jueves, 26 de marzo de 2015

EL VOTO CAUTIVO



                                                                                     (Viene de la entrada anterior)

El triunfo electoral del PSOE en las elecciones del domingo  -acosado como nunca por los casos de corrupción, con dos expresidentes citados a declarar ante el Supremo, con nada que presentar en cuanto a resultados de su gestión, etc, etc-  no se debe en este caso, según veníamos diciendo en días anteriores, a sus propios méritos ´-aunque Susana Díaz ha tenido la habilidad de aparentar que ella no tiene nada que ver con el pasado-  sino fundamentalmente a la absoluta incapacidad hasta la fecha de sus adversarios de construir alternativas sólidas y fiables para desbancarlo del poder. Y esa  responsabilidad  principalmente correspondía al PP, vencedor en la anterior convocatoria electoral, y ha fallado estrepitosamente. Hasta tal punto de que incluso  es posible que ya en el futuro no le corresponda ese papel.
Ya está bien de echar las culpas al PSOE y a los votantes del PSOE. Cada uno vota según sus intereses. El PSOE, al menos en Andalucía, sabe muy bien lo que quieren sus votantes, y otros partidos parece que no saben, o no quieren saber,  lo que quieren los suyos.  Si,  ya sabemos que los socialistas hacen trampas, que el régimen es corrupto, que parten por ello en situación de ventaja –ahí está el vídeo escalofriante de la Sabalete: pura mafia-, pero no es posible que estén en contra de la corrupción quienes han hecho de ella  su modus vivendi. No vamos a convencer de que la corrupción es perversa  a quienes se benefician  de ella. De esto habrán de ocuparse los jueces –a ver si se dan un poco más de prisa-  pero mientras tanto habrá que descontarlo  políticamente. Pretender la conversión del pecador, si no es metiéndolo en la cárcel, es propio de la religión, no de la política.
Ahora bien, lo que no es verdad es que  Andalucía en su conjunto esté conforme con la situación deprimente en que vivimos ya por más de treinta años, siempre en la cola de todo, menos en paro y corrupción. Habrá muchos que sí, porque les va bien con ella (mejor de lo que hubieran podido nunca imaginar). Pero la mayoría de los andaluces en las últimas convocatorias electorales se inclina por otras opciones.  El PSOE, con todas sus malas artes, ha conseguido un millón cuatrocientos mil votos. Hasta seis millones y pico de electores hay una diferencia. El problema es que nadie es capaz de aglutinar la fuerza necesaria, en la misma dirección -y no en sentidos divergentes- para desbancar esa hegemonía.
Todo el mundo se queja del voto cautivo del PSOE. Pero es que el PP también ha jugado peligrosamente al voto cautivo, pensando que su fiel electorado iba a votarle “sí o sí” a la hora de la verdad, porque no tenía alternativas. La diferencia es que el PSOE al menos se ocupa de “regar” a su voto cautivo, y el PP al contrario, se ha dedicado en estos años a hacerle perrerías. Y al final el electorado de derechas se ha mostrado mucho más crítico con los suyos que lo que suele hacer la izquierda, siempre presta a cerrar filas. Al PP le ha salido mal su juego del voto cautivo, y más caro que le puede costar como Ciudadanos haga las cosas medianamente bien, porque la gente va a ver que no se trata  ya de un mero desahogo, de una canita al aire,  sino una verdadera alternativa.
En esa desafección de los votantes, como en la forma de elección del candidato,  también hay un responsable principal: Mariano Rajoy. No se puede gobernar en contra de los que te han elegido y que no pase nada. Afortunadamente esto es así, porque es que si no estaríamos hablando de que la gente es tonta. Es cierto que muchos de los sacrificios económicos han venido impuestos por la coyuntura y probablemente eran necesarios. Pero los ciudadanos no percibimos que haya habido un sacrificio equiparable por parte de la administración, cuya elefantiásica estructura sigue intacta y no parece que haya intención de tocarla. También ha habido otras muchas cuestiones que no eran económicas (reforma de la justicia, política antiterrorista, aborto….) y en las que sin embargo igualmente y con el mismo desahogo se han incumplido las promesas. 

Harían bien las cabezas pensantes del partido en mirar un poquito hacia abajo, hacia la sufrida y fiel militancia que ha asistido más perpleja que otra cosa a toda esta peripecia. Olvidarse de la unidad forzada, abrir el debate y ponerse al día en los usos políticos,  porque quizá los del pasado ya no sirvan en el futuro. La gente de abajo del PP (votantes, militantes) ha perdido gran parte de la ilusión. Votar a alguien porque no hay más remedio es algo que el personal no está ya muy por la labor de hacer. Hay que buscar los resortes para relanzar esa ilusión o se buscará en otra parte. Porque somos muchos los andaluces que no nos resignamos a que nuestra tierra, por incapacidad de unos y otros,  siga siendo una de las regiones más atrasadas de Europa cuando debía ser de las punteras. Se lo debemos a nuestros hijos.             

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