Asistíamos
el jueves al concierto de abono, décimo de la temporada, de la Real
Orquesta Sinfónica de Sevilla en el Teatro de la Maestranza.
Concierto programado con el título “Oriente y Occidente” bajo
la dirección del austriaco Christian Arming. Las cuatro obras
integrantes del programa eran totalmente desconocidas para mi, así
que era una especie de cita a ciegas, aunque no tanto, conociendo a los autores.
La primera
pieza, de Camille Saint-Saëns, titulada como el concierto en
general, no me dijo nada. Resultó para mi gusto perfectamente
prescindible. Dicen que Saint-Saëns la compuso inicialmente por un
encargo cuando estaba enfrascado en la creación de su “Sansón y
Dalila”. Creo que su inspiración se vertió en la ópera y para
esta otra partitura no quedó mucha.
Mucho más
interesante fue el concierto para dos pianos “Gezi Park 1” del
turco Fazil Say que vino a continuación, con la participación de
las gemelas Önder (Ferhan y Ferzan), turcas ellas también, aunque
residentes en Viena (ante cuyas murallas precisamente se detuvo la
expansión del imperio otomano). Conocía a Say como pianista, pero
no como compositor. Sin embargo el polifacético músico es
compositor residente para esta temporada en la orquesta, de ahí que se hayan programado con acierto algunas de sus obras. Su
concierto, de carácter descriptivo, pues es referido a los sucesos
del parque Gezi en Estambul hace unos años, es de gran variedad
tímbrica y rítmica, abarcando desde momentos de gran agitación
hasta otros de evocador lirismo, como el solo final de los dos
pianos. Estos sin embargo fueron con frecuencia tapados por el
volumen de la orquesta cuando intervenían conjuntamente. Como
propina, las gentiles intérpretes ofrecieron una pieza de Astor
Piazzola (Libertango, creo) que para algunos resultó lo más
brillante de la noche.
La segunda
parte del concierto se iniciaba con una nueva obra titulada como el
concierto, "Oriente y Occidente" (2000), en esta ocasión del
compositor estonio, también contemporáneo, Arvo Pärt, que en estos
días está de moda en Sevilla, pues hoy y mañana se interpreta
también en nuestra ciudad su "Passio", oratorio narrativo del
Evangelio según San Juan. Pärt es fundamentalmente conocido por su
música coral, pero en esta ocasión se trataba de una pieza
instrumental, para orquesta de cuerda exclusivamente. Para
escucharla, como ocurre en general con la música del estonio, hace
falta una cierta predisposición espiritual, pues es una música que
raya el misticismo. Pero claro, no todo el mundo está por la labor.
Así que allí cerca teníamos a una oronda señora, a la que le
subían los calores y ella se los quitaba abanicándose (en pleno
invierno) sonoramente. Como le parecería pobre la orquestación pues
ella la completaba añadiéndole unos golpes de rasss!! (abanico que
se abre) raaass!! (abanico que se cierra). Y a otros, pues les
parecía que allí faltaban coros, así que venga, coro de toses
variadas. Con lo cual es imposible disfrutar de la música.
De Paul
Dukas todo el mundo conocerá seguramente “El aprendiz de brujo”,
básicamente debido a los dibujos animados de Disney. Hace poco tuve
también ocasión de ver su interesante y escasamente representada
ópera “Ariana y Barbazul”, representada el año pasado en
Estrasburgo, con dirección escénica del incansable Olivier Py (se
puede ver todavía aquí).
En esta ocasión se trataba de una composición para ballet titulada "La Péri" (o La flor de la inmortalidad),última de las publicadas por el músico francés en 1911.
Inicialmente había sido ideada para los famosos Ballets Rusos de
Sergei Diaghilev, pero luego la cosa se truncó y aunque fue
estrenada en 1912, no tuvo posteriormente mucho recorrido. Obra de
matices impresionistas y románticos, de música suntuosa y sensual,
con un inicio de gran lucimiento de los metales, evoca lugares de
ensueño a los que Arming y la ROSS consiguen con maestría
transportar al oyente. Aunque quizá esos lugares no estén tan
lejos. Dice Axelrod, en las notas del programa de mano, que ese
Jardín del Eden, o esos soñados jardines de Babilonia bien
podríamos identificarlos con los de la Alhambra o los de nuestro
Alcázar. Y tiene razón. Andalucía es un lugar idóneo para
encontrar esa fusión de lo mejor de Oriente con lo mejor de
Occidente.
De vuelta a
casa me encuentro con una música muy diferente. El embudo que forma
el patio del edificio absorbe el eco no lejano de las trompetas y
tambores de la Centuria. Cosas que tiene el vivir junto a la
Macarena.
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