A falta de
cualquier iniciativa que pueda contribuir a resolver alguno de los
problemas reales que tiene Sevilla, a mejorar en algo la situación
penosa de una ciudad que a pesar de sus grandezas no puede sustraerse
al hecho de ser la capital de una de las regiones del furgón de cola
europeo, el actual equipo de gobierno municipal se afana por
conseguir notoriedad y titulares a costa de las fiestas populares.
Primero fue la “salvación” de la Semana Santa, cuya celebración
a partir de ahora se le deberemos al CECOP y a TUSSAM. ¿Se han
fijado en la osadía publicitaria de equiparar el papel de los
autobuses al de los costaleros? ¿Qué sería de la Semana Santa sin
TUSSAM? ¿Qué sería de la Semana Santa
sin el CECOP? Sinceramente no me lo puedo imaginar. No me explico
cómo las cofradías han sobrevivido a lo largo de los siglos sin
estos tíos tan listos, que se han puesto ahora en el centro de la
celebración.
Y
ahora le toca el turno a la Feria. Espadas quiere dejar huella, y
nada más facilón ni más baratito que cambiar las fechas del
festejo. Que conste que esto no es la primera vez que ocurre, pero
claro, los sevillanos de hoy la hemos conocido siempre así, lo que
lo convierte en tradición inveterada. A mi la Feria me importa un
pimiento. Que la ponga Espadas cuando le parezca. Me parece bien
además la determinación del alcalde, que teniendo bastante menos de
20 concejales, no le da pereza tomar decisiones, aunque sean de este
tipo. Por eso lo que no me resulta de recibo es que para semejante
cuestión se gaste el dinero en una consulta popular. Hay muchas más
cosas más importantes y trascendentes en la ciudad y a los
ciudadanos no se nos pregunta. Así que yo le rogaría que dejase su
celo democrático para mejores ocasiones. La fecha se cambia -porque
la novelería aquí empuja mucho- y si no sale, se vuelve a cambiar
otra vez ¿que más da? La Feria va cambiando constantemente, y
aunque las fechas no hayan variado, es muy distinta la de hoy a la
que yo conocí de niño aún en el Prado.
Ahora
bien, yo no le arriendo las ganancias al invento. En mi opinión,
nada valiosa en este caso pues últimamente me dejo caer poco por el
real, a la Feria le sobran más que le faltan días. Desde luego lo
de la preferia yo no lo entiendo. Pero si esto es lo que hace, a
decir de los que saben, que el recinto se quede vacío -el domingo
daba pena verlo- en los últimos días de festejo, nada va a
solucionar la oficialización de esas jornadas iniciales. Al contrario, más
gente aún acudirá al principio, a una Feria ya con todos sus avíos,
y menos todavía al final. Porque el problema actual de la Feria me
parece a mi que es que no hay ni cuerpo ni bolsillo que la resistan
durante tantos días. Claro que aquí es cuando saltan los promotores
de la idea y dicen “No, es que la ampliación es para que puedan
venir más turistas”. Y entonces yo digo: “oigausté ¿y los
turistas qué van a hacer en la Feria si no estamos los sevillanos?
¿Van ellos a cantar y a bailar? ¿Van ellos a lucir sus enganches?
¿Van ellas a pasear sus vestidos? ¿O es que el Ayuntamiento va a
contratar figurantes para esos días?”.
Si
algo hace singular a la Feria de Sevilla, si algo hay esencial en esta
fiesta, no son las bombillas ni las casetas, sino su gente, su
manera de festejar, su saber estar, su saber aparentar. Cada uno en
su nivel, desde los más humildes a los más pudientes. Una ciudad
que es una ruina económicamente hablando sabe sin embargo montar un
pollo como este para decir “aquí estamos nosotros y nos ponemos el
mundo por montera”...siempre que la cosa no dure mucho. Y el que
tiene un caballo lo monta aunque haya tenido que deshacerse de media
cuadra por la crisis, y la que tiene un traje y unos abalorios se los
pone con mucho arte aunque esté en el paro, y el que pasa
fatiguitas uno de cada dos fines de mes se pide un préstamo para
ronear unos días en su caseta. Los turistas pueden mirar, pero la
fiesta es nuestra, y si nosotros no vamos, mal asunto. Claro que como
estos señores munícipes deben ser muy machadianos ellos -de
Antonio, no de Manuel- habrán pensado aquello de “¡Oh maravilla/
Sevilla, sin sevillanos/ la gran Sevilla!” Total, ya han empezado a
echarnos de la Semana Santa con las vallas y ahora se trataría de
asegurarse espacio durante unos días en la Feria para que los
turistas con mochila y gorra y guía con banderita vayan, digo yo, a
hacerle fotos al alcalde vestido de corto en la caseta municipal. Mientras tanto, los sevillanos de verdad estaremos ya en casa o en la playa,
recuperándonos de los excesos.