen en la Opera Nacional de Lyon.
Afortunadamente los franceses se ocupan de nuestros mitos locales, porque lo
que es aquí no catamos la universal creación de Bizet desde la ya lejana y no menos mítica fecha del 92.
En esta ocasión el montaje se anunciaba, ya desde el
inicio, rompedor. “Olivier Py réinvente Carmen”, proclamaba la promoción
publicitaria. La puesta en escena de Py desubica la acción, centrándola en una sala de cabaret (Paradis
Perdu) situada entre una comisaría de la gendarmería francesa (que pone el
elemento militar del asunto) y un hotel de mala nota, y a cuya espalda - a la
que tenemos acceso gracias al incesante girar del cubo en el que
alternativamente se muestran la entrada del cabaret, su escenario y los
camerinos- se encuentra la famosa taberna de Lillas Pastia, convertida en
moderno bar de alterne.
Con tal planteamiento escénico, Carmen aparece, como
estrella del music hall, de la guisa tan
descocada que puede observarse en las imágenes.
Profusión de pechos desnudos (los de la protagonista son simulados,
hasta ahí no llegamos), personajes travestidos (el Dancaire y el Remendado) y
algunos otros detalles completan la escenografía subidita de tono, aunque sin detalles de mal gusto como en el reciente Julio Cesar
de Salzburgo.
Musicalmente la cosa estuvo nada más que correcta, que
en estos casos equivale a decir que dejó que desear. J.
María Lo Monaco hace un gran esfuerzo interpretativo, lo que quizá le
impide un mayor esmero en lo canoro. El coreano Yonghoon
Lee tiene una buena voz pero un tanto opaca, lo que le resta belleza a
su canto. En cuanto a Escamillo (Giorgio Caoduro) pasa sin pena ni gloria probablemente víctima
en parte de los caprichos del regista. Sólo Nathalie
Manfrino ofreció una Micaela reseñable, criatura angelical en un mundo
de perdición, que sin embargo acaba suicidándose desesperada. En el foso Stefano Montanari hizo una lectura aseada, siendo
la primera vez que veo a un director realizar su labor en camiseta.
Hay quien dice que las cigarreras trabajaban semidesnudas para mejor llevar el calor. ¡Pero no sería así! |
La propuesta me resultó en principio interesante e
ingeniosa, pero a medida que avanza, el drama va resintiéndose cada vez más por
su falta de fidelidad al libreto. Especialmente lo sufre el personaje de
Escamillo, que queda totalmente desdibujado ¿puede haber una Carmen sin un
torero? ¿A qué si no la famosa aria del “toréador”?. A la postre uno se da
cuenta que la dirección escénica no realza ni la música ni el drama, que es lo que debe
importar, sino al revés. Distrae de la
primera y empobrece el segundo, con lo que el experimento en términos globales
resulta, a mi modo de ver, fallido.
Entre Carmen la cigarrera y la Carmen cabaretera, a
pesar de los indudables encantos de la segunda, me quedo con la original, aún a
riesgo de ser tachado de rancio y
fundamentalista sevillano. En medios franceses he leído críticas despiadadas
hacia su compatriota Py. Pero yo iría a más: debería el alcalde Zoido, que tan
crecido volvió de la famosa reunión de San Petersburgo, presentar una queja
formal ante la UNESCO por esta tergiversación y adulteración intolerable de nuestro
patrimonio inmaterial (es broma).
Por cierto, que el evento fue exhibido en directo en pantallas
gigantes al aire libre en varias localidades de la región de Rhône-Alpes, con
una asistencia de unos veinticinco mil espectadores. ¿Para cuando algo parecido
en Sevilla? ¿no habrá por ahí algún patrocinador dispuesto? (esto no es broma).
Aquí como no anuncien, que la cabaretera sale totalmente descocada, ná de ná.
ResponderEliminar