domingo, 20 de marzo de 2016

EL SENTIDO DE LA FIESTA

Sevillanos: una nueva Semana Santa ha llegado. ¡Disfrutadla! Disfrutad de la luz de la primavera, aunque a veces la tape alguna nube. Disfrutad de las tardes radiantes y las noches serenas, que ojalá sean las más. Disfrutad de las mañanas en los templos. Disfrutad incluso cuando el tiempo no acompañe, que siempre habrá maneras de hacerlo. Disfrutad del perfume de azahar que se esparce por nuestras calles y plazas. Disfrutad del recuerdo de las vivencias pasadas, de las que ya no se repetirán y de las que otra vez volverán a revivirse. Disfrutad de la luna de Parasceve, no sea que nos la quiten. Disfrutad del olor del incienso y de la cera, del de la flor fresca que deja un palio cuando pasa. Disfrutad bien de la buena música cuando suene, porque esto es algo que cada vez ocurre menos. Disfrutad con el buen trabajo de los costaleros y la maestría de los capataces que saben mandar. Disfrutad del arte de los priostes, de los vestidores, de los floristas, de todos los que contribuyen al arte efímero de nuestras procesiones. Disfrutad de la belleza sin igual de la ciudad en estos días. Disfrutad del quejido hondo de una saeta y del canto blanco de una escolanía. Disfrutad del encuentro con los amigos que quizá sólo en este momento del año tiene lugar. Disfrutad del rumor de vencejos la mañana en la que Sevilla no habrá dormido. Disfrutad de la palmas y de los ramos que dan la señal que todos esperábamos. Disfrutad del silencio, lo mismo que de los sonidos arcanos que sólo los iniciados saben apreciar. Disfrutad de los atardeceres y de ese amanecer único. Disfrutad del ambiente y de los detalles, que vuestros sentidos sean capaces de absorber el todo y la parte, lo grande y lo pequeño, lo material y lo intangible, lo descriptible y lo inefable.

Pero entre tanto goce estético y sensual, no olvidéis lo fundamental. No os olvidéis de rezar. Las imágenes no salen a la calle para que nos tomemos una copita con ellas, que es lo que parecen entender algunos que las contemplan con el vaso de cerveza o de cubata en la mano. Tampoco para que les hagamos fotos como si de estrellas mediáticas se tratasen. Salen para acercarnos a Dios y recordarnos su obra redentora. Por eso no podemos, los que creemos, encerrarnos una semana en una burbuja de bienestar y sensaciones agradables y olvidarnos de los problemas del mundo. Recemos por la salud de los enfermos, por los que no tienen trabajo, por los que les falta la esperanza. Recemos por el drama de los refugiados. Recemos por las víctimas del terror, por nuestros hermanos perseguidos en tantos lugares del mundo. Recemos por los inocentes que no llegan a ver la luz. Recemos por nuestras familias y por nuestros amigos, por nuestros allegados y por los que nos son lejanos. Recemos por los que están y por los que se fueron.... Nuestras cofradías no son sólo cuestión de estética, tiene que haber también un sustrato ético que es el que nos hace sentirnos solidarios con todos los que sufren. Porque sería hipócrita compadecerse del sufrimiento de Aquellos cuyas imágenes veneramos en estas escenas de la Pasión si no hacemos lo mismo con el de todos los hombres. Sacamos nuestras imágenes a la calle para que les recemos, incluso aunque no vayamos mucho a misa o a la iglesia. La devoción -no los solos de trompetas ni los cambios de costero a costero- es lo que hizo que nuestras hermandades sobrevivieran a las dificultades de la historia. Sin nuestras oraciones -cada uno a su manera- sin nuestra devoción a esas imágenes, la Semana Santa se convertiría en un mero espectáculo teatral sin mayor sentido. Para muchos que la ven desde fuera, o incluso algunos de los que la viven desde dentro, lo es así. Pero no es precisamente eso lo que la hace singular e inigualable para la mayoría, quiero pensar, de los que la hacemos posible cada año. Olvidarnos de lo que representan esas imágenes y para qué salen a nuestro encuentro sería olvidar el sentido más auténtico de esta fiesta y el camino más corto para acabar con ella.

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