Susana
Díaz es uno de los personajes del panorama público que más apreciablemente ha
engrosado el volumen de su anatomía en los últimos años. Se le ha puesto una
cara redonda, y me figuro que todo lo demás también, aunque yo en esas cosas no
me fijo en una política, ni para bien ni para mal. A diferencia de Mariano
Rajoy –con sus caminatas- Aznar –con sus abdominales- o ZP –con sus carreritas-
no se le conoce a nuestra presidente que practique ningún deporte. No se sabe
que se haya bajado nunca del coche oficial para ir andando a ningún sitio. No
sabemos lo que come ni lo que deja de comer. Sólo cabe suponer que lo hace
bien, habida cuenta de lo hermosa que está. Sin embargo ella no tiene ningún
empacho –la expresión viene al pelo-, pues le sobra desparpajo para eso y para
más, en decirnos a los andaluces (y a las andaluzas) lo que tenemos que comer y
si tenemos que subir las escaleras o coger el ascensor. Para ello se ha
entretenido en elaborar una ley, según informa ABC, que, siguiendo aquello tan
cristiano –se le notan sus orígenes de catequista- de “odia el pecado, compadece al pecador” viene a
prohibir la obesidad y al mismo tiempo, que nos metamos con los gordos (acabarán
prohibiendo los chistes de gordos, como ya están prohibidos los de mariquitas).
La
norma, siempre siguiendo la información del diario monárquico, ahora denunciado
–quien lo iba a decir- por el Partido Popular por la publicación de una
entrevista, reconoce importantes derechos a los andaluces (y andaluzas, supongo,
aunque esto el ABC no lo aclara) como son
A disponer de espacios de
aparcamientos de bicicletas en los lugares de trabajo, a tener agua gratis en
los bares, a menús saludables y raciones mesuradas y a poder consumir productos frescos y perecederos.
Para garantizar estos derechos, las medidas que prevé son, fundamentalmente, sanciones a diestro y siniestro. Tales como multas de 15.000.-€ (sí son tres ceros, no me he equivocado) a los bares que no le den una vasito de agua al niño, señora o caballero –aunque no lleve caballo- que lo pida, o de hasta 300.000.-€ por la «promoción comercial y el patrocinio de alimentos y bebidas que excedan de los criterios nutricionales en los centros docentes», léase, por ejemplo, la tradicional venta de polvorones y dulces que hacen los alumnos para irse de viaje de estudios Según fuentes consultadas por este blog, está en estudio introducir alguna enmienda en trámite parlamentario por la que también se pueda sancionar a San Pedro en caso de que no llueva y nos prive de "la bebida más saludable y sostenible" Lo de sostenible es algo que no puede faltar en una ley de la Junta, pero claro, si no llueve....
A mí me parece que todo esto es una intromisión intolerable –una más- en nuestras libertades. Pero por otra parte también pienso que si nos empecinamos en que la sanidad sea pública, la salud tendrá que acabar siéndolo también. Si el Estado ha de ser garante de nuestra salud y prestador para ello de servicios sanitarios, tendrá que serlo con todas sus consecuencias. Para empezar habría que prohibir taxativamente fumar. Pero luego podríamos plantearnos también si hay que obligar a llevar abrigo para salir a la calle en invierno, porque nos resfriamos, o prohibir esquiar, porque se producen muchos accidentes en la nieve, y tenemos que pagarlo entre todos. Y así sucesivamente.
Si
queremos seguir conservando algunos ámbitos de libertad individual, más vale
que no pongamos tantos y tan importantes asuntos en la competencia de nuestros incompetentes
políticos, que están deseando la más mínima
excusa para meter las manos en nuestros
bolsillos y las narices en los más escondidos rincones de nuestras vidas
privadas.