El
seguimiento de la trepidante actualidad informativa en nuestro mundo
actual hace necesaria la continua renovación y mejora de nuestros
conocimientos en las más variadas materias, especialmente en el
ámbito de la economía y del derecho. No en vano hoy son muchos los
que preconizan la necesidad del lifelong learning, esto es, el
aprendizaje a lo largo de toda la vida, y no cabe duda de que tienen
razón.
Si hace un
par de años por ejemplo, pocos eran los que sabían algo de esa
pariente pelmazo, hoy conocidísima del gran público, que es la
prima de riesgo -que por cierto, desde entonces ha adelgazado y se le
ha puesto una cara algo más agradable- desde ayer, con el último
auto dictado por la juez Mercedes Alaya en su instrucción del caso
ERE, tenemos un nuevo saber en que ocuparnos, porque hará correr
ríos de tinta, como es el contenido del artículo 118 (con su bis)
de la Ley de Enjuciamiento criminal, así como la jurisprudencia y doctrina judicial
que lo interpretan.
Evidentemente,
nadie que no sea profesional del derecho tiene ni pajolera idea de
qué es lo que diga el referido precepto. Sin embargo a algunos,
especialmente informadores y tertulianos, esto parece importarles
poco, y se atreven a hablar de oídas y a emitir “fundadas”
opiniones con más arrojo que vergüenza.
No voy a
entrar aquí en farragosas argumentaciones jurídicas. Mi mediático
vecino de despacho universitario Fernando Álvarez-Ossorio andaba
esta mañana pegado al teléfono intentando explicar a tirios y a
troyanos los sutiles entresijos de la cuestión. En mi opinión el
auto judicial está razonablemente fundado, lo cual no quiere decir
que sea irrebatible, y trata con exquisita consideración a los
afectados, a los que casi les pide perdón por hacer lo que considera
que no tiene más remedio que hacer, en contra de lo que pudiera
pensarse. Alaya no ha imputado ni a Chaves ni a Griñán, porque no
tiene competencia para ello, ni ha solicitado que se haga, como
repetidamente he visto escrito de forma errónea, pero sí ha
advertido de esa posible futura imputación y les ha ofrecido la
posibilidad de defenderse al constatar la existencia en la causa de
suficientes elementos, sobre todo a raíz de las últimas diligencias
practicadas, para pensar que el asunto pueda afectarles.
Hablando en plata, lo que la Juez les ha dicho es que miren ustedes, como aquí hay gente que dice que ustedes estaban en el ajo, aunque a mi me queda todavía faena por hacer antes de, en su caso, mandarle el asunto al Supremo, si quieren ustedes vienen ya aquí y se defienden de la manera que estimen más conveniente, no vaya a ser que después me digan que les causo indefensión.
Si estos
señores fueran verdaderamente probos servidores públicos que no
tienen nada que ocultar, deberían estar encantados de poder
defenderse en sede judicial de las insidiosas interpretaciones que en medios
periodísticos, políticos, y ciudadanos -inevitables por otra parte
en una sociedad abierta- se hacen sobre sus responsabilidades en este
turbio asunto, y de poder así colaborar con la justicia en su
esclarecimiento, puesto que su versión fue siempre la de que fue la
propia Junta que sucesivamente presidieron la que en su día puso en
marcha la investigación de estos hechos. Si en la investigación han
surgido inesperados indicios incriminatorios, que no obstante no se
consideran todavía suficientemente contrastados como para elevar la
causa a otra instancia, lo mejor será que los aclaren cuanto antes
disipando toda sombra de duda sobre sus conductas antes de llegar a
mayores.
No se
entiende pues a qué viene tanta queja y tanto aspaviento en las
filas socialistas, que han llegado a calificar la actuación judicial
como “caza de brujas”, no sé si con doble sentido o no, o
incluso a especular con la astracanada de la intervención de Zoido
en la redacción de auto. A mi parecer, lo que esto demuestra es que
verdaderamente existe el temor en el PSOE de que al final se les
acabe desmontando el cuento de los “cuatro chorizos”
(infiltrados, comisionistas y el chófer de la coca), que todavía es
el que mucha gente de la suya lee. A lo mejor temen que esa gente
acabe dándose cuenta de que en verdad este es el caso más grande de
corrupción que haya habido nunca en España, y que, lo más grave,
no es un asunto marginal sino que está en el epicentro del régimen
que impera hace décadas en Andalucía: la utilización de dinero
público a mansalva para servir no a los intereses de los ciudadanos
sino a los de un partido político y sus satélites.
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