miércoles, 25 de marzo de 2015

EL CANDIDATO

(Viene de la entrada anterior)

Así que Arenas, tras su amarga victoria de 2012,  pegó la espantá, tomó el olivo y se subió al tendido de Madrid para seguir no obstante, desde allí, intentando controlar la lidia de aquél toro que no había querido ni ver de cerca. A Juan Ignacio Zoido le esperaba una difícil tarea que además le restaba mucho tiempo a su ocupación fundamental que debía haber sido siempre el Ayuntamiento de Sevilla.
Yo escribí entonces que Zoido me parecía el que mejores condiciones reunía en tales circunstancias, indeseadas, pero siempre pensando en que sería una situación transitoria hasta dar con el nuevo líder que pudiera optar a la presidencia de la Junta. El problema es que esa transitoriedad duró demasiado. Fueron dos años perdidos, en los que las estructuras del partido se renovaron poco, siempre con la premisa de la unidad, la unidad y la unidad. La inútil y estéril unidad que anula el sano debate político.
Para mí hubo un momento clave: cuando la dimisión de Griñán habría sido una oportunidad idónea para al menos optar a la investidura y hacer ver que seguía habíendo un proyecto alternativo para Andalucía. Pero la formación  mayoritaria en la cámara no estaba para nada, perdida aún en su laberinto.
 Mientras tanto en Madrid andaban tan ocupados intentando sacar a España de la crisis que se olvidaban de los compromisos adquiridos con los votantes, e incluso de los principios del partido. Pero Rajoy sí que tuvo tiempo para finalmente dedicarnos unos minutos a los andaluces para imponer a su candidato. Creo que ahí  Zoido se equivocó  al empecinarse en la alternativa única de José Luis Sanz, afectado ya por el caso Tomares, que lo hacía muy vulnerable. Lo ideal es que se hubiera concurrido a un congreso con dos o tres candidatos, pero la sacrosanta consigna de la unidad no lo permitió. El propio Sanz no se atrevió a tomar la iniciativa y esperó y esperó el dedazo, hasta que el dedo apuntó hacia otro lado. Zoido, que al final ha sido uno de los damnificados del proceso, tuvo que soportar que le pagaran los servicios prestados imponiéndole un candidato que no era el suyo.

 Y  aquí viene Juanma Moreno, un señor encantador, un anti prototipo de señorito andaluz, un tipo que ha demostrado poder estar por encima de Díaz,  pero que, partiendo con el estigma de venir impuesto de Madrid, hasta ahora creo que pocos han llegado a poder catar  si es carne o pescado. Desde que llegó no se ha visto muy claro si lo que quiere es acabar con el régimen instaurado por los socialistas en Andalucía o más bien heredarlo. ¡Si hasta llegó  a ofrecer su apoyo a Susana Díaz en sustitución del de IU cuando la crisis de la Corrala Utopía!  El partido que había ganado las anteriores elecciones ofreciendo apoyo para que gobierne quien las perdió ¡eso dónde se ha visto! Así es normal que incluso criticara  que se adelantaran los comicios cuando a Susana le vino bien deshacerse del  socio que la había mantenido en la poltrona. Cuando una fuerza es alternativa de gobierno lo que tiene es que estar deseando de tener una oportunidad para alcanzarlo. Pero en el PP se han hecho las cosas tan mal que al final el resultado no podía ser otro, y se sabía y esperaba de antemano,  hasta el punto de  temer  tener que acudir a las urnas. Que no me cuenten que ha sido cuestión de tiempo porque ahí tienen a Marín, que a ese sí que no lo conoce nadie, y ha sacado nueve diputados. Lo que pasa es que cuando la gente piensa que le han  tomado  el pelo,  basta que aparezca uno medio qué para que se eche en sus brazos, aunque sólo sea para dar celos. Al menos hasta que este también –quién sabe- se lo tome. Pero la culpa no es de Moreno, sino de Rajoy que lo impuso. Él es el responsable inmediato del descalabro. Y lo peor es que parece no haberse enterado.

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