Place du Tertre. Montmartre. Paris. |
Si alguien a quien no
le gustase mucho la ópera me preguntase, yo le recomendaría probablemente La bohème. Y si no le gustase La bohème, le recomendaría que fuese al médico, a
ver si tiene cura. Ópera cortita de duración, con historia romántica y
sencilla, de alegre inicio y triste final, de los que hacen llorar, ambientada
en la siempre evocadora ciudad de París, música con encanto y pegadiza -¿quién
no ha entonado alguna vez Che gelida manina, Mi chiamano Mimí o el vals de Musetta?...- Son los ingredientes que han hecho de esta obra de
Puccini una de las más representadas y populares del repertorio. Tan es así que
aquí en el Maestranza ya se ha representado en varias ocasiones antes de que el
pasado domingo tuviera lugar una nueva première de este título con el que se que cierra la presente temporada. Recuerdo
especialmente la primera, con aquella producción de Franco Zeffirelli que
levantaba los aplausos del público nada más subir el telón del rutilante
segundo acto. En esta ocasión el regista es también italiano. El turinés Davide
Livermore, uno de los más acreditados en el panorama actual, creó esta
producción para Les Arts de Valencia. Livermore no necesita hacer cosas raras
para contar estas escenas de la vida bohemia, a cuyo libreto es absolutamente
fiel. Para ir ambientando y realzando la expresión de cuanto ocurre en las
tablas le bastan los medios técnicos y el color, mucho color salvo en el frío
tercer acto, de la mano de los pintores que hicieron de la Ville Lumière el
centro mundial de su arte en el siglo XIX. Resultó espectacular, tanto escénica
como musicalmente, el segundo acto, largamente aplaudido por el público, en esta
ocasión al final del mismo. En el foso, de nuevo Pedro Halffter, que firmó un
gran trabajo al frente de su ex orquesta, si bien a mi juicio en ocasiones
abusa un tanto del volumen. Especialmente en el cuarteto del tercer acto me
resultó difícil escuchar cada una de las voces entre tanta masa orquestal.
Claro que ustedes pueden decir que a lo mejor estoy mal del oído. Es posible.
Pero si así lo piensan, mejor no sigan leyendo, porque lo mismo se puede decir
de lo que viene a continuación. Sigo. El elenco vocal estaba formado por un
ramillete de buenos intérpretes hispanos, incluidos los dos excelentes coros,
del propio teatro y de la Escolanía de Los Palacios, con el aditamento de la
soprano rumana Anita Hartig, exitosa Mimí en diversos escenarios
internacionales, que hizo gala de su voz idónea para el personaje, aunque para
mi gusto debería poner más emoción en la interpretación. Especial mención me
merecen los onubenses Juan Jesús Rodríguez y David Lagares, en sus papeles del
pintor Marcello y el músico Shaunard. También es andaluza Musetta, personificada
por la granadina María José Moreno, que se lució en su famoso número. Fernando Radó hizo
un buen elogio del viejo gabán de Colline, antes de llevarlo a vender. En cuanto a José
Bros, de quien recuerdo entre otras interpretaciones una de nuestro Miserere
hace ya bastantes años, nos ofreció su hermosa
voz de timbre brillante y limpio, si bien un tanto ligera para el papel de
Rodolfo, lo que hizo que sonara como raspada en algunos pasajes.
La vida bohemia es
bonita, pero se pasa hambre y privaciones. Es lo que les ocurre a los
protagonistas de nuestra historia. Claro que a veces, para dedicarse a la creación
y al arte hay que renunciar a todo lo demás. Y eso que en aquella época no
había un malvado Montoro que hostigara a los artistas, como al resto de los mortales, con el odioso IVA.
Esperemos que su reciente reducción se note en los precios de los abonos de la
nueva temporada, y podamos seguir asistiendo a tan satisfactorios espectáculos.