sábado, 31 de marzo de 2012

TARDE DE EXPECTACION, TARDE DE DECEPCION


Tomo el dicho taurino, que pido prestado de su blog  a mi amigo Ignacio Sánchez-Mejías,  para expresar lo que fue la jornada electoral del pasado domingo en Andalucía.

Se había generado tanta expectación en torno a la posibilidad de un cambio político en nuestra comunidad, que la decepción para los que lo esperábamos, al conocer el resultado de los comicios, fue directa y exactamente proporcional.

No creo que los andaluces  seamos muy diferentes del resto de los españoles. Deberíamos de huir por tanto de análisis incluso insultantes para nosotros  del tipo “la gente es ignorante”, “la mayoría no quiere trabajar”, “estamos rodeados de corruptos”, etc.

Lo cierto es que el partido que gobierna la autonomía desde hace más de treinta años ha creado un sistema de utilización de los recursos públicos en beneficio del poder que ha contribuido en gran medida a adormecer y amordazar la conciencia crítica de los andaluces, con la inestimable ayuda de la maquinaria de propaganda de sus medios de comunicación. La red clientelar y de intereses formada por los socialistas es tupida y se extiende a lo largo y ancho  de la geografía andaluza, constituyéndose en una  fuerza muy difícil de neutralizar.

Pero seamos serios. No podemos esperar que quienes se benefician directa o indirectamente, o simplemente se perciben como beneficiarios, de ese estado de cosas, se vayan a hacer el harakiri en un arrebato de moralidad en beneficio del interés general. No están los tiempos para heroicidades, y los que viviendo al amparo del régimen se han visto en la peligrosa tesitura de tener que dejar de hacerlo han puesto toda la carne en el asador para que esto no ocurriera, importándoles un bledo el espantoso hedor que emana de los distintos departamentos de la administración andaluza inundados por los  casos de corrupción. Es humano y es comprensible. No se puede pedir otra cosa.

Las culpas hay que buscarlas en el otro lado. En el lado de quienes no disfrutamos del régimen, sino que lo sufrimos y sufragamos. En la balanza de la responsabilidad de la permanencia de una sola fuerza política en el poder durante tantos años hay que ponerla fifty-fifty en el platillo  del sistema implantado por los socialistas y en el de la incapacidad del resto de la sociedad andaluza para articular una alternativa con la suficiente fuerza y cohesión para luchar contra tamaño adversario.

Esta vez sí parecía que se había conseguido aglutinar a una mayoría importantísima del electorado en torno a unas siglas, no sólo por lo que dijeran las encuestas, sino por la experiencia de recientes consultas. De ahí el gran chasco. El partido que en las elecciones generales del 20N sumó casi dos millones de sufragios, ahora se quedó en poco más de un millón y medio. Que si la campaña, que si la confianza, que si las medidas del gobierno central, que si el candidato…Cada uno tendrá sus razones, pero es ahí donde está la clave. No hubo trasvase de votos, ni siquiera a favor de otras opciones que también podían haber coadyuvado al cambio. Simplemente unos cuatrocientos mil electores -nada más y nada menos- a los que se esperaba en las urnas se quedaron en su casa. Cada uno deberá analizar si el motivo de no votar era de tanto peso como para preferir el escenario que ahora se presenta.

El resultado, a mi juicio, no puede ser peor. Del camino seguro hacia la nada que nos garantizaba el PSOE hemos pasado al camino hacia el abismo que nos aguarda con IU. Habrá sin embargo quienes piensen lo contrario. Pero hay algunas cuestiones que resultan menos opinables, a saber:

Mayoritariamente se votó por el cambio, y sin embargo todo apunta a que van a seguir gobernando los mismos.
El partido que mayor castigo sufrió en las urnas, con  una pérdida nada menos que de nueve escaños, va a salir prácticamente indemne en términos de poder, de lo cual incluso hace obscena ostentación pública con representación gráfica del reparto del pastel incluida.
El programa y partido que mayor apoyo recibieron fue el del centro-derecha, y sin embargo, si algún movimiento se puede esperar es hacia la extrema izquierda.

La ley y la aritmética parlamentaria lo  permiten. Pero está claro que estas paradojas en nada contribuyen a la mayor confianza de los ciudadanos en el sistema. Antes bien, cada vez son más los que desgraciadamente muestran su desapego e indiferencia, lo cual es muy triste en un país con tan corto bagaje democrático como el nuestro. Sin embargo, no podemos dejar de insistir en que la corrección de esto no puede ser a través de la abstención, sino de la participación. La abstención sólo lleva a dejar las decisiones políticas en manos de otros, que no van a tener ningún reparo en aprovechar lo que se les ofrece en bandeja.

Se ha perdido una oportunidad histórica. Pero no me resigno a pensar que no podamos tener otra. Habrá que seguir trabajando y luchando para intentar corregir este rumbo que indudablemente nos acerca más a Grecia que a Alemania. A  Cuba que a California. Ese día tendrá que llegar. Y no olvidemos que, por terminar con otro dicho popular que alienta mi esperanza, “donde menos se espera, salta la liebre”.

1 comentario:

  1. Pues tienes toda la razón en cuestión del voto sujeto al trabajo, veladas amenazas semanas antes del 25-03, no se firmaban contratos para obligar a no cambiar el voto. Creo que se ha perdido una oportunidad de oro, los analistas que estudien las causas y motivos, pero creo que no se volvera a repetir. Según algunos hace un tiempo tuvimos 36 años de dictadura, ahora se van a cumplir 34, casi ná.

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