sábado, 12 de marzo de 2016

ENTRE OCCIDENTE Y ORIENTE

Asistíamos el jueves al concierto de abono, décimo de la temporada, de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en el Teatro de la Maestranza. Concierto programado con el título “Oriente y Occidente” bajo la dirección del austriaco Christian Arming. Las cuatro obras integrantes del programa eran totalmente desconocidas para mi, así que era una especie de cita a ciegas, aunque no tanto, conociendo a los autores.

La primera pieza, de Camille Saint-Saëns, titulada como el concierto en general, no me dijo nada. Resultó para mi gusto perfectamente prescindible. Dicen que Saint-Saëns la compuso inicialmente por un encargo cuando estaba enfrascado en la creación de su “Sansón y Dalila”. Creo que su inspiración se vertió en la ópera y para esta otra partitura no quedó mucha.

Mucho más interesante fue el concierto para dos pianos “Gezi Park 1” del turco Fazil Say que vino a continuación, con la participación de las gemelas Önder (Ferhan y Ferzan), turcas ellas también, aunque residentes en Viena (ante cuyas murallas precisamente se detuvo la expansión del imperio otomano). Conocía a Say como pianista, pero no como compositor. Sin embargo el polifacético músico es compositor residente para esta temporada en la orquesta, de ahí que se hayan programado con acierto algunas de sus obras. Su concierto, de carácter descriptivo, pues es referido a los sucesos del parque Gezi en Estambul hace unos años, es de gran variedad tímbrica y rítmica, abarcando desde momentos de gran agitación hasta otros de evocador lirismo, como el solo final de los dos pianos. Estos sin embargo fueron con frecuencia tapados por el volumen de la orquesta cuando intervenían conjuntamente. Como propina, las gentiles intérpretes ofrecieron una pieza de Astor Piazzola (Libertango, creo) que para algunos resultó lo más brillante de la noche.

La segunda parte del concierto se iniciaba con una nueva obra titulada como el concierto, "Oriente y Occidente" (2000), en esta ocasión del compositor estonio, también contemporáneo, Arvo Pärt, que en estos días está de moda en Sevilla, pues hoy y mañana se interpreta también en nuestra ciudad su "Passio", oratorio narrativo del Evangelio según San Juan. Pärt es fundamentalmente conocido por su música coral, pero en esta ocasión se trataba de una pieza instrumental, para orquesta de cuerda exclusivamente. Para escucharla, como ocurre en general con la música del estonio, hace falta una cierta predisposición espiritual, pues es una música que raya el misticismo. Pero claro, no todo el mundo está por la labor. Así que allí cerca teníamos a una oronda señora, a la que le subían los calores y ella se los quitaba abanicándose (en pleno invierno) sonoramente. Como le parecería pobre la orquestación pues ella la completaba añadiéndole unos golpes de rasss!! (abanico que se abre) raaass!! (abanico que se cierra). Y a otros, pues les parecía que allí faltaban coros, así que venga, coro de toses variadas. Con lo cual es imposible disfrutar de la música.

De Paul Dukas todo el mundo conocerá seguramente “El aprendiz de brujo”, básicamente debido a los dibujos animados de Disney. Hace poco tuve también ocasión de ver su interesante y escasamente representada ópera “Ariana y Barbazul”, representada el año pasado en Estrasburgo, con dirección escénica del incansable Olivier Py (se puede ver todavía aquí). En esta ocasión se trataba de una composición para ballet titulada "La Péri" (o La flor de la inmortalidad),última de las publicadas por el músico francés en 1911. Inicialmente había sido ideada para los famosos Ballets Rusos de Sergei Diaghilev, pero luego la cosa se truncó y aunque fue estrenada en 1912, no tuvo posteriormente mucho recorrido. Obra de matices impresionistas y románticos, de música suntuosa y sensual, con un inicio de gran lucimiento de los metales, evoca lugares de ensueño a los que Arming y la ROSS consiguen con maestría transportar al oyente. Aunque quizá esos lugares no estén tan lejos. Dice Axelrod, en las notas del programa de mano, que ese Jardín del Eden, o esos soñados jardines de Babilonia bien podríamos identificarlos con los de la Alhambra o los de nuestro Alcázar. Y tiene razón. Andalucía es un lugar idóneo para encontrar esa fusión de lo mejor de Oriente con lo mejor de Occidente.


De vuelta a casa me encuentro con una música muy diferente. El embudo que forma el patio del edificio absorbe el eco no lejano de las trompetas y tambores de la Centuria. Cosas que tiene el vivir junto a la Macarena.     

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